CORELLA
Categoría histórica: Ciudad.
Categoría administrativa: Municipio.
Partido Judicial: Tudela.
Merindad: Tudela.
Comarca geográfica: Baja Alhama.
Población (1986): 5.967 habitantes de hecho, 6.325 de derecho.
Superficie: 83,3 km2
Densidad: 71,6 hab/km2
Altitud: 370 m
Distancia a Pamplona: 92 km
Comunicaciones: Situada en la confluencia de una carretera local con la comarcal NA-161, Corella-Rincón de Soto.
Gentilicio: Corellano.
Geografía física
Limita al N con Alfaro (Rioja) y Castejón, al E con Tudela, al S con Cintruénigo y Fitero y al O también con Alfaro.
El Mioceno detrítico (conglomerados en paleocanales, areniscas, limos y arcillas), típico de esta zona de los Montes de Cierzo, se halla recubierto en la mayor parte del término municipal por los aluviones de la baja llanura inundable del Alhama, río que lo atraviesa de SO a NE, y de sus terrazas fluviales. Las mayores alturas se hallan en el SO (612 m); cerca de la muga de Alfaro el Alhama corta la curva de nivel 320 m.
El clima es el mediterráneo-continental de la Depresión del Ebro, por la escasez e irregularidad de las precipitaciones (media anual de unos 450 mm caídos en unos 55 días), la sequía intensa y prolongada de los veranos (media anual de evapotranspiración potencial, en torno a 800 mm), las fuertes oscilaciones de la temperatura (alrededor de 14°C la media anual), y la frecuencia e intensidad con que sopla el cierzo.
Si se prescinde de los pinares de repoblación y de las pequeñas choperas ripícolas, nada queda de la vegetación forestal arbolada, y tampoco mucho de pastos.
Municipio de orientación productiva agraria, complementada con la industria y servicios. Cuenta con una población activa de 2.125 personas de las que 415 se hallan en paro. El número de personas ocupadas en el municipio es de 1.539 que desempeñan 1.848 empleos, ya que 308 son secundarios en la agricultura a tiempo parcial.
Cuenta con cerca de 700 explotaciones agrarias, de las cuales 550 tienen una extensión inferior a 5 Ha. El terreno de cultivo se distribuye el 57% en regadío y el 43% en secano. Aquel es sobre todo extensivo y distribuye su superficie, casi a partes iguales, entre cultivos herbáceos y arbustivos; los cereales (cebada, trigo, maíz; por este orden), la alfalfa y las hortalizas son las más importantes entre los primeros, y la vid, el olivo y los frutales entre los segundos. En el secano dominan igualmente la cebada y el trigo, seguidos del espárrago. En Corella ha sido siempre importante la viticultura. A 1.093 Ha ascendía el viñedo de regadío y secano en 1891 y a 290 Ha la combinación vid-olivo; todo ello quedó arruinado con la filoxera. La reconstrucción fue lenta, pero ya la vid ocupaba más espacio que antes a partir de 1915; en 1920, 1.754 Ha y en 1961, 2.989 Ha; en 1982 había descendido a 2.170 Ha; asociada al olivo, nunca recuperó el terreno perdido (54 Ha en 1982). El olivo tuvo su momento cumbre en 1906 (791 Ha); después bajó ininterrumpidamente hasta las 157 Ha de 1982. Por último, el almendro ha ido en progresión hasta ocupar 360 Ha en secano. La mecanización y motorización de la agricultura ha hecho que el ganado de labor, que contaba con 123 cabezas de caballar, 164 de mular y 398 de asnal en 1935, disminuyera a 24, 5 y 12 respectivamente, en 1982. En esta fecha había también ovejas y, en granjas industriales, cerdos, gallinas ponedoras y broilers. El 25 de mayo de 1949 se fundó el Trujal Cooperativo Nuestra Sra. del Villar, el 6 de diciembre de 1950 la cooperativa del campo La Mutual Católica Obrera, el 15 de abril de 1952 la Bodega Cooperativa San José y el 22 de junio de 1964 una cooperativa conservera de frutos y productos hortícolas.
La superficie comunal ocupa 255 Ha, (3,2% de la superficie total censada), de las que 161 son de secano, 24 de viña y 11 de pastos.
El sector industrial emplea en Corella a 696 personas, 462 de ellas ocupadas en la industria manufacturera, que consta de 46 establecimientos industriales, de los cuales únicamente 7 cuentan con más de 20 empleados. Dicha industria agrupa a todos los ramos de actividad del sector.
Los servicios ocupan a 460 personas, empleadas en 175 centros. La mayor actividad corresponde al comercio, que ocupa a 114 personas distribuidas en 69 establecimientos, 57 de las cuales corresponden al comercio al por menor. Las actividades de administración local, orden público, enseñanza y sanidad ocupan a 104 personas, 67 de las cuales trabajan en los 8 centros de enseñanza, de preescolar, EGB, BUP, escuelas profesionales y otros. El resto de actividades terciarias también están representadas en el municipio.
Para comprender el sesgo seguido por la población de Corella desde mediados del s XIX no hay que olvidar la crisis de la filoxera, el crecimiento y la segregación de Castejón en 1927, y el éxodo rural.
Desempleo registrado (31-3-87):536 personas.
Presupuesto municipal (1.987):158.158.000 pts.
Heráldica municipal
Trae de plata y un águila en actitud de atrapar un conejo que corre, en su color natural. Por timbre una corona abierta. El águila era el emblema de Rotrou de Alperche, señor que fue de la villa y quien le dio el escudo. Hay error en el dibujo de las vidrieras de la Diputación, en el que el conejo figura atrapado.
