VILLAFRANCA
Categoría histórica: Villa.
Categoría administrativa: Municipio.
Partido Judicial: Tudela.
Comarca geográfica: Bajo Aragón.
Población 1986: 2.542 habitantes de hecho, 2657 de derecho.
Superficie: 46,3 km2.
Densidad: 54,9 h/km2.
Altitud en el núcleo de viviendas: 292 m.
Distancia a Pamplona: 70 km.
Comunicaciones: Carretera local que enlaza por una parte con la comarca NA-128, Caparroso-Peralta y por otro con la NA-134, Ejea del Ebro.
Gentilicio: Villafranqués.
Geografía
Limita con Marcilla por el N, Caparroso y las Bardenas Reales por el E, Cadreita y Milagro por el S y Funes por el O.
De O a E se pueden distinguir geomorfológicamente: la baja llanura aluvial de Aragón (280 m), la terraza fluvial cerca de cuyo reborde O está emplazado el pueblo y que ha sido deformada por los yesos infrayacentes (290-300 m), y las colinas yesíferas modeladas por la erosión en el flanco N del sinclinal de Peralta (360-380 m).
El clima y la vegetación son de tipo mediterráneo-continental: medias anuales de unos 450 mm de precipitación caída en unos 65 días, 14º-15º C de temperatura y alrededor de 800 mm de evapotranspiración potencial, matorrales y xeroestepas en los terrenos incultos, alamedas junto a los ríos y algunos pinares de repoblación.
Realiza labores agrarias cerca del 81% de la población activa del municipio, aunque solamente el 40% de la población ocupada en él las desempeña como actividad principal. El 38,2% del espacio cultivado lo es en regadío y el 61,8% en secano y en ambos casos dominan abrumadoramente las plantas herbáceas sobre las leñosas. El área comunal (497 Ha) sólo equivale a 10,7% de la total del término y se distribuye en 161 de secano, 108 de regadío intensivo y 40 de pastos. Villafranca es pueblo congozante de las Bardenas Reales.
El regadío, fertilizado con aguas del Aragón, es predominantemente cerealista: el maíz ha reducido su extensión en favor de las hortalizas (entre las que sobresalen tomate, espárrago, alcachofa, coliflor y judía verde). Son también significativos los cultivos forrajeros (alfalfa) y la patata. La remolacha azucarera ha perdido la importancia que tuvo hace unas décadas: ocupaba 210 Ha en 1962 y ninguna en 1983. Hay unas 30 Ha de frutales, amén de los árboles dispersos por los campos (manzano, melocotonero). El carácter cerealista de la agricultura se afirma en el secano, que sufrió un proceso roturador típicamente ribereño: las 9 Ha de tierra de labor de secano que había en 1891 aumentaron a 203 en 1906, 1.720 en 1920, 2.574 en 1935 y 3.066 en 1961. Con la mecanización de la agricultura y el consiguiente abandono de las tierras de difícil cultivo, descendieron hasta la superficie que ocupan en nuestros días. El cultivo se sigue haciendo según el tradicional sistema de año y vez y en los últimos años la cebada ha ido desplazando al trigo. El viñedo de secano asciende a unos 110 Ha (el de regadío prácticamente desapareció); muy poca cosa si se tiene en cuenta la importancia que tuvo antes de la filoxera (1.186 Ha en 1891).
En 1920 había 244 cabezas de ganado mular y 218 de caballar en 1920 y sólo 18 y 29, respectivamente, en 1982, asnos, que ascendían a 120 en aquella fecha, quedaron reducidos a sólo 4 en ésta. El ganado bovino (1.004 cabezas en 1982) y el lanar (6.420 reses en la misma fecha) tienen importancia y la cría de cerdos (10.854) y aves (unas 1.500 gallinas ponedoras y 28.000 broilers) se han industrializado. Suele haber algún hato de vacas bravas (148 en 1982).
La explotación forestal también tiene lugar en Villafranca, en especial con la madera de chopo, y años los cortes pueden ascender a más de 3.500 metros cúbicos de madera.
El terreno comunal cubre únicamente el 11% de la superficie censada del municipio, abarcando el terreno forestal, la mitad de pastos y un 9% de la tierra de cultivo.
El sector secundario ocupaba (1984) a 258 trabajadores en 20 establecimientos. La actividad principal es la industria agroalimentaria, que emplea a 117 trabajadores en 8 establecimientos (entre ellos 3 fábricas de conservas vegetales, una bodega vinícola y dos plantas de preparación de piensos simples para animales y un matadero de ganado mayor), también destacan las industrias metálicas, que emplean a 47 trabajadores en dos centros de trabajo. Otras actividades del sector son la química; la confección textil y una industria de la madera. La distribución de energía y agua cuenta con tres centros de trabajo y las empresas del ramo de la construcción e instalación de edificios y obras se elevan a 14, empleando a 55 trabajadores.
