ROMANIZACIÓN
Los romanos llegaron a la Península en el año 218 por motivos de política defensiva. Se trataba de cortar la base de aprovisionamiento del ejército de Aníbal. Más tarde, alejado el peligro, Roma se decidió por la conquista, movida, al parecer, por las apetencias de filones de metal y por el reclutamiento de tropas auxiliares para sus cuerpos militares. La penetración en la península se hizo desde Levante y Sur, aprovechando las depresiones del Ebro y Guadalquivir. Por el valle del Ebro las legiones romanas llegaron a la parte meridional del territorio de los vascones (sur de Navarra) a principios del siglo II a. de C., siendo en el 179 la fundación de Gracurris.
Según las fuentes escritas, el territorio actual de Navarra lo ocupaban los vascones a la llegada de los romanos, e incluso excedía sus límites para comprender el extremo NE de Guipúzcoa, parte de La Rioja, de Zaragoza y de Huesca.
Los escritores clásicos hacen, implícitamente, una doble división del territorio vascón: el Vasconum Ager del que hace mención expresa Tito Livio y el Saltus Vasconum, del que habla Plinio y más tardíamente se cita en la correspondencia de Ausonio y San Paulino de Nola. Esta división corresponde a dos zonas de claro significado geo-económico, patente en toda la historia posterior: el llano y la montaña, y en ellas la influencia romana actúa de forma desigualmente intensa. La zona meridional de la actual Navarra fue escenario de la política y las acciones militares romanas desde las guerras celtíberas. La romanización fue efectuándose durante el siglo II a. de C., y había alcanzado Pamplona antes de las guerras cántabras. Esa acción romana no tuvo necesidad de anexiones ni de destrucción alguna, ya que los vascones buscaron el apoyo de Roma frente a la presión celtíbera. La paz de Augusto y el trazado de calzadas en la primera época imperial intensificaron el proceso, como denotan la generalización de las inscripciones latinas y la sustitución de las leyendas monetarias ibéricas por las romanas.
Ciudades
La zona del Ebro se romanizó muy pronto. Los pequeños núcleos se transformaron en ciudades que crecían rápidamente y se convertían en focos de irradiación de cultura latina. A través de los historiadores y geógrafos griegos y romanos, conocemos el nombre de las ciudades antiguas situadas en nuestro territorio. En la mayoría de los casos las citan solamente como mansiones de las grandes vías como el Itinerario de Antonino o el Anónimo de Rávena, o se limitan, como Ptolomeo, a fijar las coordenadas o datos astronómicos. Algunas conservan sus nombres primitivos, en tanto que otras tienen nombres romanizados o, como en el caso de Pompaelo, toman el del general romano fundador de la ciudad, Plinio nos ha proporcionado los datos de su situación jurídica. Los yacimientos excavados en Pamplona, Ándelos, Santacara y Cascante coinciden con civitates mencionadas en los textos, y las excavaciones demuestran la existencia de un hábitat indígena anterior a la llegada de los romanos que se amplía y adopta las formas de vida y estructura urbana plenamente romanas. En el caso de Pamplona, conocemos el trazado de sus calles, algunos edificios públicos y ha podido seguirse la evolución cronológica desde los siglos VII-VIII a. de C. hasta el siglo VI d. de C. Los restos arqueológicos romanos son más abundantes en la mitad Sur de Navarra, siendo Pamplona el núcleo urbano más septentrional. En la zona montañosa, por su clima, vegetación y morfología, el proceso es más lento. Algunas explotaciones mineras en Arizcun y Lanz pudieron motivar el establecimiento de factorías romanas.
Poblamiento rural
Además de la vida urbana de tipo romano que ha podido comprobarse en las ciudades excavadas, el campo estaba poblado por una serie de viviendas rurales, villae, de las que se han encontrado restos fechables en el siglo II-IV en Liédena y Falces y del Bajo Imperio en numerosas localidades navarras: Villafranca, Tudela, Arellano, etc, momento este en que por la inestabilidad política se abandonan las ciudades viviendo gran parte de la población en el campo, en explotaciones agrícolas perfectamente organizadas.
Las villas de Liédena y Falces, de estructura parecida, al menos en lo referente a dependencias para el trabajo agrícola, tuvieron dos edificios superpuestos, uno fechable en el siglo II y otro en el siglo IV.
