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DIARIO DE NAVARRA

DIARIO DE NAVARRA

Periódico fundado en Pamplona el 25 de febrero de 1903, con carácter independiente y bajo la dirección de José Vicente Beraluce. Considerado el diario más importante en la historia de la región, se distinguen tres etapas en su trayectoria: la fundacional, de 1903 a 1913, en la que logró ser el primero de Pamplona; la de consolidación, entre 1913 y 1962, periodo marcado por la figura de su director Raimundo García*; la de modernización, tras la muerte de “Garcilaso” en 1962 y su sustitución por José Javier Uranga.

Su nacimiento estuvo ligado a la crítica situación de la prensa española a finales del siglo XIX. Con motivo del enfrentamiento bélico con los Estados Unidos, los diarios más importantes se lanzaron a una campaña patriótica, asegurando la victoria sobre los enemigos. A la búsqueda de un aumento de tiradas, presentaron una visión tan deformada de la realidad que las consecuencias del desastre las pagaron caras. Efecto de tales errores fue la pérdida de público lector, que influyó negativamente en su actividad. Como reacción, la prensa de provincias -menos perjudicada y con mayor credibilidad- encontró una coyuntura que le permitió desarrollarse de forma notable. Precisamente alrededor de esta fecha clave de 1900 aparecieron diarios regionales tales como “El Heraldo de Aragón”, “La Gaceta del Norte”, “La Verdad” o “El Correo Catalán”. Cabe citar otros dos factores que conformaron la vida de la prensa de entonces. En primer lugar el auge sostenido del periodismo de empresa. Desde veinte años antes, las empresas periodísticas españolas adoptaron formas propias de otras actividades mercantiles. Así se asistió al nacimiento de fórmulas nuevas: creación de sociedades anónimas, aumento creciente de la publicidad, promoción de recursos para aumentar la tirada… Junto a esto, un segundo factor fue el impulso del periodismo católico. Fruto de la labor llevada a cabo por las autoridades eclesiásticas fue la creación de un número considerable de publicaciones dedicadas a defender a los católicos, ante el sectarismo de que hacía gala una parte importante de la prensa rotativa. Cabe pensar que el “Diario” fuese un ejemplo de periódico católico creado para la defensa de esta doctrina, pero esta no fue su finalidad exclusiva, ya que en Pamplona se publicaban tres diarios de orientación católica: El “Eco de Navarra“* decano de la prensa con 3.000 ejemplares de tirada media; “El Pensamiento Navarro“* carlista; y “La Tradición Navarra“*, que era la facción integrista del carlismo.

El nuevo periódico defendería los valores tradicionales conservadurismo de corte liberal, catolicismo y foralismo. Tanta importancia deberían tener los principios que se quiso dejarlos escritos en los Estatutos, para impedir su olvido o recorte. Resulta curioso observar cómo de esos tres conceptos, el más nítido y definido es el navarrismo, mientras que los otros dos están expresados con cierta ambigüedad.

Otro de sus objetivos fue el de contrarrestar el crecimiento del socialismo en la región, con el respaldo de “El Eco de Navarra”, de ahí que la fase fundacional se cierre coincidiendo con la última aparición (30 de junio de 1913) del decano de la prensa navarra. De cualquier forma, resulta chocante que hombres de negocios acudieran a un proyecto informativo, sin fines lucrativos. Fue el caso de los 56 primeros accionistas de la editora del Diario de Navarra, denominada “La Información” S. A. En ese grupo de medio centenar de personas se encontraban los industriales, comerciantes y banqueros que estaban en la vanguardia de la sociedad navarra de entonces. La actividad política no les estuvo vedada y de ahí que hubieran sido diputados a Cortes, miembros de la Diputación, alcaldes y concejales del Ayuntamiento. Otra de las iniciativas con la que guardan relación era una sociedad obrera mixta, es decir con patronos y obreros, de inspiración cristiana y denominada La Conciliación. El conjunto de estos individuos era especialmente homogéneo, además de por lo anterior, a causa de las relaciones de parentesco existentes, lo cual hacía que un pequeño núcleo de familias-vinculadas entre sí-fuese el aglutinante; de esta forma, se encontraban apellidos famosos en el ámbito local y que se mantienen hasta hoy dentro del periódico como los Arraiza, Garjón, Irurzun, Jaurrieta, Sagüés o Uranga. De entre los 56, los promotores iniciales parece ser que fueron Cecilio Azcárate, Silvestre Goicoechea, Serapio Huici, Mauro Ibáñez y Fermín Iñarra, a los cuales habría que sumar la familia Irurzun en conjunto, que en un plano inferior a los anteriores sobresale sobre el resto.

