ESLAVA ELIZONDO, MIGUEL HILARIÓN
ESLAVA ELIZONDO, Miguel Hilarión
(Burlada, 21.10.1807 – Madrid, 23.7.1878). Músico, compositor, pedagogo y sacerdote. Infante en la Catedral de Pamplona (20.9.1817), alumno de Mateo Jiménez, cursó gramática latina en las escuelas públicas. Cuando el sitio de Pamplona (1823) disolvió el Colegio de Infantes catedralicio, Eslava se retiró a la casa natal, “Benitorena”, de Burlada, de la que retornó a la seo en septiembre, tras la rendición de la capital a los Cien Mil Hijos de San Luis. Presentó el cese, porque le cambió la voz, y el cabildo le asignó 200 reales para vestido y la Capellanía número 24, con obligación de tocar violín, violón y contrabajo además de habilitarse con la Primera Tonsura. Tres años después le ofrecieron la organistía de Falces y la de Roncesvalles. Expuso la situación al cabildo iruñés, que acordó asignarle 30 ducados de plata para que siguiese desempeñando la composición y tocando violín, contrabajo y órgano, además de ayudar a los tenores racioneros: suplía al maestro de Capilla, tocaba y cantaba. Ese acta le llamaba Don Hilarión, cuando aún no había cumplido los 19 años.
En agosto de 1827 pidió licencia y ayuda para irse a Calahorra a estudiar con Francisco Secanilla, y se trasladó a la ciudad riojana hasta Navidades de aquel año. Tres meses después, en marzo de 1828, solicitó la plaza de maestro de Capilla de Pamplona. No la obtuvo aunque sí le concedieron más atribuciones. Tres semanas más tarde pidió licencia para opositar a la misma plaza en Burgo de Osma: ganó el puesto. Meses después hizo en Burgo de Osma los ejercicios para idéntico empleo en la Catedral de Sevilla (1829), en los que obtuvo el segundo puesto. En mayo de 1830 opositó al Magisterio de la Real Capilla y se clasificó como en Sevilla. Vacante ésta última, Eslava resultó por votación entre los clasificados de 1829 maestro de Capilla de Sevilla (20.2.1832), ciudad en la que se ordenó sacerdote (septiembre) y celebró su primera misa. En 1844, fue, por oposición, maestro supernumerario de la Real Capilla, sin sueldo; mantuvo la prebenda hispalense y residió en Madrid, llegó a maestro director de la Real Capilla el 21 de febrero de 1847. Al triunfar la Revolución de septiembre, disolvieron la Real Capilla (1868), que restauró en 1875, tras la entrada de Alfonso XII en Madrid. Eslava era, también en 1875, Consejero Real de Instrucción Pública. Fue académico de San Fernando desde 1873. Murió a las diez de la noche del 23.7.1878 en su domicilio de la calle de San Quintín, 8. Inhumado en un nicho del cementerio de la Patriarcal, discípulos y paisanos gestionaron el traslado a Navarra, realizado por ferrocarril el 18 de noviembre de 1899. Al día siguiente quedó enterrado en el panteón pamplonés de la familia Echeverría hasta el 2 de mayo de 1920, en que, por iniciativa del Casino Eslava fue trasladado a Burlada, de cuyo cementerio viejo pasaron al nuevo el 2 de mayo de 1936.
La suscripción pública abierta en 1899 para erigir un monumento a su memoria no tuvo éxito. En 1964 se colocó su busto en lo que había sido monumento a Sarasate en la Taconera de Pamplona. La casa de Burlada fue restaurada para su utilización como Conservatorio de Música (1989).
Como compositor, Eslava es sobre todo autor de música religiosa. Maestro de capilla de formación más bien corta, estudió por su cuenta la música antigua y clásica y se mostró enemigo tanto de la estricta resurrección polifónica como de las formas y técnicas más puras. Conoció e interpretó a los autores del clasicismo vienés, pero en su música, en la que prima la melodía, se advierte un fuerte italianismo, belliniano, con evidente prevención ante Verdi. Prefería el modo menor y los ritmos sencillos y homogéneos -escribió de manera abrumadora en compás ternario-, sin compases de amalgana. En su Prontuario de contrapunto, fuga y composición (1860) definió que “La primera forma es la de voces acompañadas del órgano, del cuarteto de cuerda o del de viento-madera (…). La tercera forma es la de voces con acompañamiento de orquesta. Sin embargo, de los 200 títulos religiosos que compuso apenas ocho son “a cappella”. Tal contradicción entre teoría y práctica se agudiza si se tiene en cuenta que siguió componiendo música religiosa con acompañamiento orquestal u organístico después de tal definición. No es menos incomprensible la diferencia que establece entre música religiosa y profana: aquélla “debe tener en general menos movimiento que la profana y mayor riqueza de armonía y mayor interés de contrapunto e imitación que ésta”.
De toda su producción religiosa, la obra más popular es, sin duda, el Miserere sevillano de 1935, segundo que compuso para aquella ciudad y que retocó en 1937 con tres números nuevos. En esa renovación algunas páginas ganaron y otras perdieron interés. Hoy se sostiene que no fue la calidad ni el éxito lo que impulsó a ese Miserere a la popularidad, sino que el Cabildo hispalense, sin fondos tras la Desamortización para pagar los ensayos de nuevas obras, liberó a Eslava de nuevas composiciones y repitió año tras año la obra de Eslava. Así el Miserere se consolidó entre 1835 y 1871, brilló con figuras internacionales, como Gayarre (1180, 1881 y 1885) y Tamberlick entre 1871-1888, se mantuvo con esplendor hasta 1932, pese a la legislación de Pío X, se repuso en 1938 y sufrió la prohibición del Cardenal Segura (1945-1956). De 1956 a 1970 se interpretó en teatros sevillanos; desde esa fecha última volvió a la catedral sevillana como concierto sacro. Hoy, después de opiniones negativas y adversas -Pedrell, Otaño, P. Donostia-, parece que esta obra, irregular, contraria a las prescripciones litúrgicas desde Pío X, válida en su momento aunque ofrezca números de difícil salvación, es calificable como música de concierto sacro.