Casa Consistorial
Situada en la Plaza de España. Data del siglo XVII, con un primer cuerpo de piedra y el resto de ladrillo, todo ello articulado de pilastras.
El primer dato conocido se remonta a 1576. Consiste en una tasación de solares en la plaza de Nuestra Señora del Rosario, para hacer la Casa de la Villa.
El Ayuntamiento está regido por alcalde y doce concejales.
Término densamente poblado desde antiguo, como demuestra el gran número de asentamientos arqueológicos de diferentes épocas que en él se han localizado, concretamente en los lugares de Cabezo de Baraja*, Lombatillo*, Las Navas*, La Nevera*, El Ontinar*, Portillo de Alfaro*, La Torrecilla*, Valles del Muro* y El Yeco de Balbiné*.
Reconquistado el lugar a los musulmanes por Alfonso I el Batallador (1119), este mismo monarca lo encomendó a su primo y colaborador el conde Rotrou de Perche (1130). Sin embargo, el rey García Ramírez y su esposa Margarita debieron de reincorporarlo al dominio directo de la Corona desde el propio momento de su elevación sobre el trono pamplonés. La población, encuadrada jurídicamente en el área de vigencia del fuero de Tudela (1130), fue durante toda la Edad Media social y religiosamente heterogénea.
Entre los descendientes de colonos cristianos llegó a contarse más de un centenar de hogares hidalgos, 112 en 1353, y casi otros tantos francos; los de origen villano fueron probablemente muy escasos, pues su pecha anual se reducía a 25 cahíces de trigo y otros tantos de arena cuando se les dispensó de ella (1284) a cambio de su cooperación en la fábrica de un molino para el rey. Había quedado, por el contrario, un fuerte contingente de campesinos musulmanes, cuyas cargas totalizaban en 1280 la suma de 600 sueldos más 565 cahíces de trigo y 527 de cebada; un siglo después se recordaba que había llegado a haber hasta 150 familiares moras, reducidas a 37 en 1353 y a 5 en 1393, y desaparecidas de hecho a comienzos del siglo XV. La pequeña minoría judía, con 14 casas en 1353, subsistía todavía cuando los reyes Catalina y Juan III obligaron (1488) a sus miembros a concentrarse en el gueto o barrio separado de Partecasa.
La regresión demográfica, detectable ya a comienzos del siglo XIV, se aceleró como consecuencia de los destrozos causados por las tropas castellanas en 1335, los estragos de las grandes epidemias (1348 y 1362) y las frecuentes hostilidades con los vecinos de Alfaro, por ejemplo en 1356 y 1364. También se habían ido reduciendo así los fuegos hidalgos y francos, a 10 y 47 respectivamente en 1371. Las guerras con Castilla aún acarrearon en la siguiente centuria el incendio de la villa (1429) y nuevos daños de gran consideración (1461). Solo en el siglo XVI fue posible una decidida recuperación poblacional que condujo, por ejemplo, a la erección de una nueva parroquia (1537), pues el número de feligreses había crecido en poco tiempo de 150 a 500. La iglesia matriz de San Miguel había sido adscrita por los reyes Teobaldo I (1259) y Felipe el Hermoso (1304) al priorato grandimontense de San Marcial de Tudela. A los riesgos de un emplazamiento fronterizo, que obligó a mantener un importante castillo hasta la incorporación del reino navarro a la Corona de Castilla, se añadían las continuas refriegas locales con Alfaro, con mutuos incendios de cosechas, talas de arbolado y viñedo, robos de ganado y secuestro y muerte de personas; estaban en juego los encontrados intereses sobre las aguas del río Alhama, la presa de Cañete y los pastos del término de Yerga, ocupado finalmente por los de Alfaro (1433). También hubo roces ocasionales con Cintruénigo y la abadía de Fitero por cuestiones de riegos y con Tudela por el aprovechamiento de los montes de Cierzo. El concejo ascendió de categoría al dotarlo de alcalde propio la rema Juana, en nombre de su esposo Carlos II (1369); hasta entonces había de dependido judicialmente de Tudela. Carlos III le cedió por un censo anual de 400 sueldos el término desolado de Araciel (1416), y al año siguiente le otorgó el derecho de celebrar feria en los seis primeros días de septiembre. Más adelante transfirió la villa a su nieto Carlos, instituido príncipe de Viana (1423); pero éste la vendió a su vez por 6.000 libras a Juan de Beaumont, incluida la jurisdicción baja y mediana (1448). Con todo y vistas las reclamaciones de los propios vecinos, el rey Juan II reintegró el lugar al patrimonio de la Corona (1449-1450), captándolo así para su bando. La princesa Leonor elevó la población al rango de buena villa con asiento en las Cortes del reino (1471), le confirmó el fuero de Tudela (Sobrarbe) y autorizó la celebración de un mercado semanal los jueves; al siguiente año sustituyó el antiguo baile o intendente regio por un justicia designado entre la terna propuesta por el propio ronce o. Catalina y Juan III vendieron (1512) a la villa por 2.560 ducados los molinos y hornos del lugar y las heredades que todavía conservaba la Corona en los términos de La Condamina, Morillo y Araciel; sin embargo, por orden de Fernando el Católico (1512) y ulterior sentencia judicial se debió reintegrar a Gracián de Beaumont las rentas confiscadas a su abuelo Juan de Beaumont.
