BARQUILLO
BARQUILLO
Recipiente de plata en el que algunos municipios (Arbizu) ofrecen vino a los vecinos durante las fiestas y romerías. En el valle de Larráun se aplica al término a la naveta para llevar la sal en los bautizos.
La costumbre de obsequiar vino en los citados recipientes se extiende por los ayuntamientos de casi todos los pueblos de la Barranca, valle de Ergoyena y Burunda a lo largo del río Araquil. Las tazas también son conocidas por otros nombres: “barquilla”, “tacita de plata” y “katillo”. Su utilización sea posiblemente reminiscencia de las viñas cultivadas en el valle, sobre todo en Irañeta y Huarte-Araquil. Y aunque a finales del siglo XVII se abandonó la vid debió de quedar la costumbre de catar los vinos con los barquillos. El vino que se repartía con ellos en las romerías de Echarri-Aranaz, por ejemplo, era a costa del sisero, que teniendo a su cargo las sisas del vino, debía repartirlo gratis en cuatro fiestas: San Ciríaco, San Adrián, Amaletai y la Asunción.
Los barquillos son de plata maciza, y repujada para que a la luz se vean las irisaciones del vino antes de catarlo. Hablando en términos generales, son de una capacidad media de 150-160 c/c., con un diámetro de 9-11 centímetros, una altura de recipiente de 3-4 centímetros y con dos asas. Llevan la fecha y punzón del platero y una inscripción abreviada o no del ayuntamiento y calle a que pertenecen. Por ejemplo: H.A.C. M.ª, 805 PP, que significa: Huarte Araquil, Calle Mendicoa, año 1805 y el punzón del maestro pamplonés que las hizo.
Hasta no hace mucho tiempo los encargados del auzate o reparto del vino gratis, eran los buruzaiek o Mayordomos, uno por cada calle del pueblo y que tenía a su cargo un jarro y dos tazas con el nombre de la misma. El número que de ellas había en cada pueblo, normalmente era ocho y correspondían dos por calle a las cuatro principales.
En la actualidad todos los días de fiestas patronales de estos pueblos, hay auzate mañana y tarde, excepto a la hora de los oficios religiosos, obsequiando el Ayuntamiento con vino, que es libre, a todo el que quiera tomarlo. Al desaparecer los mayordomos de calle, junto a la hoy única barrica, se encuentra un concejal representando a la autoridad, y el alguacil, guarda o algún contratado al efecto o voluntario, que va sacando el vino de la barrica a las jarras de barro con una capacidad de hasta cinco litros y de éstas escancia a los barquillos.
En las romerías religiosas, tras la misa, se reparte también de esta forma el vino, llevando el Ayuntamiento las tazas para su degustación. El consumo es notable, pues en la romería de San Adrián de Echarri-Aranaz, por ejemplo, se reparte hasta 1.200 litros de esta forma, en cuatro barquillos con los nombres de las cuatro viejas calles: Chiquía, Hualde, Mundiño y Maitza. En la de la misma advocación de Lizarraga de Ergoyena, se reparten 400 litros en los cuatro barquillos en los que aparece grabada la inscripción Lizarraga. Son más sibaritas los romeros de Bacaicoa e Iturmendi cuando suben a Santa Marina, pues llevan el vino a la ermita con una semana de antelación a la festividad, pues es creencia generalizada que la bebida que está cerca de la Santa y tomada en los katillok no hace daño a nadie, y al mismo tiempo cobra fuerza por la altura. Las tazas con las que se reparte el vino datan de 1820 y llevan la inscripción Iturri Mendi. Es de señalar asímismo, el reparto que se hace en la romería a San Donato y San Cayetano de Huarte-Araquil, la más elevada de Navarra, a 1494 metros de altitud. En la noche de San Juan, Arbizu marcha en romería a la ermita de esta advocación. A la salida, se reparte pan, queso, y el vino tomado de una fuente en tazas del siglo XVIII. Alsasua, Urdiáin, Lacunza y otros pueblos mantienen también esta secular costumbre, que si ahora no tiene tanta importancia, la tuvo en épocas anteriores.
Frente a los reparos que alguno pueda sentir al beber en estos recipientes, puesto que no se lavan entre una y otra consumición, es creencia general, que la plata impide todo contagio.