SAN JUAN DE PIE DE PUERTO
Principal núcleo de población de la tierra de Cisa y centro del régimen medieval navarro de Ultrapuertos hasta su abandono en septiembre de 1527. Última escala gascona del Camino de Santiago, Ricardo Corazón de Léon, como duque de Aquitania, instó a sus gentes (1177) a respetar la seguridad de los peregrinos. El primer “tenente” navarro de la plaza que se conoce fue Martín de Chipia (1189) bajo el rey Sancho VI el Sabio; después aparecen documentados Fortún y Rodrigo de Baztán (1194), a pesar de haberse incluido (1191) el castillo en la dote de Berenguela para su matrimonio con Ricardo I de Inglaterra. La villa fue sede del “castellano” delegado del monarca navarro en Ultrapuertos; su fortaleza desempeñó una función capital en la defensa del territorio, realizándose en ella obras de especial magnitud a finales del siglo XIV. Contaba con un activo mercado y su muralla abrigaba los barrios de San Miguel, San Pedro y el Burgo Mayor. Los vecinos debían a la Corona un censo anual en concepto de cermenaje del que fueron dispensados por Carlos II (1368). Disfrutaba del mismo estatuto jurídico que Bayona y como buena villa tuvo derecho de asiento en las Cortes del reino. Fue punto clave de control de tráfico mercantil a través del Pirineo y Carlos III puso al día su antiguo arancel de peajes.
Tras la conquista de Navarra por Fernando el Católico, siguió las vicisitudes de Ultrapuertos*, abandonado definitivamente entre 1528 y 1530. Durante los años inmediatamente anteriores, la soberanía de los Habsburgo o de los Albret* sobre la Baja Navarra* dependió justamente del dominio de la fortaleza de San Juan. Todavía en 1527, Hernando de Sandoval*, al mando de las tropas que enviaba Carlos V, obtuvo de sus autoridades el juramento de fidelidad al rey de España.
Entre las gentes de San Juan perduró sin embargo la reivindicación de su naturaleza navarra. Aunque las Cortes de 1583 la negaron a todos los bajonavarros, todavía la reclamaban en el siglo XVIII. Pero, curiosamente, convivía con los pleitos fronterizos (Fronteras*), cada vez más fuertes, que venían surgiendo desde siglos atrás entre los habitantes de una y otra vertiente del Pirineo. Aunque en estas luchas participaron muy diversos pueblos, el protagonismo de las autoridades de San Juan fue notable. En 1845 su alcalde dirigió, incluso, una penetración de gente armada en el bosque del Irati para dejar constancia -por medio de algunas destrucciones- de su disconformidad con las fórmulas jurídicas que regulaban el aprovechamiento de los pastos.
Castillo
Dominó la villa desde época medieval y ocupaba el mismo emplazamiento de la actual ciudadela de tiempo de Luis XIV. En 1234 era su gobernador don García Almoravid. Más tarde, en 1280, siendo alcaide Roger de Pierras, se hicieron obras en la sala y pabellones. La escalera de la torre, junto con la tajada el palenque, se reparaban en 1301 En 1328 se trabajaba en cerrar de muralla el castillo y hacerle ventanas a la torre mayor. Reinando Carlos II, en 1353, se reparó de nuevo la torre y se recubrió el palacio de dentro del recinto. Por estos años era alcaide o castellano Arnalt de Guerra; más tarde, en 1362, ocupaba el puesto Guillem Arnalt de Santa Gracia. En 1364 mandó el rey aumentar la guarnición en 8 hombres más; por entonces pasó a estar al frente de la castellanía Miguel Sánchez, señor de Ursúa.
La reina Juana, mujer de Carlos II, nombró castellano de San Juan y guarda de la tierra de Ultrapuertos, en 1369, a Juan Ruiz de Aibar. Ese mismo año se compraron 500 cargas de piedra para reparar el castillo, en cuya mazmorra estaban presos a la sazón unos escuderos de Logroño. Los gajes de la retenencia suponían por entonces 80 libras. En 1372 se trabajaba en la gran sala del castillo y en otras partes del mismo; los comisarios de fuegos aportaron 40 libras para ese fin. Las obras proseguían en 1378, afectando a la cubierta, que resultó dañada por un fuerte vendaval.
En 1389 Carlos III nombró castellano a Martín Martínez de Baquedano, en sustitución de Gassernaut de Belzunce, confiándole también la guarda del castillo de Gárriz y el bailío de Osés y de Labastida. En 1395 mandó el rey al recibidor de Ultrapuertos que gastase 60 florines en reparar el castillo, ya que según informaba el castellano Bertrán de Lasaga, no se podía habitar allí en época de lluvias, ni conservar víveres ni efectos. Por su parte, la reina Leonor mandó destinar otros 100 florines a obras en la fortaleza, “qui es cabeça de aqueillas tierras”, con motivo de la guerra entre franceses e ingleses.
En torno a 1410 era castellano el caballero Pero Sanz de Lizarazu, que hizo reparaciones por valor de más de 300 libras. Carlos III nombró en su lugar a mosén Guillén Arnaut de Santa María en 1413, encomendándole los bailíos de Ultrapuertos con sus rentas. Diez años después se compraron al vizconde de Baiguer 12.000 tablas de roble para obras en el castillo. En 1428 se anotó en las cuentas una partida de gastos por ensayar el cañón de la fortaleza. Dos años más tarde se hacían obras en la torre y puente levadizo, a cargo de varios carpinteros de Cisa. Al parecer, la torre mayor recibía el nombre de Caro. Nuevos trabajos se realizaron en 1438 y 1442; éstas últimas a cargo del carpintero Miguel de Larrart, que costaron 150 florines. Guillén Arnalt seguía como castellano en 1444.
En 1450, durante las discordias civiles entre agramonteses y beaumonteses, se alzó con el castillo el señor de Luxa. Hacia 1470, le fue encomendada la guarda a Arnaut Guillem, señor de Domezáin, y a su hijo Tristán; posteriormente la princesa Leonor les eximió del pleito homenaje. Tras la conquista de Navarra por Fernando el Católico, en 1512, los castellanos nombraron al comendador Gonzalo Dávalos. En los años 1519-1521 ocupaba el puesto Antonio de Ávila.
En la segunda mitad del siglo XVII los franceses convirtieron la vieja fortaleza en una ciudadela al estilo de Vauban, que todavía se conserva, así como buena parte del recinto amurallado medieval, con varios portales de arco apuntado.