Gran Enciclopedia de Navarra

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COMERCIO

Historia

La tendencia al autoabastecimiento, es decir, a producir todo lo necesario para la vida, era una aspiración hondamente arraigada en las familias y las comunidades navarras del Antiguo Régimen. Esta aspiración, que condicionaba en gran medida la organización de la economía campesina (Agricultura*), limitaba forzosamente los intercambios comerciales dentro del reino al mínimo imprescindible. Era un comercio intermitente, canalizado principalmente en los mercados y ferias, con una reducida variedad en los productos que se negociaban y un escaso volumen de contratación. En esto Navarra no contradecía la tónica general de la economía española y europea, lo mismo que tampoco en los dos principales componentes del comercio interior.

En primer lugar, los intercambios entre la montaña y el llano -acentuados en este caso por la proximidad y el contraste existentes entre Montaña y Ribera- con las características generales en el mundo mediterráneo: granos y vino a cambio de ganado y productos forestales. En segundo lugar, el comercio habitual entre el campo y la ciudad: productos alimenticios y materias primas a cambio de manufacturas y servicios. Aunque las fuentes son escasas y se carece de los estudios suficientes, existen indicios significativos de un progresivo abandono de prácticas autárquicas y un incremento de los intercambios a finales del siglo XVIII. Una mayor especialización agrícola y la mejora de las comunicaciones serían la base de un tímido incremento comercial, al que responde la densificación de la red de ferias y mercados (Ferias y mercados*) y la multiplicación de las tiendas permanentes ya en el siglo XIX.

Dos relaciones de los “comerciantes y mercaderes” del reino, de 1677 y 1681, hacían una estimación de su capital y actividad y, pese a sus deficiencias, reflejan algunos rasgos fundamentales del comercio interior de Navarra.

Como era de esperar, el mayor número de mercaderes y casi todo el capital comercial se concentraba en las mayores ciudades: Pamplona, Estella, Tafalla, Tudela, Corella y Sangüesa, por este orden. Entre los mercaderes, sus tipos eran muy diferentes. En la cúspide, unos pocos “hombres de negocios” monopolizaban el gran comercio, eran acaparadores de granos, almacenistas de vinos y, principalmente, comerciantes en paños y ultramarinos. Por debajo se encontraba el grupo de los tenderos, bien pequeños artesanos-comerciantes, bien revendedores al por menor de productos de importación, como Miguel de Lodio y Agustín de Leiza, vecinos de Arguedas, que trabajaban “en mercaderías de paños, rasillas y todo lo demás que los mercaderes del reyno tratan de mercaderías de Francia”. No debe, por último, olvidarse la existencia de “buhoneros que no tienen asiento fixo”, que llevaban el comercio hasta los lugares más recónditos.

Aunque con características comerciales diferentes, se daban los abastos como una modalidad importante del comercio interior. Asegurar el abastecimiento de los productos básicos de consumo a unos precios moderados constituía una de las primeras obligaciones de los gobiernos locales, que sujetaban a estrecho control la venta de pan cocido, vino, aceite, carne, sal, etc. El municipio sacaba a subasta los servicios de panadería, taberna, carnicería, etc. y fijaba las condiciones de venta (calidad, precios, horarios); a cambio, otorgaban diversas facilidades a los arrendatarios, que gozaban de un casi monopolio en la venta de tales productos.

Por su volumen y, principalmente, por su importancia en la alimentación humana y animal, los cereales ocuparon siempre un lugar preeminente en las transacciones comerciales interiores. Las autoridades locales y comarcales, a través de distintos mecanismos, intervenían el mercado en defensa de los más pobres y para evitar abusos y especulaciones. Pero, con todo, la irregularidad de la oferta, que dependía estrechamente de las incidencias climáticas y las desigualdades de fortuna, creaban condiciones muy favorables para la especulación.

Acumular y reservar granos para revenderlos a los precios más altos, que eran los de primavera o en los años de cosecha escasa, eran práctica común. Por ello se adoptaron medidas que impedían la acumulación (en 1530 se prohibió comprar parar revender) o desvirtuasen sus efectos. Tenía la obligación de mantener en “cámaras abiertas” todo el grano que se obtuviese por pagos de deudas o arrendamientos de diezmos, es decir, que no fuera de la propia cosecha. Cualquier vecino tenía derecho a comprar en estas “cámaras abiertas”, pagando al precio corriente del mercado, sin que el propietario pudiera oponerse.

