ROMÁNICO
Estilo artístico extendido en Europa, durante los siglos XI, XII y parte del XIII, caracterizado, entre otros muchos aspectos, por el empleo de arcos de medio punto, bóvedas de cañón, columnas exentas, etc.
Arquitectura
El estilo románico en Navarra se inicia con el reinado de Sancho el Mayor (1005-1035), personalidad de extraordinaria importancia en todos los órdenes. Su irrupción histórica coincide con el desmembramiento del Califato Cordobés, muertos al-Mansur (1002) y Abd-al-Malik (1008), y con el consiguiente paso de la hegemonía e iniciativa a los reinos cristianos. Sus principales iniciativas políticas con incidencia en el campo artístico fueron sustantivamente tres: la reorganización del camino de peregrinos a Santiago, con todo lo que conllevó de apertura a Europa; la reconstrucción de monasterios e iglesias arruinados por las recientes aceifas musulmanas; y el establecimiento de fortalezas defensivas en la frontera islámica. En el orden religioso habría que señalar la supuesta reforma, estimulada por sus relaciones con los cluniacenses y con el abad de Ripoll, Oliba, empresa en que le seguirían sus sucesores.
La actividad edificatoria de Sancho el Mayor es de sorprendente envergadura, y en líneas muy generales, comprendería las importantes obras de ampliación de la cripta de San Antolín, en Palencia, y de los monasterios de San Millán de Suso en la Cogolla y San Juan de la Peña; los tres casos con parte prerrománica anterior, asturiana, en el primero, y mozárabe, en los segundos. Pudiera corresponder a su momento la portada oeste de San Pedro de Siresa. Las necesidades defensivas hacen que la arquitectura militar y la religiosa coincidan en Loarre, hito de partida de la historia de los castillos medievales cristianos.
En el Alto Gállego, dentro del siglo XI y muy probablemente en su primera mitad, se construye un grupo muy coherente de iglesias, cuya proximidad a las Taifas, y concretamente a la de Zaragoza, explica las muchas evocaciones musulmanas que presentan, sin que por ello deban ser consideradas como mozárabes. Entre ellas están Lárrede, San Juan de Busa, Oliván, Gabín, Buil, Satué, Isún, Susín.
La penetración del románico lombardo parece posterior a la amistad de Sancho el Mayor con el abad Oliba. Algún ejemplo, como Bagüés, de fines del siglo, se localiza casi en la frontera de Aragón con Navarra. La pequeña iglesia de San Caprasio, en Santa Cruz de La Serós, rondará la mitad de la centuria.
Dentro de los límites patrimoniales del Reino, el monasterio de Leire señala el camino hacia el románico pleno. La consagración de 1057 afectaría a la cripta, ábsides y primer tramo de la cabecera. La obra, directamente promocionada por la corona, se inició en tiempos de Sancho el Mayor, quien hizo donaciones documentadas. La consagración de 1098 corresponde a notables obras de ampliación, que continuaron en el siglo XII para culminar con la bóveda gótica de la nave única en el XIV.
Dentro del siglo XI no queda mucho más: San Miguel de Aralar, que será también escenario de obras en el XII; y la cabecera de Ujué, ya que el resto de la iglesia fue replanteado en el XIV.
Escultura
Por lo que se refiere a San Miguel de Aralar, debe señalarse que carece de escultura monumental correspondiente al siglo XI. En cambio cuentan con ella Leire y Ujué. El monasterio legerense ofrece unas primitivas muestras de ornamentación vegetal y geométrica en los capiteles de la cripta, puerta norte de acceso a la iglesia, capiteles de las pilastras de la cabecera y canes del primitivo alero.
En Ujué algún escultor secundario plasmó temas jaqueses, del denominado románico “de la Calzada” como son las palmetas, ábacos y capiteles, alguno con toscas figurillas.
A finales del siglo está documentada la presencia en Navarra del maestro Esteban que, procedente de Santiago de Compostela, se estableció en Pamplona, y creó un importante taller centrado en las obras de la catedral, cuyas características escultóricas habrían de tener repercusión en la escultura de bastantes iglesias erigidas en la primera mitad de la siguiente centuria. De su escuela son unos capiteles de pájaros de duro plumaje, que se picotean las patas -repetidos en Sos del Rey Católico-, y otros con redes por las que asoman pequeñas cabezas, en los frentes; amén de algunas figuras, todo en la seo pamplonesa. Francisco Íñiguez le atribuye parte del sarcófago de Doña Sancha que, procedente de Santa Cruz de la Serós, ahora se halla en las benedictinas de Jaca.
