IMPRENTA
IMPRENTA
La guerra civil las tensiones políticas en la segunda mitad del siglo XV crearon un ambiente adverso para el establecimiento de impresores en Navarra, razón que explica su presencia tardía. No obstante, esta circunstancia no impidió que las corrientes renacentista se infiltraran durante el reinado de Juan III de Albret (1491-1512), ni la instalación en Pamplona del impresor Arnaldo Guillén de Brocar*. De nacionalidad alemana o francesa, Brocar se estableció en la capital del reino, gracias a la protección real, en 1490, año de la impresión de su primer incunable Manuale Pampilonense, al que siguieron otras veinticinco obras. En 1501 pasó a Logroño y en 1510 fue llamado por el cardenal Cisneros a Alcalá para imprimir la Biblia Políglota. Mantuvo también talleres abiertos en Toledo, Valladolid y Burgos hasta su muerte (1523). Sus obras se caracterizan por una calidad y gusto exquisitos. Empleó carácteres góticos de tipo lionés y parisino y grabados de madera con abundancia de orlas vegetales o antropomorfas.
El libro en el siglo XVI siguió fiel a la tradición anterior, pero presenta una variedad en la paulatina desaparición de los tipos góticos y en el empleo de portadas similares a retablos y de títulos largos y prolijos. Las empresas se extendieron por nuevas ciudades del reino. Miguel de Eguía* se estableció en Estella, después de haber realizado un aprendizaje, junto a su suegro Brocar, en la Universidad de Alcalá. Aquí publicó las obras de Erasmo, que le dieron una gran popularidad. En Estella imprimió cuatro obras, todas ellas muy selectas y embellecidas por la letra de tortis. A su muerte, en 1546, se hizo cargo del taller Adrián de Amberes*, su oficial primero, que trabajó en Estella hasta 1567. Editó más de cuarenta obras, que presentan lujosas portadas renacentistas, un magnífico papel, elegantes tipos redondos y góticos, artísticas capitales y cuidadas cabeceras y solofornes. Se instaló en Pamplona en 1568, tras un largo paréntesis de inactividad tipográfica en esta ciudad, pero un año después fue sustituido por Tomás Porralis* que inició sus trabajos con la obra De Institucione Gramaticae de A. de Nebrija. Para evitar su marcha a otra ciudad, el municipio de Pamplona le concedió un salario de cincuenta ducados anuales y la exclusiva para Imprimir. Su actividad en la capital se extendió hasta 1591, con sesenta y cuatro obras de gran calidad, lo que no le impidió trasladarse en 1572 a Tudela para imprimir las obras del humanista Simón Abril. Al abandonar esta última ciudad (1573), se interrumpió en ella el ejercicio de este arte hasta el siglo XIX. Le sucedió su hijo Pedro.
En 1596 apareció un nuevo impresor en Pamplona Matías Mares* que sirve de enlace entre la tarea editorial de sus antepasados, Amberes y Porralis, con los sucesores del siglo XVII. Inició sus actividades en 1596 con la publicación de los tomos primero y segundo de la Crónica General de la Orden de San Benito de A. de Yepes, y dejó de imprimir en 1609. En total, realizó en Pamplona diecinueve obras.