Durante 1902 fueron apoyando la iniciativa diversas personas, hasta que finalmente 56 suscribieron las 400 acciones del capital social que ascendió a 200.000 pesetas. Una de las singularidades de “La Información, S. A.” era que su capital estaba dividido en acciones nominativas, y para su transmisión se introdujeron unos artículos en los Estatutos, que tendían a que se mantuviese el espíritu fundacional en los puntos fundamentales, lo que ha asegurado la continuidad familiar en el accionariado. El cargo de Consejero es honorífico, gratuito y obligatorio para el que fuese elegido.

En 1912 compró una rotativa alemana (Heureka) por el precio de 24.000 marcos. Se trataba de una de las pocas existentes en España, ya que sólo 36 periódicos poseían una rotativa. La solidez económica con la que se planteó el periódico buscó no sólo neutralizar a “El Eco”, sino el de impedir la entrada de prensa foránea. Ello le permitió conseguir de forma diaria informaciones de Madrid, Bilbao, San Sebastián, Vitoria y Zaragoza, lo que le proporcionó el éxito a lo largo de los años, junto con su carácter independiente, ajeno a vicisitudes de la política partidista, pero con una ideología clara y nítida. Se convirtió en el primer periódico de opinión de la historia de Navarra.

Junto con sus medios económicos, su preeminencia sólo se explica por las campañas que desarrolló. En las elecciones municipales del 8 de noviembre de 1903 promovió la “Candidatura del Orden”, en la cual se incluían dos de los propietarios del periódico. Frente al bloque republicano-liberal, la victoria la lograron los liberales-conservadores, carlistas e integristas, lo que supuso la caída del alcalde liberal Joaquín Viñas.

Cuando aún se mantenía el agradable recuerdo por el triunfo, llegó el año crítico de 1905, fecha que pasará a la historia interna de la publicación como días que fueron de temores y amarga victoria. El hecho más grave fue el enfrentamiento con el Obispo, Fray José López Mendoza. La chispa inicial saltó por un artículo acerca de la consagración de dos obispos navarros. El 13 de marzo de 1905 Francisco Baztán y Eustaquio Ilundáin fueron consagrados en la Capilla de la Virgen del Camino. Los preparativos del acto habían sido objeto preferente de atención por parte del Diario y de ahí su entusiasmo el día de la ceremonia. Al día siguiente de esta, sin embargo, en la crónica que hizo Eustaquio Echauri*, criticó acremente la actitud del Rector del Seminario de Pamplona, que no había permitido a sus alumnos asistir al acto. El artículo le valió al periódico -como castigo- la pérdida de la censura eclesiástica, con la cual aparecían todas las publicaciones católicas.

El incidente tomó un cariz navarrista evidente, pero suponía ponerse a favor de una parte del clero, contrariado por los nombramientos hechos años antes -uno fue el del mencionado Rector- por el Obispo, que habían recaído en eclesiásticos foráneos. Por esto, si bien el periódico aducía que su campaña era estrictamente a favor de todo lo que fuese navarro, el Obispo la interpretó como un intento de soliviantar contra él a sus diocesanos.

Este primer choque produjo distintas reacciones dentro de la empresa. El director del periódico, José Vicente Berazaluce, puso en apuros al Consejo de Inspección y Administración, al escribir una carta al recién elegido alcalde de Pamplona -era nuevamente el liberal Viñas-, y en ella venía a justificar su postura dentro del periódico, y afirmaba que era menos reaccionario de lo que pudiera parecer. La misiva le costó el puesto; le sustituyó Echauri. Éste, pasados unos meses, volvió a escribir un nuevo artículo, que llevó a que el Obispo declarase que “Diario de Navarra” era un periódico rebelde a su autoridad y colocado en la pendiente del cisma, por lo que amenazó con fuertes penas morales. El periódico elevó a Roma un recurso de alzada, por parecerle injusta la disposición, y el tribunal falló a su favor, con lo que parecía terminado el conflicto, pero no fue así por cuanto que el Rector del seminario dimitió del cargo, Echauri fue juzgado por injurias contra el Rector y fue condenado a destierro, por lo qué abandonó Pamplona en julio de 1907.

