NÁJERA
NÁJERA
Ciudad de la Alta Rioja arrebatada a los Banu Qasi* (923) por Ordoño II de León, en colaboración con Sancho Garcés I* de Pamplona, en cuya monarquía quedó inscrita. Durante los siglos X y XI constituyó el núcleo más importante de la comarca. Su condición de sede habitual de los soberanos pamploneses favoreció el desarrollo de la ciudad al socaire de la corte o palatium real. Fue centro de una de las más importantes tenencias del reino. Su población, organizada en barrios y formada por elementos mozárabes e inmigrantes pirenaicos, además de una notable minoría judía, desarrolló tempranamente instituciones municipales. Poco después de su reconquista contó con un obispo, que inicialmente residió en Tobía y luego también en Calahorra*; le correspondía el gobierno espiritual de la alta Rioja, el extremo suroriental de la actual Navarra, gran parte de Vascongadas desde el siglo XI y, circunstancialmente a mediados de este mismo siglo, la Castilla Vieja. A raíz de la definitiva toma de Calahorra (1045), Nájera fue perdiendo paulatinamente su condición de sede episcopal. Ordoño II había fundado en sus cercanías el monasterio de Santa Columba (923) y entonces debió de nacer otro cenobio femenino próximo también a la ciudad, el de las Santas Nunilo* y Alodia. Ambos fueron incorporados a la gran fundación de Santa María la Real de Nájera (1052).
Bajo Sancho III el Mayor* y García el de Nájera* se fue desarrollando un derecho local najerense confirmado por Alfonso VI de Castilla en 1076. Este fuero breve fue el armazón sobre el que se elaboró el fuero extenso de Nájera en los siglos XII-XIII. La comunidad judía disfrutaba de su propio fuero, hoy desconocido, que luego se aplicó a los judíos de Tudela* (1119).
Incorporada toda la Rioja a Castilla (1076) la importancia de Nájera decreció, pues dejó de ser regia, salvo entre 1143 y 1157, en que Alfonso VII de Castilla encomendó a su hijo Sancho el “reino” de Nájera. La cesión de Santa María la Real a Cluny* (1079) por Alfonso VI muestra inequívocamente la renuncia a la pervivencia de una capilla regia najerense. El auge de Logroño desde la concesión del fuero (1095) sustrajo de forma definitiva a Nájera la hegemonía sobre la Rioja.