En el siglo XVII no funcionaron en Navarra otras imprentas que las establecidas en Pamplona, a excepción de algunas esporádicas en las ciudades de Olite y Tafalla, en las villas de puente la Reina y Adiós, y en los monasterios de Fitero, Irache y la Oliva. A partir de 1610, tras la muerte de Mares, Nicolás de Asiain* se estableció en Pamplona como “Impresor del Reino” y mercader de Libros, y publicó cuarenta obras, hasta 1622, algunas literarias, como las Novelas Ejemplares de Cervantes y las Doze comedias de Lope de Vega (1614). De forma circunstancial, trabajó en el monasterio de Irache. En 1606 abrió un taller en la calle de la Cuchillería de Pamplona el zaragozano Carlos de Labayen* “Impresor del Reino”, librero y encuadernador, que imprimió hasta 1632 unas sesenta obras; por la calidad de su producción puede ser considerado como el tipógrafo más importante de Navarra en el siglo XVII. Le sucedió su viuda. En 1619 se menciona un nuevo impresor, Juan de Oteiza*. Publicó en Pamplona dieciocho obras en solitario, entre las que destaca el Romancero espiritual para recrearse el alma con Dios de Lope de Vega (1619), y otras en colaboración con Carlos de Labayen. En 1634 Martín de Labayen* (1630-1654) y Diego de Zabala* (1645-1656), “Impresores del Reino”, solicitaron de las Cortes de Navarra que les fuera concedido el privilegio de imprimir y vender en exclusiva dentro del reino la Cartilla de doctrina cristiana, la Gallofa del obispado de Pamplona y el Arte de A. de Nebrija, quejándose de que “algunos franceses y libreros” de Pamplona y Navarra “en nombre de dichos impresores, imprimen y traen en Francia” los antedichos impresos, y añadían que de no cumplirse sus demandas tendrían que cerrar sus talleres y emigrar a otras ciudades. Trabajaron en sociedad hasta 1654, fecha a partir de la cual se documenta en solitario a Diego de Zabala. Martín de Labayen pudo ser hijo del tipógrafo del mismo nombre “Impresor del Reino”, del que se registran obras entre 1681 y 1682. Del taller de Gaspar Martínez* (1656-1675) salieron diecinueve impresiones, relacionadas en su mayoría con el reino de Navarra. Tuvo que repartir la mitad de su sueldo con Martín Gregorio de Zabala* (1656-1700), ya que la Diputación les otorgó el título de “Impresores del Reino”. Este imprimió en 1666 el Repertorio de todas las leyes promulgadas en el Reyno de Navarra de S. de Irurzun, en colaboración con Martín de Labayen y su hermano, y treinta y ocho obras en solitario. Con el pie de imprenta de Isabel de Labayen*, hermana de Martín, se conocen cuatro alegaciones en derecho, impresos en Pamplona en 1670. El siglo XVII se cierra con la actividad de Francisco Antonio de Neyra* (1694-1719), “Impresor del Reino”, afincado en la calle Mayor, y Juan Micón (1884-1701), impresor y mercader de libros.
Además de en Pamplona se conocen obras del siglo XVII salidas de los tórculos de impresores ambulantes en algunas poblaciones navarras. En Olite se imprimieron dos libros a costa de Vicente Armendáriz, mercader de libros: El Compendio de los cinco tomos del despertador cristiano de J. Barcia y Zambrana (1685) y el Sabio instruido de la gracia en varias máximas o ideas evangélicas, políticas y morales de F. Garau (1693). En Tafalla Juan de Costa publicó en 1692 Declaración copiosa de la Doctrina Chistiana de R. Belarmino. Y en Adiós, Domingo de Berdala* (1688-1696), impresor y mercader de libros establecido en Pamplona, estampó en 1692 el Tesoro Evangélico para los curas de almas de J. de Lezaun, y en 1693, esta vez en Puente la Reina, el Libro de las milagrosas vidas … San Saturnino y San Fermín de J. de Verdún.
La imprenta también se introdujo en los monasterios y órdenes religiosas. El aumento de los pleitos, actos administrativos y testimonios e informaciones de todo género, o quizás la necesidad de una prensa en la Universidad de Irache, favoreció el establecimiento de imprentas propias. Transcurre más de un siglo desde la aparición del primer libro en Navarra hasta la impresión en el monasterio de Fitero de la obra Exordia Sacri Ordinis Cisterciensis de F. de Ibero (1606). En la Universidad de Irache Matías Mares* estampó entre 1607 y 1609 cuatro obras. Por último, Diego de Zabala* imprimió en las prensas del monasterio de la Oliva Note litteralis in Regula S P N Bernardi Abbatis (1648). Entre los religiosos, los jesuitas, a finales del siglo XVI y principios del siguiente, imprimieron excelentes libros didácticos latinos para uso de sus alumnos, circunstancia que hizo mejorar la enseñanza que se impartía en Pamplona. En el convento de los dominicos de Pamplona, universidad desde 1630, se estamparon multitud de carteles de tesis, que defendían las doctrinas tomistas y refutaban las contrarias.