Un medio más eficaz de intervención consistía en fijar los precios máximos de venta. La utilidad de tales “tasas” de precios fue muy discutida por los efectos secundarios que ocasionaba, y detrás se advierten los intereses contradictorios de compradores y vendedores. Durante los siglos XVI-XVII se sucedieron períodos de tasa y de libre precio, mientras que la libertad se fue afianzando como lo normal durante el XVIII. Las drásticas fluctuaciones de los precios de los granos se podían paliar también creando grandes depósitos que sirvieran de reserva para los meses de escasez o los años malos. Los “vínculos” o depósitos* y las “arcas de misericordia” tenían esta función.

El ganado mayor y menor era mercancía principal en muchas de las ferias navarras. Los labradores del Somontano y de la Ribera acudían para comprar el ganado de labor -mulas y bueyes principalmente- que se habían criado en los pastos montañeses, o que éstos importaban de Francia y el País Vasco. También se vendían abundantes gorrines y cerdos, criados y engordados en los robledales de la Montaña. La legislación de las Cortes navarras tendió a defender los intereses de la agricultura, sobre todo en el siglo XVII, tasando los precios máximos de venta de los animales de trabajo (1621 a 1678), o poniendo trabas a reventas especulativas, aunque, por lo que parece, sin gran éxito.

Por último, el vino y la uva tampoco gozaban de plena libertad de comercialización interior. Muchos pueblos, y Pamplona en primer lugar, tenían privilegios o costumbres que respaldaban su derecho a regular la venta de caldos forasteros, aunque fuesen navarros. Ello daba lugar a verdaderos monopolios en beneficio de unos pocos cosecheros y a costa de los vecinos consumidores.

Durante el siglo XIX, tendió a mantenerse en principio un sistema económico en el que la producción de los propios bienes que cubrían las necesidades del productor (o de la unidad productora básica: la familia) seguía constituyendo una parte fundamental; de manera que sólo se vendían los excedentes y los frutos de una industria artesana, estrechamente vinculada al respectivo mercado local.

No se conoce en absoluto el proceso por el que los mercados locales fueron dando lugar a un mercado propiamente regional. Los sondeos que se han podido hacer sobre la situación de los años medianeros del XIX inducen a pensar que la actividad mercantil estricta era todavía muy escasa; no es extraño encontrar, en la prensa de la época, que tal o cual establecimiento anuncia expresamente la llegada de un determinado producto, como si estuviera dirigiéndose a una sociedad en la que la adquisición de bienes fuera algo relativamente ocasional.

Por lo mismo, la compraventa continuó realizándose en buena medida durante todo el siglo y el primer tercio del XX (prácticamente hasta la guerra civil, aunque la evolución fue distinta en una u otra comarca) en las ferias y en los mercados que existían de siglos anteriores y en los que se crearon después, algunos de ellos inmediatamente después de que terminase la primera guerra carlista.

Durante la segunda mitad del ochocientos las cosas evolucionaron no obstante y Pamplona y las otras pequeñas ciudades de la región empezaron a abundar en establecimientos especializados y en almacenes, que anunciaban el predominio de otros tipos de venta.

Comienzan a ensayarse las formas de venta al detalle que caracterizarán al siglo XX, entre las que puede ser buena muestra la “Casa de Saldos” de Narciso Inda e Iráizoz* (que la rigió hasta su muerte en 1931) o la tienda de artículos textiles que Eustaquio Olaso* (Casa Olaso) sacó adelante durante las primeras décadas del siglo XX.

En los otros núcleos urbanos de la región, fue ocurriendo lo mismo, a su escala. Por ejemplo, en 1880, había en Estella “un gran número de ferreterías y quincallerías, 46 cosecheros de vinos, 7 almacenistas de granos y legumbres […] 4 tratantes en curtidos, gran número de tiendas de tejidos, almacenes de paños”, amén de 18 confiteros.

