AEZKOA
Valle pirenaico de la Merindad de Sangüesa, formado por los ayuntamientos de Abaurrea Alta, Abaurrea Baja, Aria, Aribe, Garaioa, Garralda, Orbaitzeta, Orbara y Villanueva. Limita al N con Francia, al E con el valle de Salazar (municipios de Ochagavía y Jaurrieta), al S con el valle de Urraul Alto y al O con el de Arce (incluido Oroz-Betelu), Burguete y Roncesvalles. Sus municipios son ayuntamientos independientes desde 1845, pero sigue existiendo la Junta del Valle, integrada por los alcaldes de los nueve pueblos y encargada de velar por los intereses de la comunidad y en especial por el llamado Monte Aezkoa*, a cuyo disfrute tienen derecho todos los aezcoanos.
Geografía
El territorio, recorrido por el río Irati, se distribuye entre dos macizos paleozoicos, el de Quinto Real al N (Txangoa 1.471 m, Astobizcar 1.506, Ortzanzurieta 1570) y el de Oroz-Betelu al S (Baigura 1.477 m. y Corona 1.387) y la cobertera mesozoico-eocénica intermedia y plegada; en ésta excavó la erosión una depresión periférica al último macizo mencionado (Aribe-Garaioa-Abaurrea Baja), depresión que se halla denominada al N por el festoneado escarpe de calizas oceánicas sobre el que se asienta Abaurrea Alta.
El clima es de tipo subatlántico de montaña; los inviernos son largos y nivosos, los veranos cortos y moderados y las precipitaciones abundantes. Los valores medios anuales más representativos oscilan, de acuerdo con la altitud y orientación, entre 6º y 12ºC de temperatura y 1.200-2.000 mm de precipitación, caídos en 120-140 días; ningún mes es seco.
Abundan todavía los bosques, a pesar de la abusiva explotación a que han estado sometidos, especialmente en los últimos 2011 años. Hayas y robles cubrirían, en estado natural, la mayor parte del valle; sólo en las Abaurreas aparece el pino silvestre (Pinus Sylvestris), que es más propio de Salazar y Roncal. Hay hayedos importantes en las montañas del N y S del valle, robledales (Quercus petraea) en las partes bajas de Garralda, Aria y Aribe.
Aezkoa ha sido siempre un valle ganadero. Comparando datos de 1891 y 1982 el ganado lanar -que ya no es trashumante- ha disminuido desde 8.491 reses (todas de tipo churro) en aquella fecha, a 6.493 (casi todas de tipo lacha) en ésta; mayor es el descenso del ganado caprino, 1.249 frente a 45; el mular pasó en ambas fechas de 161 a 22; el asnal, que nunca tuvo importancia, ha desaparecido; el caballar -caballitos de monte, de raza de Burguete- también ha disminuido, aunque se trata de una cría muy sensible a las coyunturas del mercado; el bovino se ha incrementado de 1.612 cabezas en 1891 a 1.931 en 1982, a pesar de la práctica desaparición de los bueyes y las vacas gracias a la mecanización agrícola: 224 tractores, 35 motocultores, 116 segadoras de forraje, 114 arrancadoras de patata, en 1982. Predomina la ganadería bovina de carne, de raza pirenaica y pardoalpina. La agricultura tiene escasa relevancia. La tierra de labor de secano ha disminuido (2.151 ha en 1891 y 1.891 en 1982) y los prados artificiales aumentado primero (446 Ha en 1981 y 1.057 en 1970), y disminuido después (720 en 1982). En la superficie cultivada ha habido un cierto progreso de la patata de siembra y las plantas forrajeras; cada vez interviene más la alimentación del ganado en establo como complemento de la que se obtiene con el pastoreo en el monte. La explotación de los bosques es una riqueza potencial, y en ocasiones real, para la comunidad del valle y los ayuntamientos, más que para los particulares; la madera se transportaba hasta los años 1940-1950 por el sistema de almadías, que recorrían, río abajo, primero el Irati y luego el Aragón y el Ebro. La estructura de la propiedad particular es en la Aézkoa de tipo medio: los propietarios con menos de 20 Ha suponen el 85,53% del número total de propietarios y detenta el 46,08% de las tierras: al grupo de los de 80-100 Ha les corresponde, respectivamente, el 14,46% y el 53,82%, y no hay ningún propietario que tenga 100 o más de 100 Ha. No es fácil asegurar a cuánto asciende la propiedad comunal; desde luego a más del 50% de la extensión del Valle, y esto sin incluir el Monte Aezkoa.
