IRACHE
Caserío y monasterio benedictino de Ayegui, en el valle histórico de La Solana, Tierra y Merindad de Estella. Tenía 11 habitantes en 1887, 182 en 1900, 166 en 1910, 180 en 1920, 181 en 1930, 71 en 1940, 245 en 1950, 275 en 1960, 77 en 1970 y 127 en 1981.
Su origen, sin aclarar, puede entenderse en conexión con el foco monástico que floreció en la Rioja durante el siglo X y que tiene raíces hispano-visigodas o mozárabes. No es de extrañar que el primer abad conocido del cenobio, Theudano (958), tuviera un nombre godo (a pesar de que ello no prejuzgue su origen o condición) y que a fines del siglo XI la abadía colaborara en la defensa del rito mozárabe. Aunque se alude a la vigencia de la regla benedictina en Irache en textos de 1033 y 1045, puede tratarse de interpolaciones en dos documentos cuyos originales no se conservan. También cabe pensar lo mismo de las noticias de 1056 y 1058. Por ello habría que retrasar hasta 1060, o más tarde, la primera mención segura de la regla benedictina.
Hasta mediados del siglo XI su relevancia fue escasa. Su situación en la ruta de Pamplona a Nájera y el desarrollo de las peregrinaciones a Santiago explican su crecimiento. Hacia 1052-54 el rey García Sánchez III el de Nájera* fundó allí un hospital para albergar a los peregrinos jacobeos, que sirvió como estación de parada hasta la fundación de Estella* en 1090. Otro factor empujó la ascensión de Irache: la política de concentración de pequeños monasterios e iglesias locales, que el citado monarca comenzó a agregar a monasterios de importancia, para hacer de estos últimos cabezas de congregaciones monásticas y vitalizar así la vida eclesiástica del reino. Uno de los elegidos como foco de concentración fue Irache, cuyo verdadero impulsor, Sancho IV el de Peñalén*, le entregó 12 pequeños monasterios y 3 iglesias. Contabilizando estas y otras donaciones, Irache reunió en 1076 hasta 27 monasterios y 4 iglesias. Lo regía entonces San Veremundo* (ca. 1056-1090), el más famoso de sus abades y sobre cuyo origen y vida se han acumulado numerosas narraciones piadosas de difícil comprobación. En su época se produjo la supresión del rito mozárabe hispano-visigodo y se introdujo la liturgia romana. Las resistencias al cambio fueron considerables en el reino de Pamplona e Irache se destacó en este sentido al proporcionar (1065 ó 1069) un Liber ordinum mozárabe para que su contenido fuera examinado en Roma y se evitase la acusación de herejía que pesaba sobre la liturgia mozárabe. Por fin, a partir de 1076 se impuso el rito romano.
Los ideales reformadores de Cluny influyeron sin duda en Irache a finales del siglo XI, quizás por obra del abad Arnaldo (1099-1120), pero el cenobio nunca se sometió a la jurisdicción de la abadía francesa. La fundación de Estella (1090) supuso el inicio de una constante relación con la población franca allí asentada. El cenobio fue recibiendo donaciones en la ciudad, que se convirtió en un punto de especial relevancia dentro de su dominio monástico, el cual alcanzó al principio del siglo XII su madurez, entonces ya no tanto gracias a las donaciones regias como a las privadas. Pronto intercambios y entregas a censo (signos de reordenación y simple explotación del dominio) sustituyeron a las donaciones, que no volvieron a ser significativas hasta finales de siglo, durante el gobierno del abad Sancho de Yániz (1181-1222). No obstante, hubo excepciones en esta trayectoria, como las donaciones de cinco villas con las que García Ramírez el Restaurador* (1134-1150) agradeció el apoyo prestado por Irache en los momentos iniciales de su reinado. Cuando Sancho VI el Sabio* procedió a ampliar Estella (1187) encomendó la construcción de la iglesia de San Juan Bautista a los monjes de Irache, que desde entones y hasta el siglo XIX la poseyeron. Se ratificó así la citada orientación hacia Estella.
Durante todo el siglo XIII siguieron entrelazándose donaciones particulares y arrendamientos o censos perpetuos que el monasterio concedía a terceros como forma de explotar las posesiones de su dominio. Salvo el pleito por los diezmos con las restantes parroquias de Estella (1236), predominaba la tranquilidad. En la siguiente centuria la acumulación de bienes provocó una crisis interna en la que el abad Miguel Martínez de Añorbe y la comunidad se enfrentaron por la distribución de las rentas (1139-45). El acuerdo que zanjó la disputa fijó el número máximo de 26 monjes y su pensión anual. Poco después la comunidad arrendó los bienes que había recibido a cuatro monjes por un periodo de diez años, lo cual da idea de la relajación de la vida comunitaria (1347).