Bibliografía

A. Floristán Imízcoz, Comercio de granos (siglos XVI-XIX), Pamplona, 1982.

Geografía Económica

Navarra ocupaba (1983) el puesto número 20 en el “ranking” provincial del comercio minorista y mayorista, con un porcentaje mayorista del 1,5%, muy alejado de las provincias que ocupan la cúspide de la jerarquía (Barcelona y Madrid, con el 12,0 y 11,3% respectivamente) y más cercano de las que se hallan al final (Soria con un 0,2%, y Ávila y Segovia con un 0,4%). Si se atiende a la relación entre el número de licencias minoristas de materias primas agrícolas y alimenticias (que es el grupo de actividad más importante en el conjunto nacional, pero el que ejerce menos atracción), la región ocupa, junto con Huelva, un primer puesto en la gradación, lo que en cierta manera muestra el escaso desarrollo de las ramas más cualificadas. Así, en los otros siete restantes sectores (textil y calzado; artículos de madera, papel y artes gráficas; productos químicos y combustibles; cristal y vidrio, loza y porcelana, construcción; maquinaria, minerales y transformados metálicos; maquinaria y material de transporte) se encuentra por debajo de la media nacional, excepto en venta ambulante, donde el porcentaje equivale a la media. De acuerdo con estas cifras, resulta que la posición navarra es semejante a la de las provincias subdesarrolladas (salvo las que incluyen una metrópoli regional). Otro tipo de indicador permite corregir ese primer resultado del análisis. Así, el porcentaje de licencias de comercio mayorista y minorista por 1.000 habitantes es uno de los más elevados (21,8 frente a una media nacional de 19,1), muestra del alto grado de fragmentación existente. En los sectores no alimenticios, el porcentaje de licencias por cada 1.000 habitantes se aproxima a la media nacional (textil y cristal, construcción, etc.), la iguala (productos químicos, drogas, pinturas, etc.), o la supera (artículos de madera, papel y artes gráficas, así como maquinaria y material de transporte).

Estos porcentajes son fiel reflejo de una región poco habitada, y que por ello no ha diversificado como otras provincias con mayor potencial de población y parecidos niveles de desarrollo, su oferta comercial. Con todo, la estructura comercial contiene los elementos propios de una sociedad moderna y tecnificada. Así, Navarra cuenta con un gran centro de distribución del comercio mayorista alimenticio, MERCAIRUÑA, creado en 1977; ocupa una superficie de 11.072 m2 en la periferia de Pamplona. El número de autoservicios se elevaba (1983) a 94 (superficie de venta entre 40 y 120 m2), el de superservicios a 29 (120 a 400 m2) y el de supermercados a 12 (400 a 2.500 m2), habiendo sido Navarra pionera en España de la creación de autoservicios, localizados en una proporción muy elevada, al igual que los restantes tipos de establecimientos, en Pamplona y su Área metropolitana. La presencia de cadenas de distribución nacionales e internacionales es muy diversa, representada (1983) por once asociaciones en el ramo alimenticio, catorce en el textil y tres en el de calzado. Las cooperativas de consumo (doce) y los economatos (cinco) son reflejo de la influencia de la industrialización. Todos ellos son indicativos de las tendencias seguidas en las últimas décadas hacia un mayor volumen de superficie y empleo, en detrimento del pequeño comercio tradicional que sufre la competencia de las nuevas instalaciones, de mayor tamaño, mejor dotadas, y localizadas en sectores urbanos de fácil accesibilidad. La reacción de los focos tradicionales de asentamiento comercial, los Cascos Viejos, ha consistido en crear Asociaciones de Comerciantes que velan por la mejora ambiental y la defensa de sus intereses (Pamplona, Tudela y Estella).

Como resultado de los procesos de redistribución de la población, con los consiguientes efectos de polarización metropolitana y despoblación rural, y de acuerdo con la modernización de los transportes y la extensión y masificación del automóvil, la concentración comercial pamplonesa es muy acusada. Por lo que respecta al comercio mayorista alimenticio, el grado de concentración es lógicamente escaso (27% de licencias en el Área Metropolitana de Pamplona, no llegando a 250), pero en el resto de las actividades el predominio de Pamplona es extraordinario. Únicamente las cabeceras comarcales tienen representadas a casi todas las ramas de actividad, sobre todo en Tudela donde sólo faltaba, en las mismas fechas (1983) una de ellas. Por lo que se refiere al comercio minorista alimenticio, con 8.818 licencias en 1978 y 10.466 en 1983 (alrededor de 12.000 empleos, cerca el 85% del empleo total comercial) de los que casi la mitad eran mujeres, obedece en su distribución a una jerarquía más equilibrada que en los de tipo mayorista. En Pamplona está, aproximadamente, el 50% si se incluye toda el Área Metropolitana. En un segundo nivel se encuentran Tudela, Estella y Tafalla, con sus respectivas áreas de influencia, mermada en el último caso por la proximidad a Pamplona. Otro nivel está formado por asentamientos que oscilan entre 3.000 y 7.000 habitantes, con Alsasua y Sangüesa de un lado, numerosos municipios de la Ribera (Corella, Lodosa, Arguedas, Buñuel, San Adrián, Cintruénigo, etc.), de otro, más los cuatro mayores núcleos de la Navarra húmeda del noroeste (Elizondo, Vera de Bidasoa, Lesaca y Leiza).

