DANZA
La danza está dentro del ser del hombre porque éste a través del tiempo y del espacio ha necesitado danzar para manifestar su forma de ser y su alegría. Los bailes aparecen en todas las civilizaciones como cultura espontánea y natural, y a través de los siglos se han ido transmitiendo de generación en generación hasta llegar a ser tradicionales. Su música se propaga de forma oral y los autores son generalmente anónimos. Más que una diversión es un rito que expresa el alma de un pueblo. Estrabón en el siglo I se refiere a los celtíberos y vascones en su Geografía y precisa que después de beber se ponen los hombres a bailar tan pronto en corro, al son de la flauta y trompeta, como saltando uno a uno porfiando quién se levantará más en el aire y caerá de rodillas con más gracia. Las noches sin luna las pasan haciendo devociones y danzando junto a sus puertas en honor de un dios desconocido. Muchos siglos después, en el siglo XVIII, el filósofo Voltaire define a los vascos como “un pueblo que brinca y danza en lo alto del Pirineo”.
Danza tradicional
Se han conservado en Navarra numerosas y variadas danzas, especialmente en la zona de la Montaña. Son de carácter muy viril y requieren una gran agilidad. Al igual que otras de tipo europeo predomina el movimiento de las piernas sobre el de brazos. Se baila con elegancia, como si se cumpliera con un rito sagrado. Francisco Michel las describe así en el siglo XIX: “brazos caídos sin balanceo exagerado, espaldas desdibujadas, cuerpo derecho, cabeza ligeramente inclinada sobre el pecho, mirada modesta fija en el semicírculo que deben describir sus pies y del cual no deben salir”.
Navarra, por su posición geográfica, no ha sido ajena a las influencias folklóricas del área mediterránea que subyacen en muchas de sus danzas, pero igualmente su parte noroeste está en relación con las zonas en las que se detectan influjos del área atlántica, tanto occidental como nórdica. Como otros bailes del norte los suyos son colectivos, sin protagonistas, danzan un conjunto de parejas ejecutando figuras variadas en movimiento de traslación, y las parejas no sólo se unen por el ritmo de la música sino por la alegría que se experimenta en el baile comunitario. Los bailes antiguos debieron de ser cantados.
La danza está presente en diversos lugares: procesiones, iglesia, plazas, teatros e incluso cementerios, y aunque participa del juego, está sujeta a normas concretas de tiempo y lugar que la ordenan. Se deben ejecutar en determinadas circunstancias, con ciertas melodías y evoluciones, un día concreto, en una plaza o ermita determinada, etc. Por ello se convierten en rito. Antiguamente el reloj municipal de la torre de la iglesia marcaba el cese del baile con el toque de oración al atardecer. Tampoco podía bailarse mientras la misa y vísperas o en tiempo de Cuaresma. El obispo de Pamplona ordenaba en el siglo XVIII: “Que en toda la provincia sus villas, ciudades y lugares se eviten por la justicia con graves penas los bailes y tamboriles después de las oraciones”. Todas las clases sociales intervenían en los diversos bailes, pero antiguamente se excluían los considerados de raza inferior, como agotes y gitanos, o las mujeres de dudosa conducta. Generalmente era el baile para solteros, mozos y mozas, a veces solamente para casados, y en otras ocasiones primero para hombres casados, luego para mozos y mozas y después para mujeres casadas. Al final, todos cogidos de la mano, bailaban en karrikadantza o pasacalle.
Hay danzas exclusivamente femeninas y en otras participan tanto hombres como mujeres, aunque de distinta forma, adoptando en muchos casos posiciones opuestas, las de mujeres más reposadas, pero que complementan a las enérgicas de los hombres. Siempre el hombre comienza y cierra la fila. Pero en el fandango y en el ariñ ariñ, danzas popularísimas emparentadas con la jota, que no son oriundas de Navarra, participa la mujer igual que el hombre. A veces los hombres se disfrazan de mujer, como en la Mascarada Suletina de la Baja Navarra. Hay testimonios de que también durante los siglos XVI y XVII participaban en las danzas los sacerdotes, y en algunos lugares el párroco abría el baile con ocasión de las bodas y las fiestas patronales. Luego vienen las prohibiciones como ésta de 1715 del obispo de Pamplona: “Que los eclesiásticos de la Provincia no dancen ni de día ni de noche, en público ni en secreto conforme a la Constitución Sinodal”. Con mucha frecuencia entre los siglos XVI-XVIII se anotan bailes de gitanos y de valencianos.
