CREENCIA
Aceptación de ideas o hechos como ciertos y dignos de crédito. Además de las religiosas, patrimonio de los creyentes de todas las religiones, existen otras muchas relacionadas directa o indirectamente con lo sobrenatural, preternatural o natural. Entre ellas se incluyen los Mitos*, las Supersticiones*, y numerosos relatos y cuentos de la literatura oral y escrita.
Etnología
Muchas prácticas y costumbres de los antepasados se basaron en concepciones concretas sobre el Cosmos, las fuerzas de la naturaleza y los poderes que disponían de ellas. Las últimas reliquias de tales convicciones han perdurado hasta hoy, reflejándose en prácticas diversas.
Se ha dicho que el medio geográfico influyó en ese proceso. Las zonas montañosas, húmedas y de vegetación abundante son más fértiles para el desarrollo de concepciones míticas, mientras los habitantes de países llanos y áridos son más pragmáticos y menos proclives a aceptar ciertas creencias. En relación con Navarra ocurre que se conoce bastante bien mentalidades y comportamiento de la gente montañosa, por haberse centrado allá principalmente la investigación; por el contrario, apenas existen estudios de esa índole en la Navarra meridional, donde también han perdurado creencias y prácticas de algún modo parangonables a lo conocido en la Montaña. El hecho es lógico; en una cultura agropecuaria, el hombre necesitó dar una explicación a la existencia de los astros, a los fenómenos atmosféricos, a la vida de la naturaleza y de los seres humanos, desde la concepción hasta la muerte, y el más allá.
En la Montaña y la Ribera se descubren vestigios de culto al sol, al fuego y al agua, en ritos peculiares de los solsticios del invierno y del verano.
Continúan vigentes multitud de prácticas, basadas en la experiencia, que tienen muy en cuenta la influencia de las fases lunares sobre la naturaleza (plantas, animales, personas), como sucede por toda Europa. Fray Bartolomé de Vega, dominico, dio a la imprenta de Tomás Porralis, en Pamplona (1588) un Compendio eclesiástico donde dedicaba un capítulo a esas influencias. Recogió la recomendación de Plinio de que todo aquello que se corta o coge debe ser hecho en menguante, pues la madera cortada en creciente “se come de carcoma” y la fruta “luego se pudre y se come del coco”. Por la misma razón, los animales deben ser castrados en menguante, y el aventado de simientes en las eras y su almacenamiento, so pena de que las coma el coscojo. Según el Padre Vega, la siembra debe realizarse “dende que sale la luna por el Orizonte hasta que se pone, y no después de puesta”. La uva deberá ser pisada en el lagar cuando la luna está “debaxo del Orizonte, en el Hemispherio de abaxo”, con luna nueva deben ponerse los huevos a la clueca, y, con llena, serán abiertas las hoyas y plantados en ellas los árboles y sarmientos. Hasta hoy han venido haciéndose en menguante el corte de robles (concretamente para obtener tablilla para los tejados), la poda de cepas y la siembra de habas, pimientos, ajos y otras especies hortícolas.
En sociedades agropecuarias como la navarra no es raro constatar tradiciones reveladoras de creencias en un pasado en el que la naturaleza estaba viva y los animales, plantas y minerales se entendían por medio de lenguaje hablado; o la convicción, de raíces dualistas, de unos animales buenos, considerados como algo sagrado y merecedores de respeto (golondrinas, cigüeñas, mariposas) y otros malos o del diablo (culebras, sapos). El origen de ciertos fenómenos atmosféricos ha tenido igualmente una explicación en la mentalidad popular, dando pie a multitud de ritos, como los tendentes a conjurar tormentas, propiciar la lluvia, eliminar plagas o proteger personas y animales (ritos de protección*).
Otro grupo de creencias gira en torno a seres fantásticos, concebidos como reales: Maru, lamias, seres excepcionales por su tamaño y fuerza y constructores de monumentos de diversa índole, como los jentiles, intxisuak, mairuak, los “moros” que levantaron dólmenes y menhires en la montaña y acueductos romanos como el de Lodosa, castillos e iglesias, en la Ribera.
Determinadas creencias han influido en la explicación del origen de algunas enfermedades y en la medicina y remedios utilizados por “malos aires”, por quereres malignos de otra persona, o por castigo divino de faltas y pecados. Entre los remedios terapéuticos aplicados, unos tienen carácter religioso (rezos, peregrinaciones a determinados santuarios, votos y promesas); otros son empíricos y de eficacia más o menos constatada (por ejemplo, el uso de plantas medicinales), y abundan otros más aleatorios e incluso absurdos para la mentalidad actual (así ciertas formas de curanderismo rural), que sin embargo no lo fueron tanto en otros tiempos cuando se creyó en ellos ciegamente.