Del siglo XVIII, que en sus inicios siguió los pasos del anterior en cuanto a trabajos mediocres, no se conocen otras impresiones en Navarra que las efectuadas en la capital, a excepción de dos libros que publicaron en Viana: el Epítomo de la vida del V P Juan de Viana de M. de Lamiego, por el impresor José Joaquín Martínez* (1716), y el tomo quinto de los Anales de Navarra de F. de Alesón, por Francisco Picart* (1715). En Pamplona, Juan José Ezquerro* (1704-1729), primer tipógrafo de este apellido, ofició el cargo de “Impresor del Reino” en colaboración con Francisco Antonio de Neyra. De sus cuarenta obras, destaca el tercer tomo de los Anales del Reino de Navarra de J. Moret (1704). Francisco Picart* (1706-1750), establecido temporalmente en Viana en 1715, publicó cuarenta y tres libros en Pamplona, en el taller que regentaba en la calle de Curia. En el Real Convento de Nuestra Señora del Carmen de Pamplona se imprimieron varios libros entre 1712 y 1715. En la primera fecha vio la luz la obra Sermones Varios de J. Aranaz; en 1715, Theorema Sacra de F. Femat y J. Barrio, y otra obra de Boneta; por último, en 1757 se publicó Comentarios al Génesis de J. de la Cruz. José Joaquín Martínez* que trabajaba en Viana en 1717, comenzó sus actividades tipográficas en Pamplona en 1719; realizó un total de sesenta obras. Muerto en 1741, sus sucesores, se mantuvieron en la capital hasta 1770.
Entre 1719 y 1730, Alfonso Burguete* imprimió dieciséis obras, todas ellas de gran rareza, pero escasamente cuidadas. Le sucedió hasta 1751, su viuda que publicó un Catecismo de doctrina cristiana en vascuence. Pascual Ibáñez*, que se intitula mercader de libros e “Impresor del Reino”, realizó cuarenta impresiones de mediana calidad, entre 1735 y 1775; la tercera edición de los Anales del Reino de J. Moret se erige como la impresión de mayor calidad de entre las de su producción.
Gerónimo de Anchuela, tipógrafo y librero, publicó en 1736 una Novena del ínclito Mártir San Fermín. Estaba domiciliado en la calle San Agustín y se encuentran obras suyas hasta 1753, todas ellas de excelente factura, entre las que destaca Ordo Recitandi Divinum Officium Misasque de F. de Iráizoz (1753).
Pedro José Ezquerro, posiblemente hijo de Juan José, fue “Impresor del Real Consejo, de los Reales Tribunales y de las Reales Tablas”. Desde 1722 a 1755 se conocen de él sesenta y cuatro impresiones. Estaba domiciliado en la calle Pozo Blanco, y en 1742 en la Plaza del Consejo. A partir de 1756 su viuda se hizo cargo del taller.
Muy escasa fue la actividad de la imprenta de Francisco Tomás Revilla, pues sólo se conoce el tomo segundo de Cirugía de C. Musitano (1744) y la Respuesta a los papeles de Caza y Música y cualesquiera otros (1746). Poseía otros talleres abiertos en Madrid y Zaragoza. Esta misma carencia de trabajos se hace extensiva a Mauro Martí, al que se registran dos obras: la Consulta Política sobre Crisis Médica de J. de Zúñiga y el Juicio Apologético contra Opinión Médica sobre Pronósticos y Locura de I. Ordóñez (175). Miguel Antonio Domech* (1747-1763), impresor y mercader de libros, fundó la “Imprenta y Tipografía Latina” y publicó, entre otras obras, las Fábulas de Esopo y la Historias de España de Duchesme-Isla. Martín José de Rada* (1749-1772). Impresor del Santo Hospital de Pamplona realizó la impresión de cuarenta y siete obras, varias de ellas en vascuence. A partir de 1772 aparece este taller a nombre de su viuda, a la que más tarde sucederá su hijo José Francisco. Un poco antes, hacia 1757, Xavier de Gadea imprimió Vida y Purgatorio de S. Patricio. En la calle Curia primero y después en la de Calderería, tenía su oficina Juan Antonio Castilla*, librero e impresor, que a lo largo de sesenta años de actividad publicó cuarenta y nueve impresiones de buena factura, muchas de ellas en vascuence. José Miguel Ezquerro* (1758-1783), hijo de Pedro José, y como éste “Impresor de los Reales Tribunales, del Real Consejo y de las Reales Tablas”, realizó ochenta impresiones, en general de mediana calidad. En 1784, el taller pasó a manos de su viuda, con quien se extinguió la familia de impresores. José Longás* (1775-1792), impresor y librero, domiciliado en la calle Navarrería, y después en la del Carmen, publicó cuarenta y tres obras en solitario, y el Compendium Salmanticense de A. de San José (1791) en colaboración con Benito Cosculluela. En 1794 regentó la imprenta su viuda y su hijo Miguel Ignacio. Por su parte, Benito Cosculluela* (1775-1793), impresor y mercader de libros, imprimió cuarenta y ocho obras. Destacan los ocho tomos del Teatro Crítico Universal (1784-1785) y los cinco de las Cartas Eruditas (1786-1787), de B. Feijoo. En el convento de los Padres Dominicos de Pamplona se estamparon en 1776 las Ordenanzas de la Milicia Angélica, de la que se hizo otra edición el mismo año. Joaquín Domingo* “Impresor del Reino”, tuvo taller en la calle del Carmen, del que salieron desde 1777 a 1800 setenta obras. Son suyas las Obras de Fray Luis de Granada (1784).