Los servicios ocupan (1984) a 194 trabajadores en 96 centros que corresponden entre otras a las actividades siguientes: comercio (45 empleados), administración local y orden público (24), enseñanza (23), transporte (22), banca y ahorro (16), hostelería y venta de bebidas (15), y reparaciones (10).
La población activa de Villafranca se elevaba a 869 personas, de las cuales 111 se hallaban en situación de paro y de éstas 61 buscaban su primer empleo.
Desempleo registrado (31.3.1987): 132 personas.
Presupuesto municipal (1987): 121.918.000 ptas.
Heráldica municipal
Trae de plata y un águila en palo en su color natural. Por timbre una corona abierta. Su sello, que viene usando desde los siglos XII o XIII, es el mismo que el escudo.
Casa Consistorial
Está situada entre la Plaza de los Fueros y la Plaza Mayor. Su construcción se remonta a 1770. Presenta tres fachadas de ladrillo, con tratamiento distinto cada una. En la fachada principal se articula un primer cuerpo con un pórtico de cinco amplios arcos. En la parte superior del edificio hay una galería de arquillos que recorre todo el perímetro.
El ayuntamiento está regido por alcalde y diez concejales.
En su término existe un asentamiento de época romana; las excavaciones realizadas han revelado una serie de habitaciones pavimentadas con mosaicos geométricos. Debe de tratarse de una villa agrícola del siglo II, reformada en el siglo III o IV. Se han localizado también vestigios romanos junto a la vía del ferrocarril y en el lugar del Socorona.
Consta ya en la documentación de la segunda mitad del siglo XI con el nombre de los distritos o “tenencias” del reino en la frontera con los musulmanes. Sancho VI el Sabio concedió a sus pobladores (1191) el fuero de Jaca en la versión aplicada poco antes a la “población” (de San Nicolás) de Pamplona, eximiéndolos como “francos” -y de aquí el nuevo nombre de la villa- de toda pecha o carga señorial. Únicamente debían abonar un censo anual de 2 sueldos por cada casa. En 1280 la villa debía por este concepto la suma de 1.040 sueldos, lo que sugiere una población total de 520 sueldos o casas; incluso parece que existía entonces una minoría judía y la correspondiente “escribanía”. El rey Enrique I había confirmado el fuero (1271) prometiendo además remediar los atropellos cometidos por sus antecesores. Carlos III eximió a los vecinos del pago de peajes en todo el reino, excepto en Roncesvalles (1416), y, como contrapartida de su resistencia contra el ejército castellano y la adhesión a su persona, Juan II les dispensó el censo que debían pagar por sus casas (1461). La que disfrutó siempre del derecho de asiento en las Cortes del reino. Santa María de Roncesvalles poseyó desde el siglo XIII diversas heredades en su término.
En 1529, Villafranca compró al rey el castillo y los monopolios que, como el molino, había conservado la corona. En 1543 obtuvo sentencia favorable para el goce de la Bardena*. Y en 1630 compró al rey los oficios de alcalde regidores otros de ayuntamiento por 3.000 ducados de plata doble; en 1717, adquiría además la jurisdicción criminal por 11.000 reales, con lo que terminaba de adquirir los perfiles administrativos con los que llegó a la quiebra del Antiguo Régimen, en la primera mitad del siglo XIX. Al comenzar esta centuria gobernaba la villa un alcalde ordinario.
A fines del siglo XVIII se habían ampliado al doble los regadíos, que alcanzaban 12.135 robadas.
En estas mismas fechas tenía convento de carmelitas descalzos y una iglesia parroquial servida por cura, ocho beneficiados, cinco capellanes, sacristán y organista, también presbíteros los dos últimos. Al mediar el XIX quedaban el cura y siete beneficiados; el primero era de presentación de los vecinos, y los beneficiados, del rey y del obispo de Barbastro. Había entonces dos escuelas: una de niños, a la que acudían 142 en 1850 y cuyo maestro percibía 6.000 reales, y la otra de niñas, frecuentada por cuarenta y cuya maestra cobraba 1.200. Sólo había caminos carretiles a los pueblos limítrofes. Funcionaba un molino harinero de tres piedras.
Durante la primera guerra carlista, a fines de 1834, Zumalacárregui y sus hombres entraron en Villafranca y sitiaron a la guarnición cristiana a la iglesia, que bombardearon e incendiaron.
