CAPILLA DE MÚSICA
Los orígenes: La época monódica
Este coro multisecular, uno de los más antiguos de España, se formó para realizar el culto litúrgico de la Catedral de Santa María la Real de Pamplona. Deben distinguirse en él dos períodos: en el primero interpretaba canto monódico (mozárabe y canto gregoriano o romano) y en el segundo su repertorio se extendió también al canto polifónico, con o sin acompañamiento instrumental.
El coro monódico tuvo su origen en fechas muy tempranas, siempre anteriores al siglo XI; el canto romano se introdujo después del año 1083, y en este año la Seo Iruñense contaba ya con un coro floreciente que intervenía regularmente en la primitiva liturgia mozárabe. En 1202, con el obispo Juan de Tarazona (quien antes había sido dominus cantor secuentiae o cantor especializado en secuencias) se creó oficialmente la chantría. Entre su deberes se incluyó la enseñanza de música y educación de los niños de coro, con normas claras y precisas: Una especie de primer “conservatorio” de música si bien destinado a unos pocos y selectos alumnos. La Catedral contó también, al parecer, con un importante Scriptorium, del que salieron también manuscritos musicales.
Mención aparte merece el obispo Arnaldo de Barbazán* (1318-1355), quien reorganizó el Cabildo y sus dependencias catedralicias. Amante de la música, tenía varios juglares en su Palacio (Marcelo y Simonet, Abundat, Joannot y María, Arnaut, Ademar Roldán, etc.) y dictó normas precisas sobre la manera de cantar los salmos. En 1368 las actas capitulares muestran un loable afán por restaurar y encargar nuevos libros de coro. La autoridad de la figura del Chantre disminuyó y su papel fue paulatinamente asumido por el maestro de capilla, aunque no este nombre, sino los de “maestre de coro”, “maestre de músicos” etc., y a partir del siglo XVI se emplea el de “maestro de capilla”.
El coro polifónico
Con el desarrollo de la polifonía y el uso progresivo de instrumentos doblando las voces, la figura del chantre quedó reducida a una mera “dignidad”, mientras la carga y el oficio pasaron definitivamente al maestro de capilla, después de algunos incidentes en 1518 y 1523. Aquél siguió siendo encargado de la alta supervisión del Santuario y anejos de San Miguel de Aralar y mantiene cierta autoridad teórica sobre los músicos de la Seo.
En el siglo XV aparecen los primeros nombres conocidos de músicos relacionados con la Catedral: José de Anchorena, “maestre e fijo de la Nabarra”, aparece en 1438 en la catedral de Burgos, donde compone la mayor parte de su obra musical; algunos años antes había estudiado en Salamanca y había sido “maestro mayor de cantorcicos” de la Seo de Pamplona; Juan Sánchez de Escós, que en 1483 ejercía como músico en Burgos, era en 1497 “maestro de músicos” de la catedral de Pamplona. El primer organista conocido es Gil de Borja (hacia 1361-1365) y es posible que también pasaran por ella los conocidos músicos Juan de Anchieta y Gonzalo Martínez de Bizcarqui.
La capilla de la música (s. XVI)
Se instituye y afianza definitivamente en el s XVI. En 1516 sus componentes eran: maestro, Juan de Uriz; organista, Esteban de Miguel; cantores, Pedro de Esteríbar, Miguel Guesálaz, Tomé Ibiricu, Tomás Ciriza, Jokincho Aznárez y Juan de Redín; ministriles de chirimía, Juan de Redín y Miguel de Urrutia; camperos, Miguel Urrutia y Fernando de Miguel. A juzgar por los apellidos, todos ellos podrían ser navarros de origen; la inclusión de los campaneros en la plantilla de la Capilla de Música no es casual; se conserva un documento capitular de mediados del s XVI con las obligaciones y distintos toques del campanero de la catedral, con un alto sentido musical: combinaciones rítmicas y hasta “armónicas” a base de notas fundamentales de las 12 campanas de sus torres, las normas establecidas para “requedar” poco a poco ciertos toques, etc.
