ARQUEOLOGÍA
Prehistoria
En la investigación de la prehistoria navarra pueden marcarse tres etapas principales. La primera comienza hacia 1894, con incipientes descubrimientos, fruto de prospecciones de aficionados y eruditos locales más o menos vinculados a la Comisión de Monumentos de Navarra*. Estos primeros hallazgos consistieron en la identificación de varios dólmenes en la sierra de Aralar y hachas pulimentadas y de metal de procedencia diversa, recogidos en la obra póstuma de Juan Iturralde y Suit, La Prehistoria en Navarra. Entre 1913 y 1916 Florencio de Ansoleaga, de la citada Comisión, y Telesforo de Aranzadi, catedrático de Antropología, realizaron las primeras excavaciones científicas que se conocen en tierra navarra, centradas en Aralar, descubriendo nuevos monumentos. Paralelamente, José Miguel de Barandiarán que prospectaba en Guipúzcoa, identificó una nueva estación dolménica, la de Ataun-Borunda, con varios ejemplares en la vertiente navarra. De trascendental ha sido calificada la intervención de T. Aranzadi, J.M. Barandiarán y E. de Eguren, que en 1919 iniciaron la excavación metódica de dólmenes en las estaciones de Ataun-Borunda, Altzania y Urbasa.
En la década de los veinte y hasta 1932 continuaron T. Aranzadi y J.M. Barandiarán sus tareas de prospección y excavación descubriendo nuevos dólmenes en los sectores ya conocidos e identificando áreas dolménicas en zonas tan alejadas de los núcleos iniciales como los valles de Salazar, Aézcoa, Erro o Baztán, entre otras, y asimismo yacimientos en cuevas como Abauntz en Arraiz y en Zugarramurdi, cuya notificación tuvo lugar varios años después. No cesaron entre tanto las prospecciones de miembros de la Comisión de Monumentos, con el hallazgo en 1922 de dólmenes en Espinal, piezas sueltas en Bacaicoa y Urdiáin y yacimientos proto-históricos en la Ribera. También enriquecieron el conocimiento del pasado prehistórico de la región las actividades de diferentes especialistas, como el geólogo Paul Wernert, que comunicó a Hugo Obermaier la existencia de materiales de comienzos del Paleolítico en las terrazas del Ega, Luis Pericot, que incorporó a su síntesis sobre la Cultura Pirenaica los dólmenes navarros; y el espeleólogo francés Norbert Casteret, descubridor en 1930 de las primeras y hasta hoy únicas muestras de arte paleolítico navarro en la cueva de Alkerdi (Urdax).
Se inició una nueva etapa en 1940 con la fundación de la Institución Príncipe de Viana, que canalizó las investigaciones arqueológicas. A Cayetano Mergelina, catedrático de la Universidad de Valladolid, se le encomendó la redacción de una cartilla de divulgación arqueológica, a modo de cuestionario que fue ampliamente difundido con el fin de recabar información. En 1942 Blas Taracena*, director del Museo Arqueológico Nacional, se hizo cargo del Servicio de Excavaciones y asistido por un grupo de colaboradores, reanudó las prospecciones y excavaciones sistemáticas, centradas fundamentalmente en las áreas de menos hallazgos, la zona media y Ribera, con resultados muy positivos, sobre la Edad del Hierro y la época romana. Una de sus últimas tareas fue la prospección de tres dólmenes inéditos de Errazu. Desde 1952 se hizo cargo de dicho Servicio el catedrático Juan Maluquer de Motes. En algo más de quince años de trabajos ininterrumpidos evaluó muchos de los descubrimientos de prospectores y nacientes grupos locales; descubrió y excavó nuevos yacimientos (en Navascués, Bigüézal, Artajona); volvió sobre otros ya conocidos (Berroberría en Urdax); y con la publicación rigurosa de sus trabajos logró sobre todo un eco incluso internacional para la arqueología navarra. Con el patrocinio de la Institución Príncipe de Viana organizó en Pamplona el Primer Symposium de Prehistoria Peninsular en 1959, y el Cuarto en 1965, dedicado éste a la Prehistoria y Etnología Vascas, en conmemoración del 25 aniversario de dicha Institución.
