Gran Enciclopedia de Navarra

  • Inicio

RONCAL, VALLE

Geografía

El más oriental de los valles pirenaicos, dispuesto de N a S y recorrido por el río Esca. Limita al N con Francia, al O con el Valle de Salazar y el municipio de Navascués al S con el de Castillo Nuevo y Salvatierra de Esca (Zaragoza) y al E con el Valle de Ansó (Huesca). Ocupa una superficie de 41.449 Ha, de las que 16.290 son comunes del valle y 4.960 es comunal municipal. Constituye una mancomunidad de siete villas (Burgui, Garde, Isaba, Roncal, Urzainqui, Uztárroz y Vidángoz) y cuyo órgano representativo es la Junta General del Valle.

Su geología corresponde a un claro predominio de la fase sedimentaria eocénica de tipo flysch, replegado en anticlinales y sinclinales de dirección ONO-ESE tumbados hacia el S y cortados por el río Esca y sus afluentes. Cuando lo hacen sobre las barras calizas intercaladas crean espectaculares foces. En la parte septentrional este último roquedo está más representado y da lugar a importantes cumbres y desarrollados paisajes kársticos (Larra). Debido a la desigualdad altitudinal entre uno y otro extremo del valle las condiciones climáticas varían entre las submediterráneas montañas (predominantes en la mayor parte del territorio) y las subalpinas en los puntos de mayor altitud, pasando por las subatlánticas de aquellas zonas bien expuestas a la humedad del O y NO. Las lluvias disminuyen de N a S, a la vez que aumenta la temperatura, sequía estival y oscilación térmica.

La especie arbórea más extendida es el pino silvestre (13.605 Ha), seguido a distancia de las hayas (3.751 Ha) y los robles. Junto con las 144 Ha repobladas (mayormente de pino laricio de Austria) el total forestal arbolado representa el 37% de la superficie. El resto se reparte entre un 57,2% de pastos y matorrales, un 2,3% de improductivo y un 3,1% de tierras de cultivo destinadas a la producción de forrajes, cereal y patata (78 Ha). Las condiciones físicas del valle son más propicias para la ganadería y explotación forestal que para el cultivo de la tierra. Esta siempre fue poco importante, mientras que el ganado lanar trashumante (derechos de pastos en las Bardenas Reales) ha sido durante siglos la principal riqueza. Analizando separadamente cada especie se observa que todas ellas presentan las cifras actuales sensiblemente disminuidas; sólo el bovino tiene una presencia cuantitativa superior a la de entonces. En 1982 estaban censadas 26.638 ovejas churras, 2.002 cabezas de vacuno (de raza pirenaica y alpina), 255 de caballar, 385 de caprino y 57 de mular. El lanar es con mucho el más numeroso, sin embargo carece de la importancia numérica que tenía a principios de siglo (82.602 cabezas). Su población ha permanecido más o menos estable hasta principios de siglo. Iniciándose entonces un continuo declive hasta sólo representar el 43% de aquélla. En 1860 había 3.875 hab, 3.734 en 1877, 3.897 en 1887, 3.968 en 1900, 3.888 en 1910, 3.901 en 1920, 3.719 en 1930, 4.250 en 1940, 3.468 en 1950, 2.902 en 1960, 2.214 en 1970 y 1.638 en 1981.

La población activa representaba el 32% de la total, con un 40,8% en el sector primario, un 26% en el secundario y un 33,2% en el terciario. El 22% tenía menos de 18 años el 22,8% entre 19 y 35 años, el 38% tenía edad comprendida entre 36 y 65, y el 18,2% superaba los 65 años.

Con la consideración de “valle”, constituía ya en el siglo XI uno de los distritos o “tenencias” del reino pamplonés, encomendado sucesivamente a los seniores Lope López (1098-1124), Guillermo Aznárez (1135), Jimeno de Aibar (1162-1171), Gil de Aibar (1174) y de nuevo Jimeno (1186). Sin embargo, constan tempranamente (1098) comparecencias y actuaciones solidarias de los vecinos del valle, encuadrados sin duda en un concilium con el correspondiente colegio de mandatarios, probi homines, precedente de la futura junta. Aparece al mismo tiempo la figura del alcalde juez ordinario del valle, miembro de la propia comunidad. Ésta se había configurado ya en su estructura básica hacia el siglo XIV; la “universidad” ventilaba los asuntos de interés común a través de una junta de delegados, “jurados” de las diferentes villas, como la congregada en 1401 en Urzainqui para normalizar los aprovechamientos agropecuarios.

