MAYA
Categoría histórica: Lugar.
Categoría Administrativa: Villa del Valle de Baztán.
Partido Judicial: Pamplona.
Merindad: Pamplona.
Comarca geográfica: Valle de Baztán.
Población (1986): 297 habitantes de hecho, 299 de derecho.
Altitud: 282 m.
Distancia a Pamplona: 65 km.
Comunicaciones: Carretera local que enlaza a pocos metros con la general N-121 B, Pamplona-Francia por Baztán.
Geografía
Situado en la falda meridional del monte Otsondo. El término confina al N con Urdax, al E con Errazu, al S con Arizcun y al O con Azpilicueta.
En su término se localiza parte del sector dólmenico de Alcurrunz*, con los dólmenes de Otsondo* Norte y Sur.
Aparece a finales del siglo XII con el nombre de Amayur como una de las tenencias o distritos nobiliarios del reino, debía en 1280 a la Corona un censo anual de 118 sueldos más las rentas del molino, monopolio regio. Constituía ya entonces un puesto de control de tráfico mercantil desde Bayona.
Consta documentalmente también con el nombre de Mayer. Ocupada la plaza por los franceses, el recinto sirvió de refugio y último punto de heroica resistencia (octubre de 1521 a 19 de julio de 1522) a los caballeros navarros fieles a Enrique II de Albret.
En 1665 compró la jurisdicción civil, por 5.000 reales que dio al erario. En 1802 aparecía como “v(illa) separ(ada) del valle de Baztán” tenía “un antiguo castillo con su gobernador”. Tras las reformas municipales de 1835-1845 quedó como ayuntamiento separado, sometido a régimen común.
En el mismo año 1802 se afirmaba que “las mujeres son las que principalmente se ocupan en la agricultura y los hombres en el tráfico y arriería”. En 1847 tenía cincuenta casas. La escuela estaba dotada con 2.560 reales al año; para atender la iglesia parroquial había un rector y dos beneficiados, que eran presentados por el rey o por el obispo según el mes en que se diera la vacante; el barrio de Urrasun, por otro lado, pertenecía a Maya en esta jurisdicción eclesiástica, pero no en la civil. Había un molino harinero. En los años 1920 había posada y carabineros y subsistían una fundación del siglo XVIII para mejora de la enseñanza, que había instituido don Vicente de Echenique y Gastón, y otra para limosnas. Se incorporó a Baztán en 1967.
Castillo
Sobre la colina que domina la villa, existió en época medieval un castillo, que aparece también en la documentación con los nombres de Mayer y Amayux. Tenemos noticia de sus alcaides desde los tiempos de Sancho el Sabio. En 1208, reinando ya Sancho el Fuerte, lo gobernaba don Juan Pérez de Baztán, y en 1274, bajo don Enrique de Champaña, el célebre don García Almoravid. Dos años después, Lope Martínez de Úriz se declaraba vasallo de la reina doña Juana por este castillo. La cámara sobre la cisterna se reparaba en 1290, junto con la casa inmediata. En los últimos años del siglo XIII consta como alcaide Íñigo Rodríguez de Aibar, con una retenencia de 12 libras y 60 cahíces de trigo.
Hacia 1325-1330 era alcaide el vizconde de Baiguer. Poco después, en 1334, el gobernador Enrique de Sully, a instancias de los baztaneses, nombró alcaide y guarda de la comarca al noble Arnalt Sanz, señor de Haxa, para que protegiese a los viajeros de los “hidalgos andariegos”. Más tarde, en 1351, Carlos II confió el castillo a Juan de Lasa, con 7 libras y 35 cahíces de asignación. Tras él lo tuvieron Sancho del Palacio y Sancho Sánchez de Lizarazu. A este último le sucedió en 1361 Miguel Sánchez de Ursúa, que en 1378 mandó hacer obras en el recinto. El carpintero Machín de Ozta advertía ese año de la necesidad de reparar el donjón del castillo. Carlos III nombró alcaide en 1387 a Miguel de Echebelz, que enseguida emprendió trabajos de reparación por valor de 45 libras. Por el informe del maestro de obras sabemos que el castillo tenía una gran torre en el medio, y varios torreones más en el cerco o recinto amurallado.
En 1412 Carlos III confió la guarda a Guillén Arnaut de Santa María, caballero, nombrándole a la vez baile de la tierra de Baztán. Prosiguió las obras emprendidas con anterioridad, y al tiempo fue nombrado también castellano de San Juan. Juan II nombró para sustituirle, en 1448, a Juan de Ursúa. Dos años después, el Príncipe de Viana hizo merced del alcaidío a Lorenzo de Santa María. En 1455 aparece como titular Juan de Echaide. En 1461 la fortaleza fue sitiada con ocasión de las discordias civiles que a la sazón asolaban el Reino. En los últimos años del siglo XV consta como alcaide el señor de Ursúa.
