CLUNY
CLUNY
Abadía benedictina situada en las proximidades de Maçon (Borgoña, Francia), que fue cabeza de una orden religiosa -los cluniacenses- extendida por toda Europa durante la Edad Media. Fue fundada en el 909 por Bernon, abad de Beaume y Gigny, gracias a la donación del lugar de Cluny por parte de Guillermo III el Piadoso, conde de Auvernia y duque de Aquitania. El nuevo monasterio se colocó bajo la advocación de San Pedro y San Pablo y se caracterizó esencialmente por depender exclusivamente del Papa: para evitar cualquier tipo de injerencia que enturbiase la vida monástica, se le otorgó la inmunidad de toda autoridad civil, la exención de la jurisdicción episcopal y la libre elección de sus abades por los monjes de la abadía. El objetivo del nuevo monasterio fue la restauración de las viejas tradiciones de los benedictinos*: silencio, austeridad, obediencia, castidad y, muy especialmente, la oración y la liturgia. La minuciosa distribución del día otorgaba la primacía al oficio divino. Se alargaron y multiplicaron los oficios y se desarrollo una liturgia bella y complicada. Este predominio del culto rompía el equilibrio de la regla de San Benito en detrimento del trabajo. Salvo grandes figuras de la orden, los cluniacenses practicaron escasamente el trabajo intelectual y encomendaron los trabajos manuales a colonos y siervos, en consonancia con el régimen señorial.
El monasterio conoció su mayor esplendor en los siglos X y XI, dirigido por grandes abades como Odón (927-942), Aimard (942-965), Mayolo (965-994), San Idolón (994-1049) y San Hugo (1049-1109). Las riquezas acumuladas le atrajeron censuras y críticas en el siglo XII y explican la escisión cisterciense*. En el siglo XIV Cluny entró en profunda crisis al ser atacados sus pilares esenciales, la inmunidad civil y la exención episcopal. La realeza y la alta nobleza mediatizaron la elección de abades y procuraron colocar a miembros de sus familias en ese puesto. Durante la Edad Moderna Cluny cayó en manos de cardenales y obispos, que fueron abades comendatarios. No residieron en la abadía y delegaron sus obligaciones en un vicario general. La Revolución Francesa acabó con Cluny: la Asamblea Nacional lo suprimió el 13 de enero de 1790 y en 1810 se derribó casi totalmente.
Desde un primer momento de la existencia del monasterio, otros cenobios se unieron al abad Bernon y éste fundó así mismo otros; pero la orden de Cluny nació como tal bajo su sucesor el abad Odón. En el 931 el papa Juan XI acogió bajo su protección a Cluny y permitió la unión de otros monasterios reformados, cuyo gobierno quedó en manos de la abadía borgoñona. La orden no consolidó sus estructuras hasta la primera mitad del siglo XI. Al morir el abad San Hugo (1109) dependían de Cluny 1.184 monasterios, que eran considerados como simples prioratos. Se agrupaban en 10 provincias, gobernadas cada una por un representante del abad de Cluny, que recibía el nombre de “camarero”.
Se ha atribuido a Sancho el Mayor* la introducción de la reforma cluniacense en los reinos hispánicos, pero la afirmación es exagerada. Es cierto que monjes hispanos se refugiaron en Cluny (ca. 1000) y que entre ellos estuvo un futuro colaborador del monarca, Paterno. También lo es que el soberano pamplonés mantuvo relaciones con el abad San Odilón. Pero su reforma, o mejor restauración monástica tras las devastadoras campañas de Almanzor*, se basó más bien en presupuestos de raíz visigótica. Pudo aceptar ciertos principios cluniacenses, como la estricta observancia de la regla benedictina, pero no otros como la inmunidad y la exención. La reforma abarcó solamente a grandes monasterios como San Juan de la Peña*, Oña*, Albelda*, Irache*, Leire*, etc.
La primera abadía hispánica que introdujo el ordo cluniacense fue Cuxá (965), desde donde irradió por Cataluña. En el resto, la penetración fue bastante posterior. Comenzó por Castilla, donde el conde Gómez donó San Zoilo de Carrión a Cluny (1045). El rey Fernando I* otorgó un censo anual de 1.000 monedas de oro. Su hijo Alfonso VI* sometió grandes monasterios a la abadía borgoñona, como Dueñas (1072) y Sahagún (1079). Lo mismo hizo con el de Santa María de Nájera* (1079), poco después de ocupar la Rioja al morir el rey Sancho IV* en Peñalén. En el reino navarro-aragonés los ideales de renovación cluniacense penetraron de la mano de eclesiásticos presumiblemente franceses como los abades Raimundo de Leire (1083-1121) y Arnaldo de Irache (1099-1120), pero ambos monasterios no se sometieron a la obediencia del abad de Cluny. Leire intentó lograr por su cuenta el privilegio de exención de la autoridad episcopal, intentando imitar el estatuto obtenido por los monasterios aragoneses más importantes como San Juan de la Peña y San Victorián; pero fracasó y tuvo que someterse al obispo de Pamplona (1188). Sólo cuando los benedictinos de Leire se convencieron de que no podían recuperar el monasterio, ocupado por los cistercienses, se entregaron a Cluny (1278). La comunidad se disolvió y en realidad Cluny sólo controló el monasterio femenino de San Cristóbal de Leire, cosa que sólo logró de forma relativa y hasta principios del siglo XIV. La única posesión indiscutida que Cluny tuvo en Navarra fue el priorato de San Adrián de Vadoluengo* (Sangüesa), cedido por el magnate Fortún Garcés Cajal en 1145.
A lo largo de la Península Ibérica el monasterio borgoñón logró reunir una treintena de prioratos y muchos otros bienes, ubicados especialmente en la Rioja, la provincia de Palencia y la región galaico-portuguesa. Todos ellos formaron la provincia de Hispania, cuyo “camarero” residió desde 1150 en la Península, generalmente en Carrión o en Nájera. La importancia cluniacense en los reinos hispanos fue muy grande en todos los órdenes: restauración monástica, introducción de la reforma gregoriana y del rito romano, renovación de la escritura, actividades caritativas y hospitalarias, etc.
A partir de la segunda mitad del siglo XIII las dependencias cluniacenses hispánicas entraron en crisis.
El capítulo general de la orden destacaba en 1288, 1297, 1312 y 1344 el deplorable estado de sus filiales, que con frecuencia se resistían a recibir a los visitadores enviados por la abadía madre. En los siglos siguientes (XV y XVI) estas casas religiosas se adhirieron a la Congregación de San Benito de Valladolid, monasterio fundado en 1390 y cabeza visible de un movimiento reformador. De esta forma Cluny dejó de estar presente entre los benedictinos españoles.
Bibliografía
U. Robert, Etat des monastéres espagnols de l´ordre de Cluny au XIIIe-XIVe siecles, “Boletín de la Real Academia de la Historia”, 20 (1892), 321-431; G. de Valous, Cluny, “Dictionnaire d´Histoire et de Geographie écclésiastiques”, 13 (París, 1956), col. 35-174; C.M. López, Leyre, Cluny y el monacato navarro-pirenaico, “Yermo”, 2 (1964), 131-160.