Luego siguen otros niveles de tipo inferior.

Actividad Económica

Estaba configurada, en 1983, en 8.046 establecimientos que ocupaban a 14.535 empleados.

Comercio al por mayor; es una de las actividades comerciales que más rápidamente ha evolucionado en los últimos cinco años en Navarra.

La evolución de las licencias comerciales en Navarra del comercio mayorista resulta ser la siguiente.

La distribución de licencias por tipos de comercio al por mayor resulta ser, para los años 1975, 1979, 1983 la siguiente.

La distribución espacial del empleo en el comercio al por mayor, en Navarra, presenta las cifras contenidas a continuación.

Los municipios con mayor dotación de personas ocupadas en el comercio al por mayor por merindades era (1983) el siguiente.

Merindad de Sangüesa: Elorz (141), Aranguren (64), Huarte-Pamplona (40) y Sangüesa (20).
Merindad de Estella: Estella (52), San Adrián (16), Sartaguda, Lodosa y Azagra (15) y Andosilla (14).
Merindad de Olite: Tafalla (56), Peralta (25) y Marcilla y Falces (12).
Merindad de Pamplona: Pamplona (1.654), Ansoáin (294), Baztán (39), Cizur-con Barañáin-(25), Villava (23), Alsasua (16).
Merindad de Tudela: Tudela (279), Fontellas (22), y Cintruénigo, Castejón y Cascante (13).

Recuperación de productos. La recuperación de productos y la intermediación son dos formas de ejercicio del comercio de evolución muy distinta; mientras la primera tiende a aumentar la segunda tiende a disminuir y ser sustituida por el comercio mayorista en delegación.

Existían en Navarra 43 establecimientos de recuperación de productos que ocupaban (1983) a 104 personas, 29 de los cuales corresponden a la recuperación de chatarra y metales no férreas (86 empleados) y 14 a otros productos de recuperación (18 empleados).

La distribución geográfica del empleo de recuperación de productos era por merindades el siguiente.

Intermediación del Comercio. La intermediación comercial tiene muy diferente representatividad según el tipo de producto, siendo mayor en los sectores menos desarrollados.

Este es el caso de los productos agrarios, en especial de la ganadería ya que, en los productos propiamente agrícolas, las cooperativas han ejercido un papel muy importante en la comercialización al por mayor.

La distribución espacial, por merindades, del empleo ocupado en recuperación de productos y en la intermediación comercial era (1983) la siguiente.

Los municipios con mayor número de empleos en este campo eran

El comercio al por menor representaba en Navarra (1983) la actividad de servicios con mayor personal, 10.527 empleados distribuidos en 6.630 establecimientos comerciales.

La distribución por tipos de comercio resulta ser el siguiente para los años 1980 y 1983.

Se puede apreciar una fuerte disminución del comercio tradicional detallista, con dificultades para su mantenimiento ya que en su mayoría es un comercio de reducidas dimensiones (en el mejor de los casos no supera los 50 metros cuadrados), dispone de un bajo número de empleados por establecimiento -están gestionados en régimen familiar- y es deficiente en su equipamiento comercial, con escasa competitividad derivada de la reducida capacidad de negocio.

Todos los demás tipos de comercios presentan una moderada expansión en el número de establecimientos, excepción hecha del sector de equipamiento del hogar, que se resiente de la crisis del sector de la construcción y del descenso del ritmo de aumento demográfico.

La evolución de las licencias comerciales en el comercio minorista presenta la siguiente evolución.

