BALEZTENA ASCÁRATE, IGNACIO
BALEZTENA ASCÁRATE, Ignacio
(Pamplona, 2.4.1887-23.9.1972). Abogado, político, escritor e investigador. Inició la carrera de leyes en la Universidad de Deusto pero al poco tiempo la continuó, junto con los estudios de arquitectura, en Salamanca, donde fue alumno de Unamuno, quien lo conocía afectivamente por el apelativo de “el navarro”. A los 25 años fue nombrado presidente de las Juventudes Jaimistas de Navarra. Seis años más tarde resultó elegido concejal del Ayuntamiento de Pamplona por el partido carlista. Esto le obligó a regresar de Francia donde había iniciado una incipiente carrera diplomática. En 1921 fue nombrado diputado foral, cargo en el que permaneció durante dos legislaturas, hasta 1928. Perteneció a la comisión gestora que precedió a la República. Al estallar la guerra en 1936 se alistó como voluntario, marchando a Zaragoza. Al término de la contienda civil abandonó por completo la política y se dedicó a la investigación y a las colaboraciones periodísticas.
Fue director del Museo de Navarra, secretario del Comité Provincial de Turismo y miembro de la Junta Permanente de la Sociedad de Estudios Vascos. Entre 1936-1939 fue oficial del Archivo de Navarra.
En sus comienzos como escritor mostró predilección por el teatro, si bien la política pronto cobró importancia. En un afán de dar a conocer sus inquietudes fundó y dirigió varias publicaciones: “El Bólido”, “El requeté de Pamplona”, “Joshe Miguel” (1914) y “Radica” (1919). Sus escritos más subversivos se encuentran en la colección “El Fuerista”, en paradero desconocido, y en hojas clandestinas y sueltas. También publicó folletos divulgativos y obras de teatro, sobre temas populares, en las que su principal pretensión es divertir y entretener. Sus títulos son clara muestra de ello: De cómo Kilikizarra murió y estiró la garra, Cirilo por San Fermín pasó aventuras sin fin, Abundio te la cedo, El submarino de Dositeo, Bromas de Cupido, Futri contra Campañarri, etc.
Sus principales colaboraciones periodísticas aparecieron en “El Pensamiento Navarro” y en “Diario de Navarra”. En el primero de ellos Publicó un gran número de artículos bajo el seudónimo de “Premín de Iruña”. Tan conocido llegó a ser que muchos incluso olvidaron su nombre de pila y le llamaban Premín. Con este seudónimo firmó también en “Pregón” y su único libro, Iruñerias aparecido en 1920 y editado en la imprenta de T. Bescansa.
En “El Pensamiento” escribió artículos de divulgación política desde 1912 hasta 1936. “Un rato de conversación”, “Del viejo Pamplona”, “Navarrerías” y “Preminerías” fueron sus columnas habituales en este medio informativo.
En el “Diario de Navarra” su labor fue un poco más ordenada. Comenzó a escribir el domingo 28 de noviembre de 1948, con el seudónimo de “Tiburcio de Okabío”, y terminó de hacerlo el 20 de septiembre de 1964 tras haber publicado 761 Iruñerías. Esta colección de columnas dominicales abarca una gran diversidad temática, pero pueden ser clasificadas en: folklore y tradiciones; diversiones y experiencias personales; historia y misceláneas. Es quizá la colección que más le ha popularizado entre el gran público tras su aparición semanal durante 16 años.
Como investigador de la historia local, Baleztena trabajaba picoteando continuamente en los documentos hallados, sin profundizar y cambiando continuamente de tema. La escisión entre el fondo y la forma es otra de sus características. Bajo una forma divertida, superficial o anecdótica, disimulaba un fondo de investigación científica siempre centrada en Navarra, sus tierras y sus gentes. Esto junto con el modo de difusión de sus investigaciones -a través de periódicos y colaboraciones- contribuyó de manera esencial a popularizar la cultura y la historia navarra.
No menos importante que su aportación como historiador, y muy ligada a ella es su labor como folklorista. Como buen mozo pamplonés, los sanfermines eran para Baleztena unas fiestas entrañables y queridas, motivo en innumerables ocasiones de letrillas, coplas y versos. Autor de la canción “Uno de enero, dos de febrero, tres de marzo…” puso también letra a la diana de San Fermín. Fue así mismo el iniciador de la costumbre de acompañar los mozos a la Corporación al rezo de las Vísperas entonando el “Riau Riau” del vals de Astráin, grito que él dio por primera vez, y el organizador de la propaganda turística de las fiestas mediante exhibiciones de grupos folklóricos y musicales creados y dirigidos por él, como la peña del “Muthiko Alaiak” (1931) y el grupo de danzas municipal. Durante los años en que fue diputado foral (1921-1929) proliferaron los actos y celebraciones de profundo arraigo navarro. Así, en mayo de 1922 organizó los actos conmemorativos del cuarto centenario de la canonización de San Francisco Javier. También organizó las actividades con motivo del quinto centenario de la pacificación de los burgos de Pamplona y promovió y revitalizó las Comparsas de Gigantes y Cabezudos. Fruto de sus inmersiones en los documentos del Archivo Provincial fueron la reanudación de la Fiesta del Rey de la Faba, fiesta instituida por los Reyes de Navarra, según Yanguas en 1283, y la visita de San Miguel a la Diputación.
Otras costumbres y fiestas que él instauró y que se han mantenido con el paso de los años son, entre otras, la Cabalgata de los Reyes Magos y el homenaje a la vejez.