En los años veinte de nuestra centuria había tres molinos de aceite, dos fábricas de aguardiente, una tejería, cinco productores de chocolate, la Sociedad Industrial Eléctrica -con electra y harinera-, Caja rural y hospital. Antes de la conversión de Navarra en provincia (1834-1839). Villafranca tenía aduana y administración de tabacos.
Hospital
La villa fue sede de uno de los hospitales más antiguos de Navarra, conservándose una cédula del año 1355, de Carlos, rey de Navarra. En la misma se indica que las propietarias del hospital eran las cofradías de San Pedro y Sta. Eulalia. Los enfermos pobres de la villa eran recogidos en la llamada sala de Nuestra Sra. de Castellar, habiendo además habitaciones para estudiantes, sacerdotes, hombres y mujeres, así como granero, corral, cocina y sala de Juntas.
La parroquia de Santa Eufemia
La parroquia de Santa Eufemia es una monumental fábrica barroca de ladrillo, en armonía con el entorno. Sustituye y en parte aprovecha estructuras y elementos de un edificio anterior. A juzgar por la puerta de arco apuntado y la capilla de San Ramón Nonato, existió una iglesia gótica del siglo XIV, que según datos documentales se amplió entre 1497 y 1552 en estilo gótico-renacentista, obras que corrieron a cargo de Miguel Idoyaga y Pedro de Huarte. Con esta ampliación, la iglesia adquirió una planta de cruz latina con capillas laterales. Finalmente son las obras del siglo XVIII -1716-1736- las que confirieron a esta parroquia su actual aspecto barroco, si bien en parte se respetó la estructura anterior. En la realización de estas obras intervinieron muchos maestros, entre ellos cabe mencionar a Juan Antonio Jiménez, autor de la traza del crucero, por su parte la nave se hizo con planos del capuchino fray Luis de Tafalla. El resultado de esta actividad constructiva es una iglesia de planta de cruz latina y capillas laterales, que se cubre con bóveda de medio cañón con lunetos, excepto en el crucero, donde voltea una cúpula gallonada. Yeserías de follaje, flores y veneras se concentran en los capiteles de las pilastras que van marcando los tramos de la nave, en la línea de cornisa, en la cúpula, enmarques de ventanas y en la zona de sotocoro, logrando excelentes efectos barrocos.
La unidad de este conjunto espacial la rompen, siguiendo soluciones plenamente arraigadas en este momento, dos capillas abiertas a ambos lados del crucero. La de la Virgen del Rosario, en el lado de la Epístola, se construyó al mismo tiempo que la iglesia, con una planta central que dibuja una cruz griega cubierta por cúpula con tambor sobre pechinas. Una cuajada ornamentación de igual lenguaje y ritmo movido anima los paramentos de su interior y salta asimismo al arco de entrada. Enfrente se sitúa la capilla de San Francisco Javier, neoclásica de comienzos del siglo XIX, que se hizo con planos de Francisco Martín Corcín y Miguel Hermosilla. Estos maestros plantearon un espacio elíptico cubierto por cúpula también ovalada.
El exterior, muy complejo, lo componen distintos organismos cúbicos y octogonales yuxtapuestos. La torre, una de las más bellas de la Ribera navarra junto con la de la catedral de Tudela, la inició a partir de 1692, con trazas de Santiago Raón, Pedro de Aguirre y Loreaga, al que se le deben los dos primeros cuerpos y el pórtico. Algo posteriores son los dos cuerpos restantes cuyo diseño lo dio José Ezquerra, maestro que intervino en la torre de la catedral de Tudela. Se alza sobre un basamento de sillar, con tres cuerpos cúbicos y un cuarto octogonal, sobre el que se sitúa una balaustrada. Las pilastras cajeadas, las cornisas más o menos ornamentadas, así como los vanos y una abundante decoración geométrica embellece el conjunto. Todo este lenguaje se transmite al pórtico, con lo que la armonía de este exterior toma realce.
En esta parroquia se imponen los logros de la arquitectura sobre la retablística, que resulta en comparación más pobre. En este ámbito del presbiterio domina el gusto neoclásico con la unión del retablo mayor y los colaterales, los tres reformados alrededor de 1786 por el maestro italiano Santiago Marsili, a partir de retablos barrocos. El mayor, alberga relieves y esculturas en las que conviven rasgos de un barroco tardío con otros ya clasicistas. Pervivencia del primero son las actitudes teatrales de los personajes, mientras que la suavidad de los rostros, no alejados de cierta idealización, apuntan ya al neoclasicismo. En el retablo colateral de San Esteban, se venera un busto relicario de Santa Eufemia, esculpido por Berbar de Gabadi con toda la delicadeza propia del segundo tercio del siglo XVI.