Aunque el número de establecimientos aumenta en todos los tipos de comercios apenas compensan la disminución del minorista de la alimentación y bebidas. La distribución de las licencias comerciales de minoristas por tipos de comercio presenta la siguiente configuración en el tiempo.

La distribución del empleo en el comercio al por menor de Navarra por merindades presentaba (1983) las siguientes cifras.

Los empleos que representaba, para los municipios más importantes, en cada merindad era (1983).

Merindad de Sangüesa: Burlada (413), Sangüesa (178), Huarte-Pamplona (78) Elorz (64).
Merindad de Estella: Estella (393), Lodosa (89), San Adrián (76), y Azagra (46).
Merindad de Olite: Tafalla (278), Peralta (60), Marcilla (59) y Falces (50)
Merindad de Pamplona: Pamplona (4.200), Baztán (195), Ansoáin (193), Alsasua (174), Villava (134), Vera de Bidasoa (110), Cizur -con Barañáin- (76), Urdax (70), Ezcabarte (68), Lesaca (59), Leiza (56) y Echarri-Aranaz (47).
Merindad de Tudela: Tudela (780), Cintruénigo (75), Cascante (66), Murchante (51) y Cortes (50).

Historia

Las primeras noticias globales y sistemáticas sobre la naturaleza, volumen y dirección del comercio exterior navarro se elaboraron en el último cuarto del siglo XVIII. Su objetivo inmediato fue evaluar las consecuencias de una posible integración de Navarra en el mercado español y proceden de la contabilidad de los alrededor de 80 puestos aduaneros o “tablas“* que entonces existían. Para fechas anteriores, la documentación es, por desgracia, fragmentaria e incompleta.

La balanza comercial exterior de Navarra era muy deficitaria en estas fechas de finales del siglo XVIII. Según datos de 1786, las importaciones, por valor de 14.046.497 reales de vellón, casi duplicaban las importaciones (7.162.472 rs.v.). Aunque deban descontarse como importaciones de Navarra aquellos productos que sólo cruzaban el reino con destino a Castilla y Aragón, éste fuerte desequilibrio apenas se compensaba con los beneficios del contrabando y del comercio intermediario, por una parte, y con los “retornos” que aportaban los navarros emigrantes.

El carácter netamente agrario de la economía era algo evidente: Navarra vendía excedentes agropecuarios junto con materias primas, y compraba manufacturas y productos exóticos. Según cifras de 1786, la lana, con la mitad del valor global (50,9%) era la principal mercancía, si bien una parte no determinada era reexportación y procedía de Castilla. Seguía en importancia, con el 32,2%, el vino y el aguardiente. El 7,1% correspondiente a los cereales, leguminosas, hortalizas, fruta y lino no refleja la importancia de este sector; en parte porque la cosecha de 1785 fue excepcionalmente escasa, en parte porque el contrabando, acerca de cuya importancia las fuentes se muestran unánimes, canalizaba la mayor parte de las sacas de grano. Otros recursos naturales -principalmente sal y hierro, también carbón vegetal, madera, rubia, etc.- y productos pecuarios -quesos, pieles, cueros, etc.- sumaban el 5,8% y el 2,8% respectivamente. Apenas cabe sino mencionar la exportación de algunos productos elaborados (1,2%): toscos instrumentos fabricados a base de madera y de hierro (comportas y pipas, tablas de cardar), algunos paños bastos de lana y obras de soguería y esparto.

Las especias y productos ultramarinos, que se adquirían en los puertos franceses y guipuzcoanos -cacao, azúcar, canela y pimienta, por orden decreciente de valor- sumaban en 1786 el 42% del valor de las importaciones. No todo se consumía en Navarra, sino que buena parte se reexpedía legal o ilegalmente hacia Castilla y Aragón. Siguen de cerca los tejidos finos y entrefinos de lana o de lino-algodón y algo de sedería (34,4%). El resto eran objetos diversos de adorno o de lujo: sombreros, barbas de ballena, papel, drogas, medicinas, licores y hasta polvo de pelucas.