Confirmados los fueros de Corella por Fernando el Católico en 1513, la villa se convirtió en ciudad con voto en Cortes por merced real de 1630, que costó a Corella 26.500 ducados. El mismo año por otra cantidad, compró al rey la jurisdicción civil y criminal y el goce de las Bardenas*. Corella, muy afectada por las guerras civiles de finales del siglo XV y comienzos del XVI, había presenciado los desposorios de las principales familias enfrentadas, al celebrarse aquí el matrimonio de Pedro Arnaut de Peralta, señor y habitante del llamado palacio de Corella (cuyos restos se han conservado en la Placeta de los García) y María de Beaumont en 1568.
En 1527 la villa había firmado con Alfaro un acuerdo para arreglar la presa de Araciel, que se había llevado el Alhama e impedía el riego normal. En realidad, los pleitos por razón del aprovechamiento de las aguas se sucedían desde siglos atrás.
La villa y luego ciudad, disfrutaba además de los Montes de Cierzo y Argenzón*.
Además de la antigua parroquia de San Miguel, se había erigido una segunda y nueva en 1558, dedicada a la Virgen del Rosario, se logró de Roma porque desde el siglo XIV la de San Miguel pertenecía al priorato de San Marcial de Tudela, y los de Corella la querían propia. Hasta la desamortización del siglo XIX, había cuatro conventos: de carmelitas descalzos (1593), mercedarios calzados (1648), religiosas benedictinas recoletas (1671), fundado con dinero que envió desde América Pedro de Baigorri* y con monjas de San Plácido de Madrid y carmelitas descalzas (1722).
En 1800 se regaban con el Alhama 18.000 robadas.
En la fábrica de zumo de regaliz trabajaban día y noche 100 hombres y 50 caballerías. Aparte había molinos harineros y aceiteros, y dos fábricas de aguardiente.
En 1847 tenía una escuela de niños a la que asistían 250 y cuyo maestro recibía 6.000 reales al año y 1.500 su ayudante, otra de niñas, a la que acudían 120 y cuya maestra percibía 1.620, más por lo menos dos reales mensuales por niña; una plaza de toros con capacidad para 5.000 personas, varias canteras de piedra y hospital, que a la sazón permitía once estancias, con unos ingresos de unos 6.000 reales año.
Para mejorar el regadío, se había construido un embalse de 180 robadas, al norte de la ciudad, a expensas de varios propietarios y artesanos; con sus aguas se regaban más de 2.500 robadas. Por entonces tenía la fábrica de regaliz, 9 de aguardiente, 8 molinos aceiteros y varios harineros. Se celebraba feria anual del 1 al 15 de septiembre, libre de todo derecho de alcabala.
Entrado el siglo XX tenía doce molinos de aceite y dos de orujo, dos molinos harineros, una tejería, 47 bodegas, dos fábricas de conservas vegetales, dos de pastas para sopa, siete de aguardientes, cinco de alpargatas, seis de chocolate, una gran fábrica de tártaros, cuatro colegios privados, una escuela de párvulos y otras cuatro normales públicas.
Subsistía el hospital, pero en aún mejores circunstancias. Entre 1844 y 1898 estuvo instalado en el antiguo convento de carmelitas descalzos; pero a finales del siglo XIX, con el apoyo de las corporaciones y limosnas de los vecinos, se levantó un edificio nuevo; hacia 1920 se calculaba que facilitaba unas 5.000 estancias anuales; contaba con un médico y hermanas de la Caridad; además tenía anexo un asilo de ancianos, creado gracias a una donación de Pascual Pérez Oñate en 1901, para ocho de cada sexo. En parte, el antiguo convento se desalojó porque la comunidad de carmelitas descalzos regresó a él.
Con las reformas administrativas de 1822 y 1840, Corella fue desgajada de Navarra y agregada a la provincia de Logroño; pero en 1823 Fernando VII derogó ésta y toda la legislación del trienio constitucional y en 1840 la Diputación protestó con éxito; de manera que quedó en Navarra.
Es pueblo bardenero (Bardenas*) y patria de gran número de hombres ilustres. Entre el 14 de junio y el 20 de octubre de 1711 residieron en Corella los reyes Felipe V y María Luisa de Saboya; habitaron la casa de Agustín de Sesma, donde volvió Felipe V a instalarse en 1719. Se llamaría Casa de las Cadenas porque el rey otorgó al edificio el privilegio de inmunidad “a raíz de esto se adornaron sus puertas con gruesas cadenas”.
Bibliografía
Ramón García Domínguez: Corella (Pamplona s a), “Temas de Cultura popular”, 226
Castillo
En época medieval, Corella estuvo defendida por un castillo, del que no quedan vestigios, y cuya antigüedad se remontaba al parecer a los primeros años del siglo XII. En 1276, Sancho de Valtierra prestó homenaje a la reina Juana, como gobernador de esta fortaleza. Existían además dos torres destacadas en el recinto amurallado, que en 1290 estaban a cargo de Aznar y Fortún Iñiguez. Ese mismo año aparece don Juan Martínez de Medrano como alcaide del castillo, con una retenencia de 15 libras y 75 cahíces. Poco después se reparaban las casas del interior del recinto, donde se alojaba la guarnición.
En 1328 tenía la guarda de la fortaleza Pedro Sánchez de Monteagudo, quien percibía una asignación de 8 libras y 40 cahíces. Más tarde, en 1356, ocupaba ese puesto Iñigo Aznárez de Mongeagudo, mientras se reparaba el castillo, dañado a raíz de uno de tantos ataques de los de Alfaro. El infante Luis hizo donación en 1360 a Gil García de Yániz, señor de Otazu, de la villa y su fortaleza, cuyas reparaciones serían sin embargo a caro del erario real. Dos años más tarde, Carlos II le retiró la guarda del castillo, dándosela al escudero Diego Martínez de Morentin, y más adelante, en 1380, dio al conde de Pallars, Corella y Cintruénigo, con sus castillos respectivos.