La muerte, y la vida después de la muerte corporal, han preocupado al hombre de todas las culturas. Basta ver la abundante bibliografía dedicada al tema. Un complejo mundo de creencias subyace en los textos de testamentos antiguos, en sus mandas y legados; rodeó el momento de la agonía e intentó explicar la forma del morir, dando paso a ritos en torno a los cadáveres, como el de colocarlos en el suelo rodeados de un círculo de sal; la quema del colchón del muerto en un cruce de caminos para evitar que el difunto (su espíritu) regresara a perturbar la paz del hogar; la incineración en campos de urnas, el enterramiento en dólmenes, descampados, cementerios adjuntos a templos, en fuesas del interior o en sepulcros próximos a los altares, donde llegaba más eficazmente la gracia salvadora; los ritos de sepelio y las ofrendas funerarias.
La creencia en que el muerto precisaba de alimento o viático para su viaje al más allá, que motivaron la colocación de vasijas en dólmenes y en sepulcros durante la Edad Media, perduró durante siglos. Era costumbre a mediados del siglo XVI en la cuenca de Pamplona cubrir con hierbas las sepulturas de los recién enterrados y depositar sobre ellas pan, vino y alimentos. El pan añal (“olada”) y la luz de la cera perpetuaron aquellas costumbres. Ofrecer animales (vaca, carnero, cordero) en las honras funerarias no tuvo solamente una finalidad pragmática: proporcionar comida a los clérigos participantes en las exequias y a los mendigos transeúntes. Multitud de documentos medievales notifican que las gentes acostumbraban legar a un cabildo o monasterio una cantidad de grano, unos collazos, los réditos de unas fincas y otras limosnas, con el fin concreto de que los clérigos y monjes hicieran una pitanza, conducho o comida el día aniversario de la muerte u otro señalado, lo que revela una creencia en el valor espiritual y salvífico de los yuntares para los difuntos.
En Navarra existen buenas representaciones de los varios tipos de creencias, mágicas, religiosas, ideológicas y perjuicios sociales, cuyos aspectos más notorios han sido relegados a las páginas de la historia por el efecto nivelador de la cultura moderna.
El prejuicio social tiene como referencia típica a los agotes*, grupo marginado supuestamente relacionado con ciertas herejías, con ciertas enfermedades y con ciertos saberes, hasta el punto de crearse hacia ellos un rechazo de tipo racista. Su mención documental se remonta al final del I milenio, y se extendían por las montañas pirenaicas, refugio también de las tradiciones de carácter mágico.
Los aspectos mágicos han sucumbido ante los avances de la ciencia y la técnica que sitúan al alcance de la mano los efectos esperados; la religión tradicional ha recibido el impacto de la secularización de la autonomía del mundo y las ideologías encuentran cauce en las formas democráticas, aunque grandemente erosionadas por el consumo generalizado.
Desde finales del siglo XV la montaña de Navarra arrastró la fama de ser un país lleno de brujas. En 1609 los inquisidores de Logroño remitían a Madrid los procesos de seis brujas de Zugarramurdi, culminando con esta actuación controvertida la persecución de estas oscuras creencias. Aparte de este aspecto, las edades Medieval y Moderna navarras fueron fecundas en supersticiones, crecidas en el terreno de la falta de instrucción que hasta bien entrada la Contrarreforma era el estado común el pueblo e incluso el clero.
Aún actualmente pueden rastrearse reminiscencias mágicas y míticas alrededor de ciertos lugares religiosos, o en ciertas prácticas como peregrinaciones o fiestas de los toros, que enlazan con cultos ancestrales prerreligiosos y que aún tienen hoy sentido como ceremonias de iniciación.
El campo de las ideologías ha estado representado por derivaciones de la historia religiosa del pueblo navarro. La permanencia en la órbita francesa y el asentamiento de franceses, confluyendo con la Contrarreforma primero y con la revolución francesa después, ha originado sentimientos colectivos que se han reforzado mutuamente. Por una parte el rechazo de los franceses representó en una época la fidelidad al espíritu de Trento y esta fidelidad llevó más tarde a replegarse en posiciones conservadoras y antiliberales frente a la Ilustración. Los gritos de guerra de “Rey, Patria y Religión” opuestos a la trilogía revolucionaria, y los de “Dios, Patria, Fueros y Rey”, resumen claramente unos ideales aplicados a la configuración de la realidad de cada momento. Conviene añadir que la entrada de Navarra en la época del desarrollo industrial, de la cultura de masas, produjo un viraje en sus opciones sociopolíticas hacia posiciones de izquierda.