El tema de los pájaros está presente en la fachada principal de Leire. Esta “Porta Spetiosa” fue rearmada hacia 1160, reutilizando piezas correspondientes a la consagración de 1098, concretamente cuatro capiteles, obra del taller del maestro Esteban, como también lo son el capitel del parteluz y los dos santos aislados a la izquierda del tímpano.
La escultura en eboraria tiene un soberano ejemplo en el arca de San Millán, encargada en 1053 por García el de Nájera y terminada hacia 1067. Sus autores fueron renanos, Engelram y su hijo Rodolfo, que contaron con la ayuda de un tal Simeón. La obra, que combinaba pedrería con placas de marfil hoy dispersas en distintos museos extranjeros y en el propio monasterio riojano, narra la vida de San Millán según el texto de San Braulio.
Pintura
No se conserva pintura mural de este momento, pero continúan trabajando algunos importantes scriptoria. El de San Millán de la Cogolla, entonces perteneciente a Navarra, permanece aferrado a fórmulas anteriores en lo que a decoración de libros se refiere. Así se puede comprobar en el Beato (Academia de la Historia), inicialmente mozárabe y cuya iluminación se termina plenamente entrado el siglo XI.
Arquitectura
Siguiendo la tipología de la arquitectura románica en Navarra estructurada por Francisco Íñiguez, observamos que no son abundantes las iglesias de tres naves: de unas quince documentadas, tan sólo subsisten completas las de Aralar e Izaga, ambas bajo la advocación de San Miguel. El resto se conserva parcialmente; así, han perdido la cabecera Santa María de Musquilda, en Ochagavía, y San Pedro de Aibar. Por el contrario, Leire y Ujué (mencionada junto con Aralar en el epígrafe correspondiente, por la parte construida en el siglo XI) alteraron el plan inicial de tres naves, presente en las cabeceras, para continuarlo en nave única. No mucho más que los ábsides originarios conservan los templos de Santa María y Santiago, en Sangüesa; y en Estella, los de San Pedro de la Rúa, San Miguel y Santo Sepulcro, a los que puede añadirse el próximo de Santa María de Irache. San Pedro de Olite tan sólo mantiene de este momento la portada y el severo claustro. La catedral de Pamplona, que sería hito fundamental del románico peninsular, se arruinó a partir de 1390. Un inicio tardío de las obras y el creciente influjo de la arquitectura cisterciense explicarían las modificaciones de proyectos en la mayoría de estos casos.
En contrapartida proliferan las iglesias de nave única, la mayoría situadas en ámbito rural y datables en el siglo XII; pronto se abovedarían con cañón apuntado (San Martín de Unx, por ejemplo, se consagró en 1156). Algunas ofrecen, además, la peculiaridad de contar con cúpula ante la cabecera (Olleta, San Jorge de Azuelo), modelo éste que tendrá repercusiones en tierras burgalesas.
Los dos casos conocidos de doble nave son, en realidad, naves únicas ampliadas con posterioridad. La iglesia del Crucifijo, de Puente la Reina, construida a fines del XII, recibe una segunda en el XIV para dar culto al conocido crucificado de origen alemán. La añadida al templo del despoblado de Rada ejerció la función de enterramiento.
Las denominadas capillas funerarias determinan un conjunto de gran relevancia. Lo normal es que se sitúen en cementerios, junto a las rutas más frecuentadas. Se asocian a la posibilidad de contar con elementos arquitectónicos (torres-faro) que permiten encender hogueras para orientar durante las noches a gentes perdidas. Pueden citarse las de Sancti Spíritus, en Roncesvalles; San Adrián de Vadoluengo, próxima a Sangüesa, que sigue el esquema de la ermita de Puylampa, ésta cercana a Sádaba; y Santa María del Campo, en Navascués. Mención muy especial merecen las octogonales de Eunate y Torres del Río.
Existen criptas relativamente numerosas en la región oriental de Navarra. Las de Leire, San Martín de Unx, Orisoain y Gallipienzo enlazan con las aragonesas de Sos, Uncastillo, Siresa, Murillo de Gállego y Loarre, formando un interesante conjunto. Distintas las soluciones adoptadas en cada caso, su razón de ser fue la necesidad de salvar desniveles de terreno y no, al menos inicialmente, previsiones de culto litúrgico.
