MORET Y MENDI, JOSÉ
(Pamplona, 5.7.1615-12.11.1687). Jesuita e historiador. Hijo de destacada familia y bautizado en San Cernin, Moret ingresó en la Compañía (1629) y ordenado sacerdote explicó filosofía en los colegios de Pamplona y Oviedo y teología en Oviedo y Segovia. Ejerció de rector en Palencia y en su ciudad natal (1664-1671).
Las Cortes de Navarra le designaron (1654) cronista del reino. Era el primero en ostentar ese título. Se ha dicho que el nombramiento recayó sobre el jesuita pamplonés por los méritos acumulados en su obra sobre el sitio de Fuenterrabía, pero ese trabajo, entonces inédito, no le había merecido aún fama alguna. Las Cortes comunicaron su designación a Moret y al provincial jesuita, P. Miguel de Arbizu, el 28 de mayo; Moret aceptó y agradeció el acuerdo desde Segovia el 10 de junio.
Las condiciones señaladas por las Cortes navarras al nuevo cronista eran: éste debía escribir la historia de los hechos ocurridos en el reino desde los más remotos tiempos y para ello debía valerse de los documentos y autores más fidedignos, con especial atención a los testimonios de archivos navarros; tenía que fijar su residencia en el reino, del que no podría ausentarse más de tres meses sin licencia previa de la Diputación; el salario era de 200 ducados anuales durante los doce primeros años y de 150 los restantes; estas sumas debería cobrarlas por tercios; rebatiría las opiniones falsas que dañaban la antigüedad y lustro del reino; cada año, excepto los dos primeros, debía entregar algún cuaderno manuscrito; y una vez incluida la Historia general, y entregada a la Diputación del reino, seguiría entregando los cuadernos que escribiera “y que sería Anales sobre las cosas particulares que viniesen en lustre de Navarra”. Todos estos originales debían archivarse.
Obras
De obsidione Fontirabiae libri tres (Lyón, 1655); Investigaciones históricas de las antigüedades del Reino de Navarra (Pamplona, 1665); El bodoque contra el propugnáculo histórico y jurídico del Licenciado Cochillos (Colonia Agripina, 1667); Congresiones apologéticas sobre la verdad de las Investigaciones históricas de las antigüedades del Reino de Navarra (Pamplona, 1678); Anales del Reino de Navarra (Pamplona, 1684)
De obsidione Fontirabiae, o Sitio de Fuenterrabía (en 1638)
Dedicado a Martín de Redín y Cruzat, familiar suyo y prior de Malta en Navarra, va firmado en Segovia en los idus de abril de 1654. Es, pues, obra anterior al nombramiento de Moret como cronista del reino. Describe, como sintetizó Altadill, “con fidelidad las varias situaciones de los sitiadores, las fortificaciones de los sitiados, el lugar de las batallas, los armamentos de los unos, las municiones de los otros” y la disensiones internas de los sitiadores, así como los festejos y diversiones de los cercados. Pero por encima de ese detalle, el valor de la obra viene dado por el análisis de las causas; en ese sentido, como observó Cánovas del Castillo, Moret “no tardó en descubrir que la política guerrera, planteada de nuevo por Olivares, era hija exclusiva de la vanidad de éste, por aquello de que suele haber más escritores que hagan famosa la guerra que la paz”.
Se han dado diversos pies y fechas de edición, pero lo más probable, a juicio de Pérez Goyena, es que no hubo más edición, en vida de Moret, que la lionesa, salida de las prensas de Jean Couronneau. Es un volumen en 4°, de 467 páginas de texto más la dedicatoria, que van sin división de capítulos. La aprobación, de Miguel de Arbizu, lleva fecha de Valladolid, a 5.3.1655.