La tendencia de los papas de Aviñón a reservarse la provisión de beneficios eclesiásticos acarreó nuevos problemas. En torno a 1352 los monjes eligieron como abad a Pedro García de Yániz y el papa Clemente VI nombró a Pedro de Zarapuz. Logró imponerse este último, pero fue asesinado en 1355 por familiares del anterior. Los mojes volvieron a elegir abad y, para evitare problemas con la Santa Sede, buscaron la protección del infante Don Luis*, lugarteniente del rey. En 1379 y 1412 la corte pontificia aceptó las elecciones realizadas por los mojes, bien a cambio de una compensación económica o por carecer de fuerzas suficientes para oponerse. Durante el resto del siglo XV el papado acabó imponiendo sus candidatos hasta el punto de que en la segunda mitad nombró abades comendatarios que ni residían en el monasterio ni eran benedictinos. La guerra civil también se reflejó en Irache, cuya silla abacial cayó en manos de los Beaumont* (1444-1460). Todo este cúmulo de circunstancias explican su decadencia y la necesidad de una reforma que no se inicio hasta 1522, bajo los auspicios de la Congregación Benedictina de San Benito de Valladolid.
La Reforma católica llegó a Irache relativamente pronto, a comienzos del siglo XVI, y como fruto de la expansión de la reorganización de los monasterios benedictinos que había comenzado en el de Valladolid en el siglo XIV. Durante el XV, varios monasterios castellanos fueron introduciendo los mismos cambios -consistentes principalmente en el mero rigor de la vida de clausura- y constituyeron una llamada congregación de San Benito de Valladolid, que fue a la que Irache se incorporó en 1532-1535. Los empeños reformadores habían tomado fuerza desde 1522 y los frailes que no los aceptaron hubieron de abandonar el cenobio y recluirse en la casa que el monasterio poseía en Dicastillo, donde siguieron vida regular independiente.
Además de la revitalización propiamente espiritual que esto supuso, la reforma monástica de Irache conllevó importantes avances de orden externo. Durante el siglo XVI se construyeron el claustro, la sala capitular y la sacristía; se organizó un colegio de teología -que funcionaba por lo menos en 1539- del que luego, en 1569, surgió la Universidad de Irache*, que subsistió hasta 1824.
La propia importancia del cenobio hizo también que penetrara en el mundo de pleitos por razones de prioridades que fueron característicos de los siglos XVI, XVII y XVIII. Fue especialmente resonante el que promovieron varios de los abades navarros con derecho a asiento en las Cortes* contra el de Irache, fray Francisco de Orense* por no ser navarro ni tener por lo tanto en su criterio la posibilidad legal de ejercer el derecho en cuestión, ni mucho menos de “asentarse más alto y votar primero y antes”, como diría la sentencia del Consejo Real en 1536, dando la razón al de Irache (Bernardo Martell*; Plácido de Salinas*; José Sáenz de Aguirre*; Felipe de Santiago*).
Como todos los monasterios benedictinos españoles, el de Irache desapareció como tal al disolverse su comunidad por decretos de 1809, 1820 y 1836 (aunque en Irache el de 1820 no se aplicó hasta 1821 y el de 1836 hasta 1839, este último gracias al dominio que los carlistas mantenían sobre Estella). Los dos primeros fueron seguidos por otras tantas restauraciones, que tuvieron lugar en Irache en 1815 y 1824. Pero la disolución -con la desamortización aneja- de 1839 fue definitiva. Perdidas sus posesiones, que fueron nacionalizadas y subastadas como todas las de todas la comunidades religiosas españolas, los edificios subsistieron en buena parte por el celo del lego Manuel García*, que, ordenado después sacerdote, y d signado párroco de Ayegui, se empeñó en conseguirlo. Hospital carlista durante la guerra de 1872-1876, Irache no recobró el carácter de comunidad religiosas no obstante hasta 1877, en que el Estado se lo concedió a la orden de las Escuelas Pías. Los escolapios lo habitaron en 1885.
Aquí se celebró, el 17 de julio de 1936, la entrevista entre Mola* y Batet, sobre lo que desde el día siguiente se convirtió en Alzamiento nacional*.
La restauración arquitectónica fue comenzada en 1940-1941 bajo los auspicios de la Diputación.
