EPIGRAFÍA
Ciencia cuyo objeto es conocer e interpretar las inscripciones. Cuando en 1946, B. Taracena y L. Vázquez de Parga recogieron el material epigráfico encontrado en suelo navarro, llegaron a reunir 64 inscripciones. Hoy, sólo las conservadas en el Museo de Navarra son ya más de 80. Si a éstas se añaden las perdidas y las conservadas en otros lugares, las inscripciones romanas de Navarra hoy conocidas pasan ampliamente del centenar. Las localidades en las que se concentran un mayor número son:
Gastiáin: constituyó seguramente un núcleo de población de cierta importancia, pero se desconoce a qué ciudad antigua correspondía. Allí, o en los alrededores, debía de funcionar un taller lapidario de buena técnica, cuya producción está caracterizada por una profusa decoración que consistía principalmente en pámpanos y racimos de uvas a modo de orla y diversos utensilios en torno a un motivo central: generalmente una rosácea inscrita o un círculo radiado. Decoración muy similar se encuentra en la zona alavesa limítrofe, especialmente en Luzcando, San Román de San Millán, Ibarguren, Narvaja y Contrasta. En esta última localidad hay por otra parte estelas decoradas de forma parecida a las de Larraona. Mucho más tosca y esquemática es la decoración con figuras humanas que aparecen en algunas estelas de lugares cercanos: Aguilar de Codés, Marañón, Zábal, con paralelos también en la región alavesa. De ahí puede rastrearse la existencia de otro taller en la zona, con técnica menos perfeccionada.
Andión, donde se situaba la capital de los Andelonenses: el lugar que correspondió a la antigua ciudad está bien localizado, aunque aún no totalmente excavado. Allí vivió seguramente en el siglo I una familia acomodada, la de L. Aemiluis Seranus, que dedicó lápidas a sus padres y a su esposa; dos de ellas se conservan en la pared de la Ermita (CIL II 2966, 2967=EN 2,3); otra, en la fachada de una casa particular (inédita): De especial interés es la placa de bronce dedicada a Apolo Augusto.
Santacara, donde debía estar situada la antigua Cara, capital de los Carenses, destaca especialmente por el número de miliarios. Ello se debe a que esta ciudad era punto de partida de una calzada, como documentan algunas de estas piedras miliarias. El personaje de más rango que se conoce de origen carense es Postumia Nepotiana sive Marcellina, que fue flaminica de la provincia tarraconense, y estaba casada también con un flamen, como es sabido por un epígrafe encontrado en Tarragona (CIL II 4242). Muestra de la relación entre andelonenses y carenses es la inscripción funeraria de la andelonense Sempronia, encontrada en Santacara, donde se la dedicó su marido (CIL II 2963).
En el término de Eslava, en el lugar que corresponde al actual despoblado de Santacrís, debía de existir una población romana, de nombre desconocido; así lo hace pensar el número relativo abundante de epígrafes que allí se encuentran. Uno de ellos (AE 1971 n.199=M.deNa. 67) está puesto a un dispensator publicus, tarea que se solía encomendar a esclavos a los que se quería distinguir: este se llamaba Atenión, y se encargaría seguramente de la administración del erario local. Algunas de las inscripciones de Eslava pueden fecharse en época tardía, lo que hace pensar en la pervivencia de esta desconocida ciudad hasta el Bajo Imperio. En esta zona y en la vecina Ujué se encuentran lápidas decoradas con cabeza de toro, con paralelos en zona aragonesa.
Es llamativa la abundancia de aras votivas, que se centran en torno a dos núcleos: Tierra Estella y las proximidades de Sangüesa. Junto a las divinidades romanas -Júpiter, Marte, las Ninfas- y las de origen oriental -Cibeles, el Sol-, hay otras indígenas: Losa, Salatse, Peremusta…; de Andión procede una inédita dedicada a la divinidad hasta ahora desconocida: Larra (?). Pero la más famosa inscripción votiva es la puesta en verso por un individuo llamado Flavus, probablemente magister de un collegium, a Júpiter Apenino, en Roma (AE 1951 n.281=EN 5=M.deNa. 18).