Por las tablas de la merindad de Pamplona salían, principalmente, vino, aceite y lana, que procedían sobre todo de la Zona Media y la Ribera; también hierro y carbón de sus montes, legumbres, leguminosas y lino. En las tablas de la merindad de Estella el vino y el aguardiente aventajaban ampliamente al trigo, leguminosas y aceite. En ambos casos las contrapartidas eran similares: pescado fresco o en salazón, productos ultramarinos, ganado de trabajo y ferretería diversa. La merindad de Sangüesa exportaba sobre todo sal, vino y aceite con dirección a Francia, a la vez que introducía animales de trabajo, cerdos y pescado de Francia, aceite y granos de Aragón. Los productos agrícolas de la merindad de Tudela (vino, aceite, granos, hortalizas) se encaminaban en buena medida hacia las comarcas castellanas del Sistema Ibérico, a cambio de ganado de cerda, leña y carbón.

Si se atiende al rendimiento medio de las tablas durante el quinquenio 1780-1784 como indicador probable de las direcciones del comercio exterior, se descubre una Navarra estrechamente vinculada a Guipúzcoa-Álava y a Francia. El tráfico se concentraba en dos rutas principales: la de San Sebastián por el puerto de Azpíroz y la que, remontando el río Araquil, se dirige a Álava por la Burunda, o que penetra en Guipúzcoa por Echegárate. Las tablas pirenaico-orientales apenas registran un movimiento comercial notable.

La “política” comercial, dictada en principio por las Cortes del reino, conoció de hecho interferencias por parte de las autoridades delegadas de la monarquía -virrey y Consejo real- que pretendían atender intereses más generales, ya de orden político-militar, ya de tipo económico-fiscal. Entre las primeras cabe citar las limitaciones, primero, y las tajantes prohibiciones, después, de sacar moneda (1558, 1561, 1580) o caballos (1515, 1542, etc.) a Francia, las requisas forzosas de granos para las fortalezas de Irún y Fuenterrabía (1583, 1586, 1701, 1709), o el cierre de la frontera en caso de guerra con Francia. Las segundas fueron llevadas adelante principalmente por los Borbones en el siglo XVIII. Si bien el traslado forzoso de las aduanas* navarras del Ebro al Pirineo, decretado en 1717, resultó prematuro, los ministros ilustrados no cejaron en este empeño. Por otra parte, la misma diversidad de las realidades económicas dentro del reino hacía imposible que coincidiesen los intereses comerciales de todos, lo que dio lugar a largas polémicas en el seno de las Cortes, principalmente en torno a dos productos básicos: los cereales y el vino. Los montañeses y los habitantes de las grandes villas y ciudades, es decir, quienes debían comprar el pan que consumían, presionaron para prohibir o, al menos, limitar la exportación, de modo que la abundancia abaratase los precios. Por el contrario, los cosecheros y rentistas cuyos ingresos venían de la venta de granos, pretendían obtener unos beneficios que sólo se podían asegurar si se permitía la exportación, al menos en los años excedentarios en que bajaban los precios interiores. Se impusieron los primeros, con el apoyo del virrey y del Consejo, siempre preocupados por un buen abastecimiento del reino y porque reinase el orden. La exportación estuvo absolutamente prohibida (hasta 1662), o bien el régimen de licencias condicionadas (1662-1817) ponía tales trabas que la saca legal era muy pequeña. Con todo, siempre existió un activo contrabando que no pudo cortar la autoridad.

La proximidad del mercado vasco ofrecía grandes ventajas comerciales a los vinos navarros, si bien en competencia con los riojanos y los aragoneses. Las leyes del reino favorecieron sistemáticamente la exportación, protegiendo con celo el mercado interior (1621, 1628, 1642, etc.). Esta situación, diametralmente opuesta a la de los cereales, beneficiaba a los cosecheros y vinateros de la Zona Media y Ribera, pero levantó las quejas de los montañeses y consumidores urbanos. Del mismo modo, la exportación de lana no encontró sino facilidades legales, lo que en buena medida fue en contra de la industria pañera, que siempre imputó sus dificultades y escaso desarrollo a falta de protección de este aspecto.

Las cosas apenas cambiaron -o cambiaron muy lentamente- durante los primeros dos tercios del XIX. Navarra continuó produciendo sobre todo bienes agrícolas; pero, aún éstos en escasa medida no pocas veces, de manera que tenía que importar alimentos. En 1826, sólo el vino y la lana, aparte de pequeñas cantidades de cereal y aceite, eran productos habituales de exportación entre las materias primas, y algunos paños de lana entre los productos industriales. Por ello las Cortes navarras mantuvieron la prohibición de exportar cereal, y todo parece indicar que la producción cereal del reino -y en concreto la producción triguera- se mantuvo estancada en principio durante aquellos dos primeros tercios del XIX; el aceite tuvo siempre una importancia secundaria.

