SAN JUAN
(24 de junio). La noche y el día del Bautista concentraron numerosos ritos, algunos muy arcaicos, que tienen su origen en el culto al sol (Conmemoración del solsticio de verano) y las fuerzas de la naturaleza. Fuego, agua y vegetación tienen poderes taumatúrgicos durante la jornada para purificar y prevenir enfermedades. Los elementos materiales de los ritos son similares a los del solsticio del invierno, aunque la fiesta del verano es más jovial, callejera y extrovertida.
Fuego
Las hogueras lustrales de San Juan limpian la sangre de impurezas, y la piel, de sarna. Eran encendidas delante de cada casa y caserío (Montaña) y en las plazas y calles de cada barrio. Servía para ello cualquier combustible vegetal. En muchos pueblos arrojaban a las llamas las enramadas de saúco y nogal colocadas en las portaladas domésticas el año anterior, los ramos de laurel y los “San Juan bellarrak”, los juncos que alfombraron las calles durante la procesión del Corpus (Montaña y Cuenca de Pamplona) o ciertas hierbas malas, como “langinas” (ciape o mostaza negra) (Artajona).
Saltar sobre las llamas no tenía nada que ver con una competición. Se trataba de un rito sacral. Todos, desde los niños a los ancianos, debían hacerlo una o tres veces, al menos, recitando una fórmula conjuratoria: “¡Sarna fuera!”, completada a veces con vivas a San Juan y a San Pedro, y otras imprecaciones que manifestaban el deseo de expulsar los males del propio cuerpo: “Ona barnera, gaixtoa Kanpora” (Lo bueno adentro, lo malo fuera). La interiorización y exteriorización adquirían un sentido geográfico en zonas fronterizas: “Artoa ta ogia Espainara, ezkabia Frantziara” (El maíz y el pan a España, la tiña a Francia) (Valcarlos); “Ogi ta ardoa Navarroara, sarna Gipuzkoara” (El pan y el vino a Navarra, la sarna a Guipúzcoa) (Aráiz). Los vecinos de la villa de Roncal ponían en el centro de la hoguera un árbol del que colgaban odres viejos. En la Ribera las fogatas tuvieron carácter más pragmático; en el rescoldo asaban patatas, pimientos o caracoles o hacían chocolatadas. Es típica de Azagra la forma de asar caracoles esta noche. Los ponen sobre una capa de sal en una tabla, cubiertos con carrizo seco. Asados al fuego, los comen con salsa de tomate. Por lo menos en Larráun, Alsasua y Miranda de Arga hubo costumbre de encender en las llamas botarrones viejos, que llevaban arrastrando por los caminos. Rito similar tenía lugar en otras partes al terminar el año viejo; el de San Juan parece destinado a proteger los campos. Las cenizas de la hoguera, como las del tronco navideño, eran sagradas y en algunas partes eran recogidas para curar granos de los niños (Larráun) y los “shulderres” (bultos en la piel) del vacuno (Anocíbar).
Agua
Durante la noche y la madrugada de San Juan, antes de salir el sol, el agua tenía poderes curativos milagrosos. Existían fuentes privilegiadas en cada merindad, auténticos santuarios sanjuaneros, meta de peregrinaciones de gentes de la comarca: Doniturrieta (Aralar), Dama-Iturri e Iturri-Santu (Betelu); Saniturri (Beorburu y Riezu), Aingiriturri (Anocíbar), San Juan de Yanci, el “Agua salada” de Estella, las fuentes de agua sulfurosa o “de batueco”, singularmente las de Barañáin, Ororbia, “Ur bedeinkatua” (entre Ciordia y Olazagutía) a la que acudían desde Álava, Burunda y tierra Estella; el Yesal o Gesal de Solchaga, y Lezkairu en Ujué. En ellas, y en ríos, regatas y estancas se bañaban las gentes antes de salir el sol (Sanjuanarse*).
Ritos de pasaje a medianoche
Si las doce de la noche del solsticio invernal era santa por el nacimiento de Cristo, nuevo “Natalis invicti”, y la del paso del “Urte zar” al “Urte berri” (del año viejo al nuevo), no lo fue menos la del solsticio de verano. A esa hora debían ser escondidas o enterradas hojas de olivo para eliminar verrugas, quistes y otros defectos de la piel.