Entre los diversos útiles que se utilizan en las danzas destacan las espadas, palos, vistosos pañuelos, odres inflados, castañuelas, cascabeles, cintas, arcos, etc., y en las llamadas Danzas-juego el repertorio se amplía: correas, escobas, sartenes, candiles, sillas, gansos, etc. En las pocas danzas cantadas su letra no hace casi nunca referencia al modo de bailar, sino que se trata de asuntos amorosos y jocosos. Exceptuando éstas, en todas las demás intervienen instrumentos: los chistus con tamboriles y atabal, la chirula y el salterio, las gaitas o dulzainas e incluso el clarinete y el acordeón. También, sobre todo en siglos pasados, se utilizaron instrumentos de cuerda e incluso bandas municipales. El instrumento más empleado es el chistu a una sola voz. Según la opinión del P. Donostia: “El verdadero tipo orquéstico popular es el del chistulari con su tamborcillo y el atabal. Una sola flauta es la necesaria para tocar las melodías del baile; éstas están concebidas como simple melodía, sin necesidad de aditamentos armónicos o contrapuntísticos. Si en algunos sitios se tocan con el grupo orquéstico de cuatro músicos, ha sido por adaptación, no porque las melodías hayan nacido en esta forma polimelódica o acompañada”.
La vestimenta varía lógicamente por las condiciones climatológicas y las costumbres de cada lugar. Sobresalen por su vistosidad los danzantes de Roncal, Salazar, Valcarlos y Cortes. Son bastante comunes los pantalones camisas blancos, los pañuelos acuello o terciados, las cintas multicolores, las fajas, los cascabeles y tocados especiales. Su finalidad es singularizar al danzante, convertirlo en una especie de mago.
Según Juan Antonio Urbeltz, son cinco los rasgos que dan vida a una danza: la coreografía, es decir los pasos y movimientos, la música y unos instrumentos determinados, la indumentaria utilizada por los dantzaris y una serie de componentes superestructurales que pertenecen al mundo del pensamiento, a la simbología, a la religión, a la historia, etc.
Especial interés tiene la legislación de la Iglesia acerca de las danzas. En las Constituciones Sinodales de 1531 se ordena: “Siendo las vigilias de los santos establecidas por oración… ordenamos que todos aquellos que van a cualquier iglesia, sea basílica o ermita, para estar en vela, según voto o devoción suya, se abstengan de bailes, danzas sagradas y canciones, así como de toda insolencia o atrevimiento, y no entren en ellas con armas ofensivas”. No obstante, estas prohibiciones no se cumplían a rajatabla, y así, el 1 de mayo de 1586 con motivo de que las Cortes de Navarra estaban reunidas en Pamplona, antes de la misa pontifical, mientras el obispo se revestía, “salieron al tablado los infantes y cantores de la iglesia, e hicieron una vistosa danza, cantando y respondiendo la capilla de cantores”. En las fiestas del Corpus de 1610, también en la catedral y después de la representación del auto sacramental Diálogo de Booz y Ruth, al final del coloquio “danzaron todos, guiando Booz los zagales y Noemí a las zagalas”. Igualmente en 1657, al ratificarse el patronazgo de Navarra de San Fermín y de San Francisco Javier, se representó en Pamplona un drama sobre la vida de estos santos, y “los entreactos los amenizaron con danzas de niños y músicas, y el gentío era tan grande, que no cabía dentro de las vastas naves del templo. Se repitió la fiesta al día siguiente”. En 1749 el obispo Gaspar de Miranda autorizaba el que las danzas de hombres y los txistularis entraran en la iglesia el día de Navidad. En Viana, mandaba el provisor de Calahorra en 1623 que no gastasen las parroquias más de 20 ducados en comedias, danzas, toros y músicos, pero este mandato no se cumplió. En otros muchos lugares de Navarra se ejecutaban danzas dentro de la iglesia. En Corella, al final de la Misa del Gallo del convento de los Carmelitas, bailaban en el presbiterio una danza pastoril un hombre y dos niños, mientras que el coro cantaba alegres villancicos. Esta costumbre subsistió hasta mediados de este siglo. En Tudela se celebraba en la iglesia de los Franciscanos una ceremonia de adoración el día de Reyes. Así lo narra el sacerdote francés José Branet a finales del siglo XVIII en su libro titulado Tudela en 1797. Notas de un emigrante gascón. Tres hermanos singularmente vestidos, uno de ellos con la cara ennegrecida y los tres portando los tradicionales presentes, entraban al comienzo de la misa precedidos de una linterna de cristales brillantes que evocaba la estrella. “Bailaron durante parte de la misa, lo mismo que otros muchos niños, al son del órgano, en el cual se tocaba una contradanza”. Igualmente se bailaba en la Misa del Gallo en Dicastillo. Salían seis u ocho pastores de las familias principales de la localidad con los trajes de su oficio. Un ganadero vestido de calzón corto y tocado de sombrero redondo llamado Flamarique y una mujer muy popular apodada La Chula salían a bailar en el convento de San Francisco de Tafalla a principios del siglo XIX durante el ofertorio de la Misa del Gallo. El franciscano P. Gorriti, colocado en el pasillo de la iglesia, tocaba el chistu y el tamboril e invitaba a los bailarines con esta copla: Salga la Chula/con Flamarique./Salga la Chula/salga a bailar. Estas danzas se ejecutaron en la citada iglesia hasta el año 1837. En Viana a principios del siglo XVII la parroquia de Santa María contrataba a Martín de Gazólaz, maestro de danzar vecino de Pamplona, para enseñar bailes a un grupo de diez o doce niños que ejecutaban danzas de arquillos en las procesiones y funciones religiosas. Al parecer tuvieron mucho éxito, pues fueron contratados en 1620 por el Ayuntamiento de Logroño para bailar en la víspera y en la procesión del día del Corpus.
