SAN GREGORIO OSTIENSE
Basílica del término de Sorlada. Centro de romerías procedentes de la comarca de la Berrueza. Dependió de Santa María de Nájera hasta que en el siglo XVI se hizo cargo de ella una cofradía local. Por su importancia fue objeto de conflictos jurisdiccionales con los párrocos de la comarca y sobre todo el de Sorlada. Según la leyenda, el edificio se alza sobre el lugar donde cayó y murió el animal que transportaba los restos de San Gregorio, obispo de Ostia, que tras predicar en la Rioja, había muerto el 9 de mayo de 1044. Dichos restos se guardan en un arca, excepto la cabeza, cuyo relicario de plata se pasea por las tierras cercanas, otorgando poderes curativos al agua.
El relicario -una cabeza de plata- tiene sendos orificios en la parte superior e inferior. Por medio de un embudo, aplicado al agujero superior, se pasa agua, recogida en vastas y utilizada como remedio contra las plagas agrícolas (langosta, pulgón, negrilla o “ilindia”, ratones, gusanos, garrapatillo, gardama y otras más) y las enfermedades. Desde numerosos pueblos navarros, y de otros reinos, llegaron emisarios a Sorlada para recoger el agua milagrosa, entregando una limosna y recibiendo la documentación que acreditaba la autenticidad. La práctica data por lo menos del siglo XV. Los de Cascante celebraban una rogativa al cabezo de San Gregorio del Pulguer desde que en 1555 una plaga de arañuela destruyó las viñas del término. Allí bendecían los campos con “el agua que traen pasada por la reliquia de San Gregorio”, mezclada con agua bendita, y colocaban una cruz hecha con ramos bendecidos. La repetición de plagas durante el siglo XVII ayudó a propagar la fama del agua y de las reliquias. Muchas poblaciones formularon voto de guardar fiesta en su honor, como Pamplona (1580), Logroño, Tudela, Cascante y Corella.
Además de llevar el agua por los pueblos, la Cabeza del Santo realizaba visitas por Navarra y fuera de ella, singularmente en épocas de plagas. A requerimiento del rey Fernando VI, recorrió en 1756 las regiones de Teruel, Valencia, Orihuela, Murcia, Andalucía, Extremadura y otras más, para exterminar una plaga de langosta. De ahí debió nacer el dicho: “Anda más que la cabeza de San Gregorio”.
En la Ribera de Estella el Santo era invocado también contra la sordera. Muchas personas “duras de oído” subían a la basílica para “pisar el ladrillo”; en otros pueblos mojaban las orejas de los afectados con el agua pasada por la Cabeza.
Los monjes de San Jorge de Azuelo poseyeron, entre otras muchas reliquias, un brazo de San Gregorio, por el que también pasaban agua para bendecir los campos.
Bibliografía
J. J. Barragán Landa, Las plagas del campo español y la devoción a San Gregorio Ostiense, en “”, (1978), p. 273-298. J. A. Arana Martija, El agua de San Gregorio, en “”, (1979), p. 295-299. F. Pérez Ollo, Ermitas de Navarra, (Pamplona, 1983), p. 228-230.