Los horizontes económicos de Aezkoa son limitados, prácticamente no hay industria ni turismo, al igual que en tantos valles “deprimidos” del pirineo español. Está poco poblado y se ha visto sometido a un fuerte éxodo rural desde 1950-1960. Tiene entre dos y tres veces menos habitantes que en 1860. La evolución demográfica ha sido la siguiente: 3.557 habitantes en 1860; 2.973 en 1877; 2.982 en 1887; 2.788 en 1900; 2.607 en 1900; 2.584 en 1920; 2.672 en 1930; 2.536 en 1940; 2.619 en 1950; 2.093 en 1960; 1925 en 1965; 1.727 en 1970; 1.510 en 1975; 1.387 en 1981 y 1.116 en 1986.
En el siglo XI constituía uno de los distritos o “tenencias” del reino pamplonés y estuvo encomendado, por ejemplo, al “senior” Jimeno Garcés (1079-1085) y, luego, a Lope Jiménez (1112-1138). Desde el siglo XIII conformó una “bailía” o “amiratia” (almiradío), circunscripción menor de la merindad de Sangüesa y coincidente con la entidad municipal dotada de alcalde propio y una junta de representantes o “Jurados” de los diversos núcleos de población. El rey Sancho VIII el Fuerte actualizó y unifico por “fuero” (1229) todas las pechas que, como hombres de señorío realengo, debían los pobladores del valle, cifrándolas en 4.500 sueldos al año; les concedió además que sólo prestaran “labores” o servicios personales de mano de obra dentro de su propio valle o “tierra”. En este estatuto, confirmado por sucesivos monarcas (1387, 1408, 1462, 1496), no se incluye la obligatoriedad de las tres “cenas” anuales debidas al soberano, convertidas por Luís el Hutin (1308) en un censo de 600 sueldos. El príncipe Carlos de Viana otorgó (1455) las rentas y la jurisdicción sobre el valle a su consejero y maestrehostal Juan de Cardona, que lo ocupó por la fuerza. Juan II premió la fidelidad que entonces le habían mostrado los aezcoanos dispensándoles (1462) el privilegio colectivo de franquicia e hidalguía; los eximió así de las tradiciones pechas y les permitió el disfrute de los llamados “Puertos Grandes”, junto a la Tierra de Cisa, aunque en este caso mediante un censo anual de 194 florines; se incluyeron en ella 104 para aniversarios reales en Roncesvalles, por Juan III y Catalina (1496), los cuales liberaron de peajes y pontajes en todo el reino a los hombres del valle. Este tuvo frecuentes conflictos de límites y aprovechamientos de pastos con el valle de Salazar (1205, 1237), Burguete (1253), cabildo de Roncesvalles (1264, 1347) y valle de Baigorry (1401). Aparte de su dificultosa producción cerealista, la economía del valle se basó durante la Edad Media en la explotación de ganado porcino, alimentado en los propios montes, y ganado vacuno en régimen de trashumancia hasta las landas bordelesas. Las modestas cotas de subsistencia del contorno geofísico generaron periódicamente excedentes de población, como el de los aezcoanos invitados en 1056 a poblar el término de Santiago de Aibar, o los expertos arqueros y ballesteros enrolados en los ejércitos navarros de los siglos XIV y XV; esta especialización militar subyace en el citado “fuero” de Sancho VII el Fuerte, al prever que en los supuestos de movilización de hueste o cabalgada los aezcoanos se incorporen a la guardia personal del propio soberano. De las iglesias del valle, supuestamente transferidas al hospital de Roncesvalles por el obispo Sancho de Larrosa (1134-1135) y así confirmadas por sucesivos pontífices romanos (1137, 1203 y 1218), consta que las de Abaurrea Alta, Abaurrea Baja y Garaioa fueron efectivamente agregadas por el papa Eugenio IV (1441) a la colegiata; ésta había sido favorecida ya por el rey (1319) con los 600 sueldos anuales que el valle abonaba en concepto de “cena”.