Un rito realizado a esa hora tuvo como finalidad la curación de hernias. Consistía en hacer pasar a los niños herniados por dentro de un tronco abierto, o por encima de dos ramas de un árbol, preferentemente roble (también encina, fresno, mimbre u otro). Dos hombres, llamados Juan o Juan y Pedro, se pasaban al niño recitando una fórmula: ” -Tómalo, Juan. -Dámelo, Pedro. -Lisiado te lo doy. -Sano te lo devuelvo”, u otras parecidas. Fue practicado en la Baja Navarra, Aézkoa, Roncal, Larráun, Ulzama, la Onsella, Carcastillo y otros pueblos de la Ribera.
Fue práctica de Artajona que, cuando alguien se quebraba un hueso en fechas próximas a San Juan, un hombre marchara al monte y, a la media noche en punto del 24, hendiera con el hacha el tronco de una encina; la fractura sanaba cuando cicatrizaba la herida del árbol.
Distinto carácter tuvieron ciertos ritos realizados por adultos a media noche, como partir un huevo y echar la clara en un vaso de agua, viendo aparecer un barco, un santo u otras figuras. (Ritos de pasaje*).
Árbol
En algunos pueblos de la comarca del Bidasoa colocaban un chopo o cerezo en la plaza pública o delante de la casa de una moza, adornándolo con monigotes, hortalizas o flores. Mucho más generalizadas estuvieron las enramadas* en las casas. Los de Vera de Bidasoa protegían los campos colocando en ellos ramos de espino albar (elorri xuria). En la Ribera rodeaban los troncos de los nogales con un vencejo de paja de centeno para que las nueces no se agusanaran (Sartaguda). Cogiendo de madrugada una mimbre y atándola a la cintura pegada a la piel, no duelen los riñones en todo el año (Andosilla).
Culto al sol
La fiesta solsticial y sus ritos tenían como fuente dimanante al sol, objeto de culto durante la jornada. La mentalidad mágica de nuestros montañeses concibió al Sol como un ser superior, al que dirigían oraciones, llamándolo “Joane” (Juan) y dándole título de Santo. Satrústegui recogió algunas preces y frases de saludo en este sentido, entre ellas: “O Iruzki Saindia; eman zahuzu biziko eta hileko argia” (Santo Sol, danos la luz de vida y de muerte); “Adio Iruzki saindia! Bihar artio!” Adios, Santo Sol; hasta mañana) (Valcarlos). Iribarren refirió el caso de un labrador de Luzaide que acostumbraba recibir todos los años al astro rey arrodillado en su huerta y con gestos típicos de adoración. Más generalizada fue la práctica de marchar al campo, a veces a puntos relativamente lejanos, para ver salir el sol, suponiendo que lo hace de manera distinta a otras veces. El sol “sale bailando” (“San Juan goizean, eguzkia dantzan ateratzen da”); es “Santa Catalina tocando la pandera” (Cabredo, Aguilar) o “la rueda de Santa Catalina” (Ablitas), o la cabeza del Bautista degollado (Tierra Estella). El hecho de que las gentes salieran a campos y montes para presenciar la salida del sol, caminando a veces varios kilómetros, parece que no obedeció a pura curiosidad; antaño debió existir otra motivación más profunda, posiblemente vinculada con el culto al astro autor de tantas bondades.
Ritos vespertinos
La Hermandad de Ballesteros de San Juan ha perdurado en Torralba (Aguilar) desde 1375. Se cuenta que un grupo de bandidos, capitaneados por Juan Lobo (“Otso”), señoreaban aquellas tierras desde el castillo de Mapica en Punicastro. Los ballesteros de Torralba lo derrotaron y celebraron la victoria bailando junto a una balsa. Según tradición local, desde entonces ha venido celebrándose durante la tarde de San Juan, y en torno a la balsa, el baile de los cofrades. Danzas de San Juan, cuyo origen se atribuye a batallas victoriosas, existen en toda Europa. Las tardes de la fiesta se caracterizaron por las meriendas en los campos (Sanjuanada*).
Bibliografía
J. M. Iribarren, El folklore de San Juan. J. Caro Baroja, La estación del amor. J. M. Satrústegui, Mitos y ritos, p. 51-96.