En otras ocasiones y dados los abusos que se introducían, era la propia autoridad civil la que legislaba. Por una disposición del rey Juan de Labrit de 16 de julio de 1499 se dictaron órdenes para evitar los escándalos que organizaban los aldeanos que acudía a bailar a Pamplona, y entre otras cosas aseguraba que venían con armas y puestos en orden de danza, andaban danzando por la ciudad escandalizando y dando ocasión y causa a los vecinos que en reposo y en paz viven. Por ello ordena que cesen estas danzas y que si quieren danzar que lo hagan en los lugares en donde habitan. Las Cortes de Navarra en diferentes ocasiones en los siglos XVI y XVII dictaminaron severas disposiciones contra la celebración de mecetas disponiendo que no durasen más de un día. Una Cédula Real de 1780 ordena: “Que en ninguna iglesia de estos Reynos haya en adelante danzas ni gigantones, sino que cese del todo esta práctica en las procesiones y demás funciones eclesiásticas como poco convenientes a la gravedad y decoro que en ellas se requiere”. A partir del siglo XVI abundan en Pamplona los documentos referentes a las danzas ejecutadas mientras el Ayuntamiento iba en procesiones del Corpus y del día de San Fermín. La primera estaba reservada exclusivamente para danzantes de Pamplona, y a la segunda venían grupos de toda Navarra. Los de la Ribera y algunos de Aragón se componían de ocho bailarines más el Bobo y los dulzaineros. El músico de los grupos de Pamplona era el jular tuntunero, es decir el txistulari. En 1561 se publicó un bando en Pamplona unos días antes del Corpus haciendo saber que a los que mejores trajes sacasen y danzasen en la procesión se les darían diez ducados de premio. A veces se anota el que los danzantes visten libreas azules, verdes o moradas con gambadas, con máscaras y cascabeles, llevan cedacillos y palos de color. En algunos grupos figuran zaldikos o caballos con máscaras, toros de miembre y dragones. En cuanto a los bailes que ejecutan, se especifica que hay danzas de espadas y de gitanos, de arquillos y de paloteados y broquelillos. Los instrumentos utilizados son el chistu, las chirimías, el salterio y las gaitas. Durante los siglos XVI y XVII aparecen por la ciudad danzantes de Estella, Arróniz, Puente la Reina, Cascante, Valle de Baztán, Corella, Tudela y también de provincias vecinas de Zaragoza y de La Rioja, como los grupos de Tarazona de Alfaro. A finales del siglo XVII se pusieron de moda las danzas al estilo valenciano y dejaron de figurar en los Sanfermines a partir de la guerra de la Independencia.
Tenemos un testimonio del siglo XVI acerca de la gran consideración que se tenía a los que enseñaban a danzar. En 1545 el alcalde de Tudela firma una carta de vecindad a favor de Martín de la Plana, maestro de danza. Se hace ver en ella que este oficio es útil y necesario en los pueblos, pues su arte es “ejercicio honesto en la república y loable para honra de la ciudad”. Este maestro “usa el dicho oficio con su instrumento y salterio empleándose en ello con mucha solicitud y diligencia”. Este cargo debía ser de mucho honor y no abundaba en lugares como Tudela. También en esta ciudad, a finales del siglo XVIII, el ayuntamiento acudía a los toros el día de Santa Ana precedido de una tropa de danzantes valencianos que bailaban al son de castañuelas. Antes de los toros ejecutaban diversas danzas y hacían cabriolas y figuras con palos. Estos habían bailado en la procesión de la patrona delante de su imagen.