La villa llamada del Ramalete, cerca de Tudela, se excavó en 1946. De ella proceden hermosos pavimentos del siglo IV, en uno de los cuales aparece un jinete en escena de caza, y un nombre Dulcitius, posiblemente el del dueño del fundus. Se hallaron también unas dependencias termales dentro de la vivienda dominical.
Finalmente, hay que mencionar dentro de las villas tardías los restos de Arellano, con el magnífico mosaico de Las Musas, y los hallazgos de Villafranca, con hermosas habitaciones pavimentadas de mosaicos geométricos polícromos.
En Funes hallamos un ejemplo de explotación agrícola dedicada especialmente a la fabricación de vino, con el descubrimiento de numerosos lagares que, posiblemente, trabajan en el siglo I y II, a juzgar por las monedas halladas y las cerámicas.
Calzadas
Un factor decisivo en la romanización de nuestro territorio fueron las calzadas. Roma tenía que asegurar las vías de circulación, proporcionando al poder central mantenerse en constante contacto con las diferentes regiones que tenía que administrar. Las tropas debían poder trasladarse en pocas jornadas a las fronteras de su imperio, siendo los fines militares el principal motivo de su construcción.
Hay testimonios escritos sobre el recorrido y las mansiones en tierras navarras de dos importantes vías. El Itinerario de Antonino, guía de caminos de época de Diocleciano, describe la que unía Aquitania con Hispania, penetrando por Ibañeta, es decir, por el paso de los Pirineos Occidentales. Es la vía Astorga-Burdeos (Ab Asturica Burdigalam), en la que se citan como mansiones: Iturissa (¿cerca de Espinal?), Pompaelo, Alantone (¿Atondo) y Aracaeli (Araquil).
La segunda vía citada en este itinerario pasa por el sur de Navarra y por la margen derecha del Ebro. Es la vía Tarraco-Asturica, n° 32 de Antonino, en ella la única mansión situada en la actual Navarra es Castantum.
El Anónimo de Rávena en el siglo VII, informa con menor precisión sobre el camino que enlazaba directamente Pompaelo con Caesaraugusta, citando las ciudades de Carta y Andelos. Ciertos miliarios y otros abundantes vestigios arqueológicos acreditan la existencia de diversas rutas interiores que debían comunicar aquellas grandes vías con los centros de población y de producción más notables de la zona. Los ingenieros romanos se sirvieron para su trazado de los caminos existentes, ya que desde el Neolítico debieron utilizarse unas rutas naturales para las invasiones.
Las calzadas propiamente dichas son de identificación dudosa, debido a las reconstrucciones medievales y lo mismo sucede con los puentes. Este es el caso de los tramos señalados en Almándoz, Barbarin, Cascante, Estella, etc, los puentes de Arre, Lerate, Reparacea.
Obras públicas
Además de la red viaria han quedado en Navarra restos de algunas obras públicas significativas, tales como la explotación minera y la hidráulica.
Sobre explotación minera conocemos las minas de cobre de Lanz, con la construcción de numerosas galerías de perfil ovoide, habiéndose hallado dentro algunos restos de lucernas del siglo I. También cerca de Arizcun quedan restos de una gran explotación de mineral de hierro y, según la tradición popular, se ha extraído oro, aunque el escaso rendimiento obligó a su abandono. Finalmente se ha podido localizar una explotación minera en Eslava.
En cuanto a los restos de ingeniería hidráulica romana, hay que citar el acueducto de Alcanadre-Lodosa, hecho para el aprovisionamiento de agua a Calagurris. Se halla situado entre las provincias de Logroño y Navarra, constituyendo el límite entre ambas. Cruza al Ebro y a ambas márgenes se han podido descubrir restos de la conducción de varios kilómetros. Se trata de una conducción a cielo abierto que recoge el agua procedente de los ríos Odrón y Linares.
También se ha descubierto el sistema de abastecimiento de agua a la ciudad de Andelos, habiéndose localizado la presa, un depósito regulador, el trazado del acueducto y el castellum aquae o centro distribuidor.
Escultura
Se conservan dos piezas de mármol halladas en Navarra de escultura provincial culta, lo que supone la existencia de unos talleres, no muy lejanos, posiblemente en Caesaraugusta, y una organización social que podía absorber estos productos. Los dos restos escultóricos proceden de zonas diferentes y fueron hechos, sin duda, con diversa finalidad. Por una parte está el hallazgo de Sangüesa, que aunque fragmentado parece ser que es una representación de la diosa Artemisa-Diana, que debió ocupar algún lugar público, posiblemente de culto, y por otra, el hallazgo de Santacara, que se trata de una muestra característica del retrato romano.