Carlos III el Noble, en 1387, nombró alcaide a su chambelán Martín de Aibar, dándole además cien florines por encima de la retenencia. Continuó en el puesto hasta 1423, en que el mismo rey hizo donación de la villa al Príncipe de Viana. En los años siguientes se hicieron obras en el castillo. En 1429 se compraron con este fin 3.000 tejas al orcero Alhalli el Castellano, por 10 florines. Ese mismo año, Corella fue tomada por los castellanos, con ocasión de la guerra, y recobrada por los navarros, incendiándola los enemigos en su retirada. En 1431 contaba con una guarnición de 20 ballesteros roncaleses, y al año siguiente, el mazonero Martín Murgutio rehizo una de las paredes del castillo, que se había derrumbado. Se reparó también una de las dos torres y el terrado, así como el muro de la parte de la mezquita. Las obras proseguían en 1434, bajo la supervisión de Lope Barbicano.
En 1441, Juan II nombró alcaide a Miguel de Larraz, al que sucedió en 1445 Anzar de Argaiz, con 45 libras de gajes. El Príncipe de Viana vendió la villa con su castillo y rentas, en 1448, a Juan de Beaumont, pero dos años después fue desposeído por el rey, que nombró a Pedro de Argaiz para la tenencia. Las rentas pasaron a Rodrigo de Mendoza y después a mosén Juan de Puellas. En la guerra con Castilla de 1460, Corella, que siguió la opción agramontesa, padeció el acoso de las huestes castellanas.
A principios del siglo pasado subsistían aún las ruinas del castillo. La casa señorial llamada popularmente Casa de las Cadenas perteneció al noble linaje de los Sesma. Pedro de Sesma aparece ya como caballero remisionado de cuarteles en el rolde del tesorero del año 1513. La construcción actual, barroca, fue mandada levantar por don Agustín de Sesma y Sierra, entre los años 1700 y 1710. En 1753 fue llamado a Cortes, como dueño de esta casa, Agustín de Sesma e Imbulusqueta.
Es una construcción barroca, consta de dos fachadas exteriores, en cuyo ángulo, bajo una venera, se ve el escudo con las armas de los Sesma, Sierra, Escudero y Ruiz de Murillo. Fue encargado en 1704.
Arte
La parroquia de San Miguel remonta su origen a la Edad Media, siendo la más antigua de las dos de Corella, el aspecto que en la actualidad presenta la iglesia se le confirió en el Barroco, que anuló prácticamente todas las obras realizadas anteriormente; en 1429 con ocasión de las guerras entre Castilla y Navarra se destruyó casi por completo la iglesia primitiva que se reconstruyó inmediatamente teniendo como base el modelo anterior. Más avanzado el siglo XV comienza la construcción de diversas capillas; en 1449 se construyeron las capillas de la Piedad y San Bartolomé; entre 1481 y 1498 se completaron las capillas del crucero y se añadió un tramo a los pies. De toda esta fase constructiva gótica, únicamente se conserva la capilla de San Martín y parte de los muros de la cabecera y crucero. Otra etapa de obras tiene lugar en el siglo XVI con la construcción en 1573 de la actual antesacristía por Cristobal de Alduain y de la torre, hoy desaparecida, contratada en 1593 por el cantero Pedro de la Corte. Es entre el siglo XVII y XVIII cuando se emprende la verdadera reforma en el templo, que le confiere su aspecto barroco, con tres naves comunicadas por arcos de medio punto entre pilares, donde apoya la cubierta de aristas, así como el crucero cubierto por una cúpula elíptica. Enriquece estas estructuras una decoración de yeserías concentrada principalmente en la cornisa superior; asimismo destaca por su gran efectismo la decoración de la cúpula, sobre cuyo anillo apoya una legión de ángeles capitaneada por San Miguel, bajo el que queda prácticamente suspendido, el demonio. El carácter ornamental del templo se completó a partir de 1948 con las pinturas decorativas de los muros y cubiertas, obra de Ceferino Cabañas Palomar, que se adaptan perfectamente al marco barroco del edificio. En la consecución de este interior intervinieron diversos artistas; entre 1643 y 1649 Domingo de Osabiaga y Esteban de Echeverría hicieron la primera ampliación de la Iglesia medieval, para lo cual dieron proyectos los arquitectos fray Alonso de San José, carmelita, y Domingo Aguirre de Alfaro. La actual sacristía se hizo años más tarde, en 1696, fecha ésta en que también se inició la reforma más importante del templo, que duró hasta 1707, para ella se tuvo en cuenta el proyecto de Juan Martínez, Santiago Raón y del dominico fray Aniceto de Aisa. A ellos se debió la adecuación del templo medieval en el crucero, así como las naves laterales. Sin embargo, la estructura total del templo no quedó definida hasta 1712-1721, al hacerse el cuerpo de los pies y la fachada, empresa en la que intervinieron numerosos canteros.
La fachada, no quedó totalmente concluida hasta el siglo XIX, con la erección de las torres. Muy elaborada, consta de un paramento rectangular de ladrillo sobre basamento de sillar, la zona central culmina en una especie de espadaña franqueada por las dos torres. Además de las labores geométricas realizadas con ladrillo, decoran la fachada dos esculturas, la de San Miguel, renacentista, y la de San Pedro, tallada por Diego Pérez de Bidángoz y Martín Foruria en 1603.
