NAVIDAD
NAVIDAD
En vascuence Eguberri. Fiesta conmemorativa del nacimiento de Jesucristo en Belén. En plural designa los días comprendidos entre el 24 de diciembre y el 6 de enero. El día 24 fue conocido como “día de nochebuena” o “de Olentzero”. La fiesta cristiana sustituyó a otras anteriores con que los pueblos celebraron el solsticio de invierno.
La costumbre de poner “Belenes” o representaciones del nacimiento de Jesús fue iniciada por los franciscanos en Italia durante el siglo XV. Las primeras manifestaciones de esta índole se detectan en Navarra tempranamente con el tríptico de la adoración de los Magos (Artajona). Alcanzaron gran desarrollo durante el siglo XVII. Patrimonio de las iglesias durante siglos, acabaron popularizándose en los hogares. La Asociación de Belenistas* les ha dado impulso y calidad artística. Moda exótica moderna es la colocación del “Árbol de Navidad”.
Las navidades fueron jornadas hogareñas, singularmente la Nochebuena, caracterizada por la reunión de los miembros de cada familia en torno al fuego del hogar. La celebración mantuvo hasta tiempos recientes elementos arcaicos similares a los del solsticio de verano: culto al sol, al fuego y al agua. Fueron tradicionales las cuestaciones de alimentos (Aguinaldo*, Año Nuevo*), los regalos a los niños (Estrenas*, Reyes Magos*), y las bromas festivas (Inocentadas*), dentro de las cuales ha de enmarcarse la celebración del “Chico Rey de la Faba” en la corte navarra de los Evreux y las fiestas de obispos y alcaldes infantiles.
Caracterizaron la víspera de Navidad (24 de diciembre) las “colaciones”, la cuestación de aguinaldos por las casas, la presencia de un personaje misterioso llamado Olentzero*, y el fuego especial que en cada hogar reunía a los componentes de la familia. La “Colación” fue un tributo o pecha medieval que los siervos debían entregar a su señor en especie (sobre todo gallinas). Abolidos aquellos tributos, perdonó la costumbre de enviar regalos en especie a determinadas personas de la localidad (curas, maestros, médicos). La cuestación de aguinaldos por las casas estuvo arraigadísima hasta mediados de nuestro siglo. (Aguinaldo*).
Fuego de Nochebuena. Un pastor de Artazu mantuvo hasta 1950 la costumbre de ofrendar un pan al amanecer el día de Navidad, levantándolo hacia el cielo con ambas manos. Pudo ser reminiscencia de un rito popular muy antiguo y generalizado de culto al sol, que se perpetuó en el fuego especial encendido durante esta noche en los hogares. Para esto procuraban poner un tronco grande, denominado “Txubilar” (Romazado), “txubil”, “supil” o tupil” (Urraúl Alto), “Olentzero-emborra” (Araquil), “porrondoko” y “gabonzuri”, en otras partes. El tronco tenía poderes taumatúrgicos. En muchos pueblos guardaban el tizón final como una reliquia o talismán, utilizándolo el día de San Antón para bendecir los animales o para conjurar tormentas durante el verano. Sus cenizas llegaron a ser recogidas para curar determinadas enfermedades del ganado o librar los campos de plagas. En amplias zonas de la Montaña y la Navarra Media cada miembro de la familia ponía sobre el tronco una astilla “para calentar al Niño”, recordando a familiares vivos ausentes y a los difuntos. El fuego cobraba una dimensión antropológica y una intencionalidad de unión del clan familiar.
La cena familiar en torno al fogón tenía unos platos típicos, variables según zonas y posibilidades económicas: Sopa (cana, tostada, de almendra), cardo, besugo o bacalao; como postre, compota de frutas desecadas en casa: ciruelas pasas, orejones de melocotón, manzanate y perate. El canto de villancicos alegraba la sobremesa.
La Misa del Gallo a medianoche fue enriquecida con ritos de participación popular, al menos desde la época barroca. En un momento de la celebración, el “Gloria” o el “Et incarnatus” del credo, se abrían los expositores mostrando al pueblo la imagen del Niño recién nacido. Los fieles expresaban en ese momento su alegría con vítores al Niño Dios (Cintruénigo) o soltando pajarillos vivos (zona del río Aragón). Los pastores danzaban en el pasillo central (Tierra Estella y Ribera), llegando incluso a despachar una sartén de “migas” en el presbiterio durante la celebración (Fitero).
Recenas. Pese al frío exterior, la noche navideña era fiesta callejera. Los amigos se reunían en una casa para recenar y salían de ronda cantando villancicos. Costumbre ancestral en Larráun fue la llamada “cena de las brujas”, reunión de mujeres en torno a una mesa sobre la que ponían una servilleta y un trozo de pan; tras un frugal yantar, formulaban un deseo: “Que bailen los Ángeles en esta cocina”. El rito parece guardar relación con la costumbre baztanesa de estrenar una prenda de vestir durante esta noche, convencidos de que con ello “arrancaban un ojo al diablo”.
Los niños de algunos pueblos montañeses salían durante la mañana del día 25 a pedir el aguinaldo, felicitando a los vecinos las Pascuas.