En el siglo XIX las innovaciones técnicas, los cambios políticos, el establecimiento de la libertad de imprenta, la implantación de la enseñanza obligatoria en las escuelas y el desarrollo de las universidades favorecieron la apertura de múltiples talleres en Pamplona y reaparecieron y se afianzaron en otras poblaciones navarras, como Estella, Tafalla y, con mayor profusión, en Tudela. Un paréntesis lo constituyen los años de ocupación del territorio por las tropas francesas, durante los cuales la actividad tipo gráfica fue escasa. En la Imprenta de la División de Navarra, instalada circunstancialmente en Huarte y luego en Pamplona, se imprimieron en 1812 Operaciones militares de la División de Navarra, y en 1813-1814 el Manifiesto de Fernando VII en Valencia. De 1814 se encuentra una Instrucción provisional para las guerrillas, impresa en Puente la Reina en la Imprenta del Ejército de Andalucía. Por el contrario, fueron abundantes los bandos, órdenes y folletos pequeños de las autoridades de ocupación.
Muy amplio es el número es el número de talleres abiertos en Pamplona en el siglo XIX, alguno de ellos muy prestigioso. La familia de apellido Domingo* siguió trabajando hasta 1843. Paulino Longás* (1800-1840), hijo de José, estuvo prisionero en las cárceles reales por tener y vender libros prohibidos, ya que en España se había implantado el régimen absolutista de Fernando VII. Reanudó su trabajo en 1829. En la calle Mayor tuvo imprenta Francisco Erasun y Rada* (1820-1866), tipógrafo de obras limpias y correctas, entre las que destacan varias de Yanguas Miranda. Javier Gadea (1804-1829) realizó en su oficina de la calle Navarrería veinticuatro impresiones y un gran número de folletos y obras menores. Javier Goyeneche* (1828-1845) publicó con esmero y buenos tipos más de cuarenta obras. Le sucedieron su viuda y Nicasio Goyeneche*. Teodoro Ochoa* (1842-1859), escritor, impresor y librero, instalado en la Plaza del Castillo, imprimió la Crónica de los Reyes de Navarra de Carlos de Viana y el Diccionario geográfico e histórico de Navarra, del que fue autor. En 1858 nació la Imprenta Bescansa en la calle Mercaderes, 25. Imprimió obras ininterrumpidamente desde 1858 hasta 1944. Destacan: la Primera imprenta y Catálogo de obras editadas en Pamplona de J. Altadill (1884) y el Catecismo del P. Astete en lengua vasca (1895). En 1866 comenzó a trabajar la Imprenta Provincial bajo la dirección de F. Cadela. Dedicada preferentemente a las atenciones tipográficas de la Diputación Foral, tuvo su domicilio en la propia institución; se trasladó en el siglo XX a la calle Ansoleaga, 39. Desde 1869 estuvo regentada por V. Cantera, que imprimió varios trabajos, entre ellos Laureles y Siemprevivas (1893) y la Cuestión Foral de H. de Olóriz (1894). En 1895 se hizo cargo del taller J. Ezquerro y editó El Doctor Navarra Don Martín de Azpilicueta de M. Arigita. En Mercaderes, 20, se instaló a fines de siglo la Imprenta García, propiedad en un principio de Erice de Vidaurreta. Tras asociarse con Jesús García, sería este impresor en solitario en la calle Estafeta, 31. De este taller salió pronto una copiosa producción literaria, culminada con las Euskariana de Campión y las obras de Iturralde y Suit, Arigita, Pérez Goyena, etc. Se imprimieron además los diarios y revistas “La Verdad”, “El Tradicionalista”, “La Avalancha” y la “Vieja Navarra”. Tuvieron también imprenta en Pamplona José Imaz y Gadea*, Longas y Ripa*, Zenón Zaragoyena, los Azpilicueta*, Diario Aguirre, Saturio Bandrés, Pedro de Alejandría*, Francisco Ripalda, Joaquín Lorda, los hermanos Lizaso, Donato Cumia, Nemesio Aramburu y un largo etcétera.