El P. Castillo en su obra El País de la Gracia (1888) describe un baile popular que presenció en Ujué. Los mozos y las mozas unidos mediante un pañuelo de seda danzaban en cadena. La primera pareja hacía un arco con su pañuelo por el que pasaban las demás parejas. Después de repetir esta figura varias veces y colocados en dos filas bailaban frente a frente al son de las gaitas y tamboril.
Las danzas, además de su plástica o forma exterior, encierran profundos significados que en la mayoría de los casos se nos escapan y que están involucrados en pequeños detalles. Algunas danzas están relacionadas con ritos antiquísimos de carácter agrícola para conmemorar el retorno a la vida vegetal después del invierno, como las fiestas de las Mayas en el Baztán, o con gestos imitativos se reproducen las labores de escarda como en la Makil dantza de Vera de Bidasoa. Especial interés tiene la figura del bobo en las danzas de Ochagavía de Nuestra Señora de Muskilda, que recuerda con su careta bifronte al dios Jano de la mitología romana. Tampoco extrañaría que algunas “Mutil danzas” de Baztán, Beligarrua (la malviz), “Ahuntsa dantza” (baile de la cabra) y otras, su inspiración coreográfica fuera imitación de estos animales. A veces, las danzas sirven para conmemorar algún hecho histórico, más o menos fantaseado, como el Baile de la Balsa de Torralba de Río en recuerdo de la derrota en 1524 del famoso bandolero Juan Lobo. Algunas danzas acompañan a las procesiones religiosas: las de Nuestra Señora de Muskilda de Ochagavía, San Miguel de Cortes y las de Fustiñana, Buñuel y Corella, y al son de melodías se enarbola la bandera en Vera de Bidasoa, Santesteban, Aranaz y Lesaca ante el Santísimo Sacramento y San Fermín. Otras danzas tienen carácter de ronda callejera. En el Valle de Baztán acompañan al cortejo de bodas y la “Sagar dantza” o baile de las manzanas de caserío en caserío durante el Carnaval. Una mascarada de grotescos personajes recorre las calles de Lanz durante el Carnaval, el cortejo del “zampantzar” marcha de Ituren a Zubieta, y al son de biribilketas se baila por las calles de muchos pueblos.
Apartado característico es el de las danzas-juego que alegran las bodas, bautizos y las fiestas de muchos lugares. Son numerosísimas. El “Baile de la silla” por toda la Montaña, el del “Almute” de Areso y Alcoz, los de “la Risa”, “la Escoba”, y “el Sartén” en Baztán, en Burguete el de “la Correa”, el de “los Zuecos”, el de “la Elección de Prior”, y en la Ribera el del “Pliego” en Ablitas. El “Juego del Ansarón” se practicó en Leiza, Vera de Bidasoa, etc. el “Baile del Pellejo” en Goizueta y Santesteban.
Algunas danzas tienen sabor guerrero por su ejecución o por lo que conmemoran, y en este apartado pueden encuadrarse la “Makildantza” de Vera, las de Nuestra Señora de Muskilda, el “Paloteado” de Cortes y el “Baile de la Balsa” de Torralba. Hay danzas públicas de muchachos solos como las “Mutildantzas” de Baztán y los “Musikos” de Valcarlos y otras de Ulzama y de Lanz. Muchachos y muchachas emparejados intervienen en otras, y éstas reciben el homenaje. El “Ingurutxo”, presente en casi toda la geografía navarra, es la danza mixta social por excelencia. El más importante es el de Leiza y añadimos el “Baile de la Era” de Estella, el “Thun thun” roncalés, el “Trapatán” de Santesteban, etc.
En la década de 1980 hubo un gran resurgir de la danza folklórica con la creación de nuevos grupos, a lo que contribuyó la celebración del Dantzari Eguna o día del Danzari. En 1984 había en Navarra alrededor de veinticinco grupos de danzas.
Alguna de las danzas más representativas de la provincia son: Baile de la Balsa de -Torralba del Río*, Danza del Prior de Burguete*, las Danzas de Valcarlos*, la Danza-juego del Ganso*, el Baile de la Era*, la Danza de la Bandera de Lesaca*, el Axuri beltza de Jaurrieta*, y las Danzas de Nuestra Señora de Muskilda*, entre otras.