En Pamplona apenas se han conservado restos de inscripciones. Se encontraron en Arre los tres epígrafes más importantes de los hallados en territorio navarro (CIL II 2958, 2959 =EN 7,8,9), pertenecientes a la antigua Pompaelo. La primera noticia de ellos la dio P. Sandoval; luego los recogió J. Moret, que situó su hallazgo “cerca de Pamplona, por mayo de 1583, en una viña contigua a la Iglesia y Hospital de la Trinidad de Villava”. Ya estaban perdidas en 1946. Se trata de tres documentos oficiales en bronce, dos de ellos son pactos de hospitalidad. El primero hecho por la civitas Pampelonensis, en tiempo de Nerón (año 67 d. C.), es una renovación del compromiso de la ciudad con L. Pompeyo Primiano, que debía ser un cesaraugustano, porque estaba adscrito a la tribu Amense. El segundo pacto es a la vez un nombramiento de patrono; lo hace la respublica Pompelonensis con otro particular: P. Sempronio Taurino, de la también vecina ciudad de Damania, en el año 185. El tercero es una epístola dirigida por el legado jurídico de la Tarraconense Claudio Cuartino a los magistrados (duoviri) de Pamplona en tiempo de Adriano (año 119).
Carácter oficial tiene también una placa de bronce encontrada en Andión, dedicada a Apolo Augusto; la placa debía de cubrir la piedra de un altar y la dedicatoria, que denota ya una fusión de la religión tradicional romana con el culto imperial, está puesta por los ediles andelonenses. Estos magistrados, junto con los duoviri de Pamplona a los que se dirige Claudio Cuartino, son los únicos cargos locales mencionados por la epigrafía hasta ahora conocida en Navarra. Como se ve, son datos demasiado escasos para deducir de ellos cuál fue y en qué medida estuvo extendida la vida municipal en esta zona. La onomástica de los ediles de Andión no es estrictamente romana, por lo que cabe la duda de si esta ciudad llegó a ser municipio o si más bien adoptó formas asimiladas a las romanas sin tener un estatuto jurídico privilegiado. La única mención de tribu en ciudades de este territorio es la de Cn. Pompeyo Taurino, del que sabemos por una inscripción de Tarragona, en la que se dice que era Pompaelonensis, estaba adscrito a la tribu Galeria y llegó a ser flamen de la provincia Citerior (CIL II 4234). La adscripción de este pompelonense a la Galeria puede ser un indicio para determinar la época flavia. Seguramente lo era ya la ciudad cuando estableció su primer compromiso de hospitalidad con L. Pompeyo Primiano. La escasez de epígrafes pamplonenses impide conocer más a fondo cuál fue el papel de estos Pompeyos en la ciudad. Otro indicio de vida ciudadana es la presencia de un dispensador en Eslava. De Cascante, que tuvo, como sabemos por Plinio, derecho latino, no quedan restos epigráficos, pero consta pon las monedas, que gozaba, en tiempo de Tiberio, de estatuto municipal. En la onomástica de toda la región se observa la perviviencia de elementos indígenas junto a los romanos. Es el primer epígrafe de este género que se encuentra en Hispania, el fragmento de Castejón (AE 1982 n.591) que contiene un abecedario inciso en una pieza de barro, que estaba destinado seguramente a ser colgado en la pared de una escuela.
En cuanto a cronología, aparte de los miliarios, que son abundantes y abarcan desde Tiberio (año 32) a Licinio (años 308-324), no hay más epígrafes fechados en los bronces de Pamplona. Dos miliarios de Augusto, conservados en el Museo de Navarra (M.de Na 1 y 2), pero que proceden de las proximidades de Castiliscar, en zona aragonesa limítrofe con el territorio navarro, ofrecen la novedad de documentar la participación de dos legiones, la IV Macedónica y la VI, en la construcción de una calzada, que seguramente partía de Caesaraugusta hacia el Pirineo; con veteranos de estas dos legiones, junto con los de la X, se había fundado esta colonia. La ejecución de estos trabajos viarios corresponde seguramente a un proyecto más amplio desarrollado en toda la provincia Tarraconense; de este proyecto formaron parte las obras del puente de Martorell, ejecutadas por estas mismas legiones. De época tardía es el pilar, aún inédito, encontrado en Ronzandía, término de Gallipienzo, colindante con Eslava, que contiene el siguiente texto: Salva Rusticola / felex Oborius. Esta fórmula -salvo/felix- era usada como salutación a miembros de la familia imperial ya desde el siglo II, y se extendió en época medieval. Como la decoración del epígrafe de Eslava es de carácter funerario, se cree que aquí ya el adjetivo salvus no se refiere a la salud corporal, sino a la eterna. Esta puede ser, por tanto, la primera inscripción cristiana que conocemos de Navarra y puede fecharse en la segunda mitad del siglo IV.
Abreviaturas
EN: B. Taracena-L. Vázquez de Parga, P. de Viana XXIV, 1946; M. deNa: C. Castillo-J. Gómez Pantoja-Mª D. Mauleón, Inscripciones Romanas del Museo de Navarra, (Pamplona, 1981); CIL: Corpus Inscriptionum Latinarum, pub. por la Academia de Berlín, T.II y suppl. ed. Hübner 1869, 1892; AE: L´Année Epigraphique, publ. en París.
Bibliografía
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