Por lo que respecta a sistemas de cubrición de los templos, cabe pensar que debió de ser frecuente él uso de techumbres de madera, sobre todo en las iglesias rurales y sin excluir otras de mayor importancia -como atestiguan los datos verificados en San Miguel, de Estella, por ejemplo- que posteriormente recibirían abovedamiento. Lo cierto es que el románico navarro no ofrece bóvedas de aristas ni tribunas o triforios sobre las naves laterales. Si es curiosa, en cambio, la existencia de un pequeño grupo de iglesias, más o menos próximas a Sangüesa, que presentan nave central abovedada con medio cañón y laterales con cuarto de cilindro: San Pedro, de Aibar, San Nicolás, de Sangüesa (desaparecida); San Miguel, en Izaga.
El influjo musulmán está presente en los abovedamientos de las citadas capillas funerarias de Eunate y Torres del Río. En el primer caso, por el empleo de nervios rectangulares unidos a inglete; y por los lucernarios hexagonales y octogonales, alternativamente usados en los plementos, asumidos a partir de las bóvedas de los baños musulmanes. El Santo Sepulcro, de Torres, cuenta a su vez con bóveda de nervios cruzados, con espacio central libre, derivada de las califales cordobesas del siglo X, y celosías entre sus arranques. Por cierto que lo islámico se limita, además de lo señalado en ambas capillas, a unas celosías presentes en Tudela e Irache, y a las tres portadas angreladas de Santiago, en Puente la Reina; San Pedro de la Rúa, en Estella; y San Román, en Cirauqui. Todos los casos, como se ve, en el Camino de Santiago, vehículo una vez más de influencias andariegas.
El empleo de pórticos laterales tiene un antecedente en el prerrománico hispano, pudiendo aducirse ejemplos en lo asturiano (San Salvador de Valdediós) y en lo mozárabe (San Miguel de la Escalada). Preferentemente se orientan al sur y se relacionan con el incipiente auge de la vida concejil, acontecido en el siglo XII. En Navarra se sigue el ejemplo ofrecido en tierras sorianas, que cristalizará aquí en pequeñas iglesias rurales, como Sagüés, Eusa o Larraya, Gazólaz, Ochovi y Larumbe, en un estadio siguiente, son todavía de tradición románica. Unas y otras se encuentran al borde de la calzada nueva o vieja.
Desaparecido el de la catedral de Pamplona, sobreviven los claustros de Santa Fe de Epároz, en Urraúl Alto, y San Pedro, de Olite. De importancia netamente superior son los de la colegiata de Tudela y de San Pedro de Estella, conservado en dos de sus crujías.
Muchas iglesias cuentan con cuerpos cúbicos sobre la nave para cobijo de campanas. Pero las torres campanario monumentales son excepción, pudiendo señalarse las de Leire, Ujué y la Magdalena, de Tudela.
El palacio de los duques de Granada de Ega, en Estella, construido en la segunda mitad del siglo XII, es el único edificio románico de carácter civil conservado en Navarra. La muralla de Artajona constituye un hermoso ejemplo de arquitectura militar. En su estado actual buena parte corresponde a la reconstrucción del siglo XIV, pero conserva el trazado de la erigida entre 1085 y 1109 y da noción de los “cercos” emplazados en promontorios, para la defensa de los núcleos de población fundados en aquellas fechas.
Escultura
El panorama de la escultura románica en Navarra durante el siglo XII es rico pero también complejo, dada la abundancia de manifestaciones y la falta, en muchos casos, de fechas seguras. Con todo, pueden establecerse itinerarios de talleres y análisis de influencias. En el apartado correspondiente al XI se aludió a la personalidad de Esteban, al frente de las obras de la catedral de Pamplona, consagrada el año 1127. Su trabajo se vería continuado por un anónimo maestro, director del claustro, prácticamente terminado para 1140. De la importantísima labor claustral restan hoy, conservados en el Museo de Navarra, siete capiteles dobles exentos con sus correspondientes cimacios: cuatro, de tallos, hojas o redes, con recuerdos de lo musulmán y otras evocaciones. Y tres, historiados, en los que se narra la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo; y la historia de Job, respectivamente. Los iconísticos últimamente citados se sitúan al nivel de lo europeo mejor del momento y se pueden relacionar con similares producciones del Languedoc.
La consecutiva presencia de Esteban y el ignominado maestro del claustro, a los que se une el influjo de Jaca, tuvo amplia repercusión en Navarra. Así, por ejemplo, es perceptible la influencia de la escuela del claustro pamplonés en Leire, puertas occidental y de acceso a la capilla interior de San Miguel de Excelsis (con consagración en 1143), Santa María de Zamarce, Santa María del Campo en Navascués, iglesia de Artáiz, Aguilar de Codés… Alguno de los capiteles de San Martín de Unx está en la misma órbita. En todo caso, en esta iglesia, consagrada en 1156, la personalidad señera es el maestro de Uncastillo, con intervención localizada principalmente en la portada. Su estilo se percibe también en la ermita de Echano, cabe Olóriz, y en capiteles interiores de Santa María de Sangüesa.