La Artemisa de Sangüesa conserva solamente la parte superior del cuerpo. La figura aparece vistiendo chitón con paños no excesivamente cuidados resueltos por el sistema de incisión en cuña. Comparándola con toda una serie de artemisas conocidas, parece ser que pertenece al tipo de cherchel, del siglo IV a. de C., claro está que la de Sangüesa sería una copia romana del siglo II d. de C.
En cuanto al resto escultórico de Santacara, se trata de una cabeza, retrato de varón en mármol blanco, de labra cuidadosa. Tanto por su arte, como por su técnica puede situarse a mediados del siglo I, época del mayor apogeo de la ejecución del retrato romano.
La escultura romana en bronce está representada por escasos ejemplares, si bien alguno de ellos presenta un interés poco común.
Dos de las piezas fueron halladas en Pamplona, a finales del siglo pasado, habiendo desaparecido en la actualidad. Gracias a las publicaciones de la Comisión de Monumentos, han llegado hasta nosotros las fotografías y podemos por ello reconocer y estudiar esta forma de representación artística romana.
Estas dos piezas son una cabeza con diadema, posiblemente representando a una diosa y una gran figura de togado, de tamaño natural. Esta figura se halló casi completa, sólo carente de la cabeza y con la indumentaria algo deteriorada. Viste túnica larga hasta los pies, cubierta por una toga que recoge sobre el brazo izquierdo doblado. El brazo derecho aparece extendido.
Los grandes bronces no son de un tipo de escultura pródigo en el mundo romano por lo que la escultura de Pamplona, por su material, tamaño e iconografía, tiene el máximo interés. A través del análisis comparado de representaciones de togados romanos parece ser que la figura hallada en Pamplona corresponde al comienzo de la segunda mitad del siglo I d. C.
El resto de los hallazgos escultóricos de bronce se reducen a una gran mano hallada también en Pamplona y dos pequeñas figuras: un sátiro escanciando vino de un odre y un Mercurio.
Elementos decorativos de la epigrafía
Una de las manifestaciones de la romanización en Navarra viene dada por la epigrafía. En numerosas ocasiones estos restos epigráficos presentan abundante decoración. Dentro de la epigrafía las estelas funerarias son las que se encuentran más ricamente decoradas, y en segundo lugar las aras o altares votivos.
Estos ejemplares presentan por lo general relieve muy bajo, asociado con la incisión, que en algunas piezas constituye el procedimiento técnico primordial. Resalta la predilección hacia el dibujo que relaciona más esta técnica con la tradición céltica que con la escultura romana.
Los motivos iconográficos más comunes son los derivados del carácter de casa que tiene la estela, los de carácter funerario: páteras, coronas, retrato del difunto, banquete funerario, etc y finalmente símbolos astrales: soles, crecientes, estrellas, rosetas, svásticas.
Caracteriza a esta manifestación artística un primitivismo evidente, con una orientación hacia lo esquemático y expresionista. Es indudable que gran parte de los elementos formales que encontramos responden a la tradición indígena sobre la que la romanización jugó un papel decisivo.
Mosaicos
En Navarra han sido muy numerosos los hallazgos de mosaicos de época romana. El mosaico fue un complemento importante, así como la pintura, de la arquitectura romana, que a veces se valía de materiales pobres en su ejecución, consiguiendo con el revestimiento del suelo y paredes una riqueza y belleza notables. (Mosaico romano*).
Los restos de pavimentos hallados en Navarra corresponden a tres épocas diferentes: de la primera época de influencia romana y fechables en el siglo I a. de C., se han hallado pavimentos de opus signinum en Pamplona, Cascante y Andión, lo que nos demuestra hasta que punto se adoptaron los modos de vida romanos en una época muy temprana. Otro grupo de pavimentos corresponde ya al tipo de opus teselatum, que se puede fechar en el siglo II, el que son característicos los hallazgos de representación de murallas, Teseo, etc, de Pamplona, así como un importante grupo de Liédena, predominan la coloración de blanco y negro. Finalmente, una serie de pavimentos polícromos con abigarrada decoración, los hallamos en las villas del siglo IV, tales como Liédena, Villafranca y El Ramalete (Tudela).