Aparte de que por ser abades de Irache tenían todos asiento y voto en las Cortes de Navarra, algunos de ellos fueron además nombrados Diputados del Reino* por las propias Cortes: en concreto Lorenzo de Frías en 1612; Juan Moriz en 1709; José Cornejo en 1724; Manuel de Lombraña en 1726 y Atilano Muñoz en 1781.
Bibliografía
J. Ibarra, Historia del monasterio y de la Universidad literaria de Irache, (Pamplona 1938); J. M. Lacarra, Colección diplomática de Irache, I (958-1222), (Zaragoza, 1965), J. Ibarra, Historia del monasterio benedictino y de la universidad literaria de Irache (Pamplona, 1939); J. Roca Laymon, Irache (Pamplona s.a., “Temas de Cultura Popular”, 79).
Abades
Luis Xavier Fortún Pérez de Ciriza intentó fijar el marco cronológico para el abadologio medieval de Irache (Los abades de Irache 958-1522. Una aproximación a su cronología, en Homenaje a Don José María Lacarra de Miguel, Zaragoza, 1977, V, 177-188).
El monasterio se levanta al pie de Montejurra, organizando un vasto complejo monástico. Aunque la leyenda a querido remontar el origen de este monasterio benedictino al siglo VIII no es hasta el año 958 cuando se documenta su existencia, si bien parece probable que lo pudiera haber fundado Sancho Garcés I una vez conquistado el castillo de Monjardín en el 908. Tras su fundación el cenobio fue engrandeciéndose con los favores otorgados por numerosos reyes navarros e incrementando su importancia al localizarse dentro del Camino de Santiago, hecho que llevó a fundar entre 1052 y 1054 un hospital de Peregrinos. Es ilustrativo el devenir histórico de este monasterio en relación con la construcción de los diferentes núcleos que lo componen. Efectivamente, es en el siglo XI y XII cuando el cenobio atravesó una época de esplendor que se refleja en la construcción, a mediados del siglo XII, de la iglesia. Por el contrario con el siglo XIII se inició la decadencia que no se superaría hasta el siglo XVI, centuria ésta que inauguró otro momento de brillantez, manifiesto en la construcción del claustro plateresco, y que se prolongó en el siglo XVII con la transformación del antiguo colegio en Universidad. En las centurias siguientes se sucedieron las épocas de crisis de las que el monasterio no resurgió ni con la sustitución de los padres Escolapios, en 1885.
Las obras de la iglesia comenzaron a mediados del siglo XII, correspondiendo a esta etapa inicial aun románica la cabecera de triple ábside y el crucero, mientras que la construcción de las naves además de las cubiertas del crucero, realizadas ya en estilo cister se prolongó hasta el siglo XIII. La planta del templo, de bellas proporciones teniendo como módulo el cuadrado, se organiza en tres naves -la central más amplia- divididas en tres tramos, a lo que hay que añadir el crucero y el triple ábside semicircular. En la planta así concebida destaca su marcado carácter longitudinal que unido a la altura de los alzados definen un grandioso espacio. Van marcándolos distintos tramos de la nave pilares cruciformes que apoyan en pedestales y basas circulares entre besantes, y que presentan dobles columnas en los frentes y otras acodilladas, de orden gigante en la nave central y normal en las laterales. El ábside principal se organiza en tres cuerpos divididos por imposta de tacos, motivos vegetales y puntas de diamante; en ellos se suceden un paramento macizo, una arquería de medio punto y el remate donde alternan medios puntos ciegos y óculos abiertos.
El sistema de cubiertas del templo consiste en bóvedas de crucería de potente nervatura con claves decoradas y arcos fajones apuntalados sobre la nave y brazos del crucero; un tramo de cañón apuntado y otro de bóveda de horno en el ábside central, cubriéndose también con esta última modalidad los laterales.
La cubierta del crucero data del siglo XVI y sustituye a otra original. Presenta media naranja sobre trompas aveneradas bajo las que se localizan unas monumentales esculturas de finales del siglo XII que representan a los Evangelistas. Estas rotundas estructuras arquitectónicas se animan con algún motivo decorativo concentrado sobre todo en los capiteles, la mayoría de los cuales representan vegetación tipo cister, muy esquematizada. La iluminación del templo está muy bien resuelta a través de numerosas ventanas, destacando por su decorativa celosía de tipo mudejar un amplio ventanal de medio punto. Rompe la unidad espacial de la nave el coro renacentista construido en 1580 por Juan y Pedro Gabiria.