Otro gran acierto fue la edición de la serie “Excavaciones en Navarra” que desde 1947 recogió los resultados de estas labores. La prospección de monumentos megalíticos prosiguió por parte de montañeros vinculados en su mayor parte a la Sociedad de Ciencias Naturales Aranzadi de San Sebastián. J. Elósegui, F. Ripa, J.M. Sansinenea, E. Mauleón y T. López Sellés son figuras destacadas en esta meritoria tarea, sin olvidar la casi ininterrumpida actividad de J.M. Barandiarán, que fue incluyendo en sus síntesis sobre prehistoria vasca los cada vez más numerosos hallazgos navarros. La aportación de otros estudiosos (N. Ruiz de Gaona, A. Marcos, M. Llongueras, L. Monreal y J. M. Merino) permitió conocer entre 1958 y 1965 nuevas manifestaciones arqueológicas. Las actividades de Enrique Vallespí, profesor del Seminario de Arqueología de la Universidad de Navarra desde 1970, entrañaron un nuevo impulso que salvó del olvido viejas colecciones de prospectores locales y atrajo a la investigación prehistórica a una nueva generación de universitarios.
Se inició hacia 1974, la tercera de las etapas señaladas, caracterizada por la cooperación. La reorganización del Servicio de Excavaciones de la Institución Príncipe de Viana y la creación de una Comisión de Excavaciones Arqueológicas dirigida por M.ª Ángeles Mezquíriz e integrada por miembros de diferentes Universidades y centros locales, supuso una conjunción de esfuerzos en las tareas investigadoras. Sin mengua de los trabajos de catalogación, inventario y prospección, se dio prioridad a la excavación de yacimientos estratificados con objeto de obtener, junto a la reconstrucción de los modos de vida, las secuencias cronológicas y culturales aplicando para ello las más modernas técnicas. La creación (1979) de una nueva serie de publicaciones, “Trabajos de Arqueología Navarra”, refleja estas renovadas orientaciones.
Bibliografía
I. Barandiarán y E. Vallespí, Prehistoria de Navarra, 2ª edición, Pamplona. 1984 (1ª edición, 1980).
Protohistoria
Los primeros trabajos se deben a la acertada e infatigable labor de Blas Taracena y su próximo colaborador Luis Vázquez de Parga y otros estudiosos, a quienes cabe considerar pioneros de estos estudios en la década de los cuarenta. Con anterioridad algunas referencias bibliográficas habían detectado ciertos hallazgos arqueológicos. Cabe recordar a este efecto la noticia de P. Bosch-Gimpera (1921) sobre un lote de hierros procedente de Echauri; el artículo de J. Etayo sobre Arguedas (1926), y el estudio de F. Escalada sobre Javier y sus entornos (1943). Pero la adecuada valoración de estos y los sucesivos hallazgos correspondió al citado B. Taracena con su equipo, definiendo los primeros poblados de carácter estable, su estructura, sus viviendas, el utillaje y otros aspectos. Se excavó así el Castejón de Arguedas (1942); fueron localizados (1943) cuatro poblados en el término de Echauri; y se realizaron diversas excavaciones en El Castellar de Javier, La Peña del Saco, en Fitero, y el Cerro de la Cruz, en Cortes (1947). Los resultados de todas estas campañas aparecieron puntualmente en la revista “Príncipe de Viana”.
Maluquer de Motes continuó desde 1952 estos trabajos, ampliando considerablemente el caudal de conocimientos. Efectuó varias campañas de excavación en el poblado de Cortes (1952-53 y 1955); estudió las necrópolis de la Torraza, de Valtierra (1952), y la Atalaya, de Cortes (1955); excavó la Peña del Saco (1962) que ya había sido objeto de atención por parte de Jorge Navascués (1961); exhumó el poblado de Dorre, Artajona, cuya valoración quedó pendiente de publicación. Aparte de las memorias sobre tales excavaciones, que fue dando a conocer en la revista “Príncipe de Viana” y en valiosas monografías, J. Maluquer integró los resultados obtenidos en sus contextos peninsular y continental coetáneos. Se añadieron pronto las aportaciones del Seminario de Arqueología de la Universidad de Navarra, impulsadas por Alejandro Marcos Pous desde 1957, con la colaboración luego de Rafael García Serrano y la actividad de Enrique Vallespí (1970-1976); la nueva generación, con A. Castiella y Mª. A. Beguiristáin, se integró ya en la Comisión de Excavaciones Arqueológicas (1974), presidida por Mª. A. Mezquíriz. A. Marcos Pous consideró fundamental la recopilación sistemática de los datos y conocimientos existentes y el reconocimiento de los yacimientos localizados. A estos se fueron añadiendo otros nuevos, que iban a permitir completar el mapa del poblamiento. Los resultados de este programa fueron recogidos por A. Castiella en su estudio sobre La Edad del Hierro en Navarra y Rioja (1975), síntesis amplia sobre el período, con análisis de 38 yacimientos, entre poblados excavados o no y necrópolis, y el estudio de sus diversos materiales, especialmente ricos en cerámicas, cuyas tablas tipológicas iban a servir de pauta esencial para los hallazgos posteriores.