La primitiva “tenencia”, de carácter nobiliario-militar, conformó desde el siglo XIII un distrito menor de la merindad de Sangüesa, llamado “bailío” o “amiratío”, luego “almiradío”, por el título del oficial delegado de la corona, el “amirat”, después “almirante”, ejecutor de las sentencias judiciales y responsable de la percepción de las pechas debidas por los “labradores” de señorío realengo. Estas cargas ascendían anualmente en 1280 a 127 cahíces 3 robos y un cuartal y medio de cebada y avena, más 400 carneros y 1.600 sueldos por el importe de las cuatro “cenas”. Su exacción se arrendó en algunas ocasiones, como en 1287, y los emolumentos anejos al oficio de “amirat” se asignaron ocasionalmente a diversos servidores de la corona.

El rey Carlos III otorgó (1412) a los moradores del valle el privilegio colectivo de hidalguía, interpretado como una supuesta renovación de las gracias que sus antepasados habrían recibido en atención a la descollante colaboración prestada antiguamente en la defensa del reino contra los musulmanes, tradición desarrollada con evidentes anacronismos en torno a las legendarias batallas de Olast y Ocharán. El ascenso en su condición social sólo supuso fiscalmente al valle la conversión formal de la anterior pecha de avena en un censo anual de 2.880 sueldos. Con todo, en la confirmación por Fernando el Católico de las capitulaciones acordadas por el duque de Alba con los representantes del valle (1512), sólo aparece ya el tributo de 50 ducados por los términos de Erlanz y Arra.

A la exención de peajes y pontazgos en todo el reino se había añadido la concesión del “Fuero General” para salvar las discrepancias entre los fueros de Jaca y Sobrarbe, a los que indistintamente se acogían los roncaleses en sus problemas jurídicos y pleitos. Hubo durante la Edad Media conflictos de límites con las comunidades vecinas, como las de Ansó (1407) y Salazar (1415); con el valle bearnés de Baretous se saldaron mediante un arbitraje (1375) que instituyó el denominado “tributo de las tres vacas”, entregadas anualmente por los baretoneses en la peña de San Martín. También se produjeron dificultades en la circulación de rebaños hasta la Bardena, por ejemplo en 1269, 1356, 1441 y 1497; la reina Blanca fijó (1438) en una vaca u oveja a la ida y un cordero borro a la vuelta la tasa que cada rebaño debía entregar al alcaide del castillo de Peña. Se practicaba también la trashumancia de ganado vacuno hacia las landas bordelesas y el correspondiente “pasamiento” por los montes de Cisa, Osés y Arbeloa se liquidaba al recibidor de la tierra de Ultrapuertos. Existía en Isaba un puesto de control y peaje del tráfico de mercancías a través del Pirineo.

En 1270 todavía constaba Navarzato entre las villas de la comunidad. Burgui, sede de un importante castillo y de un antiguo molino regio, obtuvo de la reina Blanca un régimen peculiar (1438), derogado poco después (1441) por el príncipe Carlos de Viana las posteriores pretensiones segregadoras de Isaba (1665). La formación de los actuales siete municipios (1846) no impidió la subsistencia de la comunidad y su junta como instancia reducida exclusivamente a la gestión y aprovechamiento conjunto del patrimonio indiviso de la antigua “universidad”. A mediados del siglo IX San Eulogio había visitado el monasterio de San Salvador de Urdaspal, el cual fue agregado por el rey Sancho Ramírez (1185) a la abadía de Leire con sus “decanías” de Santa María de Olaz, en Lónguida, y San Martín de “Ologasti” y sus iglesias de Burgui, Segarra Uli, Urgui y Cortes. También fue incorporado entonces a la misma abadía el monasterio de San Martín de Roncal con sus “decanías” de Sigüés y “Bagon” y las iglesias de Roncal, Aniauz, Garde y Navarzato.

Incorporada Navarra a Castilla, los alcaldes del valle, excepto el de Urzainqui, se apresuraron a lograr del duque de Alba, todavía en 1512, la ratificación de sus privilegios. Luego, en 1534 acordarían todos los vecinos el texto de las ordenanzas llamadas en adelante de la unión, por las cuales habían de regirse en sus relaciones interiores. Se retocaron en 1543 y luego fueron reformadas y sustituidas por otras en diferentes ocasiones.

Las buenas relaciones entre los pueblos de la comunidad no dejaron de deteriorarse en diversos momentos. De 1568 y 1581 datan sendos pleitos de todos contra Urzainqui, por cuestión de amojonamiento y disfrute de hierbas. Pero el conflicto más importante es el que desencadenó en 1665 la villa de Isaba, que aprovechando la penuria de la hacienda real, que en toda España se empeñaba en vender privilegios para restañar sus propias heridas, compró al rey la separación administrativa respecto del resto del valle. Alegaba su carácter especialmente fronterizo que le creaba especiales necesidades, y sobre todo, el hecho definitivo de que con la unión su población había descendido alarmantemente; así que solicitaba y consiguió que se independizase su término.