La Capilla se amplió y adquirió nueva vida con ocasión de la venida a Pamplona de Carlos y en 1523. El Emperador accedió a que las rentas de San Pedro de Aibar se empleasen para el pago de los músicos catedralicios. En 1528 se encargó al maestro de capilla que trajera nuevas misas polifónicas, se compusieron los bajones y se pagaron unos “entretenidos de arpas”. A partir de 1531, solucionados ya algunos problemas económicos, la Capilla de Música quedó estabilizada. A su frente estuvieron los maestros Juan Arteche de Legaria (desde 1542), Pedro de las Montañas (hacia 1556-1564), Fortuño Ibáñez de Salazar (Fortuño “de Ochagavía”) entre 1568 y 1574, Miguel de Echarren y Navarro* (“Michael Navarrus”) en su primera etapa pamplonesa (ca. 1580-1590), Esteban Álvarez y Juan de Aldaba (1597-1616). Como organistas destacaron: Sebastián de Vidart, Miguel de Ecay, Miguel de Frías, Juan de Lazcano y el ciego Jaime de Acirón, muerto en 1608.
En 1568, 1572, 1575, etc. la plantilla aparecía constante: maestro, organista, tres “cantores” (sin especificar la cuerda), un contralto, dos tenores, un bajo (doblado por un contrabajo), un tiple y cuatro “infantes” (especificados como “Infante 1°, 2°, 3º y 4°”). Probablemente los citados “cantores” sin mención de cuerda, reforzaban el coro o tocaban algún instrumento, doblando la voz correspondiente; de cualquier modo, no había más de dos voces por cuerda, exceptuando las voces blancas.
En 1597 el obispo Pedro Zapata aumentó considerablemente el presupuesto y plantilla de la Capilla: el número de infantes pasó de cuatro a doce. Miguel Navarro, en su segundo período como maestro de la Catedral de Pamplona, encontró esta nueva disposición del coro, quizá se expliquen así las modificaciones realizadas en algunas de sus obras, Así por ejemplo, en 1614 realizó a 7 y 8 voces algunos finales de sus 16 Magnificat que en 1595 había compuesto a 4 voces.
En estas fechas se interpretaban obras de Anchieta, Morales, Guerrero, Palestrina y Victoria, junto naturalmente con partituras de maestros autóctonos. Por otro lado, era práctica común el intercambiar obras entre los maestros de distintas catedrales. En Pamplona consta la compra de libros de Toledo, Zaragoza, etc. y el envío de obras de Miguel Navarro a Burgos, Zaragoza o Tarazona.
El primer maestro de capilla del siglo XVII fue Juan de Aldaba, con quien compartió al parecer el magisterio, durante algunos años Miguel de Echarren.
Su sucesor en el magisterio. Mateo de Calbete, estuvo muy poco tiempo en la Catedral (1627-1629), no dejó ninguna obra, y su conducta moral y profesional fue más que dudosa. Entre 1629 y 1637 el cargo fue ocupado por el falcesino Urbán de Vargas, hombre de gran talla musical, cuya obra, dispersa en varias catedrales españolas, está por ser transcrita y estudiada. En la segunda mitad del siglo cabe citar los maestros Luis Hernando de Artiaga (ca. 1649), Bernardo de Heredia (ca. 1655) y sobre todo José de Cáseda y Villamayor (1691-1695), hijo del polifonista Diego de Cáseda y Zaldívar. Fue sustituido por Francisco Sebastián de Urrutia.
Entre los organistas de la Catedral durante el s XVII sobresalieron Íñigo de Falces (nombrado en 1612), Juan López, Diego Galindo (1631-1664) y Lope Sanz, que llegó en 1669, proveniente de La Encarnación de Madrid. A diferencia de lo que ocurría con los maestros de capilla, los organistas no tenían obligación de escribir obras para el Archivo de la Catedral, razón por la que apenas se han conservado composiciones suyas. Es muy probable que llegaran a desarrollar una gran técnica improvisatoria, pero, en todo caso, faltó una mano que recogiera su arte en el pentagrama.
