CARLOS II EL MALO
CARLOS II EL MALO
(Francia, 1332-Pamplona, 1.1.1387). Rey de Navarra (desde 1349), hijo de Felipe III y Juana II. Sucedió a su madre y fue coronado en Pamplona el 27 de junio de 1350. Un monje de Saint-Denis, contemporáneo suyo, lo describe como “de pequeña estatura pero de ingenio vivo y mirada perspicaz, de palabra fluida y grata, de una astucia inaudita y una afabilidad singular, superior a la de otros príncipes, con lo que atraía el ánimo de las gentes para faltar a la fidelidad debida al rey de Francia”. Se ha indicado que “su continua y tenaz intervención en todas las desgracias que afligieron a la Francia de su tiempo le aseguraron una fama de hombre capaz de los mayores crímenes y bajezas. Por otra parte, fue un hombre espléndido y aun pródigo con los amigos, con los santuarios de devoción y con las órdenes religiosas para que oraran por su alma. Hasta el fin de su vida guardó absoluta fidelidad a los que le habían sido leales. El sobrenombre de “el Malo” no data de su época, sino de un oscuro historiador de comienzos del siglo XVI, Diego Ramírez Dávalos de la Piscina*, predispuesto contra el rey por causa de ciertos resentimientos de sus antepasados. La historiografía francesa ha generalizado después el epíteto, explicable desde la perspectiva de los monarcas Valois, de quienes fue enemigo irreconciliable a pesar del estrecho parentesco que le unía a ellos. En efecto, casó con Juana, hija del rey Juan II de Francia (febrero de 1352), cuando la novia contaba sólo ocho años de edad. Pero Carlos II se vio defraudado en sus aspiraciones: ni se le pagaba la dote ofrecida ni se le entregaban las compensaciones prometidas a su madre en 1349 a cambio de la cesión de Champaña y Brie a la monarquía francesa. De una parte de éstas disfrutaba, por el contrario, el favorito real Carlos de España, nieto del infante Fernando de la Cerda y condestable de Francia. El conflicto entre ambos fue inevitable, y en enero de 1354 Carlos de España cayó asesinado por hombres del monarca navarro. Este hecho sangriento abrió entre los reyes de Francia y Navarra un abismo insalvable y condicionó todo el reinado de Carlos II. Dada la situación política europea, en plena guerra de Cien Años, el navarro entabló lógicamente relaciones con los ingleses, para los cuales los dominios de los Evreux en Normandía y la cuenca del Sena poseían un interés estratégico de primer orden como vía de penetración hasta París.
La historia del enfrentamiento de Carlos II con sus parientes los monarcas Valois puede resumirse en torno a ciertos momentos culminantes. En abril de 1356 Juan II arrestó por sorpresa al rey de Navarra y a los caballeros de su séquito, cuatro de los cuales fueron decapitados al día siguiente. Pero sobrevino a continuación la derrota del soberano francés en Poitiers, a manos de Eduardo, el Príncipe Negro, que lo condujo preso a Inglaterra. En medio de la consiguiente anarquía, Carlos II pudo ser liberado por sus partidarios (septiembre de 1357) y se sumó al movimiento revolucionario de París, que intentó canalizar en su provecho. Al firmarse la paz de Bretigny (1360), sancionadora de la victoria de los ingleses, el rey de Navarra, como aliado suyo, pudo recuperar sus tierras en Normandía. Sin embargo, Beltrán Du Guesclin, enviado por el Delfín Carlos de Francia, ocupó algunas plazas normandas y derrotó a las tropas navarras en Cocherel (16.5.1364). Un nuevo tratado de paz (1365) confirmaba parte de las conquistas francesas a cambio del señorío de Montpelier, que sólo se hizo efectivo tras el homenaje prestado en Vernon por Carlos II a Carlos y (1370). De nada habían servido las continuas conversaciones con los ingleses en los años anteriores. La confiscación de dicho señorío (1382) y luego de todas sus rentas en territorio francés. (1385) suponían la liquidación definitiva de sus intereses en el reino vecino.
Entre tanto las guerras entre Pedro I de Castilla y Pedro IV de Aragón, que pronto se involucraron en la guerra civil castellana, pusieron a prueba la habilidad diplomática del navarro, obligando a practicar complejas maniobras con todas las partes en discordia. En definitiva el conflicto castellano quedó irremediablemente implicado en el engranaje de la guerra de Cien Años, con la intervención de Inglaterra y Francia a favor, respectivamente, de Pedro I el Cruel y Enrique II de Trastámara. En estas condiciones Carlos II no pudo mantener su neutralidad, máxime cuando Navarra era paso obligado para las tropas que francesas e ingleses enviaban a Castilla en apoyo de su respectivo candidato. El triunfo final del bastardo de Trastámara (1369), que reafirmó su alianza con Francia, colocó al navarro en una situación de neta desventaja, y cuando en 1378 pretendió romper ese cerco sufrió un descalabro definitivo: Navarra fue invadida por los castellanos, mientras el rey francés le arrebataba sus últimas posesiones normandas. Falto de un apoyo eficaz por parte de los ingleses, Carlos II hubo de firmar una paz humillante (Briones, 1379) y entregar a Castilla 18 fortalezas y plazas fuertes navarras. Sólo la muerte de sus tenaces enemigos Enrique II de Castilla (1379) y Carlos y de Francia (1380) y las buenas relaciones de su hijo Carlos con su cuñado el nuevo monarca castellano Juan I, permitieron mejorar la situación producida por la Paz de Briones, pero el inquieto y ambicioso rey navarro tuvo que aceptar los hechos consumados y admitir en vísperas de su muerte el fracaso de sus proyectos.
Al menos en sus primeros años, la política interior del monarca no fue menos agitada que la exterior. En medio de la profunda crisis de mediados de siglo, agravada espectacularmente por la reciente Gran Peste, estalló el descontento de algunos grupos campesinos, ante la exacción extraordinaria otorgada por los Estados con motivo de la coronación. Carlos II reaccionó enérgicamente, ordenando la ejecución de los cabecillas de las “juntas” y de algunos funcionarios que les apoyaban. Cabe destacar, entre otras actuaciones en Navarra, la organización definitiva de la Cámara de Comptos* (1365), como instrumento de control de las finanzas de la Corona, cuyos recursos tuvieron que alimentarse con “ayudas” extraordinarias del Reino cada vez más cuantiosas y frecuentes, las alteraciones de la moneda, la imposición de la “alcabala” y los préstamos concedidos más o menos voluntariamente por los judíos, los nobles, los concejos y las instituciones eclesiásticas.
Bibliografía
M. Secousse, Mémoires pour servir a l´histoire de Charles II, roi de Navarre et comte d´Evreux, surnomé le Mauvais, París, 1758, 2 vols. J. M. Lacarra, Historia política del reino de Navarra, desde su orígenes hasta su incorporación a Castilla, III, Pamplona, 1973, p. 49-158.