ULTRAPUERTOS
Circunscripción transpirenaica del reino de Navarra hasta el primer cuarto del siglo XVI. En los textos de la vertiente peninsular se solía denominar “tierra” de “Ultra” o “allent” puertos, y de “aquent” puertos en los de la vertiente septentrional. En los tiempos modernos prevaleció el nombre actual de Baja Navarra*, de cuño francés. Sólo a finales del siglo XV aparece calificada en ocasiones como merindad, nunca con carácter oficial y, sin duda, como consecuencia de un fenómeno de mimetismo en la jerga burocrática de la época. No por su origen, ni por su contextura institucional propia puede equipararse a las cinco circunscripciones con rango de merindad.
El reparto de Ultrapuertos entre dos diócesis revela sus anteriores relaciones de dependencia, Mixa-Ostabarets, del obispado y el vizcondado de Dax, y la castellanía de San Juan de Pie de Puerto, del obispado de Bayona, vizcondado de Labourd.
No se pueden establecer con precisión el tiempo y las circunstancias de la inserción de la comarca en la órbita soberana de Navarra, parece que no hubo una incorporación en bloque, sino un proceso de integración paulatina de microespacios tradicionales, en algunos de los cuales se planteó su aproximación a la Corona desde el plano del complejo entramado feudo-vasallático vigente en Gascuña desde el siglo XII. La primera plataforma navarra y el núcleo organizador de la “Tierra” fue sin duda la “castellanía” de San Juan de Pie de Puerto. El rey Sancho VI el Sabio, que dispuso ya de un tenente de la tierra de Cisa, Martín Cipía (1189) dotó poco después con los castillos de San Juan y Rocabruna a su hija Berenguela, desposada (1191) con el monarca inglés Ricardo I Corazón de León. El vizconde de Tartags prestó homenaje a Sancho VII el Fuerte (1196) por su señorío de Mixa-Ostabarets y, luego (1203) el señor de Agramont y otros 29 caballeros de dicha comarca rindieron fidelidad al mismo soberano. Una centuria después, Luis I el Hutín fundó Labastide-Clairence (1312), otorgando a sus pobladores privilegio de franquicia.
El centro de control del territorio se hallaba ya en el siglo XIII en San Juan de Pie de Puerto, residencia del “castellano”, responsable de las exacciones fiscales y del cumplimiento de las sentencias judiciales. De estas dos principales áreas de competencia se encargan a mediados del siglo XIV el recibidor y el baile respectivamente; el castellano continúa sólo como alcaide de la fortaleza de San Juan, en tanto que las de Rocafort, Rocabruna, Mondarráin y Castelrenaut aparecen ligadas al merino de Sangüesa. En cuanto minúscula porción -no más de 1.500 km2- de un relieve montañoso, con medios de subsistencia muy limitados, la tierra de Ultrapuertos fue -como en siglos anteriores- un vivero de excedentes demográficos; sus guerreros sirvieron, por ejemplo, con densas cohortes en las mesnadas de Carlos II, y sus hombres buscaron fortuna en la Navarra cispirenaica. La antroponimia actual proclama todavía el alcance del flujo migratorio cuya pulsación más acusada parece haber discurrido en vísperas de la segregación política del territorio. Esto ocurrió en dos fases; en la primera, Mixa-Ostabarets siguió la suerte de los reyes Catalina y Juan III tras la ocupación de Navarra (1512) por los ejércitos de Fernando el Católico; y en la segunda, la antigua “castellanía” de San Juan fue abandonada bajo Carlos V (septiembre 1527) por imperativos principalmente de geografía. La posesión de la Baja Navarra justificó en cierto modo la referencia a Navarra en la intitulación regia de la descendencia de los monarcas exiliados y, luego, de los soberanos franceses desde Enrique IV (III de Navarra).
Todavía hasta 1583, los naturales de Ultrapuertos gozaron de la ciudadanía navarra; que en esa fecha les fue por fin negada, por ley de las Cortes de Tudela. Las protestas de navarrismo se repitieron no obstante, -aunque con frecuencia relativa- durante los dos siglos siguientes, para empalmar en el XIX con algunas primeras expresiones de nacionalismo navarro.
Permaneció hasta 1791 como territorio distinto, con instituciones peculiares; bajo Luis XVI (V de Navarra), y entre 1789-1791, la Asamblea Constituyente surgida de la Revolución, hizo tabla rasa de las instituciones bajonavarras; las derogó e incluyó el territorio en el departamento de Pirineos Atlánticos, surgido entonces de la reordenación administrativa.