Épocas romana e hispano-visigoda
Para la época romana pueden distinguirse varias etapas: La primera, con los trabajos anteriores a 1936, impulsados por la Comisión de Monumentos de Navarra. La segunda, posterior a la guerra civil, corresponde a la decisiva intervención de B. Taracena y L. Vázquez de Parga en la puesta en marcha del Servicio de Excavaciones de Navarra. En la tercera, la inauguración del Museo de Navarra abre desde 1956 un período de intensa investigación sobre la romanización del territorio. Hasta el siglo pasado los horizontes abiertos a la investigación de las huellas arqueológicas romanas se reducían a las noticias de ruinas recogidas por P. Sandoval y J. Moret, los vestigios superficiales de la zona central y sur de la provincia, los hallazgos de Pamplona recogidos en el Museo Artístico-Arqueológico situado en la Cámara de Comptos, y el acopio de objetos dispersos hecho por F. Escalada en el Castillo de Javier. En 1856 se descubrieron los mosaicos con decoración de murallas e hipocausto, en la calle de la Curia, y en fecha algo posterior, el de Teseo y el Minotauro, de los cuales dieron noticia F. Fita y J. Iturralde y Suit. También se dieron a conocer los hallazgos de las inscripciones en piedra de Pamplona y las de Arre, en placas de bronce, recogidos por Ceán Bermúdez en su Sumario de Antigüedades.
Por otra parte, J. Iturralde y Suit publicó la recuperación de esculturas de bronce en Pamplona. Alguna corta exploración de J. Altadill en la zona de Sangüesa y otra de J. Etayo en Arguedas pueden contarse como los primeros trabajos de excavación metódica. En 1926, el “Boletín” de la Comisión de Monumentos de Navarra publicó un artículo de J. Etayo que, con la ayuda de Montoro Sagasti, reprodujo los objetos más interesantes recogidos en superficie; planteaba además la necesidad de una verdadera excavación arqueológica. J. Altadill publicó en 1928 su trabajo De re geographico-Histórica: Vías y vestigios romanos en Navarra, lleno de interesantes noticias, aunque algunas no pueden ser hoy aceptadas. En sus largos años de residencia en el Castillo de Javier, F. Escalada realizó una búsqueda infatigable de huellas históricas por aquellos contornos, localizando restos de un poblado romano en El Cuadrón y una inscripción funeraria en un camino cercano, así como restos de capiteles corintios y un osculatorio en el Castillo. Localizó también multitud de restos en la comarca, especialmente en la zona de Santacris de Eslava y Los Casquilletes de San Juan, de Gallipienzo. Sobre los restos de Gallipienzo dio primera noticia Juan Castrillo, siendo posteriormente publicados por F. Escalada (La arqueología en la villa de Javier). Se plantean en la década de los 40 las primeras tareas metódicas, encomendadas al Seminario de Arte y Arqueología de la Universidad de Valladolid, bajo la dirección de Cayetano de Margelina, autor de una cartilla de divulgación arqueológica. Consecuencia de esta colaboración fue la excavación de Rivera Mitnescau, director del Museo Arqueológico de Valladolid, en Andión, campaña que no sería publicada. Poco después se estructuró adecuadamente un Servicio de Excavaciones, encartado en 1942 a Blas Taracena, director del Museo Arqueológico Nacional de Madrid, quien con Luis Vázquez de Parga y Octavio Gil Farrés realizó, hasta su fallecimiento en 1951, una importante labor de excavaciones y prospecciones sistemáticas, puntualmente publicadas en la revista “Príncipe de Viana”. Como fruto de estas tareas de campo, se reunió un nutrido fondo de materiales para un futuro Museo de Navarra. Uno de los primeros trabajos de B. Taracena fue la exploración del Castejón de Arguedas, yacimiento sobre el cual había llamado la atención J. Etayo, descubriendo un asentamiento de la Edad del Hierro, con estrato