Si el siglo XVII es pobre en cuanto a música conservada en la Catedral, la siguiente centuria resulta, por el contrario, riquísima en ese aspecto. La Capilla de Música había adquirido gran importancia, no sólo en las funciones catedralicias, sino también en la vida musical de la Ciudad. En efecto, el Regimiento la llamaba a todos los actos religiosos a los que acudía oficialmente: Voto de las Cinco Llagas, misa del Patrono San Saturnino, Vísperas, Misa y Octava de San Fermín etc.
Entre los maestros de capilla de la centuria, destacaron Pedro de Ardanaz (ca. 1704), maestro también de la catedral de Toledo; Miguel Valls, Andrés de Escaregui (1738-1773), de quien se conservan partituras muy interesantes en el Archivo Catedral; Juan Antonio de Múgica (1773-1779), y el prolífico maestro compositor Francisco de la Huerta.
Sólo un profundo estudio de estos autores, sobre todo de A. Escaregui, J. A. Múgica y F. Huerta, podrá clarificar el cambio estético que se produce en el s XVIII, al pasar del estilo barroco al “galante” y “clasicista”.
Organistas notables fueron Andrés Gil (con obras en la Catedral y Aránzazu). Carlos Marichalar y, sobre todo, el aragonés José Ferrer Beltrán, importante compositor, especialmente de música para tecla.
En el siglo XIX la capilla de música conoció ciertas dificultades, sobre todo a partir de la Desamortización de Mendizábal (1836). El estilo italianizante de “El Españoleto” se introdujo a través de su discípulo Julián Prieto (1760-1844), tenor de la catedral pamplonesa, aunque ejerció en realidad las funciones de maestro durante varios años (con él se educó Hilarión Eslava). Como autores vinculados directamente a la Catedral cabe mencionar a Mariano y Mauricio García, Damián Sanz, Hipólito Ramírez y el mencionado Hilarión Eslava
Dos hechos importantes contribuyeron a la reducción de la Capilla de Música en el s XX: la supresión de la Orquesta propia de la Catedral (década de 1930-1940) y el fin de la histórica escuela de “infantes” (creada a comienzos del siglo XIII). En 1904 el Cabildo acordó aplicar el “Motu Propio” de S. Pío X que suprimía la orquesta en la iglesia. A pesar de todo, los instrumentos subsistieron en la Catedral hasta la guerra de 1936.
Hacia 1950 se formó una “Escolanía de Santa María la Real”, apoyada por la Catedral y las parroquias del Casco Viejo pamplonés para cubrir con monaguillos y cantores el culto diario de las mismas. Los niños, en régimen de semi-internado, bajo la dirección de Javier Redín, recibían la educación general básica y musical a cuenta de sus servicios en los templos. Cuando se intentó ampliar el cuadro de sus estudios, no hubo apoyo suficiente, ni civil ni eclesiástico, para mantener la citada Escolanía, y ésta se disolvió. Los tiples más vinculados a la Catedral continuaron todavía dos años más cantando en su Capilla y actuaron por última vez el día 15 de agosto de 1965.
Entre los maestros de capilla del siglo XX figuran: Daniel Piudo Zubiri (1901-1918). Antonio Pérez (1919-1926) y Jesús Rotellar (1926-1939), todos ellos por oposición. En esta última fecha obtuvo el magisterio por méritos el musicólogo Leocadio Hernández Ascunce, relevado de sus obligaciones en 1943 y sustituido en parte por los organistas, hasta que en 1961 pasó a un beneficio de gracia. En 1962 se volvieron a convocar por oposición las plazas de maestro de capilla y 2° organista, ambas fueron adjudicadas a Aurelio Sagaseta Aríztegui.