Del ajuar de la iglesia destaca el retablo mayor, barroco, cuya traza corrió a cargo de Juan Antonio Gutiérrez, a quien también se le deben las esculturas de San Miguel, hoy en la sacristía, y Santa Mónica, mientras que Pedro Onofre realizó el resto de la imaginería. Los trabajos se fechan entre 1718 y 1722, si bien no lo doró hasta 1789 José Saez de Iniestrillas. Tiene un alto banco donde asienta un cuerpo de columnas gigantes profusamente decoradas y en éste a su vez el cascarón de remate asimismo cuajado de decoración vegetal y querubines. Los retablos que contribuyen al ornato de este interior, son numerosos, adecuándose la mayoría al estilo barroco, ya sea de finales del siglo XVII o del XVIII. Por su mayor empaque merecen reseñarse los colaterales de San Pedro y Santiago, realizados con diseño de Diego de Camporredondo, el primero en 1767 por los entalladores Francisco y José González de Villambrosa, vecinos de Cervera del Rio Alhama; el segundo lo hicieron en 1765 los entalladores de Calahorra Joaquín de Villanova y Martín de Aramburu. Los dos ofrecen un estilo decorativo rococó. También está documentado el retablo barroco de Nuestra Señora del Amor Hermoso, obra del ensamblador de Soria Domingo José Romero, fechada en 1729. El banco lo ocupa un lienzo con la Huida a Egipto firmado por el pintor Camacho en 1704, por su parte la talla de la titular la talló siguiendo modelos neoclásicos, Celedonio Gastea en 1869. Entre los lienzos que adornan el templo merecen reseñarse un Ecce-Homo del siglo XVI, de colorido veneciano, que preside el panteón de los Arrese. El órgano presenta una caja barroca trazada en 1728 por Marcos de Angós y tallada entre José de Lesaca y José Serrano. Entre las piezas de orfebrería merecen citarse dos figurillas de la Virgen y San Juan de la primera mita del siglo XVI, de carácter flamenquizante y una naveta del último cuarto de esta misma centuria, con recipiente bajorenacentista en forma de nave. Posterior, de la primera mitad del siglo XVII, es un cáliz purista; también corresponde a este siglo, pero a su segunda mitad, una cruz parroquial barroca. Completan este capítulo las numerosas piezas neoclásicas realizadas por conocidos orfebres de Pamplona, Logroño, Zaragoza y Madrid.
Preside la plaza de los Fueros la parroquia de Nuestra Señora del Rosario, monumental edificio barroco en ladrillo, que asienta sobre el solar de una iglesia del siglo XVI, de la que únicamente queda la capilla bautismal. La actual fábrica data de 1657, fecha en que otorgaron lastrazas definitivas Alonso de Pamplona en colaboración con Juan Raón y Juan Martínez. Las obras de prolongaron hasta 1671 si bien posteriormente se hicieron nuevas obras; entre 1681-1686 se añadió el tramo de los pies y el coro; por otro lado la cúpula se derrumbó varias veces, datando la actual, que hace el número tres, de 1732. La construyó Juan Antonio Marzal, ajustándose al diseño de Juan Larrea. El resultado de todo esto ha sido una iglesia barroca de tres naves divididas en cuatro tramos, más crucero y cabecera recta. La cubierta, consistente en bóveda con lunetos en la nave central y capilla mayor y aristas en las naves laterales, apoya en una cornisa de yeserías vegetales, y ésta a su vez en pilares. El repertorio ornamental lo completan los cuatro lienzos con los Padres de la Iglesia pintados para las pechinas por Vicente Berdusán en 1670, así como los ocho distribuidos en el tambor de la cúpula, que representan ángeles, obra de Matias Guerrero fechada en 1670. El exterior, que deja el ladrillo visto, presenta un friso decorativo de labores geométricas, que remata los muros, así como una serie de pequeñas torrecillas cilíndricas, que se alzan por algunas zonas. La torre se construyó en 1953 bajo la dirección de José Luis Arrese, que la adecuó al estilo mudejar propio de esta zona ribera. El retablo mayor es una pieza importante dentro del Barroco corellano, al consagrar un modelo aceptado durante todo el último cuarto del siglo XVII. Lo tallaron entre 1671 y 1679 los escultores tudelanos Sebastián de Sola y Calahorra y Francisco de Gurrea. Tiene una decorativa mazonería con un cuerpo único de tres calles divididas por columnas salomónicas de orden gigante, cubiertas por pámpanos y vides y, rematado en ático curvo. Alberga lienzos barrocos del siglo XVII, en su realización se aprecian manos diferentes, destacan la Anunciación y la Asunción, pintadas por Vicente Berdusán con su estilo vaporoso.
Hay que reseñar la talla de la titular, la Virgen del Rosario, obra de finales del siglo XVI. Entre los restantes retablos de esta parroquia existen algunos de traza manierista, como el de San Roque, fechable en la primera mitad del siglo XVII. El otro gran grupo lo constituyen los retablos barrocos entre los que merecen mencionarse el de San Antonio, con fecha de hacia 1671, por ser el introductor de la columna salomónica, de tanto éxito en Corella. A partir de éste, el escultor tudelano Francisco de San Juan y Velasco talló el retablo de San Pascual Bailón alrededor de 1672, que a su vez sirvió de modelo al de San Francisco Javier de hacia 1680. En relación con todos estos retablos está el de la Inmaculada, que cabe fechar entre 1679 y 1689, con la imagen titular tallada por Martín de Foruria en 1626, además del retablo de San Joaquín. Un barroco más decorativo es el que ofrece el retablo de la Virgen del Rosario, realizado en 1729 por Domingo José Romero, arquitecto de Soria; lo preside una delicada imagen de la titular. Entre los lienzos que cuelgan de los muros de este templo hay que señalar el Martirio de San Lorenzo, copia de Rubens, y los de la Piedad y Cristo atado a la columna, ambos del siglo XVII con estudio de luces tenebrista.
