CONJURO
CONJURO
Rito y oración imprecativa, tendente a evitar un mal, practicado a lo largo del año. Los hubo oficiales, realizados por el clero con ceremonias y preces recogidas en “rituales” y “manuales”, y privados, a cargo de personas o grupos a título particular.
Entre los de carácter oficial figuran los exorcismos eclesiásticos para librar de daños a personas, animales y campos, como los destinados a expulsar demonios de los cuerpos de posesos y embrujados. Muy frecuentes en épocas pasadas, fueron urgidos a veces por oficiales de la Santa Inquisición y prelados diocesanos. Han sido practicados en pleno siglo XX, en casos de embrujamientos colectivos, como sucedió en Subiza (Galar) y Beortegui (Lizoáin) e individuales. Es ejemplo la devoción a la Virgen “de los Conjuros”, venerada en la parroquial de Arbeiza (Allín), a donde llegaban “posesos” de muchas partes, singularmente de la Rioja y Navarra, para librarse de diablos, brujos y espíritus malignos por medio de los exorcismos. Han perdurado hasta nuestros días conjuros clásicos para proteger los animales (San Antón*), como las rismas de San Jorge y Santa Quiteria contra la rabia, y contra las plagas agrícolas y las tormentas. Los obispos de Pamplona demandaban constantemente a los clérigos que acudieran con cruces e hisopos a los “conjuratorios” de las iglesias para increpar a las nubes y rezar los “evangelios a las tempestades” al sobrevenir tronadas peligrosas. Docenas de hombres, sobre todo sacristanes, cayeron fulminados por rayos en los campanarios mientras tañían las campanas para ahuyentar nublados. Ejemplo trágico fue lo sucedido en Corella el 24 de junio de 1690; el pueblo se había congregado en la parroquia del Rosario con motivo de un nublados mientras conjuraban en la torre, un rayo dejó allí sin vida a siete hombres y conmocionadas a unas cuarenta personas.
Entre la multitud de conjuros de carácter privado, algunos tienen origen antiquísimo, como los que utilizan determinadas piedras fósiles o de forma especial para librar la casa de rayos e incendios; sumergir imágenes y reliquias de santos en el agua para obtener la lluvia; colocar en hogares y fincas el ramo bendecido; encender el tizón de Navidad o la vela del monumento durante las tronadas; arrojar piedrecillas, recogidas durante los bandeos del Sábado Santo, cuando retumban los truenos, y otros muchos con que se intenta proteger a las personas, los animales, las cosechas o la casa. (Supersticiones*).