Bibliografía
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Danza clásica
La danza en Navarra, hasta hace pocos años, ha ido unida a la actividad de determinadas gentes que, a título personal, y generalmente fuera de la provincia, han hecho de ella actividad principal a lo largo de su vida. Las primeras noticias con personas dedicadas a este arte en Navarra son de la bailarina, actriz y escritora, María del Villar Berruezo de Mateo*.
En la primera mitad de este siglo es importante la aportación hecha por las bailarinas Milagros Escudero, nacida en Tudela en 1913, y su sobrina Margot Jiménez, nacida en Logroño en 1929, ambas miembros de una familia de artistas, de tradición pamplonesa, aunque nacidas fuera de la capital por diferentes circunstancias.
Milagros Escudero aprendió danza en Madrid, y fue a trabajar a Francia, después de una breve estancia en Pamplona se instaló en San Sebastián, donde fundó “Academia de danza Escudero” en 1948, desaparecida a principios de los 70.
Margot Jiménez, bailarina también de español, aprendió con Milagros Escudero, y participó como bailarina profesional en diversas compañías.
De la escuela de Milagros Escudero y Margot Jiménez salió el bailarín, coreógrafo y profesor, Jesús María Zamarbide Balda, importante en el desarrollo de la danza en Navarra. De nombre artístico “Jesús Granada”. Perfeccionó el clásico con Mme. Lalagia y Evelyn Brind, la técnica de la escuela bolera la estudió con Luisa Pericet, y el flamenco con “Estampío”. En 1964 ingresó como Profesor Titular de Danza en el Conservatorio “Pablo Sarasate” de Pamplona, y en 1982 formó el Ballet Clásico-Español del Conservatorio, con alumnos de la escuela. El Ballet debutó el 4 de abril de 1982 en el Teatro Gayarre de Pamplona. En 1979, José y Concha Laínez, profesores del conservatorio “Pablo Sarasate” formaron con los alumnos de los cursos superiores el Ballet “Yauzkari”, con el que han montado diversas coreografías, entre ellas “Salamandra” (1980), con música de Maleck; “Preludio a la siesta de un fauno” (1980) de Debussy; “Sueño de una noche de verano” (1981) de B. Bartock; “La gran especie” (Premio en el Festival de Sitges 1981) con música de Larrauri y Vivaldi; “Utzi” (1982), con música de C. Bernaola y el grupo Aitzea; y “La Boda” (1982), con música de A. Larrauri, K. Jarret, y música popular española; “Las novias” (1984, y el espectáculo “Ameli Catalina”, representado por el TEN. En las coreografías de José Láinez en “Yauzkari”, los críticos han señalado influencias de Béjart, Graham, Limón, Tomazeluski, de danza clásica, y sobre todo, de Pina Bauschen.
La bailarina de origen navarro más internacional es, sin lugar a dudas, Karmen Larumbe, nacida en Cascante, aunque en Navarra apenas ha desarrollado su labor artística, exceptuando varias actuaciones al frente de su compañía.
Emigró de niña a Argentina, donde dirigió el Ballet de la Provincia de Misiones. Becada para profundizar sus conocimientos coreográficos en el “Ballet del siglo XX”, viajó a Bruselas a finales de 1969. En 1973 creó el Micro Ballet, luego denominado Ballet Contemporáneo de Karmen Larumbe, con el que recorrió el mundo. Una vez disuelta la Compañía, pasó a dirigir el Ballet Contemporáneo de Bruselas. El Ballet de Karmen Larumbe ha estado en Navarra en diversas ocasiones (Noches de la Ciudadela 1981, Festejos Sanfermineros 1979, etc.). En la actuación que efectuaron en los Sanfermines de 1979 presentaron la coreografía “Gernika”, en el que las alusiones a la tierra de nacimiento de Karmen Larumbe eran claras, incluida una introducción musical para la que Pablo Sarasate fue el músico elegido.
En los años ochenta la danza ha tenido gran desarrollo amparada por iniciativas privadas (academias, escuelas, cursos, gimnasios. Cabe destacar el “I Festival Internacional de Danza”, celebrado en octubre y noviembre de 1981, donde actuaron el Ballet Nacional Clásico dirigido por Víctor Ullate, la compañía de ballet contemporáneo “Jennifer Muller and The Works”, el Teatro Gitano Andaluz de Mario Maya, y el Ballet Nacional de Antonio. Las actuaciones se desarrollaron en el Teatro Gayarre de Pamplona.