final de romanización, cuyos resultados fueron publicados en 1943. Siguiendo las notas de F. Escalada, abordó la excavación de Los Casquilletes de San Juan de Gallipienzo, donde probablemente existió un monumento funerario en forma de templo, revestido de grandes sillares decorados con hojas y racimos de uvas. En 1942 efectuó unas zanjas de comprobación en el lugar de hallazgo del mosaico de las Musas, en término de Arellano, dato ya recogido por Ansoleaga, Mélida, Fita y Altadill. Sin embargo, las excavaciones romanas más importantes de estos años fueron las de las “villas” de Liédena, publicada parcialmente por el mismo B. Taracena y la del Soto del Ramalete (Tudela), de la que dio a conocer la memoria de excavación y los ricos pavimentos de mosaico encontrados. Finalmente, dentro de la arqueología romana, realizó una campaña de excavación en Andelos (1942-1943), que no llegó a publicarse. B. Taracena y L. Vázquez de Parga realizaron además una puesta al día de todos los descubrimientos en sus trabajos sobre Romanización y epigrafía romana en Navarra, “Excavaciones en Navarra”, I, 1947. A este periodo corresponde también el estudio de A. García Bellido sobre la estela romana de Pamplona. En 1952 se hizo cargo de la dirección del Servicio de Excavaciones el Profesor J. Maluquer de Motes, entonces catedrático de la Universidad de Salamanca. Poco después se integraba en las tareas M.A. Mezquíriz, que inventarió y preparó los materiales para la instalación del Museo de Navarra. Paralelamente, se ocupó de estudiar los objetos y mosaicos hallados en la villa de Liédena, que la prematura muerte de B. Taracena había dejado sin publicar.
En 1956, tuvo lugar un importante acontecimiento institucional: la inauguración del Museo de Navarra que será sede desde entonces del Servicio de Excavaciones. Mª. A. Mezquíriz fue nombrara directora (1957) del centro. Sus trabajos de investigación sobre la romanización han tenido tres campos principales de acción: las ciudades, las villas rústicas y las obras públicas. Dentro de las primeras se han llevado a cabo excavaciones en Pompaelo, con seis campañas, desde la primera en 1956 a la última en 1983. El resultado han sido dos tomos: Pompaelo I (1958) y Pompaelo II(1978), así como diversos artículos, destacando los hallazgos más recientes de la muralla romana en la excavación del claustro de la catedral. Otra ciudad romana objeto de investigación sistemática ha sido la antigua Cara (Santacara), con ocho campañas de excavación entre 1974 y 1984; algunos de los materiales han sido ya publicados, estando en preparación un estudio de conjunto. También ha sido estudiada parcialmente la antigua Cascantum, situada en su mayor parte bajo el actual pueblo de Cascante; en 1970 se realizó una excavación de urgencia, publicada seguidamente. Hay que destacar la investigación llevada a cabo en Andelos, desde 1980 a 1984. De esta ciudad han sido publicados los materiales del Museo procedentes de las excavaciones de B. Taracena.
En cuanto al poblamiento rural las excavaciones dirigidas por Mª. A. Mezquíriz se han dedicado a los yacimientos de Corella (1955), Villafranca (1970) y Falces, donde se han localizado dos villas, una en San Esteban, excavada en su totalidad entre 1969 y 1978, y la segunda en Los Villares, cuya investigación se halla en sus comienzos (campañas de 1982-1983). Sobre las obras públicas romanas, Mª. A. Mezquíriz publicó (1971) los hallazgos casuales y primeras prospecciones de la explotación minera de Lanz. Por otra parte realizó la excavación del acueducto romano de Lodosa-Alcanadre (1977-1978), descubriéndose restos de la posible presa y grandes tramos de la canalización, que termina en la antigua Calagurris. Los resultados fueron publicados en “Trabajos de Arqueología Navarra”.