Una enumeración de 1849 recoge lo que Navarra necesitaba y compraba fuera: de Francia importa cacao y ganado vacuno, mular y de cerda; de Aragón y Castilla, almendras, especias, huevos y bueyes; de Vascongadas, corderos y bueyes también.

En cuanto a los productos industriales, importaba de Francia sederías y tejidos de lana (lo que abunda en la insuficiencia de su propia industria textil), lienzos, curtidos y quincalla; de Aragón y Castilla, también estameñas y paños, vajilla, vidrios, jabón y pez; de las Vascongadas, curtidos, hierro, acero y carbón.

La misma fuente ratifica, en cuanto a las exportaciones, los productos del sector primario vendidos; eran, respecto a Francia, lanas, regaliz, sal y pieles sin curtir (siendo así que Navarra tenía luego que importar curtidos); respecto a Aragón y Castilla, lana también, trigo, alubias, aguardiente, hortalizas y frutas; a las Provincias Vascongadas trigo y aguardiente, sal y vino, lana, regaliz y ganado vacuno y de cerda.

Algunas de tales partidas insisten en la penuria de su producción industrial. De ésta, Navarra sólo podía exportar alpargatas y hierro a Francia, lo mismo y peines y cucharas de boj a Castilla y Aragón, y alpargatas a Vascongadas. Además el volumen que podía alcanzar la extracción de estos pocos productos era escaso.

Hasta sus últimos días como reino (dejó de serlo definitivamente en 1833-1841), las autoridades navarras mantuvieron su política arancelaria favorable a las exportaciones de lana a Francia, gravando apenas -por el contrario- las importaciones, a fin de facilitar el abastecimiento. Pero esto y el empeño de los gobernantes de Madrid en acabar con el déficit y el contrabando a que ello daba lugar, en detrimento de la Real Hacienda, hizo que Navarra, comprando de todo, apenas pudiera vender otra cosa que lana; con lo cual su balanza comercial llegó a ser exageradamente deficitaria.

En 1816 las exportaciones navarras alcanzaban un valor de sólo 8.065.142 reales de vellón, en tanto que las importaciones ascendían nada menos que a 21.206.410. Casi todo este dinero se gastaba en Francia: 19.530.182 (frente a sólo 563.425 reales en Vascongadas y únicamente 1.112.803 en el resto de Castilla y en Aragón). En las exportaciones, en cambio, las diferencias eran menores: 3.800.590 reales se obtenían en Francia, 2.286.768 en las Vascongadas y 1.977.784 en Aragón y el resto de Castilla. Así, en términos relativos, los vascongados se habían convertido en los clientes más generosos; mientras que, en valores absolutos, eran en general ellos y los demás españoles los que contribuían -cierto que en muy pequeña medida- a enjugar el déficit del intercambio con Francia. El hecho acaba de explicar el empeño de la corona en acabar con la capacidad navarra de imponer aranceles propios.

Claro que la situación debió de cambiar a lo largo del XIX, pero sólo en el sentido de que la multiplicación de las relaciones sociales -y comerciales-, que se dio en todo el mundo occidental, llegó también a Navarra, aumentando de forma inusitada el volumen de las transacciones. Navarra, sin embargo, seguía volcada por completo en la agricultura (aunque produjera más y pese al desarrollo que ya había tenido la industria). Durante el último cuarto del siglo, por eso, el crecimiento de la demanda vinícola por parte de Francia -como consecuencia de la filoxera- hizo que la exportación de caldos navarros creciese de forma muy notable. Y, aunque esta partida descendió desde los últimos años de la centuria de modo drástico, cuando la filoxera esquilmó también la viña navarra, los alcoholes en general siguieron ya como producto capital de las ventas en el exterior.

Al mismo tiempo, la recuperación de los cereales y sobre todo su elemental industrialización aportaban otro valor notable; como lo hizo la remolacha azucarera desde la pérdida de las Antillas en 1898.

Estimaciones realizadas en 1912 apuntaron unas exportaciones de alcoholes -vino incluido- por valor de 22.000.000 de pesetas, otro tanto de azúcar, 5.000.000 de trigo y harina y 3.000:000 de paja; en tanto que el hierro exportado -que constituía el principal renglón de las ventas de productos de industria- no alcanzaba más que un valor similar al de la paja.

