Gran Enciclopedia de Navarra

  • Inicio

ARQUITECTURA

Los primeros vestigios arquitectónicos conocidos en Navarra se remontan al período Neo-Eneolítico-Edad de Bronce, siendo sus primeras manifestaciones las construcciones megalíticas. Navarra recibe el impacto del fenómeno megalítico, que afecta a casi toda Europa Occidental, a lo largo del III milenio, a.C. Tradicionalmente quedan incluidos dentro de este fenómeno, un conjunto de monumentos no siempre construidos con grandes piedras, como son los dólmenes*, túmulos* y menhires*. Y, si bien la función de los dos primeros fue funerario, se desconoce la finalidad exacta de los menhires.

Una de las características que van a tener estas estructuras funerarias es que se trata de enterramientos colectivos, lo que indica que debió existir una vida familiar o de grupo fuertemente cohesionado, cuyos lazos y vínculos aglutinantes debían de prolongarse más allá de la existencia física. Muestran también la creencia de la vida de ultratumba, ya que de otra forma no puede explicarse el esfuerzo que representa la construcción de tales sepulcros a los que se daba el carácter de viviendas para la eternidad. (Megalitismo*).

La etapa de la protohistoria desarrollada entre mediados del VIII siglo hasta comienzos del V, a.C., está caracterizada por una serie de importantes novedades en el panorama cultural peninsular, determinadas por el impulso que proporcionan grupos de gentes transpirenaicas, cuya acción en el territorio, produce una serie de cambios, que afectan a aspectos diversos entre los que cabe señalar el étnico, el social y urbano, el tecnológico, económico, espiritual y, por supuesto, el material. El urbanismo supone sin duda uno de los aspectos más interesantes de esta etapa de la protohistoria, ya que es en esta faceta en la que la indoeuropeización supone un cambio más notable, pues al inicio del primer milenio gran parte de las tierras peninsulares no conocen todavía el desarrollo urbano, al que comenzarán a incorporarse de manera escalonada, dependiendo generalmente de la mayor o menor incidencia que los pueblos europeos tuvieron en las distintas regiones.

Pese a la indudable homogeneidad que ofrece la arquitectura, con casas de planta rectangular ordenadas generalmente en torno a una plaza o calle central, existen diversas variaciones particulares, posiblemente como consecuencia de la capacidad de adaptación a las circunstancias concretas de cada lugar.

Generalmente la situación se elige en función de obtener una máxima defensa, por ello la ubicación más generalizada de estos poblados es en pequeñas elevaciones naturales o “rezos” a veces de dificultoso acceso. Entre este tipo de asentamientos destacan el Castejón* de Arguedas, Murundigáin*, la Falconera*, el Castillar* de Mendavia, y la Tejería* de Olite, etc. Tampoco faltan los poblados en llano como lo evidencia el yacimiento del Alto de la Cruz* de Cortes de Navarra.

Al mismo tiempo que se iban desarrollando estos poblados, en las majadas y pastos de montaña, grupos de pastores dejan escasos restos de habitación y numerosas estructuras circulares de piedra, cronlechs*, que les sirvieron como sepulturas de incineración. Con frecuencia, se han incluido estas estructuras, en el fenómeno megalítico que se desarrolla en el período anterior, sin embargo, actualmente existen argumentos suficientes para adscribirlos a la Edad del Hierro; además las excavaciones realizadas en alguno de ellos confirman su carácter de sepulcros de incineración, en prolongación de uso en etapas posteriores.

No han llegado hasta el presente edificaciones que ofrezcan una imagen suficiente de los que debieron ser las casas y templos romanos de Pompaelo*, Andelos* o Cara*. Los posibles tatros, termas o edificios públicos y privados no han sobrevivido al paso del tiempo. Apenas las ruinas y plantas de algunas villae o recintos urbanos y restos, más o menos bien conservados, de alguna obra de ingeniería son hoy testimonio del quehacer constructor de los pobladores del solar navarro hace quince o veinte siglos.

Aparte las ciudades más o menos importantes, el campo estaba cubierto de residencias de propietarios agrícolas, las villae, cuyo apogeo coincide con la importante crisis económico social que sacudió al imperio en el siglo IV, y el consiguiente traslado de los ricos propietarios al campo, en medio de sus tierras, cultivadas por esclavos y colonos. Las villas son así, no sólo lujosas residencias, sino el centro de una sociedad en ocasiones autárquica, tendente, cuando menos, al autoabastecimiento. Liédena*. Falces* o el Soto del Ramalete* de Tudela son algunas de los ejemplos de esta nueva concepción de la estructuración demográfica de la época bajoimperial.

Las escasas muestras de la ingeniería romana conservadas en Navarra son, sin embargo, importantes exponentes de la perfección técnica alcanzada en la realización de acueductos, presas, depósitos o recintos fortificados. Su propio estado de conservación es, en algún caso, buena muestra de ello. Deben destacarse, en este campo, el depósito y presa de agua de Andelos*, el acueducto de Alcanadre-Lodosa*, o el recinto amurallado de Olite*. (Romanización*).

