RITOS DE PROTECCIÓN
Los practicados para proteger a personas, animales, cosechas y casas. En estados culturales primitivos, y en el medio rural hasta nuestros días, el hombre se sintió indefenso e impotente frente a los poderes de la naturaleza; instintivamente acudió al cielo solicitando protección. Los procedimientos de que se valió para ello fueron muy diversos; algunos han estado en vigor hasta tiempos recientes.
Protección de la casa contra rayos y centellas
Se colocan en las portadas, balcones o ventanas, ramos de olivo, de espino albar, saúco, hierbas o enramadas de San Juan, crucecitas de madera o cera; se depositan en los alféizares de las ventanas piedras fósiles o de forma especial, o recogidas en el camino recorrido por determinadas procesiones; se pone el hacha en el suelo con el filo hacia arriba; se guarda en los desvanes o “sabayán” el tizón de Navidad y ramos recogidos durante la madrugada del día de San Juan; se enciende la vela del monumento y se arrojan piedrecillas durante las tronadas para evitar rayos e incendios.
Protección de la casa contra la acción de las brujas
Se enciende la hoguera la noche de San Juan delante de la puerta de cada casa, quemando en ella las enramadas y “San Juan belarrak” del año anterior. Se clava en la puerta principal una flor de cardo (“kardo-lorea”, “eguzkilorea”) para que las maléficas se entretengan contando sus “pelos” y se vean obligadas a huir al salir el sol, sin darles tiempo a terminar el recuento. Se colocan en los orificios de las cerraduras ramitos de hierba llamada “ruda” (Roncal) y crucecitas de paja en las escaleras de la vivienda (Guesálaz). Se pegan cruces de cera del tenebrario en las ventanas (Sangüesa y comarca). Se asperja con agua bendita el Sábado Santo (Ribera tudelana). Se coloca la escoba detrás de la puerta con la palma hacia arriba. Hay que dar dos o más golpes (siempre número par) a los brujos convertidos en perros, gatos o cabras, para que no hagan daño (Mélida, Miranda de Arga).
Protección personal
Sería prolijo hacer una relación de procedimientos de tipo mágico tendentes a proteger a las personas, desde el nacimiento a la muerte, contra peligros exteriores o interiores, y en las más variadas circunstancias.
A principios del siglo XVI las madres acostumbraban poner trocitos de espejos o de piel de corzo o cabra a los niños para librarlos del mal de ojo. Pequeños y mayores han continuado protegiéndose con amuletos de distinta índole, como espino albar contra el rayo, cordón de la Virgen de la Paz (Cintruénigo), de Sancho Abarca y Santa Quiteria (Ribera), zarpas de tejón (Améscoa), etc. Para evitar dolores de cabeza se pasa un pañuelo por la urna de Santa Felicia de Labiano; se introduce la cabeza por el agujero de la “cueva” de San Miguel Excelsis, o en el sagrario utilizado en el monumento del Jueves Santo en Allo; o visitando a San Gervás de Arzoz. Contra el reuma son recomendadas las peregrinaciones a San Babil de Sangüesa o de Puente la Reina, y a San Urbano de Gascue.
Saltar la hoguera de San Juan o “sanjuanarse” antes de salir el sol previene contra la sarna, tiña y otras dolencias epidérmicas.
Protección de animales
Se colocan estampas de San Antón, San Blas, San Miguel de Excelsis u otros santos, ramos y cruces bendecidos, en las puertas de bordas y establos. Caballerías y otros animales son bendecidos el día de San Antón, o se les hace pasar por debajo de la estola, en torno a un pilar o ermita, o por encima de un tizón de navidad el 17 de enero. Para evitar que rabien o que contagien este mal, hay que “rismar“* los perros con el hierro de San Jorge o de Santa Quiteria. Para librarlos de cualquier enfermedad se les pone comida bendecida el día de San Blas; se les coloca los “evangelios” dentro de los cencerros, o se echa mano de otros ritos.
Protección de cosechas
Por haber sido el medio de subsistencia, el labrador multiplicó los ritos para obtener la sazón de los frutos y el éxito de la recolección. Práctica general fue poner en las fincas un ramito o crucecita bendecidos el domingo de ramos o el día de San Pedro Mártir (29 de abril), y cruces, bendecidas el 3 de mayo, en determinados puntos de cada término municipal o concejil; hacer rogativas o conjuros, singularmente durante sequías prolongadas o tronadas peligrosas. Cuando las cosechas peligraban por una pertinaz falta de lluvias, fue costumbre durante el siglo XVI sumergir en el agua imágenes o reliquias de Santos, como hacían los de Lumbier con San Pedro de Usún y los de Labiano con Santa Felicia (Supersticiones*). Hasta mediados de siglo ha sido tradicional organizar rogativas extraordinarias con imágenes para obtener la lluvia, o meter en el agua efigies religiosas, o sacarlas del templo con motivo de riadas o pedregadas. A esta práctica responde el dicho tudelano: “Santana mengüete, si no, ¡capucete!”.
Entre los numerosos recursos para disipar tormentas y evitar pedriscos se cuentan el toque del “téntere nublo” y los conjuros diarios desde la cruz de mayo a la de septiembre, y ciertos ritos practicados al sobrevenir una tronada peligrosa, conjurándola los sacerdotes con exorcismos, cruz, agua bendita y oraciones rituales, e incluso sacando a la calle el Santísimo Sacramento, reliquias e imágenes, de que abundan los testimonios en toda Navarra. Siguiendo el ejemplo, ha perdurado hasta tiempos muy recientes en Tudela y otras poblaciones de su merindad, y en la Montaña, la costumbre de ir los sacristanes u otro vecino a la iglesia para sacar a la calle reliquias o imágenes de santos.
Carácter privado tuvieron los conjuros hechos en las casas, encendiendo la vela del Jueves Santo; haciendo sonar campanillas; rezando el “trisagio” o la oración de Santa Bárbara; arrojando piedrecillas recogidas el Sábado Santo durante los repiques de “gloria”, quemando ramos bendecidos “San Juan bellarak” para que el humo disolviera las malas nubes y el granizo “como la sal en el agua” (Azagra) y otros más.