Algunas piezas de plata de esta parroquia repiten modelos de la de San Miguel, como en el caso de la naveta renacentista del último cuarto del siglo XVI y la cruz parroquial, labrada en la segunda mitad del siglo XVII, en estilo barroco. Destacan unas monumentales andas de plata repujada con decoración rococó de guirnaldas, querubines y rocalla, con escudos en que figuran las armas de los Aguado, donadas por el conde de Montelirios en 1766. La misma familia donó en 1756 un ostensorio de traza rococó. Se debe mencionar una dulcera rococó de la segunda mitad del siglo XVIII, con punzón de Guatemala.
El convento del Carmen, de carmelitas descalzos, se fundó en 1595, iniciándose las obras el mismo al año siguiente y se prolongaron hasta 1604; la iglesia se terminó años más tarde. Dio trazas para el convento el fraile de la orden Alonso de San José, encargándose de la dirección de la empresa Beltrán Domínguez, con quien colaboraron dos hermanos carmelitas. La iglesia se ajusta al modelo de templo conventual manierista, de aspecto sobrio, con planta de cruz latina coronada por capilla mayor recta, cubriéndose todo ello con bóveda de medio cañón con lunetos salvo el crucero, donde voltea una cúpula rebajada sobre pechinas. Modifican parcialmente este plan tres capillas, la de Santa Teresa, contemporánea de la iglesia, de planta cuadrada cubierta por cúpula; algo posterior, de 1639 es la erigida en honor de San Cosme y San Damián, también cuadrada pero cubierta con bóveda de aristas, mientras la capilla de la Animas se construyó a comienzos del siglo XVIII, en línea con el crucero. En el exterior del convento destaca la fachada, que sigue muy de cerca al de la Encarnación de Madrid.
Es interesante el conjunto de retablos que alberga el templo, en su mayoría trazados en estilo manierista por fray Alonso de San José hacia 1639, tanto el mayor como los colaterales de San José y Santa Teresa, (el primero del siglo XVIII y el segundo del XVII), inspirados en los modelos de Gregorio Fernández. Por semejanza con estos retablos se le atribuye al mismo tracista el de la capilla de Santa Teresa, con un lienzo de la primera mitad del siglo XVII firmado por Pedro Orrente, que representa la Aparición de la Virgen y San José a Santa Teresa. Otro lienzo, que merece reseñarse es el de las Animas, de composición muy barroca, fechable a finales del siglo XVII o comienzos del siguiente; está firmado por el pintor sevillano, Lorenzo Montero de Espinosa. Entre las piezas artísticas custodiadas en clausura destacan dos lienzos, el de la Transverberación de Santa Teresa, de la segunda mitad del siglo XVII, y el de la Inmaculada, de igual cronología.
La iglesia del convento de Nuestra Señora de Araceli, se construyó entre 1678 y 1693 con el propósito de que en ella se venerara la imagen de la Virgen de Araceli. El convento de carmelitas descalzas no se fundó hasta 1722, siendo el tracista del mismo, fray Marco de Santa Teresa. El templo sufrió algunas reformas al pasar a funcionar como iglesia conventual, que se tradujeron en añadirle un tramo a los pies y adosarle dos capillas junto a la entrada; estas obras se fechan entre 1724 y 1730. En 1863 y 1864 se construyeron cuatro capillas más. Todo ello ha dado como resultado una nave de cinco tramos más crucero y cabecera recta, así como capillas laterales que actúan prácticamente como naves. La cubierta consiste en una bóveda de medio cañón con lunetos sobre la nave, brazos del crucero y cabecera; cúpula en el crucero, bóveda de aristas en las capillas más próximas al mismo y techumbre adintelada en las restantes. La fachada es de ladillo, con un paramento central en el que se suceden un pórtico de triple arcada, una hornacina entre pilastras y ventana superior con frontón curvo, rematando el conjunto un frontón triangular. El templo cuenta con un interesante conjunto de retablos -el mayor, dos colaterales y el de San José- realizados entre 1724 y 1730. Constan de un banco donde asienta un cuerpo de columnas abalaustradas con el fuste muy decorado, que dan paso al entablamento y el ático. Muestran una fina decoración de follaje así como las imágenes titulares de San José, Santa Teresa y San Juan de la Cruz, buena muestra de la escultura dieciochesca. El camarín del retablo mayor lo ocupa la Virgen de Araceli, talla gótica del siglo XIV, profundamente transformada en el Barroco para convertirla en imagen de candelero. Es reseñable un lienzo de San Juan de la Cruz, barroco de finales del siglo XVII, firmado por Eufrasio María que aparece ceñido por un marco barroco del siglo XVIII. En la clausura del convento se custodian numerosos cuadros y esculturas de los siglos XVI y siguientes. Entre los lienzos merece destacarse un San Miguel, copia del de Guido Reni, así como una Inmaculada enmarcada en orla de flores fechable en el siglo XVII, en relación con Matías Guerrero. Otra de las Inmaculadas que tiene el monasterio recuerda al pintor de la escuela madrileña, Claudio Coello. También es interesante la colección de orfebrería especialmente un conjunto de bandejas de plata repujada, barrocas del siglo XVIII, y dos cálices con punzón de Méjico, uno bajo renacentista de finales del siglo XVI y otro purista de comienzos del siglo XVII.