La obra pública romana más importante descubierta hasta ahora es el abastecimiento de agua de Andelos, al que se han dedicado cinco campañas (1980 a 1984); recientemente se ha publicado un avance de los resultados. Paralelamente a todos estos trabajos reseñados, J. Navascués, entonces subdirector del Museo de Navarra, realizó en 1960 y 1961 dos campañas de excavación en los yacimientos romanos de Castejón y Funes; la primera no fue publicada y de la segunda se publicó una breve noticia del hallazgo de una bodega romana. Actualmente se encuentra en período de investigación un estudio de conjunto de la zona minera de Lanz, realizado por M. Unzu y M.I. Tabar. Han aportado otros datos de interés A. Monreal, en su carta arqueológica del señorío de Learza, y J.C. Labeaga en la de Viana, donde se recogen y localizan abundantes materiales romanos. Merece destacarse el estudio de C. Castillo, J. Gómez Pantoja y M.D. Mauleón sobre las inscripciones romanas del Museo de Navarra. Cabe señalar además en este campo el estudio de F. Marco Simón sobre la decoración de las estelas funerarias romanas, así como el de A. García y Bellido sobre una inscripción en Eslava, y el de A. Marcos Pous sobre la estela de Lerga, J.M. Blázquez y Mª. A. Mezquíriz han publicado la colección de mosaicos romanos hallados en Navarra. Entre las tipologías de cerámica romana merece destacar la de la cerámica pigmentada estudiada por M. Unzu. Los hallazgos de la época visigoda son escasos. Los primeros se deben a F. Ansoleaga (1895), que puso al descubierto una necrópolis en el término de Argaray, en Pamplona; sus materiales fueron revisados y publicados (1965) por Mª. A. Mezquíriz. También las excavaciones de Pompaelo han aportado algunos restos de esta época. En 1970 ingresó en el Museo de Navarra un broche de cinturón procedente de Arróniz.
Bibliografía
El diario “La Avalancha” reprodujo (núm. de 24.3.1857) el acta del hallazgo de 1856. J. Altadill, De re geographico-histórica: Vías y vestigios romanos en Navarra, “Homenaje a D. Carmelo de Echegaray”, San Sebastián, 1928, p. 465-556. F. Ansoleaga, Monumentos romanos de Arróniz, “Boletín de la Real Academia de la Historia”, 62, 1912, p. 384-386: El cementerio franco de Pamplona, “Boletín de la Comisión de Monumentos de Navarra”, 1916, p. l, 71. 131. J.M. Blázquez, M.A. Mezquíriz, Mosaicos Romanos: Navarra, “Corpus de Mosaicos de España”, 7, Madrid, 1985. C. Castillo, J. Gómez Pantoja, F. Mauleón, Inscripciones romanas del Museo de Navarra, Pamplona, 1981, J. Castrillo, Hallazgo histórico. Piedra Miliaria, Fragmento de otras piedras, “Boletín Comisión Monumentos de Navarra”, 8, 1917, pgs. 38. M. Ceán Bermúdez, Sumario de antigüedades romanas que hay en España, Madrid, 1832. F. 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Labeaga, Carta Arqueológica de Viana (Navarra) , Pamplona, 1976. J. R. Mélida, F. Fita, El mosaico romano de Arróniz, “B.R.A.H.”, 64, 1914, p. 83-92. M.A. Mezquíriz, Sigillata Hispánica de Liédena, “Príncipe de Viana”, 14, 1953, p. 271-307; Estudios de los materiales hallados en la villa roncona de Liédena, “Príncipe de Viana”, 15, 1954, p. 29-54; La excavación de Pamplona y su aportación a la cerámica en el norte de España, “Archivo Español de Arqueología”, 30, 1957, p. 108-111: La excavación estratigráfica de Pompaelo I. 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Edad Media
Los trabajos arqueológicos referidos a época medieval han tomado gran auge en las últimas décadas intensificándose los estudios tanto en España como en Europa Occidental. Dentro de la provincia de Navarra estos estudios son relativamente escasos y recientes, ya que como viene siendo frecuente en general, la atención se centra para esta época en los archivos y en los objetos y monumentos cuyo análisis es propio de la historia del arte; a pesar de ello existen diversos trabajos sobre este tema, realizados en las últimas décadas, remontándose incluso alguno de ellos a principios de siglo, como los realizados en la necrópolis visigoda de Pamplona (1895), por F. Ansoleaga y J. Iturralde y Suit cuyos materiales fueron revisados más tarde por Mª. A. Mezquíriz. También conviene tener en cuenta algunos trabajos cuyo fin no era propiamente el estudio de restos arqueológicos de la Edad Media, pero al encontrarse estratos de este momento se les prestó la debida atención. Se pueden citar así las excavaciones de F. Iñiguez en el Monasterio de Leyre, con el descubrimiento de la planta de la iglesia primitiva, o las realizadas en el área urbana de Pompaelo, en diversos años, donde se encontró un estrato medieval datado en el siglo XIV.