Las creencias religiosas en Navarra han seguido un recorrido histórico peculiar, aunque en su conjunto siguen la línea de los restantes pueblos de España, en la órbita de las creencias religiosas cristianas-católicas.
La tradición sitúa la entrada de las creencias cristianas por Francia, de la mano de San Saturnino, obispo de Toulouse.
El primer obispo históricamente documentado es Liliolo, firmante (589) de los actos de III Concilio de Toledo, en el que los godos adoptaron la fe cristiana. Sin embargo hay que suponer que el cristianismo había arraigado anteriormente en la población romanizada y que chocó luego con el arrianismo de los invasores germánicos. Posteriormente la población convive con los “hombres del libro” entrados por el sur (Abd al Rahman III tiene por mujer a una navarra, Muzna, y su abuela paterna es hija de Fortún de Pamplona). La convivencia es más notable desde la Navarra media hacia el sur. A la huella impresa por el islám se añadió luego la de los franceses (Sancho III abre el “camino francés” hacia Santiago), que dejaron vestigios de sus devociones como la Virgen de Rocamador o Nuestra Señora del Puy.
La Contrarreforma encontró gran resistencia para penetrar en Navarra, donde la ignorancia y la superstición del pueblo eran grandes, el clero vivía en igual ignorancia y en concubinato tolerado; las iglesias servían igualmente de lugar de discusión que de almacenes de grano… y además había entrado el calvinismo a través de sus reyes en la Baja Navarra. Sin embargo la Contrarreforma se impuso, no sin métodos de fuerza, hasta el punto de que en 1608 se imprimió en Pamplona la Doctrina cristiana y documentos de crianza del P. Astete, texto típico de la instrucción cristiana del pueblo hasta el siglo XX. A partir de aquí los procesos de repliegue antes descritos, de cara a las ideas de la revolución francesa, han hecho que sea habitual la referencia a Navarra como baluarte de la religión y como pueblo grandemente religioso.
La religión influyó notablemente en la organización de una sociedad eminentemente rural aún (Federación Católica Agraria) la práctica religiosa era masiva sobre todo en el norte y en la zona media y existía un gran número de sacerdotes. Hasta la posguerra no comenzó a darse un cambio en la religiosidad como consecuencia de los procesos de desarrollo, industrialización y secularización. Sin embargo, si se toma como índice de religiosidad la participación en el rito central de la creencia cristiana, la misa, Navarra ostentaba, en 1983, uno de los porcentajes de cumplimiento dominical más elevados de España (casi 50%).
El cumplimiento ritual ocupa un espacio notorio en una religiosidad de prácticas, pero deja fuera aspectos muy importantes del contenido religioso. La autocalificación religiosa de los católicos navarros, aun manteniendo el peso relativo de la práctica (sobre todo dominical) es algo más compleja y diversificada, y denota la influencia del pluralismo social, particularmente en los jóvenes.
Aparte de la religiosidad normativa y ritual, Navarra mantiene diversas manifestaciones religiosas de tipo popular. San Miguel de Aralar es uno de los lugares más antiguos de culto cristiano. Asentado sobre un lugar de anterior culto a la divinidad protectora del valle y de los caminantes (el Aracoeli, de donde el actual Araquil), aún hoy realiza “visitas” a instituciones y recorridos bendiciendo la cosecha.
Con menor tradición histórica, pero con manifestaciones significativas se encuentra el santuario de Javier, hacia el que se encamina cada año la llamada Javierada*, que reúne junto a simbolismos misioneros referentes al Santo, los ingredientes iniciáticos y de penitencia de las peregrinaciones, junto a elementos funcionales de integración y cohesión social.
La devoción popular a través de los santuarios también se extiende desde Roncesvalles hasta el sur: Ujué, el Puy de Estella, Codés y Yugo de Arguedas, San Pedro de Usún, San Miguel de Izaga, La Trinidad de Lumbier, San Urbano de Gascue, etc.
En el último tercio del siglo XX la religiosidad de Navarra se ha abierto, aunque tímidamente, a otras creencias, con sus formas nuevas; y ello debido a que la libertad religiosa, desde que es Ley Orgánica en el ordenamiento jurídico (1980), ha legitimado las oportunidades de otros credos que, paso a paso, van teniendo sus adeptos entre los navarros.