Corella contaba con otros dos conventos, el convento de la Encarnación, hoy convertido en museo de Arte Sacro, y el de Nuestra Señora de la Merced, demolido recientemente. El convento de la Encarnación se fundó en 1659 para monjas benedictinas. La iglesia que todavía se conserva es de estilo barroco, presenta una planta de cruz latina con cubierta de lunetos y cúpula sobre el crucero. Los paramentos se enriquecen con diversos temas decorativos, así como con los retablos que alberga el interior. Forman un espléndido conjunto el retablo mayor y los colaterales de la Virgen del Socorro y San Benito con Santa Escolástica. La mazonería se fecha en 1738, consta de banco decorado con follaje, cuerpo de columnas con el fuste recorrido por guirnaldas y ático con hornacina central. Los retablos se cubren con abundante decoración de rizado y follaje menudo. Destacan los colaterales por albergar dos lienzos en los que figuran los titulares, obra del pintor de la escuela madrileña del último tercio del siglo XVII, José Jiménez Donoso, que firma en 1668 el de San Benito y Santa Escolástica. Tienen un brillante colorido a lo veneciano, así como dinámicas composiciones. El resto de los retablos también son barrocos abarcando sus cronologías desde el último tercio del siglo XVII -retablo del Santo Cristo y de Santa Ubaldesca, contratado éste en 1689 con los maestros arquitectos Pedro Pascual y Ros y Martín de Irisarri-, hasta mediados del siglo XVIII, tal es el caso de los retablos de San José, San Bernardo y Santa María de Cervelló. Varios de estos retablos proceden del desaparecido convento de la Merced.
Las dependencias conventuales se han habilitado como salas del museo de Arte Sacro, donde se expone una variada colección de piezas artísticas: lienzos, esculturas y otros objetos que abarcan una cronología muy amplia. En el campo de la pintura destacan los lienzos de las Bodas místicas de Santa Gertrudis y San Plácido, localizados en el primitivo coro bajo el convento. Son obra del pintor madrileño Claudio Coello, fechables entre 1680 y 1683. Son obras barrocas de técnica muy suelta, con un colorido de tonos cálidos, muy venecianos, lo mismo que la atmósfera dorada que envuelve la escena. Entre los fondos del Museo también se encuentran dos lienzos firmados por el pintor de Corella Antonio González Ruiz, que representan a Judit, (1771) y a la Virgen del Rosario (1773). Otro cuadro reseñable es un San Francisco de Asís firmado por Vicente Berdusán en 1623.
En el campo de la escultura destaca una talla de Cristo atado a la columna de comienzos del siglo XVII, perteneciente a la parroquia del Rosario. La imagen está dotada de una anatomía con algún rasgo naturalista y de una cabeza de expresión dramática. La escultura está cercana al círculo de Juan de Binies. Hay también un relieve de la Caridad, esculpido en alabastro a finales del siglo XV en estilo flamenco, cabe situarlo en relación con el taller de Gil de Siloe. Se conserva un busto de San Pedro Nolasco firmado por el artista italiano Lier Antonio Colicci y fechado en 1725.
En el capítulo de las artes sustuarias destaca la “custodia de Malta”, ostensorio barroco realizado en bronce y coral en talleres italianos alrededor de 1660. También hay que mencionar el terno de las Calaveras, bordado en 1580 por Alonso Morales. Posteriores, de 1763 son unas casullas bordadas en Génova en estilo rococó y regaladas a las parroquias de Corella por el Conde de Montelirios. (Museo*).
El desaparecido convento de la Merced se comenzó a construir alrededor de 1659, aunque las obras seguían en 1720. La iglesia se ajustaba al modelo de iglesia conventual del siglo XVII, en conexión con algunas aragonesas. En ella destacaba la fachada de ladrillo, la más decorativa del barroco corellano, con dos cuerpos y remate formado por una espadaña y dos torres octogonales. Sus paramentos estaban animados por, una secuencia de motivos geométricos realizados en ladrillo. El exorno del convento se ha distribuido entre las dos parroquias y el Museo de Arte Sacro.
Otro de los templos a reseñar es la ermita de la Virgen del Villar, construida en dos etapas a lo largo del siglo XVII. Entre 1625 y 1643 los maestros Miguel de Aroche y Martín Cristóbla construyeron un crucero para la cabecera de la primitiva iglesia, y más adelante, entre 1674 y 1697 Pedro de Aguirre y Francisco de Muro levantaron la nave de la iglesia, todo lo cual dio como resultado una planta de cruz latina, cubierta con bóveda de cañón con lunetos y cúpula sobre el crucero. El retablo mayor, de arquitectura manierista, lo hizo hacia 1637 Diego Pérez de Bidangoz y Virto y lo preside la Virgen del Villar, patrona de Corella. Acompañan a la Virgen una serie de lienzos dedicados a narrar su vida, que se han atribuido a Silvestre de Carcavilla. Posteriormente, en 1667, se hicieron los retablos colaterales de San Pablo de la Cruz y San Antón, siguiendo modelos manieristas, a pesar de que en aquel momento ya se había impuesto el Barroco. Son obra de Pedro Crespo y Babia y Miguel Ausejo y Rincón, quienes se encargaron de la mazonería mientras que los lienzos de los titulares, San Antón y Santa Ana, los pintó en 1670 el hermano del tallista, Francisco Crespo; el de Santa Ana se ha sustituido por el de San Pablo de la Cruz, pintado en Roma por V. de Capadómica en 1885.