La capilla del Rosario contiene un retablo barroco de hacia 1730 que cabe relacionar con el taller de Tudela por su cuajada y cuidada decoración de follaje, cardina y amorcillos. El resto de los retablos abarcan una amplia cronología; desde la primera mitad del siglo XVII con el de San Isidro y San Ramón Nonato, hasta el de las Ánimas en estilo rococó.
El convento de Nuestra Señora del Carmen
Frente a la parroquia se levanta el convento de Nuestra Señora del Carmen, que a pesar de construirse en la primera mitad del siglo XVIII, sigue el modelo característico de las iglesias conventuales del siglo XVII. Tiene una larga nave de cinco tramos a la que se abren capillas laterales con comunicación interior, crucero y cabecera recta. El coro se levanta a los pies y ocupa dos tramos de la nave. La cubierta es de bóveda de aristas para las capillas laterales, medio cañón con lunetos para la nave y cúpula en el crucero. Sigue la tradición manierista la ornamentación de temas geométricos distribuida por las cubiertas. La misma referencia a la arquitectura conventual del siglo XVII se aprecia en la fachada, aunque en este caso el material sea ladrillo. De los dos cuerpos en que se divide la fachada, el inferior lo ocupa el pórtico de triple arcada sobre el que se alza una hornacina con la Virgen del Carmen y una ventana. Corona el conjunto un tímpano curvo entre aletones. Una espadaña con dos arcos de medio punto situada en un lateral, la completa.
El templo alberga un conjunto de retablos de estilo rococó que contribuyen a su ornato, especialmente en el espacio del presbiterio, donde el mayor y los colaterales aumentan los efectos barrocos. Los tres son obra del maestro Dionisio de Villodas y Lucas de Mena, que los contrataron en 1769. El movimiento y dinamismo invaden tanto las plantas como los alzados de estos retablos, en los que el juego de la línea curva y contracurva rige todos sus elementos. Los golpes de rocalla unidos a la finura y suavidad de los relieves potencian el esplendor del conjunto, del que desmerece la escultura de bulto y la ausencia del dorado.
La iglesia del portal
La iglesia del Portal se levanta en el centro de la población y es un edificio del siglo XVI transformado en el siglo XVII. Sigue el esquema de iglesia conventual con planta de cruz latina cubierta por bóveda de lunetos y cúpula en el crucero. Una exuberante decoración de yeserías anima esta estructura; digno complemento, retablo mayor, también barroco de finales del siglo XVII. Éste se ha puesto en relación con la obra de Francisco Gurrea por el ritmo y lenguaje de sus elementos decorativos. Contiene lienzos barrocos del taller de Vicente Berdusán.
Arquitectura civil
Los edificios de Villafranca participan de las características de la arquitectura de la Ribera del Ebro, con casas de ladrillo, de dos o tres niveles además del remate, éste suele ser una galería de arquillos o pequeñas ventanas rectas. Finalmente el alero que se reduce a una cornisa con labores de ladrillo. Algunas casas enriquecen estas fachadas con escudos de piedra bellamente orlados. Nota característica del urbanismo de este pueblo son las linternas que cubren las escaleras de alguna de sus casas. Un interesante rincón lo constituye la parroquia, el convento y un magnífico palacio del siglo XVII, que se extienden ante un espacioso mirador. Otros edificios destacables son el ayuntamiento y el palacio de Rodezno.
Bibliografía
C. García Gaínza, V. Heredia Moreno, J. Rivas Carmona, M. Orbe Sivatte, Catálogo Monumental de Navarra. (Tudela. Pamplona 1980), págs. 419-444.
Órgano
Contaba con un ejemplar barroco de primer orden que fue en su mayor parte mal vendido.
Toponimia menor
Alcaide, casilla; Arena, casilla; Arevato, casillas; Barbas, término y camino; la Barca, camino; las Bardenas, camino; las Bardenas Reales, cañada; Barrera, corral; Bobadilla, corral; Calahorra, casillas; Cañada Real, camino; las Cañas, término; Carrera la Barca, camino; Conde, corral; el Corral de la Estanca, camino; la Corraliza de Saleta, camino; la Dehesa, término; la Guindera, camino; la Higuerilla, camino; Legardeta, granja; Molinar, río; Montecillo, término; el Montico, término; Motor de la corraliza del barber, casa; las Navas, regadío; Palomar, casilla, camino; Peñanzón, término; el Raso, camino; las Rozas, término; Saleta, corral; San Pedro, ermita; Soto de la Guindera, término; Soto Nuevo, término; Sotobartolo, camino; Valcarderas, alto; Veracruz, camino.