Tras la ocupación de Navarra por Fernando el Católico, el castillo fue tomado por las armas castellanas, nombrándose alcaide al capitán Antón Alguacil, con 100.000 maravedís de salario. Por entonces se llevaron a cabo importantes obras de fortificación, y se le dotó de guarnición suficiente. En 1521, el castillo fue recuperado por los leales a la casa de Labrit, que pusieron en él una guarnición agramontesa, al mando del alcaide Jaime Vélaz de Mediano. Al año siguiente, tras un encarnizado asedio con artillería, por parte de las gentes del duque de Nájera y del conde de Lerín, y una heroica resistencia por parte de los defensores, cayó al fin la fortaleza. Tradicionalmente se ha venido considerando este episodio como el simbólico final de nuestra antigua independencia como Reino. Eso es lo que conmemora el monolito levantado en 1922 y reedificado en 1980.
Tras la ocupación, el castillo fue mandado derribar por entero. En 1582, el virrey dio facultad al patrimonial para vender la piedra.
Palacio
El llamado de Borda, en la villa de Maya, no pertenecía a la nómina antigua del Reino, sino que fue ennoblecido posteriormente. En 1675 se otorgó la gracia y prerrogativas de palacio a la casa de Norberto de Borda y Arrechea, mediante un donativo que hizo al rey de 2.000 reales de plata para terminar las murallas de Pamplona. Medio siglo después, en 1728, el regente del Consejo expidió, como virrey interino, una nueva merced real, erigiendo en palacio de cabo de armería la casa que a la sazón poseía Juan Tomás de Borda, mediante un nuevo servicio pecuniario de 4.000 reales -500 pesos- que ofreció para reparar los estragos causados por un incendio en la real casa de Roncesvalles. Este mismo palaciano solicitó rebate de cuarteles en 1733 y en 1745, y en 1772 sus sucesores Juan Bautista de Salaverri e Iturralde y Juana María de Borda y Arrechea. El escudo de armas de los Borda era de azur con un bordón de plata puesto a modo de banda, acompañado de un creciente de plata.
Arte
La iglesia parroquial de La Asunción es un edificio originariamente medieval, con modificaciones en los siglos XVI y XVIII. La planta es de cruz latina. La torre se levanta a los pies sobre el último tramo y la portada, abierta en este mismo tramo, es de arquivoltas apuntadas. Las bóvedas son de cañón apuntado en el tramo final, de crucería simple con claves en los dos siguientes y, en el crucero y cabecera de cañón con lunetos. Sobre el centro del crucero se cubre con cúpula sobre pechinas. El retablo mayor, del primer tercio del siglo XVII, conserva estructura renacentista con detalles ya barrocos. Se compone de banco, dos cuerpos en cinco calles y ático. En el banco hay relieves de la infancia de Cristo, los cuatro Evangelistas y los apóstoles San Pedro y San Pablo. En los cuerpos superiores alternan las esculturas de bulto en el centro y extremos y los relieves en las calles intermedias. La talla de la Asunción, titular de la iglesia, ocupa el centro. En el ático se halla el Calvario, de bulto, con dos relieves a cada lado. Los dos retablos del crucero son barrocos, del siglo XVIII, con escultura bastante aceptable: San José y San Francisco Javier en uno y la Virgen del Rosario y San Antonio en el otro. El órgano es un pequeño pero interesante ejemplar romántico de la casa Cavaille-Coll, de 1903 y se trajo de Elizondo en 1919. A la entrada del pueblo se sitúa un crucero de piedra fechado en 1695.
Etnografía y cultura
Además de las Mutildantzas y Sagardantzas se han bailado otros bailes que entran en la clasificación de juegos. En la Alki dantza o baile de las sillas, los jóvenes serpentean por entre las filas de sillas. La Esku dantza se interpreta chocando las manos y dando saltitos. En otros bailes un bailarín pretendía con una vela encendida quemar un papel que un compañero llevaba en la espalda. Para festejar la terminación de una hornada de cal se celebraba el baile de la escoba, en el que todos los participantes debían imitar los gestos del primero so pena de recibir un escobazo.
En la Zaragi dantza, o baile de la sartén, se colocan en círculo tantas sillas, menos una, como participantes. Mientras bailan, repentinamente el primero de la fila grita: Sentarse, y el que se queda sin asiento debe besar una sartén a la que previamente se le ha dado hollín tiznándose toda la cara. Y así hasta que se tiznan todos los participantes.