NAVASCUÉS
Categoría histórica: Villa.
Categoría administrativa: Concejo y capital del municipio homónimo.
Partido Judicial: Aoiz.
Merindad: Sangüesa.
Comarca: Almiradío de Navascués.
Población (1986): 225 habitantes de hecho; 227 de derecho.
Superficie: 48,4 km2
Altitud: 636 m
Distancia a Pamplona: 62 km
Comunicaciones: Situado junto a la carretera comarcal NA-178, Lumbier-Navascués-Escároz.
Gentilicio: Navascuesino.
Geografía
El término confina al N con Ustés, al E con Burgui y Castillo Nuevo, al S con Bigüézal y al O con Aspurz.
Comunes, 3.673 Ha (1.771 de pastos, 1.365 de monte maderable, 40 de secano inculto).
En su término se sitúa parte de la estación dolménica de Leire-Illón*, con los dólmenes: Balsa del Portillo de Ollate*, Puntallo de las Capezas*, y Portillo de Ollate*, así como diversos asentamientos arqueológicos en la Cueva de los moros* y la Cueva de Valdesoto*.
Desde 1014 aparece en la documentación como sede de una tenencia que controlaba el acceso al valle de Salazar. El emplazamiento primitivo de la villa debió de ser diferente al actual, en un llano próximo. En 1185 Sancho VI el Sabio concentró a sus habitantes y a los de Sengües una nueva población que se construyó en el altozano en que estaba la iglesia de San Cristóbal, actual parroquial Para ello otorgó una carta de población por la que hizo francos, libres e ingenuos a quienes se establecieran en la nueva villa, redujo sus obligaciones al pago de un censo de dos sueldos por cada casa y les permitió disponer libremente de sus heredades en beneficio de terceros, si no tenían hijos. Estas concesiones asimilan la carta de población a un fuero de francos, pero no parece que tuvieran efectos prácticos suficientes como para generar una comunidad de este tipo. De hecho en el siglo XIII la villa pagaba pecha al rey, signo evidente de que su población no era franca. El único vestigio de franquicia que quedó pudo ser la existencia de un “amirat” o almirante, a cuyo cargo como delegado del monarca estaba el Almiradío* de Navascués, territorio integrado por la propia villa, Ustés, Aspurz y Castillonuevo que pudo ser el de la antigua tenencia. En 1417 Carlos III concedió el privilegio de hidalguía universal a sus habitantes, los aforó al Fuero General de Navarra, cambió la pecha en tributo, sin modificar su cuantía, y les permitió presentar una terna para el nombramiento de alcalde.
Ello no evitó que diez años después la situación de sus habitantes fuera dificultosa: la práctica de una agricultura deficitaria (tan sólo se autoabastecían de pan y vino durante ocho meses) era completada por actividades ganaderas.
Cabe suponer un óptimo demográfico anterior a la Peste Negra.
Tras la conquista de Navarra por Fernando el Católico en el año 1512, el almiradío de Navascués se mantuvo como unidad administrativa, hasta las reformas municipales de 1835-1845, en que se segregó el ayuntamiento de Castillonuevo. Aparte había varios despoblados, entre ellos los de Artesano y Egurzano. El término de Artesano lo aprovecharon desde el siglo XVI el palaciano y los hidalgos de Sansoáin, en tanto que los Aspurz gozaban la parte correspondiente al patrimonio real. En 1800 Artesano era propiedad del concejo y de algunos particulares de Aspurz.
En 1802 la capital del almiradío era la villa de Navascués, en donde residía un alcalde ordinario y capitán a guerra, que comunicaba a los pueblos las órdenes reales; pero no ejercía en ellos jurisdicción alguna, pues en cada una tiene la suya el alcalde del mismo pueblo. El tercer día de pascua de Pentecostés y el de San Miguel de septiembre de cada año los tres pueblos del almiradío enviaban a Navascués seis mozos con sus fusiles, que se incorporaban con otros seis que presentaba la villa igualmente armados, el capitán a guerra reconocía las armas, y de este acto se formalizaba testimonio por un escribano.
El alcalde ordinario del almiradío residía en la villa (como seguía sucediendo desde que lo impusiera el privilegio real de 1417). Este mismo y el de Navascués eran uno mismo al comenzar el siglo XIX y, había desaparecido o carecía de relevancia el cargo de almirante, que había dado nombre a la circunscripción administrativa. Por otra parte, mucho antes, durante el XVI, se había consumado por completo la unificación misma de los cuatro antiguos almiradíos de que habla Jimeno, al recordar que el de Navascués era y se titulaba hasta entonces “almiradío de almiradíos”, porque lo eran a su vez cada una de las cuatro poblaciones principales que reunía.
Durante todo el siglo XVI, según el mismo autor, el cargo de almirante de Navascués recayó en los señores de los palacios de Artieda y Esparza; así, lo es en 1571 Juan de Beaumont, señor de los dos palacios citados, quien ejercía el cargo de almirante por medio de un teniente, Juan Ximénez de Navascués. En esa fecha, este último fue condenado por la Corte y el Consejo del reino a pagar cien libras y a restituir las cabezas de ganado de que se había incautado alegando que eran bienes mostrencos, prohibiéndole en adelante cualquier actuación de ese tipo sin licencia de la Real Corte. Sin embargo en el XVIII el cargo de almirante se convirtió en título honorífico, aunque los almirantes mantenían algunos privilegios económicos.
En parte, parece deducirse que esta relegación de los almirantes estuvo ligada al crecimiento de la importancia de los alcaldes de la villa de Navascués, a quienes acaso desde el siglo XIV pero con toda claridad desde el siglo XVI se les titulaba simultáneamente capitanes a guerra como hemos visto, lo que equivalía a reconocerles la jurisdicción militar sobre todo el almiradío. La revisión de armas que hemos descrito en 1802 se efectuaba por lo menos desde el siglo XVII.