Sin embargo, las otras seis villas reaccionaron de inmediato y lograron que la merced hecha a Isaba se anulase. El asunto, con todo, continuaría palpitando hasta el siglo XIX, en el que se desenvolvió el último gran pleito de la historia roncalesa, entre 1856 y 1862, cuando particulares de Isaba y de Vidángoz solicitaron que se declarara a su favor el derecho de libre y exclusiva propiedad de las tierras que ellos mismos poseían en tales términos, librándolas de la servidumbre de pastos a que pudieran estar sometidas; ello en virtud de real decreto de 8 de junio de 1813. En realidad, la anulación de esta servidumbre, que era la principal razón de ser de la Unión, equivalía a la anulación fáctica de la misma. El asunto se sometió ya a la justicia común española -convertida Navarra de reino en provincia- y las sucesivas sentencias (de 1857, 1860 y 1862) dispusieron la subsistencia de las servidumbres y por tanto la de la Unión.

Obviamente no era cosa sólo de servidumbres, sino de la propiedad misma; puesto que, junto a la propiedad común, desde luego mayoritaria, se mantenía -y mantiene- un conjunto de bienes privados que sin embargo no lo eran casi nunca con carácter absoluto. Idoate enumera, como componente de este conjunto, el yermo de Erlanz con su término de Arra, algunos castillos, los molinos de Burqui, las propiedades de los monasterios de Urdaspal (o Burdalpal), Roncesvalles y Leire, las particulares del concejo de cada una de las siete villas (“que se llaman vedados boyerales, corseras, saisas, etc y se destinan a los ganados”), “las roturas y sembrados, llamados también panificados, junto con los huertos, y por supuesto las casas”.

Los yermos y montes de Erlanz y Arra, en la frontera con Francia, parece tenían el carácter de propiedades regias, por cuyo empleo el valle pagaba una pecha o tributo. Respecto al antiguo monasterio de Urdaspal*, era ya propiedad particular, laica, en el siglo XVI. Particulares, pero de cada villa, eran también los llamados “dezmarios”, territorios sujetos al pago de diezmos y primicias (en definitiva, sinónimo de término municipal en nuestros días). Distintos -aunque generalmente parte de los dezmarios- son los “panificados”, que un documento de 1765 define como la porción de terreno que cada una de las siete villas se reserva “en la hoja sembrada (…) para que su hierba sirva para la manutención de las crías de cordero cada año y la vendan a este fin”. Se alude a la hoja sembrada porque se seguía el uso del “año y vez”, que también aparece en los documentos.

Otro elemento distorsivo fue el aprovechamiento forestal, cuando las necesidades de la real armada hicieron aumentar poderosamente la demanda (y los cuidados), en el siglo XVIII. Los bosques roncaleses caían y caen casi exclusivamente en el terreno común y los madereros tenían que solicitar -y pagar- la autorización de la junta general del valle. En el decenio 1754-1764 los madereros aragoneses compraron y pasaron por la aduana de Salvatierra unas 60.000 piezas de madera de todas clases. Pero el tráfico decayó, según parece, desde los años de la guerra contra la convención (1793-1795). A comienzos del siglo XIX ya se decía que no quedaba madera para extracción. (Bosques*). En todo caso, siempre había sido un factor secundario de la economía roncalesa, que en todo tiempo fue sobre todo ganadera, y aún más agrícola que forestal (Bardenas*).

En otro orden de cosas, como zona fronteriza, el valle de Roncal siguió siendo comarca y escenario de guerras tras la incorporación de Navarra a la corona de Castilla; aunque, sin duda, en menor medida que hasta 1512. Todavía fue escenario de los intentos de reconquista de Enrique de Albret* en 1516 y 1521. Pero luego, aunque se sucedieron las pequeñas movilizaciones, no hubo actividad bélica propiamente dicha hasta los grandes conflictos de los siglos XVIII y XIX; guerras de Sucesión, Convención, Independencia, Realista y Carlista*.

El Diccionario de la Academia de la Historia de 1802 da una descripción de las actividades económicas cotidianas de los roncaleses; dice que “en todo el valle con el abono y beneficio de las cenizas que resultan de las quemas que se hacen en las pendientes de los montes, a costa de una labor penosa con yuntas dobles, se cogen como unos 36.000 robos de trigo, bastante avena, algo de cebada y centeno”. Aparte, se siembra el maíz, “en corta cantidad”, en las inmediaciones de cada pueblo “para alimento de las aves domésticas”. Añade que “el grano en todas sus especies es tan puro como en los países templados, pero su multiplicación muy inferior pues sólo rinde 6 robos por uno. Las cosechas son bastante inciertas por la duración de las nieves, frecuentes hielos, lluvias y tronadas, y como el consumo es grande, particularmente en el invierno, porque el pan y algo de cecina y tocino suplen para la manutención, apenas se extraen del valle sino un corto número de cargas de trigo en los años abundantes”.