Arquitectura civil
Corella ofrece uno de los conjuntos urbanísticos más interesantes de la Ribera navarra, que habla de un esplendor en los siglos XVII y XVIII, que da lugar a la construcción de hermosas mansiones barrocas, estilo éste que configura la ciudad. Incide en esta riqueza la abundancia de escudos que lucen muchas de las casas, cuya cronología abarca desde el siglo XVI al XIX. El esquema general que desarrollan las viviendas se ajusta plenamente al de la arquitectura de la comarca del Ebro; construcciones de ladrillo desarrolladas en dos o tres cuerpos y galería de arquillos en el remate, que da paso al alero de madera, muy volado, sobre ménsulas. Generalmente labores geométricas de ladrillo decoran los frontis. Dentro del caserío corellano destaca la llamada “Casa de las Cadenas”, construida en estilo barroco entre 1700 y 1710. Es un gran bloque de ladrillo con dos fachadas, en el que se suceden tres cuerpos de vanos rectos y alero de madera en el remate. Contribuyen al efectismo barroco de estas fachadas las molduras de los vanos, los motivos geométricos de ladrillo así como la forja de los balconajes y el escudo situado en el chaflán de la casa. El actual edificio del Juzgado, antigua casa de los Virto de Vera, situado en la plaza de los Fueros, es otra de las construcciones importantes del siglo XVIII que se ajusta al esquema citado, con su amplia galería de arcos de medio punto entre pilastras cajeadas en el remate que repiten el formato del arco de entrada. En el interior es muy notable la escalera, cubierta por una bóveda suspendida con pinjantes colgantes. La casa Arrese, tal y como actualmente se contempla, obedece a una reforma del siglo XX, si bien su origen se remonta al siglo XVI. En ella destaca la colección de obras de arte que guarda, de amplia cronología y deferentes estilos. Así de época romana, del siglo II, se exhibe una monumental cabeza femenina extraída de Cartama en Almería. En 1535 se fecha un pequeño retablo plateresco tallado por el artista aragonés Juan de Moreto para la ermita de la Virgen del Moncayo. Barroca es la cabeza de San José, de gran calidad, obra de Pedro de Mena y que formaba parte de una talla de la iglesia del Carmen de Málaga. Más numerosa es la colección de pintura, lo más primitivo son dos pequeños medios puntos con los bustos de Cristo y la Virgen pertenecientes al siglo XVI, procedentes de Flandes. A finales de esta misma centuria y dentro del círculo de Dionys Calvaert se adscribe una tabla manierista de San Juan con la Santa Faz, de estilo muy cuidado; asimismo una tabla del Ecce-Homo ofrece un estilo manierista propio de la segunda mitad del siglo XVI con recuerdos de Morales. Al siglo XVII pertenecen un excelente lienzo tenebrista de San Agustín, atribuido a Herrera el Viejo, un San Francisco de Asís que se cree obra del pintor toledano Tristán y finalmente, las Lagrimas de San Pedro con recuerdos de Ribera. Entre los bocetos que se exponen el de las Virtudes Teologales corresponde a Goya. Rica es también la serie de cuadros del siglo XIX, destacando los firmados por Antonio María Esquivel, Leonardo Alenza y Carlos José Stieler.
Bibliografía
J.L. Arrese Arte religioso en un pueblo de España. (Madrid, 1963). M.ª C. García Gainza, C. Heredia Moreno, J. Rivas Carmona, M. Orbe Sivatte, Catálogo Monumental de Navarra. Merindad de Tudela. (Pamplona, 1980).
Órgano
Cuenta con un bello instrumento de finales del siglo XVII, con un estilo coherente, sin mezclas posteriores.
Los cofrades bailaban por turno durante la procesión del día de San Pascual Bailón, 17 de mayo, al son de melodías de gaitero. También bailaban los chicos, y muchos de ellos cubrían sus cabezas con coronas de cartón adornadas con flores amarillas.
Celebra sus fiestas patronales en honor de San Miguel el día 29 de septiembre.
Toponimia menor
Caseta del Mediero, término; Cerillar, el, camino; Cerillar, el, o Fuera, acequia; Cerrojal, del, río; Cercana, la, camino; Clavijas, término, camino y alto; Corral, camino; Corral-Casa del barranco, camino; Cruz, barranco; Echacuentas, corral; Estanca, la, laguna y camino; Estanquilla, la laguna; Fornillo, el, término; Foyas, las, camino; Franceses, corral; Fuera, acequia; Gancho, el, camino; Gargantilla, la, o Cerrojal, el, río; Goñi, Caseta; Guarra, término; Jequeral, el, camino; Juncal, el, camino; Librada, corral y caserío; Lombalillo, término; Malco, el, caseta; Manelucho, caseta; Marqués de Bajamar, casa; Mata, la, camino y acequia; Mediero, el, camino; Mélida, término; Molengo, término; Molienda, la, pantano; Montecillo, término; Morterete, término, camino, barranco y balsa; Navas, las, camino; Nuestra Señora, camino; Ontinar, camino; Orduna, caseta; Pacillas, corral; Palatica, corral; Palomar, término y camino; Pantano de la Molienda, ría; Paso, el, término; Patatica, camino; Picazo, el, término; Plana la-Avalores, camino; Pocillos, los, camino; Poyales, caseta; Pozo Amargo, casa; Puntal de la Lobera, término; Quintín, corral; Romano, corral; Romanos, los, camino; San Marcos, camino; Sarda, la, término; Serna, la, camino; Silvestre, corral; Silvestre, corral de, camino; Tacilla, la, senda; Tamborria, término; Tieso, caseta; Tío Esteban, camino; Tío Juanito, caseta; Tío Pablo, corral; Tobillos, caseta; Torralba, la, término; Vagonetas, las, camino; Valero, corral y caseta; Valle Alto, término; Ventorrillo el-Sarda, la, camino; Viejo, camino; Vilar, el, término; Villar, convento; Villar Alto, camino; Villar Bajo, camino; Vinagre, término; Yecas, corral.