AQUITANIA
AQUITANIA
Gran región histórica de Francia, de contornos cambiantes a lo largo del tiempo. Hasta la conquista romana (56 a.C.) sólo comprendía las tierras y grupos tribales situados entre el río Garona y el Pirineo occidental. En la definitiva ordenación imperial de las Galias aquella Aquitania primigenia pasó a llamarse Novempopulania; entre el Garona, el océano, el río Loira, el Macizo central francés y el Pirineo medio se conformaron otras dos provincias, Aquitania I, en el interior, y Aquitania II, en la fachada atlántica. Esta última fue precisamente durante casi un siglo (418-507) el área nuclear de los asentamientos visigodos en Occidente. La gran vía romana que desde “Burdigala” (Burdeos) y a través del “Summo Pyreneo”, hoy Roncesvalles, conducía a Hispania y con escala en Pompaelo (Pamplona) alcanzaba Asturica Augusta (Astorga), constituyó en la segunda mitad del siglo y la principal arteria de las migraciones godas hacia las cuencas del Ebro y el Duero. Los progresos militares y políticos de Clodoveo desplazaron enseguida los confines del reino franco-merovingio hasta la divisoria de aguas de las cumbres pirenaicas (507), que en su tramo occidental volvieron a marcar, como en época romana, el límite entre la Galia e Hispania. También en la vertiente septentrional el primitivo sedimento vascónico generó periódicamente oleadas de excedentes de población que se hicieron sentir de forma tumultuosa en las llanuras vecinas; los reyes francos enviaron contra ellos diversas expediciones de castigo entre finales del siglo VI y primera mitad del VII. Al sistema de gobierno merovingio de los “mayordomos de palacio” se opuso luego durante una centuria (hasta el año 768) en territorio aquitano el poder fáctico de un dux militar, especie de mayordomo de palacio propio, que, sin embargo, nunca pretendió usurpar los imaginarios carismas de los monarcas de la estirpe de Meroveo. En este contexto los contingentes armados reclutados entre los vascones representaron el instrumento más eficaz de defensa y contraataque de los duques de Aquitania, hasta el punto de que los textos narrativos coetáneos llegan en ocasiones a denominar, por extensión, vascones a cualesquiera guerreros aquitanos. Por otra parte, la singularidad de aquellos pobladores del borde montañoso de Novempopulania -La Aquitania prerromana, como se ha indicado- contribuyó entonces a la acuñación del corónimo Vasconia más tarde Gascuña, para significar el todo por su parte más exótica. En la implacable resistencia de los duques Hunaldo (735-745) y Waifredo (745-768) contra el mayordomo de palacio austrasiano Carlos Martel -en cierto modo otro dux- y, en particular, su hijo Pipino el Breve, ungido (751) como primer monarca de la dinastía carolingia, las unidades ligeras de jinetes vascones tuvieron en jaque largo tiempo a los cuerpos francos de caballería acorazada. Siguiendo de cerca el gran arco de Loira han quedado vestigios toponímicos de la implantación de probables colonias de guerreros vascones en aquella franja limítrofe. Simultáneamente, el dux aquitano Eudes había acertado a salvar Toulouse (721) del acoso sarraceno; por otro lado, la devastadora y profunda penetración del valí musulmán del Hispania, Abd al-Rahman al-Gafiqi a través de la Aquitania atlántica fracasó espectacularmente en los campos de Poitiers (732). Bajo Carlomagno se regularizó el régimen franco en toda la región, organizada en condados, uno de ellos el de la “marca” o frontera de Gascuña. Tanto si tuvo origen con ocasión de la sonada e infructuosa campaña de aquel soberano a Zaragoza, como más probablemente, tres siglos después, al son de los cantares de gesta, el topónimo de Valcarlos -el “valle de Carlos”, Carlomagno- es un exponente claro de la vigencia de la soberanía franca en la vertiente norte del Pirineo. El acoso normando desde mediados del siglo IX y los correlativos apremios defensivos reanimaron las fuerzas centrífugas y la personalidad del condado o presunto “ducado” de Gascuña, reparcelado en vizcondados, cuadros de gobierno menores y, por tanto, más consistentes. Los nexos transpirenaicos de parentesco entre los altos linajes ni siquiera en tiempos del monarca pamplonés Sancho Garcés III el Mayor produjeron alteraciones apreciables en la línea de demarcación tradicional de los espacios soberanos: a lo sumo pudo quedar entonces definitivamente inserto en el reino de Pamplona el valle atlántico de Baztán, una porción del “saltus” de débil ocupación humana todavía y en consecuencia, de estatuto político y social algo difuso. Los resortes de la endogamia y del tupido tejido de relaciones vasalláticas habían ido aglutinando las tierras aquitanas en torno a la dinastía de los condes de Poitou, que finalmente (1058), bajo Guillermo VIII, reunieron también Gascuña en el pretencioso “ducado” de Aquitania, mosaico de condados, vizcondados y señoríos feudales complejamente ensamblados entre el Loira y las cumbres pirenaicas. Las nupcias de la duquesa Leonor con Enrique II de Plantagenet (1154), rey de Inglaterra, convirtieron a sus sucesores sobre el trono inglés en vasallos del soberano de Francia por razón del conglomerado feudal de Aquitania. Ricardo Corazón de León refrescó, a golpe de espada, y en nombre de su madre, la primacía ducal en el avispero gascón, hasta la “cruz de Carlos”, es decir, el collado de Ibañeta, “puertos de Cisa” y “puertos de Hispania” (1177). La ayuda prestada luego por Sancho VI el Sabio a Ricardo I, casado además (1191) con Berenguela, hija del monarca navarro, y de modo inmediato, la extinción del vizcondado de Labourd (1193), propiciaron la instalación de “tenentes” navarros que cubrieron el vacío de poder en las tierras de Cisa y de Mixa. Así se gestó la cabeza de puente del reino navarro en Ultrapuertos, única ruptura notable de la secular frontera natural y política entre la Galia aquitano-gascona e Hispania. La hábil explotación de la enmarañada red de compromisos feudovasalláticos permitió la salvaguarda y la consolidación de aquella avanzadilla transpirenaica en medio de la vorágine de la llamada Guerra de Cien Años, cuyo escenario principal se centró en la antigua Aquitania: este nombre se había convertido ya en Guyena, la región del norte de Gascuña, entre el Garona y el Loira. La ocupación definitiva de Bayona (1451) y Burdeos (1453) por los ejércitos del rey de Francia y la erradicación de los poderes señoriales ingleses en la zona sólo habían supuesto para Navarra la pérdida, insignificante, de su peculiar condominio en Ainhoa.