VIZCAYA
VIZCAYA
Señorío que en los primeros siglos medievales formó parte del condado de Álava*, gobernado por la familia de los condes de Castilla y bajo la soberanía de los reyes astur-leoneses. Sancho Garcés III el Mayor* hizo sentir la influencia del reino de Pamplona en ambos condados a partir de 1017, pero sólo en 1029 asumió plenamente su gobierno al morir el conde castellano García. Otorgó a su hijo Fernando el título de conde de Castilla, pero en cambio adscribió Álava (y por lo tanto Vizcaya) al reino pamplonés y en 1030 confió estos territorios al conde Munio González. Al morir Sancho el Mayor*, el condado se incluyó dentro de la herencia de García Sánchez III el de Nájera.
Cuando en 1043 murió el conde alavés, el soberano pamplonés accedió a desgajar Vizcaya de Álava y reconoció a Íñigo López* como conde de Vizcaya. Desde entonces y hasta 1076 Vizcaya estuvo bajo soberanía pamplonesa. Al ser asesinado Sancho Garcés IV* en Peñalén, el conde vizcaíno reconoció como soberano y apoyó a Alfonso VI de Castilla. Sus descendientes, que constituyeron la casa de Haro, permanecieron fieles a Castilla hasta el extremo de enfrentarse a Alfonso I el Batallador*, quien les privó del señorío para entregarlo a la familia del conde Ladrón* (1124).
Este segundo linaje controló el señorío buena parte del siglo XII, pero a partir de 1134 su adscripción a Navarra o Castilla resulta indefinida y fluctuante, porque el conde Ladrón y sus sucesores mantuvieron una situación equívoca, que les permitió actuar de intermediarios entre ambos reinos. En 1153 se inclinaron a aceptar la soberanía castellana, pero hacia 1160 volvieron a la obediencia pamplonesa. Los enfrentamientos entre Sancho VI el Sabio* y Alfonso VIII de Castilla hicieron insostenible esta situación. La ofensiva castellana de 1175 debió de suponer para Navarra la pérdida de Vizcaya. En la paz de 1179 tan sólo el Duranguesado* quedó en manos del monarca navarro; pero Alfonso VIII lo ocupó en 1199 (junto con Álava y Guipúzcoa) y puso fin a la soberanía navarra sobre Vizcaya.
Aunque luego los monarcas navarros mantuvieron contactos o acogieron en algunos momentos a señores de Vizcaya pertenecientes a la casa de Haro, las relaciones fueron circunstanciales y apenas existieron entre los dos territorios. A resultas de las luchas por el trono castellano durante el siglo XIV Carlos II* intentó recuperar antiguos territorios de la monarquía navarra situados entonces dentro de Castilla. En 1330 el infante Alfonso de la Cerda consideraba que Álava, Guipúzcoa y La Rioja eran “propiedad” navarra, pero no decía nada de Vizcaya. Algo similar ocurrió en el tratado de Libourna * (1366), pues los territorios citados fueron prometidos a Carlos, mientras que Vizcaya se ofreció al heredero inglés, el príncipe Negro. Sólo en los tratados de Almudévar* y Uncastillo* (1363-64) Pedro IV de Aragón prometió entregar a Carlos II, si lograban apoderarse del reino castellano, Álava, Vizcaya, Guipúzcoa, La Rioja, Castilla la Vieja y Soria.