Papel importante desempeñó el periódico con motivo de las manifestaciones de 1906 y 1910 en contra de las medidas anticlericales del gobierno de Madrid. Fueron actos masivos, que causaron un enorme impacto en la opinión pública navarra. Al mismo tiempo que entusiasta defensor del catolicismo, tuvo un fuerte enfrentamiento con un sector del clero, a propósito de las Cajas Rurales. Estas instituciones habían sido apoyadas por el periódico. Pero a fines de 1907 el “Diario” se lanzó a una feroz campaña por entrever en la doctrina de sus promotores rasgos de socialismo, contrarios al dogma católico. De esta manera, el periódico se opuso a un amplio espectro de la sociedad que parecía aceptar a los entusiastas defensores de las Cajas.

Desde 1913 Diario de Navarra ha ocupado el primer puesto en tirada y no ha variado de forma apreciable sus planteamientos iniciales, de ahí que sea la etapa de la consolidación. Hechos destacables que mencionar son la mejora tecnológica, las colaboraciones habituales de importantes periodistas y las campañas políticas. Acerca del primer aspecto citemos la utilización de linotipias a partir de 1915, y la adquisición en 1927 de una rotativa Koenig Bauer, capaz de tirar 17.000 ejemplares a la hora, que siguió utilizándose hasta 1966.

Dentro del capítulo de colaboradores cabe hacer una alusión a la llevada a cabo por Ramiro de Maeztu en los años 30 y, de carácter regional, fueron importantes los artículos de Ignacio Baleztena* y sus “Iruñerías“*, además de las secciones “Postales” y “Mi gacetilla” de Eladio Esparza*.

Respecto a las campañas del periódico, todas ellas guardan relación estrecha con la labor de “Garcilaso“*. Desde los sucesos de Marruecos hasta la oposición al Estatuto de Estella, pasando por el apoyo a la Dictadura de Primo de Rivera, la postura del Diario tuvo un papel importante en la conformación de la opinión pública de la región. Se puede destacar, por lo que supone de novedad frente a la etapa anterior, el cambio de actitud del periódico respecto al nacionalismo vasco, al cual se opondrá claramente, de modo especial con motivo del proyecto estatutario que fracasó en la República.

Desde 1936, en gran medida debido al régimen legal vigente, la prensa estuvo acallada y ofrece por eso menor interés. En este período, sin altibajos apenas, la normalidad de los días se une al envejecimiento de “Garcilaso”, tan identificado con el periódico que parece desear que su muerte vaya acompañada con la de la publicación. Al fallecer, se inició a partir de 1962, y bajo la dirección de José Javier Uranga, la tercera etapa, que exigió un proceso, casi urgente, de modernización para salir de la cierta atonía en que había caído el Diario en los años precedentes, agudizadas las dificultades por la competencia planteada desde junio de 1964 por “La Gaceta del Norte” y su edición para Navarra.

En 1966 se procedió al traslado de la redacción, los talleres y parte de la administración a Cordovilla, y se aprovechó para cambiar la vieja rotativa por otra más moderna de la misma casa, que en 1984 daría paso a otra Metroliner de dos cuerpos simples, que posibilitó que desde el 8 de mayo de ese año pudiera aparecer color se haya adoptado un formato tabloide, más pequeño que el anterior.

La empresa lanzó un semanal dedicado a los deportes, -“Norte Deportivo“*- y, en esta línea de iniciativas y novedades, obtuvo la concesión de varias licencias y en 1983 puso en marcha Radio Navarra. En los años setenta la coyuntura política general experimentó un cambio notable. El Diario supo adaptarse sin especiales problemas, y seguir su marcha ascendente en la tirada. Es de destacar cómo su postura contraria al integracionismo vasco ha tenido como respuesta varios atentados, el más grave contra su director en 1980.

La difusión controlada por la Oficina para la Justificación de la Difusión (OJD) ofrece para los últimos años los siguientes promedios: 40.795 ejemplares en 1977; 39.220 en 1980; 40.711 en 1984; 41.462 en 1985; 41.598 en 1986 y 43.374 en 1987.

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