ESPOZ Y MINA, FRANCISCO
ESPOZ Y MINA, Francisco
(Idocin, 1781 – Barcelona, 1836). Militar de especial importancia en el primer desarrollo del liberalismo español. Hijo de Juan Esteban Espoz y Mina, se llamaba Francisco Espoz e Ilundáin. Labrador e hijo de labrador, al estallar la Guerra de la Independencia*, se sumó (1890) a la partida de su sobrino Javier Mina*; capturado éste por los franceses en 1810, se hizo cargo del mando. Fue entonces cuando, según parece, tomó el segundo apellido de su padre, a fin de aprovechar el prestigio de Mina el Mozo.
Superó a su sobrino (en tercer grado), tanto por su habilidad en el planteamiento estrictamente bélico como por su capacidad de organización; consiguió unificar las guerrillas navarras, de grado o por fuerza, organizó un sistema de abastecimiento que no se hiciera excesivamente penoso para los campesinos y llegó a contar con un verdadero ejército que hostilizó incansablemente a los franceses, sobre todo en Navarra, entre 1810 y 1813. Logró pequeñas victorias resonantes (en Arlabán, Rocafort y frente al general Soulier), hasta 1813 en que el debilitamiento del ejército francés -Napoleón hubo de retirar a una gran parte de sus hombres para acudir al frente ruso- y la reorganización del ejército hispano-británico por Wellington le permitieron no sólo actuar en una mejor coordinación con las tropas regulares, sino además contar con dos piezas de artillería proporcionados por los ingleses. Con ellas ocupó Tafalla y consiguió reducir el dominio bonapartista a algunos de los principales núcleos de población de Navarra. En el verano, Wellington mismo tomó el relevo en tanto que Espoz y Mina, cumpliendo órdenes del inglés, pasó a Aragón desempeñando una función importante con sus hombres en la liberación de Zaragoza.
La evolución posterior de Espoz y Mina hacia la acción política de signo liberal fue consecuencia de la actitud de Fernando VII (III de Navarra), quien vencido Napoleón (1814), intentó reducir el poder alcanzado en la guerra por los militares en general y, dar los más importantes cargos a los oficiales de alcurnia, en detrimento de los advenedizos.
Dentro de esta política, el monarca rechazó la petición de Espoz y Mina de reconocer el grado de sus oficiales e incorporar las unidades militares de su pequeño ejército, como tales, al regular; tampoco quiso designarlo virrey de Navarra, como deseaba, sino que prefirió nombrar al conde Ezpeleta*.
Como respuesta, Espoz y Mina se levantó en Puente la Reina el 25 de septiembre de 1814 y marchó sobre Pamplona pero, como la guarnición de la capital no se le sumó, disolvió sus unidades y se refugió en Francia.
El embajador español intentó conseguir la repatriación, pero Luis XVIII -pese a la coincidencia de principios absolutistas que tenía con el español- lo retuvo, asignándole una pensión “en consideración a los servicios prestados a la causa y casa de los Borbones peleando contra Napoleón”.
En sus memorias, Espoz y Mina afirmó que se había sublevado para exigir la reunión de Cortes. Probablemente, el móvil inicial fue la mera protesta -acaso el afán de presionar sobre el rey para obtener sus reivindicaciones- y sólo después, en el exilio, el guerrillero quiso -y consiguió- convertirse en cabeza de la protesta liberal contra el absolutismo de Fernando VII (III), presentándose como el primer español que luchó por la libertad.
Con todo, la atribución de fines revolucionarios al levantamiento de Mina se constata muy pronto -en 1818, en la Apología del altar y del trono de fray Rafael Vélez-, antes incluso de que fuera un conspirador liberal relevante.
Al huir de Elba e iniciar la aventura de los Cien Días (1815), Napoleón pretendió contar con el exiliado navarro, quien sin embargo prefirió pasar a Suiza y regresar a Francia cuando el emperador volvió a claudicar.
En todo caso, Mina ya era un cumplido liberal en 1820, cuando el comandante Riego proclamó la Constitución de 1812. El antiguo guerrillero regresó a Navarra como capitán general, cargo que ostentó hasta 1821, en que fue enviado a Galicia con el mismo puesto. Desde 1822, lo sería de Cataluña, donde hubo de luchar contra los Realistas* e intentó hacer frente a los Cien Mil Hijos de San Luis en 1823. Pero hubo de replegarse a Barcelona, donde soportó un sitio de cuatro meses. En noviembre capituló y embarcó hacia Inglaterra, donde permaneció hasta 1830.
Formó una junta -la Reunión- de ex diputados y militares exiliados, que intentó (1825) constituir una red de juntas provinciales y locales, para difundir su programa de derrocamiento del rey y apertura de un proceso parlamentario que decidiera sobre el futuro de España. En 1826 planeó una invasión desde Portugal, pero, falto de dinero y de audiencia, acabó por disolver la Reunión en 1829. Sólo la revolución francesa de 1830, de signo liberal y antiborbónico, le animarían a reemprender los trabajos, en Francia, adonde no sólo él sino gran número de exiliados españoles, acogidos en Inglaterra hasta entonces, pasó en aquellos meses.
Sin embargo, el reconocimiento de Luis Felipe de Orléans como rey de Francia por Fernando VII (III) no permitió preparar adecuadamente el movimiento, porque el monarca francés ordenó el internamiento en Francia de todos los españoles que habían acudido a la frontera. Con todo, la orden se cumplió despacio y permitió que varios grupos entrasen en España por Navarra, Aragón y Cataluña (Revolución de 1830*). El navarro penetró por Vera con 350 hombres el 18 de octubre y, unido al grupo de Valdés, que había entrado por Urdax el 14, marchó hasta Tolosa sin conseguir la adhesión popular que esperaban. Doce días después, volvió a Francia.
Regresó a España en 1834, tras la muerte de Fernando VII (1833) y la concesión de una amnistía general. Se le nombró virrey de Navarra ese mismo año y recibió el mando de las tropas que luchaban contra don Carlos en el norte, librando importantes acciones contra los carlistas navarros (Guerras carlistas*).
La marcha de la guerra y su mala salud le indujeron a renunciar al cargo y regresar a Francia. Volvió a España -a Barcelona- en 1835, como Capitán General, llamado por la Junta auxiliar consultiva formada a raíz del levantamiento liberal radical; el Gobierno de Mendizábal lo ratificó en el cargo. Volvió a luchar contra los carlistas, pero su salud empeoró y murió unos meses después. Aún había sido designado, en el mismo año 1836, diputado a Cortes por Navarra.
Bibliografía
F. Espoz y Mina, Memorias (Madrid, 1961-1962, 2 vols). J.M. Iribarren, Espoz y Mina, el guerrillero (Madrid, 1965). Del mismo: Espoz y Mina, el liberal (Madrid, 1967).