Eslava escribió y estrenó tres “óperas italianas”, como él mismo las llamó, con libreto italiano, cantadas en ese idioma en medio de óperas italianas y por compañías donde abundaban cantantes de aquel país. Las compuso “para atender a la sustentación de su familia” y le ocasionaron roces y polémicas con las autoridades eclesiásticas. No se ha conservado ninguna de las tres: “Il Solitario”, estrenada en Cádiz (1841), Sevilla, Madrid y Pamplona (1845), con éxito; “Las treguas de Ptolemaida” (1842), en Cádiz y Sevilla, y “Pietro il Crudela” (1843), en Sevilla, aunque sí números sueltos. Un cuarto de siglo más tarde, con ocasión de un certamen de ópera española, expuso sus ideas sobre el tema: de la ópera italiana debían imitarse “esas frases largas, elegantes, expresivas y de buen gusto”, pero no el lucimiento incondicional del cantante ni la pobreza de armonía; de la francesa, el interés literario del libreto, la instrumentación, pero no la preponderancia orquestal. Piénsese, por citar el ejemplo contemporáneo más notable ignorado por Eslava, que para entonces Wagner había estrenado “El holandés volador” (1843), “Tannhäuser” (1845), “Lohengrin” (1850), “Tristán e Isolsa” (1865).
Las óperas de Eslava, como las de Carnicer o Saldoni, “murieron porque debían morir, porque nacían tuberculosas y sucumbían al poco tiempo consumidas por la tisis de la imitación. Esa es la clave del enigma”, sentenció Peña y Goñi.
Como musicólogo, Eslava encabezó la Asociación de la Lyra sacrohispana establecida en Madrid (1852) para publicar “una colección completa de las mejores obras de música religiosa”. Y para completar la recogida de materiales en archivos extranjeros, Eslava, previo permiso regio, se fue a Bruselas, Londres, Viena, Alemania y París durante cinco meses. Su mayor descubrimiento fue Diego Ortiz, desconocido en España, que él encontró en la Biblioteca de Viena. La “Lyra” consta de diez volúmenes, de los que cuatro se dedican al siglo XIX y los restantes van a dos por siglo, del XVI al XVIII. Contiene 164 obras de 74 autores, incluido el mismo Eslava, que seleccionó cinco títulos de su producción. Esa preponderancia de su siglo es la crítica más frecuente a la obra, así como su desconocimiento de un autor tan descollante como Juan de Ancheta. Pese al viaje, las alusiones a fuentes extranjeras son nulas. Tampoco suele declarar las españolas. Pero la obra en conjunto fue valiosa, es notable y mejor que obras contemporáneas y parejas transpirenaicas.
El Eslava pedagogo es acaso el de huella más duradera, en especial por su Método completo de Solfeo (1845), que dosifica teoría y práctica y resultó de suma utilidad para la música de su momento. No es, aunque las lecciones resulten melodías pegadizas, un método de canto.
La Escuela de composición se dividía en cinco tratados (armonía; contrapunto y fuga; melodía y discurso musical; instrumentación; géneros popular, dramático, religioso y puramente instrumental) de los que el último quedó a medio redactar.
El Prontuario de Contrapunto, Fuga y Composición se desarrolla en preguntas y respuestas. El Breve tratado de Armonía resume el antedicho.
No fue menos digno de recuerdo el Eslava publicista, autor de la Breve memoria histórica de la música religiosa en España (1860) y alma de la “Gaceta musical de Madrid” (primer número, 4 de febrero de 1855). En la primera, propone las bases para reorganizar la música española. La “Gaceta”, recibida con aplauso por los aficionados, se fundió el 5 de enero de 1857 con otro semanario, “La Zarzuela”, que duró siete meses más. El último número conjunto se llamó “La Zambomba”.
Eslava fue desde los 20 años pedagogo musical y ostentó los más altos cargos. Profesor de Composición en el Real Conservatorio de Madrid (1854), fue inspector general de ese centro, lo que equivalía a director -cargo inexistente-, y desde 1866 director con título de tal, puesto al que luego renunció. Rodeado de discípulos que le veneraban y de enemigos que nunca le faltaron, Eslava resultó hombre imprescindible en cualquier iniciativa musical. Fue Capellán de Honor de Isabel II (1868), reina que ya le había concedido la Encomienda de Carlos III en 1847.
Galdós llegó a escribir que “todos los músicos españoles son navarros”. Y en cierto sentido cabe decir que Eslava fue el patriarca de todos, incluso de quienes no habían recibido sus enseñanzas como alumnos.
Bibliografía
Monografía de Hilarión Eslava, Inst. Príncipe de Viana (Pamplona, 1978). L. Hernández Ascunce, Estudio bio-bibliográfico de Don Hilarión Eslava, Inst. Príncipe de Viana (Pamplona, 1978). J. E. Ayarra Sevilla, Hilarión Eslava en Sevilla (Sevilla 1979).