Remontándose a los vestigios de arquitectura prerrománica señalados por Iñiguez en Leire*, Aralar* y en algún otro lugar disperso, se hace preciso llegar hasta el siglo XI para encontrar los primeros ensayos de arquitectura románica en Leire, Aralar y Ujué*. En el siglo XII las estructuras cuajan a la par que se enriquece la tipología y aumenta el repertorio decorativo. Abundan las iglesias de nave única (San Martín de Unx* o Magdalena de Tudela*). Especial mención merecen las capillas octogonales de Eunate* y Torres del Río*. Existen también criptas románicas en Leire, San Martín de Unx, Gallipienzo* y Orísoain*. Algunas iglesias tienen también pórticos románicos (Ochovi*, Larumbe*, Gazolaz*, Eusa* o Larraya*) y torres campanario (Leire, Magdalena de Tudela y Ujué*). Son muy numerosas las torres prismáticas lisas de los siglos XII y XIII y algo menos las espadañas románicas.

Un capítulo aparte merece la arquitectura del Císter introducida en Navarra con la construcción de los grandes monasterios de Fitero* y La Oliva* cuya influencia se dejará sentir en otras iglesias como Mélida*, Carcastillo*, Murillo el Cuende* y en los monasterios de Iranzu* y de Irache* y sus áreas de influencia en tierras estellesas.

La Colegiata de Roncesvalles* abre el brillante período del gótico francés en Navarra. Bajo este influjo se construirán espléndidas iglesias de una nave (Artajona*, San Cernin de Pamplona*, Santa María la Real de Olite*, Santa María del Pópolo de San Martín de Unx, y las amplias naves de Leire y Ujué). Son numerosas las iglesias rurales construidas en este período que responden al tipo de una sola nave con cabecera recta o poligonal según los casos (Cemboráin*, Ezcurra*, y Munárriz*, Villatuerta* y Urroz*, Elcano*) que se fechan en su mayoría en el siglo XIV y algunas otras (Ororbia* y Cizur Mayor*) a comienzos del siglo XV. El conjunto más importante del gótico navarro desde el punto de vista arquitectónico y decorativo lo constituye la catedral de Pamplona*. Particular interés presentan los castillos y fortificaciones de los siglos XIV y XV que son muy numerosos.

Dentro de la tradición gótica se inscribe gran parte de la construcción del siglo XVI tanto religiosa como civil a la que se añade decoración renacentista. El tipo más generalizado de iglesia es el de una sola nave con capillas entre los contrafuertes, crucero y cabecera poligonal (Santiago de Puente la Reina*, Santo Domingo de Pamplona*) aunque hay algunos ejemplos de iglesias de tres naves (Cintruénigo* y la Asunción de Cascante*). Algunas iglesias incorporan a sus fábricas medievales portadas renacentistas (Los Arcos*, Cáseda* o Aibar), claustros (Irache*, Fitero*, Los Arcos*) y torres. Estructuras más avanzadas, clasicistas o herrerianas, muestran las iglesias de Lerín*, Larraga* y Ciga*.

Muy interesante es el capítulo de arquitectura civil del Renacimiento formado por Ayuntamientos (Lumbier*, Allo*, Sangüesa*), Hospitales, palacios y casas señoriales que abundan en toda la geografía navarra.

Dentro de la ingeniería militar merece mención aparte la Ciudadela de Pamplona.

La arquitectura conventual ocupa durante el barroco un lugar destacado como introductora de planes herrerianos difundidos por los frailes tracistas. Por ello los esquemas arquitectónicos son muy uniformes en todas las fundaciones conventuales (Recoletas y Carmelitas Descalzos de Pamplona*, Corella*, Tafalla*, Lesaca*, Tudela*, entre otros). Los planes propiamente barrocos son más escasos y siguen esquemas centralizados a veces complejos (La Enseñanza de Tudela*, Patrocinio de Milagro* y San Gregorio Ostiense*). Durante el barroco se construyen numerosas capillas, pórticos, torres y aparatosas portadas donde abunda el ornato.

La arquitectura palacial barroca ofrece gran interés y su tipología varía según la zona geográfica en la que se encuentra.

La intervención de Ventura Rodríguez* en Navarra marcó el período neoclásico en esta tierra continuado después por su colaborador A. S. Ochandátegui* y otros como A. de Vicuña* que mantiene los modos neoclásicos hasta el siglo XIX. La arquitectura popular* alcanza gran riqueza y variedad.

A fines de este silo y comienzos del XX son introducidos en Pamplona el Modernismo y el Eclecticismo historicista por los arquitectos del primer ensanche de la ciudad (F. Ansoleaga*, J. Aramburu*, P. Arrieta*, J. Arteaga*, A. Goicoechea*, M. Martínez de Ubago* y otros).

