ANSOLEAGA Y ELIZONDO, FLORENCIO
(Pamplona, 27.10.1846 – 21.12.1916) Arquitecto. Hijo de Pedro Ansoleaga*, cursó estudios en la Escuela de Arquitectura de Madrid, en la que tuvo por compañeros a Velázquez Bosco, el Marqués de Cubas, Blas Iranzo, etc. Recibió su título el 8 de abril de 1872.
En 1877 fue elegido correspondiente de la Real Academia de San Fernando en Pamplona, y desde esa fecha perteneció a la Comisión de Monumentos Históricos y Artísticos de Navarra de la que fue depositario durante veinte años, y llegó a ser vicepresidente. Conoció la riqueza arquitectónica de Navarra, la defendió por encima de todo obstáculo y desarrolló una destacada labor como historiador y restaurador. Estas actividades le llevaron a instalar un museo arqueológico navarro (1910), para el que aportó su trabajo diversas obras de arte de su propiedad como muebles, bronces, monedas antiguas, etc.
Fruto de sus estudios fueron publicaciones como El cementerio franco de Pamplona o Exploración de cinco dólmenes de Aralar, escrito en colaboración con Telesforo Aranzadi. Por su actividad en este campo, en 1888 la Sociedad Francesa de Arqueología le concedió el título de miembro de su entidad como signo de gratitud por los servicios que les prestó en ese año y que tuvieron como resultado la publicación de un libro sobre Navarra. Fue nombrado también correspondiente de la Asociación Artística Arqueológica de Barcelona (1891).
Todas estas actividades supo compaginarlas con el desarrollo de su intensa vida profesional. Continuó el cargo de su padre como arquitecto provincial desde muy joven, trabajando intensamente por la provincia y en el mismo Pamplona. Entre estas obras cabe destacar el proyecto para la instalación de una Casa Misericordia provincial y una Escuela teoricopráctica de Agricultura en Irache (1880). En el Palacio de la Diputación realizó algunas reformas como la galería que daba al jardín, la instalación de calefacción, elevador de aguas y pararrayos (1881), así como el proyecto de modificaciones necesarias en diversas dependencias del edificio. Pero acaso la obra más importante y representativa que realizó desde ese cargo fue el Museo y Archivo provincial (1887), concebido como edificio independiente en el jardín del Palacio.
Ansoleaga siguió en esta obra un estilo ecléctico, en el que dominan las notas clasicistas de clara alusión al mundo romano, al que se incorporan elementos ornamentales de carácter navarrista, desarrollando un programa que va muy enlazado con la dedicación del edificio a grandes recuerdos históricos, tanto en su planta baja destinada a museo, como en el archivo de la superior. Se construyó con materiales antiinflamables como correspondía a su función.
Trabajó también para el Ayuntamiento de Pamplona y su actuación más representativa fue el proyecto para un mercado de nueva planta, que finalmente no pudo llevarse a la práctica por razones económicas (1876).
Fue también arquitecto diocesano y trabajó muy intensamente, ya que vivió la época de la Restauración, que llevó consigo un impresionante auge de la arquitectura religiosa. En Pamplona construyó varios conventos de nueva planta, como el de las Siervas de María (1893), el de las Hermanitas de los Pobres (1887), el colegio de las Ursulinas (1893), el de las Carmelitas Descalzas (1899), el monasterio de la Visitación (1900) y el asilo de San José, en la Magdalena (1894). Reformó también el exterior de algunas iglesias parroquiales, restauró atrios como el de San Nicolás (1882-83) y San Saturnino (1886), o levantó enteramente la fachada como en San Agustín (1897) o en San Lorenzo. Inició además la reforma de la ermita de San Fermín de Aldapa (1883) que más tarde culminó Julián Arteaga*.
Como arquitecto diocesano tuvo que ocuparse también de otras obras en la provincia. Asimismo intervino en la restauración de obras antiguas; realizó un proyecto que no llegó a llevarse a cabo para la fachada de la colegiata de Roncesvalles, en cuyo edificio restauró la capilla de San Agustín manteniendo y aun realzando su traza gótica original.
Su trabajo, muy activo en el campo de la arquitectura religiosa hace que el estilo neomedieval en Navarra casi se identifique con Ansoleaga. Su personalidad podría compararse con la de su compañero de promoción el Marqués de Cubas, que ejerció en Madrid una actividad semejante.
La arquitectura privada fue otra de sus ocupaciones, y respetando una organización medieval de solares estrechos y alargados, llegó a crear un tipo de fachada que dió un nuevo aspecto al casco urbano de Pamplona, con un carácter más ornamental, aunque manteniendo unas reglas de simetría y uniformidad vigentes en la etapa anterior. Para el ensanche tuvo la oportunidad Ansoleaga de proyectar casas con un criterio muy diferente, dadas las condiciones especiales que brindaba la nueva parcelación del terreno.
Pueden destacarse las casas de la plaza del Castillo 40-42 (1890), de Zapatería 19 (1892) y de la laza de San Francisco 20-22 (1912), todas ellas en la parte vieja de la ciudad. Trabajó asimismo, en el primer ensanche. En él se encuentra el edificio de Navas de Tolosa 7 (1891), la obra doméstica más sobresaliente, sin duda, de este arquitecto y que presenta un aspecto de “hotel” es colegio de Concepcionistas.
La importancia de Florencio de Ansoleaga en el conjunto de la arquitectura pamplonesa de la segunda mitad del siglo XIX y comienzos del XX, no estriba tanto en la calidad de su obra como el de ser el instructor en esta ciudad de las corrientes historicistas y eclecticistas que reinaban en Madrid y que siguieron otros arquitectos contemporáneos pamploneses como Julián Arteaga, Ángel Goicoechea, y los maestros de obras Jose M.ª Villanueva, Jose M.ª Aramburu y Pedro Arrieta. Escribió diversos artículos sobre Arqueología e Historia.
Pamplona le dedicó una calle, la antigua Tecenderías (1917).
Bibliografía
A. de Orbe Sivatte, Arquitectura y urbanismo en Pamplona a finales del siglo XIX y comienzos del XX, (Pamplona, 1985).