SALAZAR, VALLE
Valle pirenaico dispuesto de N a S y drenado por el río homónimo, salvo su parte más septentrional que lo es por el río Irati. Limita al N con Francia, al E con el Valle de Roncal, al O con el de Aézcoa y al S con el Almiradío de Navascués. Ocupa una superficie de 32.642 Ha, incluidos los montes comunales de Irati (6.520 Ha), Abodi (1.210 Ha), Picatúa y Andrilla (1.610 Ha), Remendía (1.427 Ha) y Campo de Zenocerisluces (3.696 m2).
Constituye una Mancomunidad formada por los municipios de Ezcároz*, Esparza*, Gallués*, Güesa*, Izalzu*, Jaurrieta*, Ochagavía*, Oronz* y Sarriés*. Su órgano de gobierno es la Junta del Valle encargada, entre otras cuestiones, de la administración de los bienes comunales.
En su mayor parte se halla modelado sobre el flysch eocénico, muy replegado en dirección E-O, que favorece el predominio de formas suaves, únicamente interrumpidas por algunos relieves más enérgicos correspondientes a las barras de calizas y calcarenitas intercaladas. Cuando son cortadas por la red hidrográfica, se crean importantes foces. En la parte N del valle (término de Jaurrieta) destaca la alta superficie de erosión modelada a fines del Terciario como piedemonte de la Sierra de Abodi.
Su clima varía entre el submediterráneo que domina en su mitad S y el subatlántico de la mitad N, cuyas diferencias altitudinales dan lugar a fuertes contrastes térmicos (12-8° C) y pluviométricos (1.000-1.800 mm). A dichos dominios corresponden, respectivamente, extensos bosques de pino silvestre (9.370 Ha) y hayedos (9.186 Ha), además de algunos robledales (879 Ha) que marcan la transición entre ambos. Junto con las 482 Ha repobladas, el total forestal arbolado representa el 34,2% de la superficie; al resto corresponde un 55,4% a pastos y matorrales, un 1,2% a improductivo y un 9,2% a tierras de labor. Su cuantía está en constante retroceso y se dedican a la producción de forrajes (710 Ha), cereales (450 Ha) y patata (864 Ha) que comercializan a través de OPPOSA. En 1983 contaba con 167 tractores, 5 cosechadoras, etc., para la realización de los trabaos agrícolas. Su economía se completa, además de lo forestal, con los todavía importantes efectivos ganaderos que aprovechan los extensos pastos estivales situados al N y S de la Sierra de Abodi y su derecho de trashumancia a las Bardenas Reales para la invernada. La importancia de su cabaña fue mucho mayor en el pasado; para ello basta comparar la de 1950 con la de 1982: el vacuno pasó de 1.628 a 893 cabezas, el ovino churro de 35.783 a 19.594 (cuando en el siglo XIX solamente Ochagavía sumaba más de 50.000 cabezas), el caballar se redujo de 449 a 159, el caprino de 2.726 a 239 y el mular de 269 a 61.
Su población, salacencos, también en constante declive, representaba, en 1986, el 50% de la existente en 1860: 3.722 hab en esta fecha. 3.524 en 1877, 3.456 en 1887, 3.394 en 1900, 3.366 en 1910, 3.367 en 1920, 3.443 en 1930, 4.060 en 1940, 3.591 en 1950, 3.284 en 1960, 2.603 en 1970, 1.934 en 1981, 1.894 en 1986. El 32,5% era (1981) población activa, con un 48,1% en el sector primario, 22,1% en el secundario y 29,8% en el terciario. El 22,5% tenía menos de 18 años, el 21,4% entre 19 y 35, el 37,8% entre 36 y 65, y el 18,3% superaba esta última cifra.