Fuera de la capital también se realizaron trabajos de impresión. Tras la inactividad tipográfica de los siglos XVII y XVIII, reaparecieron las publicaciones en Tudela (1813) con la impresión de la obra Pamplona restaurada de Lorenzo Gomeza, por el impresor Pedro Conti*. A partir de este año se abrió de nuevo un paréntesis hasta 1849, fecha a partir de la cual se realizó impresiones sin interrupción en las imprentas de F. Errazu y Compañía, Diario de Avisos (1850-1890) y la Merindad (1851). Con el nombre de Imprenta Tudelana aparecieron impresos desde 1854, realizados por Antonio y Domingo Castilla* y por Santiago Benito. Años más tarde, estos impresores trabajaron en sus propios establecimientos. Julio Subirán (1887-1909) fue el continuador de la Imprenta Tudelana en la calle del Matadero. De Natalio Falces sólo se conoce una impresión en 1896. En Estella reaparecieron los trabajos tipográficos en 1848 en la oficina de Javier Zunzarren. Le sucedieron su viuda e hijo desde 1867. En 1874, la Imprenta Real, a cargo de Cristóbal Pérez, imprimió diversos cantares relacionados con la guerra carlista. De 1879 a 1883, Melchor Zunzarren, titular de la Imprenta Carlista, publicó veinte obras. En Tafalla funcionaban las imprentas de L. Marimon (1873) y la de Antonio Castilla, quizá el mismo tipógrafo que imprimió en Tudela, instalado en el Camino Real 8.
A principios del siglo XX, cuando Pamplona contaba con cerca de 30.000 habitantes, existían varias imprentas, de las que Bescansa, Provincial, García (Erice-García) y Aramburu poseían cierta categoría. Más tarde, a partir de los años cuarenta, nació, por exigencias del rápido crecimiento demográfico e industrial, un grupo nutrido de impresores, que fueron adaptando sus talleres a los tiempos modernos con nuevas maquinarias de imprimir e ilustrar. La linotipia apareció en Pamplona a principios de siglo, en el taller del periódico “Diario de Navarra”, y más tarde en los del “Pensamiento Navarro” y “La Voz de Navarra”, acompañada de la esterotipia, uno de sus auxiliares preparatorios para la impresión, necesaria para las “tejas”, fresadoras, etc. Contemporánea de la linotipia, funcionó otra máquina de composición mecánica que llamaban “de cesta” (tipograph), en la Imprenta Acción Social. Por su parte, el procedimiento grafico del fotograbado fue utilizado por primera vez en Pamplona por los periódicos “La Voz de Navarra” y “Diario de Navarra” de forma casi simultánea, hacia 1822. Los modernos sistemas de composición, grabado e impresión, tanto en hueco, off-set negro y color, etc. eran habituales en la década 1980.
Bibliografía
J. Altadill, Primera imprenta y catálogo de obras editadas en Pamplona (Pamplona, 1884). J.R. Castro, La imprenta, “Navarra TCP” (Pamplona, 1977), (2.ª ed.). Id, Autores e impresores tudelanos. Siglo XV-XX (Pamplona, 1963). J.A. Mosquera y C. Zubizarreta, Guión Manual de tipografía vasco-navarra (Pamplona, 1977) (2.ª ed.). A. Odriozola, Libros impresos en Estella en el siglo XVI, “”, I(1940). A. Pérez Goyena, Ensayo de bibliografía navarra desde la creación de la imprenta en Pamplona hasta el año 1910 (Pamplona, 1947-64). Varios autores, La Imprenta en Navarra (Pamplona, 1974). F. J. Zubiaur Carreño, Importancia del libro en Navarra. Su proyección. “Príncipe de Viana” (1981), 949-956.