En 1983, el 0,29% de los navarros pertenecía a iglesias o grupos diferentes del católico. Entre ellas destacaban:
Evangelistas
La Iglesia Evangelista de Navarra estaba constituida (1984) por tres comunidades, todas en Pamplona, con sede y lugar de culto en las calles Carmen, Río Salado, Guelbenzu, con un total de 80 fieles. Su primera comunidad fue creada en 1962, la última en 1978. Entre las tres iglesias evangélicas no existía relación alguna; cada una es autónoma y sigue su propio camino. No son proselitistas organizadamente; tampoco tienen jerarquía. Su actividad principal es la celebración de la palabra. Les preside un Pastor o Anciano elegido no por edad sino por madurez espiritual, realizándose el servicio cultual por algún diácono. La principal acción pastoral de los evangelistas consiste en extender el conocimiento de la Biblia, para cuyo reparto cuentan, al menos en el conjunto nacional, con un “bibliobús”.
La Fe Bahai
Veintiocho seguidores del profeta Bahà-u´lláh, que significa la segunda y definitiva vuelta o retorno de Jesucristo, se reunían los sábados en el domicilio de alguno de sus seguidores para comentar la Biblia o el Corán. No tenían en Pamplona (1984) domicilio social, hallándose integrados en la Asamblea Nacional Bahai. El inicio de esta religión en Navarra data del 1975, a raíz de la llegada a Pamplona de dos matrimonios persas, del Irán, comerciantes en alfombras. La Asamblea Local, sin jerarquías, se dirige por un coordinador, un sustituto y un secretario, elegido por la misma.
Testigos de Jehová
Fundados por Carlos Taze Russel en Pennsilvania, en 1860, los “testigos” se hallan presentes en Navarra desde 1962. En 1965 llegaron a Pamplona dos “precursores” (reciben este nombre los hermanos que se dedican a la predicación domiciliaria cinco o más horas). En 1969 ya eran quince los seguidores. En 1984 eran unos cuatrocientos, con sedes en Alsasua, Estella, Pamplona y Tudela. En Pamplona existían dos congregaciones que tenían su “Salón del Reino” en la calle Uscarrés. Dos veces por semana se turnaban ambos grupos para comentar la Biblia traducida por ellos mismos. El “Salón” de Tudela se localizaba en la calle Bordonaba Gil. No conocen la jerarquía entre ellos y sus reuniones son presididas por el de mayor edad, ayudado por los llamados “siervos ministeriales”. Semanalmente realizan cinco reuniones o “escuelas”, dos en el “salón” y tres, alternativamente, en los domicilios particulares de los hermanos.
Iglesia de Jesucristo de los Santos de los últimos días
Recibe también el nombre de Iglesia de los Mormones. Fundada hacia 1830 años por Joseph Smith en los Estados Unidos de América, se considera a sí misma como Iglesia Restaurada de Cristo. Son cristianos, aunque no adscritos ni al protestantismo ni al catolicismo. La base de su doctrina se apoya en la Biblia y en el Libro de Mormón. Esta Iglesia comenzó en Pamplona en 1972, a raíz de la llegada de dos familias argentinas. En 1977 contaron con el apoyo de los misioneros mormones, jóvenes norteamericanos dedicados durante dos años a predicar su doctrina. En 1984 contaban con unos 60 fieles; tenían su día de culto el domingo. Su sede se hallaba en la calle Travesía Esquíroz, de Pamplona.
Iglesia Adventista del Séptimo día
La llamada comúnmente “Iglesia Adventista”, nació en el siglo XIX, con la mirada puesta en la segunda venida de Jesucristo, en torno al pastor bautista William Miller. Se autocalifican del “Séptimo día” en virtud de la observancia que hacen del sábado, como día en el cual conmemoran la creación del mundo, lo cual les ha acarreado con frecuencia problemas laborales y de otros varios tipos. Los adventistas eran (1984) en Navarra unos treinta, con sede en Tudela, a donde acudían algunos fieles de Buñuel y de Corella, y dependían de un pastor que residía en Calahorra. Sus actos religiosos consisten en la oración y observancia del sábado, además de algunas actividades de tipo social, llevadas a cabo a través de su organización benéfico-social OFASA.
Bibliografía
J. Caro Baroja, Inquisición, brujería y criptojudaísmo. Barcelona, Ariel, 1.974. Los vascos. Madrid, Itsmo, 1975. E. Durkheim, Les formes elémentaires de la vie religieuse. P. U. F. París, 1960. Foessa, Estudios sociológicos sobre la situación social de España, 1975 Euramérica, Madrid, 1983. Fundación Bartolomé de Carranza, Encuesta sobre la juventud de Navarra. Pamplona, 1983. A. Vazquez Rabanal, et al.: La vida cristiana ante el desafío de los tiempos nuevos. Pamplona, 1973.