Historia
Consta en la documentación medieval con las grafías “Saresazo”, “Saresazu”, “Sarasazo”, “Sarassazo”, “Sarasazu”, “Sarassazu”, “Sarassaz”, “Sarrasaz”, y sobre todo “Sarasaz”, hasta que se fijó la denominación actual, probablemente por contagio de la homóloga castellana. Con la calificación de “valle” constituía ya en el siglo XI uno de los distritos o “tenencias” del reino pamplonés, encomendando sucesivamente, entre otros, a los seniores Iñigo Sánchez (1055-1058), Jimeno Garcés (1068-1071), Fortún Sánchez (1084), Iñigo Fortuñones (1085-1104), Fortún López (1108-1116), Alfonso de Sorribas (1125-1126), Lope Iñiguez (1132), Lope Jiménez (1137-1138), Jimeno de Aibar (1164-1171) e Iñigo Almoravid (1178). Con todo, muy tempranamente (997) constan comparecencias y actuaciones solidarias de los vecinos del valle, tanto nobles como de condición social inferior; y en 1072 aparecen representados a través del marco celular de implantación, el de los correspondientes núcleos habitados o villas (Ochagavía, Escároz, Jaurrieta, Oronz, Esparza, Ibilcieta, Uscarrés). Cabe suponer que de la asamblea o concilium emanó pronto también un cuerpo restringido de mandatarios, los probi homines documentados en 1205-1206, precedente de la futura junta. En el mismo contexto emerge a comienzos del siglo XII la figura del alcalde, juez ordinario del valle y miembro integrante de la propia comunidad. Ésta se hallaba configurada ya en su estructura básica definitiva hacia 1415; la “universidad” actúa a través de una junta de delegados, “jurados” y “mayorales” de las diferentes villas, las ya citadas y Sarriés, Igal, Güesa, Iciz, Gallués e Izal, a las que se añaden Izalzu (1507) y el señorío de Ripalda (1552). Las sesiones se celebraban por lo menos hasta el siglo XVI en la basílica de Santa Cecilia de Ibilcieta; posteriormente la junta estableció su sede en Escároz. La primitiva “tenencia”, de carácter nobiliario-militar, conformó desde el siglo XIII un distrito menor de la merindad de Sangüesa, llamado “bailío” o “amiratío”, luego “almiradío”, por el título del oficial delegado de la Corona, el “amirat”, después “almirante”, ejecutor de las sentencias judiciales y responsable de la percepción de las pechas debidas por los vecinos “labradores” de señorío realengo. Estas cargas ascendían en 1280 a 500 sueldos y 125 cahices de cebada y avena, sin contar las cuatro “cenas” anuales que el rey Luis I el Hutín cifró (1308) en 1.600 sueldos torneses. Su exacción se arrendó en algunas ocasiones, como en 1287, y Carlos III cedió los emolumentos anejos al oficio de “amirat” a Arnaldo Remón (1387-1393) y Juan (1401-1411), señores de Agramont. La princesa Leonor otorgó (1469) a todos los moradores del valle el privilegio colectivo de hidalguía, eximiéndolos de todas sus pechas, previa renuncia de Carlos de Artieda a quien éstas habían sido concedidas. Hubo durante la Edad Media conflictos de límites con las comunidades vecinas de Aézcoa (1205-1206) y Roncal (1415). También se produjeron dificultades en la circulación de los rebaños salacencos hasta la Bardena, por lo que la reina Blanca fijó (1438) en una vaca u oveja a la ida y un cordero borro a la vuelta la tasa que cada cabaña debía entregar al alcaide del castillo de Peña. Se practicaba también la trashumancia de ganado vacuno hacia las landas bordelesas y el correspondiente “pasamiento” se liquidaba al recibidor de la tierra de Ultrapuertos. Existía en Ochagavía un puesto de control y peaje del tráfico de mercancías a través del Pirineo. La junta del valle actualizó sus ordenanzas en 1552 y 1704; la representación de las villas aparece ya en las primeras en tres quiñones: Ochagavía, Errartea (Jaurrieta, Escároz y Esparza) y Atabea, el resto. Jaurrieta logró disponer de su propio alcalde o juez ordinario (1630), categoría atribuida luego también (1699) a los anteriores “tenientes” de alcalde de los tres quiñones. En este proceso de disgregación jurisdiccional el “alcalde mayor” ordinario en su quiñón, presidente de la junta, conservó su preeminencia, investido además desde el siglo XVII de las facultades militares de “capitán” o “capitán a guerra”. La institución de los actuales nueve municipios (1846) no impidió la subsistencia de la comunidad y su junta como instancia reducida exclusivamente a la gestión y aprovechamiento conjunto de los montes y términos, patrimonio indiviso de la primitiva “universidad”. A mediados del siglo IX San Eulogio había visitado el monasterio de San Vicente de Igal, el cual fue agregado con la iglesia de Sarriés por el rey Sancho Ramírez (1085) a la abadía de Leire. Ésta había adquirido ya el monasterio de San Miguel y San Martín de Isusa (997), a la entrada del valle, el de San Salvador de Icizuloa o Izalzu (1034), Santa María de Escároz (1046), San Juan Bautista de Jaurrieta (1067), así como importantes grupos de mezquinos en Iciz, Izal, Uscarrés e Ibilcieta.
Bibliografía
A. J. Martín Duque, La comunidad del valle de Salazar. Orígenes y evolución histórica. (Pamplona, 1963).