Los exteriores de la iglesia constituyen unos juegos de volúmenes bien armonizados, con el triple ábside -el central poligonal y de mayor tamaño-, los brazos del crucero así como el cimborrio románico de planta octogonal con cuatro cuerpos cilíndricos dispuestos en los ángulos. La marcada horizontalidad de la nave contrasta con la monumental torre de estilo herreriano que a ella se adosa, cuyas obras se concluyeron en 1609 interviniendo en ellas el cantero Ziznaga. La decoración escultórica de los exteriores se reduce a los canes de los tres ábsides y del crucero así como a los capiteles de las ventanas y de las dos portadas, la de San Pedro fechada a finales del siglo XII, en cambio la principal hay que situarla dentro del siglo XIII. En conjunto, la escultura presenta una cuidada talla y resulta ilustrativa del amplio repertorio medieval, abundando los temas de luchas, animales fantásticos y reales o los motivos puramente vegetales. No corresponde a la fábrica medieval el ornamental rematado barroco de comienzos del siglo XVIII, situado sobre el pórtico de entrada.
Otro de los núcleos importantes de este monasterio es el claustro plateresco, obra señera dentro del Renacimiento navarro. Su construcción fue muy dilatada, lo que explica las diferentes estilísticas que en él se dan, pues mientras que unas crujías son plenamente platerescas, otras por el contrario van evolucionando hacia el romanismo. Dentro del primer momento se incluye la crujía norte, mitad de la oriental y dos tramos de la occidental, donde la escultura se caracteriza por los gestos dramáticos, y cabellos vibrantes, dándose en alguna ocasión rostros de gran belleza, todo ello dentro del expresivismo de mediados del siglo XVI. El resto de las crujías anuncian ya el romanismo con su monumentalidad y aplomo, siendo en el lado sur donde este estilo se manifiesta plenamente. Aunque la arquitectura está muy bien tratada, es lo escultórico lo que adquiere verdadero interés, no solo por la calidad de su talla sino también por su profusión hasta llegar a formar un vasto programa iconográfico, repartido entre las claves de las bóvedas, ménsulas y capiteles, donde se representan escenas mitológicas y religiosas mezcladas con grutescos.
Las obras de este claustro las inició en 1540 el cantero guipuzcoano Martín de Oyarzabal, que murió en 1545, antes de terminarlas, tasando su trabajo los maestros Martín de Larrarte, Juan Pérez de Solarte y Martín de Landerraín. Tras este acontecimiento tomó la dirección de los trabajos Juan de Aguirre a quien se le debe la puerta Especiosa fechada en 1547. La segunda etapa constructiva se inició en 1574 y finalizó en 1586. En ella intervinieron numerosos artistas, dirigidos por los maestros Iñigo y Otolora; entre los entalladores se encuentran Hernando de Lubiano y Gutisolo, como cantero actúa Domingo de Irategui, Juan de Sarobe y Juan de Bulano.
Algunas de las dependencias conventuales se organizan en torno al claustro, como la Sala Capitular de estilo renacentista realizada alrededor de 1574 por el maestro Amador de Segura. También destaca por su monumentalidad la escalera de planta cuadrada, en la que intervino este mismo maestro junto con Domingo de Irategui hacia 1574. El monasterio presenta al exterior una enorme fachada de severidad herreriana que se decora con varios escudos barrocos.
Bibliografía
V. Lampérez y Romea, La iglesia del monasterio de Irache, (1924). J.E. Uranga Galdeano, y F. Iñiguez Almech, Arte medieval navarro, Vol. II (Pamplona, 1973) y Vol. III, T. Biurrun Sotil, El arte románico en Navarra (Pamplona, 1936). J.E. Uranga Galdeano, Esculturas románicas del Real Monasterio de Irache (1942).
Centro hospitalario
En el año 1051, el Rey D. García, el de Nájera, instó al abad de este monasterio, D. Munio, a que edificara en Irache un hospital para albergue de los peregrinos del Camino de Santiago. Este centro fue uno de los primeros que se levantaron en Navarra y tuvo gran importancia durante los siglos XI y XII, decayendo en la segunda época de la Edad Media, cuando se construyeron los de Estella.
Irache perteneció a la Orden de Cluny, siendo su abad durante la segunda mitad del siglo XI, S. Veremundo. En el siglo XVI se instaló en el Monasterio, una Universidad con similares privilegios a los de Valladolid, Alcalá o Salamanca. Expidió grados hasta 1833, y fue declarado monumento nacional el 12 de mayo de 1887.
Cornejo, José*, Frias, Lorenzo de*, Lombraña, Manuel de*, Moriz, Juan*, Muñoz, Atilano*, Orense, Francisco de*, Salinas, Placido de*, Santiago, Felipe de*, Veremundo, San*.