El almiradío sufrió notablemente las guerras del siglo XIX. En la de Independencia* (1808-1814), fue centro y refugio de las actividades de los guerrilleros, especialmente de Gregorio Cruchaga* y el propio Espoz y Mina*. Ese carácter de refugio sería por lo demás el que aconsejaría a los franceses proceder a la ocupación de la villa. Lo hicieron el 3 de marzo de 1812, tras la sangrienta acción de la foz de Aspurz, que tuvo lugar el día anterior y que indujo al general francés Caffarelli, herido en ella, a denominarla “la foz del diablo”; Navascués fue sometida durante tres días a saqueo e incendio y las mujeres (únicas que quedaron en la villa, con los niños) sometidas a todo tipo de vejación.
En 1847, el almiradío era un conjunto atravesado sólo por caminos de herradura y en mal estado, dedicado a la agricultura y la ganadería, con tierras de secano, de orografía escabrosa y no muy buena calidad. Sus cuatro pueblos principales tenían escuela; pero la villa contaba con dos: una de niños frecuentada por cincuenta y dotada con 1.500 reales al año, y otra de niñas, con cuarenta y seiscientos respectivamente; la iglesia parroquial de Navascués estaba servida por un vicario, que era presentado por los vecinos, y un beneficiado, que lo había sido hasta entonces por el abad de Leire, recién desaparecido por la exclaustración.
En los años veinte de nuestro siglo había en la villa, además, café y casino, un molino explotado por una sociedad privada, central eléctrica, fábrica de curtidos, dos buenas posadas y varias tiendas, guardia civil y carabineros. En todo el almiradío -excluido ya Castillonuevo- había tres molinos y cuatro escuelas.
Arte
La parroquia de San Cristóbal, localizada en el centro del lugar, es un edificio gótico del siglo XIV que fue ampliado posteriormente. A la fábrica original corresponde la nave de tres tramos con la cubierta de crucería simple, mientras que la cabecera y crucero son más tardíos. Al exterior se muestran elementos góticos que son la puerta y ventana. La primera forma un arco apuntado y abocinado cuyos baquetoncillos rematan en capiteles decorados con animales, todavía dentro de la tradición románica. La preside un tímpano donde se esculpe la Santísima Trinidad, con Dios Padre sedente que sostiene al Crucificado y el Espíritu Santo posado sobre la cruz, todo ello flanqueado por unos ángeles que portan los símbolos de la Pasión. Sobre la puerta se alza una ventana, también del siglo XIV, decorada con tracería gótica y capiteles de hojarasca.
Una serie de retablos barrocos adornan el interior de esta iglesia, presididos por el mayor, cuya exuberancia original pudo alterar una reciente reconstrucción. También se han transformado los retablos de la Virgen del Pilar y San Francisco de Leire, realizados en la segunda mitad el siglo XVIII, que mantienen, con todo las columnas salomónicas con pámpanos y un rico entablamento. Los retablos del Rosario y San Sebastián son también barrocos del siglo XVIII, con estructuras y elementos decorativos de rizado follaje bien tratados. Dados los escasos ejemplos que existen en Navarra de sillerías del siglo XVI, cabe reseñar los dos sitiales de Navascués, de traza severa, con decoración de bustos masculinos y femeninos en conexión con la escultura del primer tercio de la centuria y más concretamente con el escultor Miguel de Espinal.
La ermita de Nuestra Señora del Campo está situada fuera del casco urbano e integrada en el paisaje. Presenta una planta rectangular con ábside semicircular, cubierto éste por bóveda de horno y aquélla por cañón apuntado sobre imposta, según la zona lisa o ajedrezada. En la parte inferior del tramo correspondiente al crucero se abre una galería de doble arcada sobre pilares con capiteles decorados. La estructuración del exterior, con la torre elevada sobre el centro de la nave, se ha explicado considerando a esta iglesia como iglesia cementerial, ya que de hecho actúa como capilla del cementerio. La serie de vanos, tanto las ventanas con el guardalluvias decorado y sobre todo la pequeña portada con crismón, tipo jaqués, y arquivoltas recorridas por billetes de distintos grosor rompen la macicez de los muros de sillería. Otro punto a destacar es la serie de canes que sostienen el tejaroz del ábside, donde prolifera la representación de animales en complicadas posturas, una derivación con logros ingenuos del llamado taller de Pamplona.
Arquitectura civil
El pueblo, que se localiza en un alto, se estructura en tres largas calles paralelas, la central destacada por la presencia de la iglesia parroquial, en ocasiones aparecen interrumpidas por espacios abiertos. Se conservan todavía casas con portales propios de un gótico tardío, ya del siglo XVI, que pueden ser o de arco de medio punto o un dintel sobre ménsulas cóncavas.
Órgano
Cuenta con un ejemplar de estilo ecléctico. A fines el siglo XIX y comienzos del XX hay una gran actividad organera en Navarra. Pamplona y los valles del Baztán y Cinco Villas, influenciados por Francia y Guipúzcoa, sustituyen sus viejos órganos por los nuevos de moda.
Las cajas adoptadas para estos instrumentos incluyen elementos dispares y de estilos mezclados (seudogóticos, “románicos”, clásicos. etc.). A pesar de todo, algunas de ellas logran una belleza singular que está en consonancia con la calidad de su estructura (romántica) y tubería interior.
Esparcimiento
Las fiestas patronales en honor de San Cristóbal se celebran el 16 de julio.