La Aezkoa tuvo una tendencia demográfica alcista durante los siglos XVI-XVIII. Fue escenario de las prácticas brujeriles perseguidas en el XVI.
En esta zona se sucedieron los incidentes de Frontera que caracterizan la historia de las relaciones entre alto y bajonavarros, especialmente por asunto de pastos. En 1595, en concreto, una banda de cincuenta franceses asaltó Villanueva; hirió de muerte a Juan de Iriarte y mató al escribano Martín Berría. Llamados los vecinos de todo el valle, al apellido, por las campanas de Villanueva, Garralda y Garaioa, por orden del alcalde y capitán del valle, Sancho de Elizondo, fueron apresados. Esa misma posición fronteriza les permitía sin embargo contravenir con mayor facilidad la legislación arancelaria. En 1612 los aezcoanos y los vecinos de otros valles fronterizos hubieron de ser indultados por el virrey de las multas debidas por exportar pan y vino.
En las guerras con Francia solo tenían obligación de defender sus puertos, bajo las órdenes de su alcalde y capitán a guerra, y sin que se les pudiera forzar a abandonar el valle. Por esto último, a comienzos del siglo XVIII, elevaron una memoria a las Cortes del reino contra las órdenes del virrey de pasar a defender los puertos de Burguete y Roncesvalles, y luego contra las de acudir a defender Sangüesa.
Sufrió igualmente la guerra contra la Convención de 1793-1795. En el verano de 1794 los franceses incendiaron 247 casas, iglesias, hórreos y bordas. Los memoriales que los pueblos aezcoanos elevaron después a la Diputación no parecen exagerar lo que puede leerse poco después en el Diccionario de la Academia de la Historia de 1802, donde se dice que en todo el valle había 208 casas y que en la guerra fueron “casi enteramente arruinadas”, de modo que, “aunque sus dueños procuran reedificarlas, todavía viven muchos de ellos en chozas”.
Era valle de realengo, pero, posiblemente por su situación fronteriza, el virrey se inmiscuía en su administración, siendo él quien designaba el alcalde y capitán a guerra; aparte, cada pueblo elegía un regidor entre sus vecinos.
Sobre el Irati había en el siglo XVIII dos molinos harineros y otros tantos batanes. La importancia de su economía ganadera explica la existencia del memorial que elevó a las Cortes en 1724 para que se prohibiese la entrada de ganado menor de Castilla. Aragón y Francia.
En 1807, por regia disposición, los nobles de la Aezkoa y otros valles fueron excluidos del servicio de armas. Pero, al año siguiente, fue uno de los primeros territorios de Navarra en sufrir la invasión francesa, al comenzar la guerra de la Independencia*. La fábrica de Orbaiceta* fue el principal objetivo de los invasores de la Aezkoa; aunque ésta hubiera de contribuir también al mantenimiento de las tropas, y simultáneamente al de los guerrilleros de Mina.
Volvió a ser campo de la guerra de los Realistas en 1821-1823. Y luego en la primera y en la última Carlista*.
En 1921-1922 se construyó el embalse de Irabia, que fue ampliado en 1942-1944.
El mayor caudal del río Irati posibilitó la conducción de las mayores almadías que surcaron los ríos pirenaicos desde fines del siglo XVIII. Durante más de un siglo -hay datos desde 1844- se transportaba la madera suelta por el río.
Hasta el año 1957 hubo muchos hombres de esta tierra que se curtieron en el oficio de ´barranqueadores´, arrimando la madera al cauce de las aguas.
Bibliografía
Benito Urtasun Villanueva, Valle de Aézcoa (Pamplona), “Temas de Cultura popular”, 126.