 

El siglo XX es testigo de un gran impulso constructivo en Navarra. Pamplona ya desde las primeras décadas del siglo (1920) con el II Ensanche, aprobado y ejecutado tras el derribo de gran parte de su recinto amurallado, experimenta una gran evolución en su arquitectura. Basado urbanísticamente en el decimonónico Plan Cerdá de Barcelona, en su arquitectura se contempla la estilística propia de la primera mitad de siglo y proliferación de los nuevos materiales. En el II Ensanche se localiza fundamentalmente la obra de Víctor Eusa, arquitecto más significativo del momento, con edificios como los colegios de Escolapios y María Inmaculada o el Seminario de Pamplona. También debe recordarse la figura de Zarranz, autor de la colonia Argaray y de la antigua sede de la Caja de Ahorros Municipal o a los hermanos Yárnoz Larrosa.

Tras este ensanche se configuran los de Rochapea y Chantrea, y al final de la década de los 50 se plantea el III Ensanche. En sus barrios de San Juan e Iturrama se encuentran muestras de todo el espectro de la arquitectura contemporánea.

Entre los edificios de la segunda mitad de siglo cabe señalar las sedes de las Cajas de Ahorros. La de la Caja de Ahorros de Navarra en la Av. Carlos III, obra de L. F. Gaztelu, es un ejemplo de arquitectura de muro cortina. El de la Caja de Ahorros Municipal de Pamplona en la Av. del Ejército, obra de Javier Sánchez de Muniáin, es una buena muestra de las posibilidades constructivas y estéticas del hormigón visto y del vidrio.

En el conjunto de arquitectos debe mencionarse a Rafael Moneo, de renombre internacional -es decano de Arquitectura en la Universidad de Harvard- con obra en Tudela (Escuelas) y en Pamplona donde es artífice de la plaza de los Fueros y de un edificio de viviendas tras ella; entre sus obras más conocidas cabe señalar la nueva estación de Atocha (Madrid) o el Museo Romano de Mérida. Fernando Redón cuya actividad creadora se localiza en parte importante en Navarra: las Torres de Huarte y Erroz (en colaboración con J. Guibert), el convento de Agustinas de San Pedro, en Pamplona; o el club de golf de Ulzama (con J. Guibert) y la clínica Ubarmin en Elcano; tampoco debe olvidarse al malogrado Curro Inza con su obra del colegio Miravalles en Huarte.

Navarro de cuna (Cáseda, 1918) es Francisco Javier Sáenz de Oiza, figura imprescindible de la arquitectura española, cuya medalla de oro ha recibido (1989). Entre sus obras cabe recordar en Madrid los edificios del Banco de Bilbao y el de Torres Blancas. En Navarra ha firmado el proyecto de la Universidad Pública.

A la vez que la capital, crecen las principales ciudades de la provincia: Tudela, Tafalla, Estella y Aoiz, son las que quizá lo hacen de forma más espectacular, mientras que Olite y Sangüesa lo hacen más pausadamente. La calidad arquitectónica es muy desigual y en general no pasa de la medianía.

En el campo de la ingeniería, el Puente sobre el Ebro de la Autopista en Castejón, de Fernández Casado y Manterola, es sin duda la obra más brillante que se ha realizado en Navarra en el transcurso del siglo. Anterior es el acueducto de Lorca del ingeniero Eduardo Torroja.

Bibliografía

T. Biurrun El arte románico en Navarra. Pamplona 1936; J. E. Uranga y F. Iñiguez Arte Medieval Navarro, Vol I Arte Prerrománico. Pamplona 1971 y Arte Medieval Navarro, Vol II y III Arte Románico. Pamplona 1973; L. M. Lojendio Navarra Col. La España románica. Vol 7, Madrid, 1978; J. E. Uranga y F. Iñiguez Arte Medieval Navarro Vols IV y V. Pamplona 1973; M. C. García Gainza, M. C. Heredia Moreno, J. Rivas Carmona y M. Orbe Sivatte Catálogo Monumental de Navarra Vol I. Merindad de Tudela y vols II* y II** Merindad de Estella. Pamplona 1982 y 1983 y Merindad de Olite. Pamplona 1985; J. Rivas Carmona Notas para la arquitectura neoclásica en Navarra. Scripta Theológica, 1/2, 1984, p. 643-652. A. Orbe Sivatte Arquitectura y urbanismo en Pamplona a fines del siglo XIX y comienzos del XX. Pamplona 1986.

Voces relacionadas

    • NAVARRA
    • MEGALITISMO
    • PAMPLONA

Galería imágenes

    Alto de la Cruz (Cortes)

    Alto de la Cruz (Cortes)

    Arquitectura de Pompaelo

    Arquitectura de Pompaelo

    Leire

    Leire

    Roncesvalles

    Roncesvalles

    Palacio (Corella)

    Palacio (Corella)

    Clínica Ubarmin (Elcano)

    Clínica Ubarmin (Elcano)

    Iglesia del Patrocinio (Milagro)

    Iglesia del Patrocinio (Milagro)

    Edificio singular (Pamplona)

    Edificio singular (Pamplona)

Documentos gráficos

    No existen documentos gráficos relacionados.

@ Fundación Caja Navarra