Bibliografía

R. Rodríguez Garraza, Tensiones de Navarra con la administración central (1778-1808). (Pamplona, 1974); A. Floristán Imízcoz, Comercio de granos (siglos XVI-XIX). (Pamplona, 1982).

Geografía Económica

La transformación económica que sufrió Navarra a partir de los años 1960 se tradujo en un crecimiento cuantitativo y cualitativo de su producción, lo que favoreció un aumento de la competitividad en los mercados exteriores y un incremento del saldo positivo a favor de las exportaciones, especialmente significativo a partir de la década de 1980. Se configura así Navarra como una región exportadora. En efecto, los intercambios efectuados en 1988, por las empresas con domicilio fiscal en Navarra, presentaban un balance positivo de 31.795 millones de pesetas (49.219 en 1987).

Las principales partidas de las exportaciones corresponden a material de transporte (49,3 en 1987), las manufacturas metálicas y material eléctrico (13%), fabricación de papel (10,5%), e industria agroalimentaria (4,4%). Estos productos coinciden con las ramas industriales que dentro del contexto nacional presentan los mayores índices de especialización.

Como contrapartida, las importaciones están constituidas por materias primas o productos semielaborados que Navarra precisa comprar en el exterior, y por maquinaria. Las cifras correspondientes son: maquinaria y material eléctrico (31,7 en 1987), material de transporte (14,7%), materias primas minerales (4,2%); productos químicos (9,5%), materia prima para la fabricación de papel (5,7%) y manufacturas metálicas (11,3%).

Las partidas que aportan mayor superávit entre exportaciones e importaciones son: manufacturas metálicas, papel, alimentación y material de transporte, siendo así los productos que muestran una mayor competitividad en los mercados exteriores.

El volumen más importante de las ventas iba dirigidos -datos de 1988- a Europa (84,3%), y dentro de ella era el resto del Mercado Común el principal cliente (75,94%) de la exportación total y el 90% de lo destinado a Europa). Dentro de la Comunidad Europea, Francia, R. F. Alemana y el reino Unido eran los compradores tradicionales. Los restantes bloques europeos tenían partidas muy poco significativas (4,9% de la EFTA y 2,3% el COMECON). El segundo bloque era el americano (10%), principalmente Latinoamérica (2,96%) y EE. UU. (6,5%). De los otros continentes, África suponía el 2% y Asia-Oceanía el 3,46%.

La distribución de las importaciones presentaba grandes similitudes con lo anterior, aunque se advierte una mayor participación de los países industriales en detrimento de los bloques formados por naciones menos desarrolladas. Así la participación europea era mayor (94,4%) y dentro de ella la Comunidad Económica era el principal vendedor (94,1% del valor total europeo), y muy distanciados la EFTA (5,1%) y el COMECON (0,5%). El conjunto americano aportaba una cifra de negocio (3,9%) en descenso, siendo Estados Unidos el principal vendedor, al que seguía Canadá. Los bloques latinoamericanos que antes aparecían como importantes compradores han perdido relevancia. Se manifiestan así las diferentes relaciones importación-exportación de acuerdo con el nivel de desarrollo de los países. Por esta razón, si antes era África un comprador más importante que Asia, los términos se han invertido por la participación japonesa. Todo ello sitúa a Navarra en un contexto económico propio de los países desarrollados al funcionar como exportadora de productos manufacturados a las regiones con menos nivel de industrialización, e intercambiar productos semielaborados con las naciones industriales.

En otro sentido, de las 50 principales empresas exportadoras el 72% se localizaban, en 1982, en el área de Pamplona (29), repartiéndose las demás por todo el territorio, si bien la Ribera poseía una presencia mayor (8 empresas).

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    Cuño de media onza. Cuatro escudos

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    Terminales Clave

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    Distribución de las exportaciones navarras a todo el mundo. Excepto Europa. 1979. Distribución de las exportaciones navarras a Europa. 1979

    Distribución de las exportaciones navarras a todo el mundo. Excepto Europa. 1979. Distribución de las exportaciones navarras a Europa. 1979

    Distribución de las importaciones navarras de todo el mundo. Excepto Europa. 1979. Distribución de las importaciones navarras de Europa. 1979

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