Confirma que la ocupación principal de los vecinos continúa siendo la ganadería y que los animales pasan cinco meses en los pastos del valle y los otros siete trashumando “a la tierra templada, que llaman la Ribera”. “De la leche de ovejas hacen requesones, con los cuales ahorran el consumo de aceite para muchos guisos, y exquisitos quesos, muy famosos y estimados en los reinos de Navarra, Aragón y en Francia.” Pero advierte que “toda la riqueza del valle consiste en lanas: como unas 2.000 arrobas las emplean en fabricar en sus casas los paños y demás telas necesarias para el vestido, que es uniforme en todos con respecto a los sexos y estados de casados y solteros, sin que pueda variarse ni aun por enfermedad particular, sin preceder licencia del consejo del reino. Los hombres visten una chupa de paño negro, chaleco de cordellate, anguarinas, valona, el pelo cortado y sombrero redondo. Las mujeres casadas visten también de paño y una toca de tela blanca en la cabeza y el pelo en trenza.” Es interesante añadir que en los documentos de los tres siglos anteriores se insiste en que esta vestimenta permanece invariable desde tiempo inmemorial y se aduce además como una muestra de la disciplina del vecindario, incluso a la hora de recabar mercedes del rey.

En los redactores del Diccionario brotaba acaso la vena antifuerista cuando añadían y subrayaban lo que por lo demás no era falso: que “las restantes lanas las venden a los franceses prefiriéndolos a los mismos navarros, aragoneses y catalanes, porque aquéllos las pagan a mayor precio y con mucha puntualidad, sin que a cambio reciban sino la lencería de uso común, cordellates, ganado mular, caballar y de cerda”. Las importaciones procedían principalmente del resto de Navarra y de Aragón, “que surten al valle de Roncal de vino, cuyo consumo es enorme, aceite, zapatos, alpargatas, herrajes y otros efectos, sin que en cambio les vendan sino algunos pares de medias de estambre, que hacen las mujeres en los días crudos y rigurosos del invierno, porque cuando el tiempo lo permite trababan en las penosas ocupaciones del campo con el mayor esfuerzo y aplicación.” (Aduanas*)

Cien años después, en 1912, el sustrato económico de esta forma de vida, que describía Altadill, seguía siendo el mismo; ha desaparecido, eso sí, la referencia al comercio lanero con Francia y se observa que el valle cuida esmeradamente sus montes, “desplegando mayor esmero en la repoblación y plantaciones que en la corta y tala”; las almadías continuaban buscando el Ebro y llegando a Tortosa en algunos casos. Y ese aprovechamiento forestal cubría los sustanciosos presupuestos de las siete villas: “mejoran sus iglesias, escuelas, casas consistoriales; perfeccionan sus infinitos caminos, aseguran sus puentes, cubiles, presas; crean fuentes, lavaderos, abrevaderos, mataderos, asilos, hospitales, frontones, etc, convirtiendo su tierra roncalesa en tierra de promisión, tranquilidad, bienestar y ventura.” Altadill era hombre obviamente optimista y de visiones idílicas. Pero era cierto que la administración roncalesa había cogido en el siglo XIX el ritmo innovador que caracterizaba la vida navarra en general.

Bibliografía

F. Idoate: La comunidad del valle de Roncal (Pamplona 1977); R. Gambra: El valle de Roncal (Pamplona s. a., “Temas de Cultura popular” 27).

Voces relacionadas

    • SALAZAR, VALLE
    • NAVASCUÉS, ALMIRADÍO DE
    • AEZKOA
    • PANIFICADOS

Galería imágenes

    Valle de Roncal

    Valle de Roncal

    Paisaje de Roncal

    Paisaje de Roncal

    Escudo del Valle del Roncal

    Escudo del Valle del Roncal

    Tributo de las Tres vacas en la Piedra de San Martín

    Tributo de las Tres vacas en la Piedra de San Martín

    Alcaides del Valle del Roncal

    Alcaides del Valle del Roncal

    Roncalesa vestida de fiesta

    Roncalesa vestida de fiesta

    Regidor roncalés

    Regidor roncalés

Documentos gráficos

    Valle de Roncal

    Valle de Roncal

@ Fundación Caja Navarra