Entre excavaciones aisladas motivadas principalmente por hallazgos cuya exploración requería cierta urgencia, cabe señalar los trabajos realizados en Tudela en 1953 y 1980, en Castejón, en la muralla medieval de Tafalla, en la que se descubrió un vertedero de alfar bajomedieval, en la necrópolis y despoblado de Gomacín (Puente la Reina), y las realizadas en el interior de las iglesias de Leoz y Huarte Araquil.
Otro de los trabajos que destacan por su interés, son los realizados en la cueva de Jentilen-Sukaldea y en el yacimiento de Jentilen Laihoa, ambos de Urdiáin, en los que se abordó por diversos especialistas el estudio geográfico, etnográfico, arqueológico y de restos óseos. Destacan también algunos estudios realizados en varios lugares sobre materiales o estructuras de superficie de clara cronología medieval, tales como los de Viana, Señorío de Learza, recinto amurallado de Olite y diversos hallazgos de la zona de la Ribera.
Entre 1980 y 1986, C. Jusué Simonena, abordó un amplio estudio sobre un espacio geográfico concreto con el fin de verificar un análisis dinámico de las pautas formadoras del poblamiento en el marco del actual Valle de Urraúl Bajo, ya que las noticias documentales disponibles y la abundancia de despoblados medievales, permitieron analizar una región de forma global interrelacionando los asentamientos entre sí y con el medio ambiente en que se hallan inmersos. El estudio, comenzado a impulsos del Departamento de Historia Medieval de la Universidad de Navarra, pasó a formar parte de las tareas promovidas por la Comisión de Excavaciones Arqueológicas de la Institución Príncipe de Viana, desarrollándose campañas de excavación en los despoblados de Aizpe* (1975, 1983, 1984), Apardués* (1980, 1981), Arguíroz* 1984}, Ascoz*(1981, 1982), Muru* 1984 y Puyo* (1982, 1983, 1984).
Los resultados del trabajo, fueron publicados por C. Jusué con el título Poblamiento rural de Navarra en la Edad Media. Bases arqueológicas. Las excavaciones se continuaron en interesantes conjuntos de época medieval tales como el desolado de Rada* (1984 a 1989), Señorío de Baigorri* (1986 a 1989) la parte medieval de la ciudad romana de Andelos*, así como el castillo de Tiebas.
Bibliografía
M. de Brouard, M. Riu, Manual de Arqueología medieval, de la prospección a la historia, Barcelona, 1977. J. Montorio Sagasti, Restos cerámicos de los siglos XII y XIV en el castillo de Tudela, “Príncipe de Viana”, 8, 1958, p. 823-827. L. Silvan, Cerámica navarra, San Sebastián, 1973. M.A. Mezquíriz de Catalán, Cerámica medieval hallada en la excavación estratigráfica de la Catedral de Pamplona, “Homenaje a D.J. Mª. Lacarra”, 3, Zaragoza 1977, p. 75-89. C. Jusué Simonena, Hallazgo de cerámica medieval en la ciudad de Tafalla, “II Coloquio internacional de cerámica medieval en el Mediterráneo Occidental”, Toledo, 1981; Arqueología medieval en la provincia de Navarra (estado actual de las investigaciones) , “XVII Congreso Nacional de Arqueología”, Logroño, 1983; Asentamientos altomedievales en la Cuenca de Lumbier-Aoiz, “Primer coloquio sobre distribución y relaciones entre los asentamientos”, 5, Teruel 1984, p. 147-156; Poblamiento rural de Navarra en la Edad Media. Bases arqueológicas, Pamplona, 1988.