La portada lateral de Santa María de esta última ciudad es uno de los conjuntos escultóricos más interesantes y grandiosos del último cuarto del siglo XII en el ámbito navarro y aun peninsular. El desorden de los elementos, motivado por un rearme, hace confusa la interpretación y controvertidas las opiniones. En todo caso, se aprecian dos zonas netamente diferenciadas. La inferior viene constituida por las jambas, arquivoltas -ya apuntadas-, tímpano y enjutas, limitadas éstas por sendos contrafuertes. En la superior, un apostolado en arquería de dos pisos, escolta a la Virgen con el Niño, a quienes flanquea el Tetramorfos: el estilo de los relieves lleva al taller del maestro de San Juan de la Peña.
Las esculturas más notables son las adosadas a las columnas de las jambas, y más concretamente, las tres Marías. Queda en la representación de la Virgen la firma del autor: Leodegarius. Estas estatuas recuerdan por el tratamiento de los pliegues a las del pórtico real de Chartres.
El juicio final del tímpano puede relacionarse con parecidos temas de la escuela borgoñona. A sus pies, el dintel presenta a la virgen con los apóstoles. El abigarrado e imaginativo mundo de imágenes salta de las arquivoltas a las albanegas, donde, a la izquierda, se ha creído ver la saga de Sirgurd.
En Tudela se configura otro núcleo importante de escultura, de la que restan testimonios destacados en las iglesias de la Magdalena y San Nicolás. El tímpano de la última, de gran perfección y equilibrio, se puede relacionar con el grupo de Santo Domingo de Soria. En la colegiata cabe destacar el claustro, finalizado algo después de 1186, donde la plástica aparece en las esquinas de los muros además de en los capiteles, en figuras de canon corto y con posición entremezclada. La gran portada dedicada al juicio final se labraría en torno al año 1200 y ofrece las esculturas siguiendo la dirección del arco en las numerosas arquivoltas.
Estella es escenario de activos talleres que reflejan distintas corrientes del arte de la calzada de peregrinos. El claustro de San Pedro, coetáneo del de Tudela, conserva dos alas originales, una todavía con restos de pintura, ve intervenir dos maestros consecutivos. En el palacio, Martín de Logroño firma el capitel de Roldán y Ferragut.
La obra estellesa de más pretensiones es la monumental fachada de la iglesia de San Miguel. La escultura escapa del límite exclusivo de la puerta e invade los muros laterales en pisos superpuestos. Las escenas de San Miguel y el dragón, Peso de las almas y Marías ante el sepulcro vacío se constituyen más que como relieves como figuras prácticamente de bulto redondo.
El cercano monasterio de Irache, que renueva su fábrica en la segunda mitad de la centuria, ve intervenir varios maestros en dos portadas, capiteles interiores y canes del alero; el claustro desgraciadamente desapareció para ser sustituido en el siglo XVI por el actual.
Pintura, Esmaltes y Orfebrería
La pintura mural que se podría mencionar (Artáiz, Olite, Artajona) pertenece cronológicamente al siglo XIII avanzado. Y parecido caso ocurre con los antipendios pintados sobre tabla (Eguíllor, Góngora, Arteta y otros). Por lo que respecta a la miniatura, se considera de origen navarro un beato existente en la Biblioteca Nacional de París, cercano al año 1200, y las biblias y martirologios de Pamplona, realizadas en el reinado de Sancho el Fuerte (Amiens y Harburg), que presentan abundantes escenas, poco coloreadas y explicitadas con frecuentes textos.
El capítulo de la esmaltería cuenta con el extraordinario retablo de la Virgen, construido entre los años 1175 y 1185, reinando Sancho el Sabio y bajo el episcopado de D. Pedro de París, y donado al santuario de San Miguel de Excelsis. Pudo ser obra de un taller volante establecido en Pamplona, en el que intervendría un esmaltador lemosino. El desgraciado suceso de su robo en 1979 ha permitido, como compensación tras la recuperación de la mayor parte de sus piezas, el estudio científico serio por parte de especialistas.
La orfebrería románica ofrece en el siglo XII dos obras destacadas: la cruz de Villamayor de Monjardín y las cubiertas del libro de los Evangelios de Roncesvalles.
Bibliografía
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