Tres son los organistas que abarcan casi todo el siglo XX: Félix Hernández retirado en 1919, (tras los 40 años reglamentarios de servicio), Félix Pérez de Zabalza (1920-50}, admirado por sus improvisaciones sobre motivos gregorianos, y Pío Iráizoz, quien continuaba en su puesto tras la jubilación reglamentaria, en 1984. Todos ellos accedieron al cargo por oposición.
La capilla de música y otras entidades musicales
A finales del siglo XIX se crean en Pamplona la orquesta Santa Cecilia* (1879), el Orfeón Pamplonés* (1892) y unos años antes había nacido la Academia Municipal de Música. La relación entre estas entidades musicales y la Capilla catedralicia, tanto en el momento de su creación como también durante el siglo XX, ha sido importante. Nombres como Mariano García, Joaquín Maya, Santos Laspiur, Remigio Múgica, Segundo Egaña, Martín Lipúzcoa, Antonio Alvira, etc. estuvieron vinculados a la vez al citado coro catedralicio y a alguno de los grupos musicales citados.
Nueva orientación de la capilla de la música
Tras la desaparición de los “infantes” la Capilla aumentó notablemente el número de sus componentes, con cantores seglares provenientes de diferentes coros de la ciudad, profesores y alumnos del Conservatorio “Pablo Sarasate” y otros elementos. Los “infantes” fueron sustituidos por voces femeninas y para ciertas solemnidades se cuenta con la colaboración de la “Escolanía Loyola” de los PP Jesuitas: el total llega a sumar 70 voces bien seleccionadas. Los componentes fijos y de plantilla del coro, todos ellos canónigos, eran nuevo en 1988: 4 tenores, 3 bajos, organista y maestro de capilla, quienes, a la vez, ejercían los oficios de sochantre y salmistas. Siguiendo tradicional costumbre, el sochantre era el encargado de la música gregoriana y el maestro de capilla de la parte polifónico-instrumental.
En 1983 se inició la publicación de una Colección titulada “Música en la Catedral de Pamplona”, con estudios monográficos y trascripción de obras de interés, procedentes del propio Archivo Musical catedralicio. La Capilla organiza también un concierto anual en el Claustro gótico a finales de junio, preferentemente con obras inéditas de autores navarros.
En 1984 se inició el catálogo sistemático del Archivo de Música, que incluía el “incipit” de cada obra. Quedaron inventariadas alrededor de 1.000 partituras, entre ellas muchas del siglo XVIII. Quedaban todavía por catalogar unas 500 más, la mayoría del siglo XIX, aunque también del XVIII.
La Capilla de Música mantenía viva la tradición de actuar en varios actos oficiales de la Ciudad: “Siete Palabras”, Misa de San Saturnino, Función de “Las Cinco Llagas”, Vísperas de San Fermín, Misa del 7 de julio, Octava de San Fermín (estas cinco actuaciones con asistencia del Ayuntamiento de Pamplona), Visita del Ángel de Aralar al Palacio de la Diputación Foral, Ofrenda de Navarra a Sta María la Real (con la presencia oficial del Gobierno de Navarra) etc. En algunas ocasiones la Capilla es reforzada por el Orfeón Pamplonés o por la Orquesta Santa Cecilia, gracias a las subvenciones y conciertos económicos de estas entidades musicales con el Ayuntamiento o Gobierno de Navarra. El coro catedralicio interviene también, lógicamente, en muchas otras festividades litúrgicas de la propia Seo, entre las que destacan la tradicional festividad de los Reyes Magos en el Claustro, el día de Pascua de Resurrección, la Asunción de Ntra. Señora, la Inmaculada, etc. Por otra parte, y a diario, se interpreta en la Catedral el secular Canto Gregoriano.
Bibliografía
Leocadio Hernández Ascunce, Música y músicos de la Catedral de Pamplona “Anuario Musical”, 22, Barcelona, 1969 y 23, 1970. José Goñi Gaztambide, La Capilla Musical de la Catedral de Pamplona en “Música en la Catedral de Pamplona”, 2, Pamplona, 1983.