Un pamplonés, Manuel Silvestre de Arlegui*, profesor de latinidad en Sangüesa, dirigió (1757) a las Cortes de Navarra, reunidas en aquella ciudad, un memorial con la traducción castellana del De obsidione, que juzgaba de interés editar en romance, además de enmendar las muchas erratas que advertía en la edición príncipe. La Diputación acordó que el primer libro de Moret se reimprimiera a una con los Anales; pero no se hizo así. Fue seis años más tarde cuando apareció Empeños de valor y bizarros desempeños o sitio de Fuenterrabía que escribió en latín el Rm. P. Joseph Moret de la Compañía de Jesús. (Pamplona, 1763) Arlegui advertía en la portada que había añadido “algunas ediciones y notas”, como la relación de los defensores y, en el apéndice, las condiciones que ha de reunir la traducción. La suya no es brillante, pese a lo que opinaba el censor, para quien el acierto fue tanto “que parece oímos al P. Moret en castellano”. Esta traducción se reimprimió con los Anales en 1890. Hay también edición facsímil de mil ejemplares (San Sebastián, 1968).
Investigaciones históricas de las antigüedades del Reino de Navarra
Fueron dedicadas por Moret en 1662 “a los tres estados del Ilmo. Reino de Navarra en sus Cortes Generales”. Éstas aprobaron la dedicatoria a la Diputación con los nombres de quienes la componían y que suprimiera la primera. La Diputación volvió sobre su acuerdo en febrero de 1666. Para entonces ya había salido el volumen, dividido en tres libros y 31 capítulos. Los tres libros repasan la historia desde los orígenes a la invasión árabe, de ésta a la muerte de Sancho el Mayor y de éste a Sancho el Fuerte. Moret estampó una “Razón de la obra”, en que explica cómo ha repasado y alquitarado las historias contemporáneas y, decidido a ser investigador antes que historiador, presenta un primer trabajo en que cimentar el posterior.
En este título Moret se mostró crítico y poco complaciente con algunas corrientes muy asentadas, y las reacciones no se hicieron esperar.
El bodoque contra el propugnáculo histórico y jurídico del licenciado Conchillos
Lo sacó a la luz fuera de España y anónimo. Es un tomo en 8°, de 224 páginas, construido como un diálogo entre un juez, Fabio, y dos testigos, Silvio y Marcelo, sobre los argumentos con que Conchillos había intentado rebatir a Moret, que rechazaba la fundación de Tudela por Túbal, nieto de Noé. Fabio, en la sentencia final, califica el libro del canónigo tudelano como “precipitado en esdrújulo”, “Propugnáculo frívolo, gárrulo y apócrifo”, además de declarar que “los discursos del licenciado Conchillos no son carne, ni pescado, sino de casta de huevos, que cuanto más se cuecen, salen más duros”.
Esta respuesta de Moret encendió más al tudelano, que contraatacó con su Desagravios del Propugnáculo de Tudela… El tono de esta contestación era tal que se elevó memorial al virrey al que solicitaban fuera recogido y quemado el folleto, como se hizo, tras sentencia del Consejo.
Congresiones apologéticas sobre la verdad de las Investigaciones históricas de las antigüedades del reino de Navarra
Es también una respuesta, pero de tono y bordo muy distintos al Bodoque. A raíz de las Investigaciones, el benedictino fray Domingo Larripa salió en defensa de la antigüedad del reino de Sobrarbe, superior a la concedida por Moret, y publicó Defensa histórica por la antigüedad del Reino de Sobrarbe (Zaragoza, 1675). A su vez, el texto del benedictino ocasionó otros, en términos similares, de Sancho de Abarca de Herrera y de Luis de Ejea y Talagero.
El libro de Moret, volumen en 4° de 548 páginas, fechado a 30.5.1677 en Pamplona, rebate en quince capítulos la tesis de Larripa y las de Briz Martínez, también historiador aragonés, al que había impugnado ya en las Investigaciones
Anales del Reyno de Navarra
Es, sin duda, la obra más importante del P. Moret. El tomo primero estaba listo en mayo de 1674 y lo entregó, según los términos de su nombramiento, a los diputados de Navarra. Le aparecieron nuevos materiales y pidió que le devolvieran el original, cosa que hicieron en abril de 1675. En mayo de 1677 entregó el texto. Un año después pidió a la Diputación “que corra el velo y los muestre al mundo”. Pero ese tomo inicial de la obra no salió a la luz hasta 1684. Es un volumen en 4°, de 836 páginas, dividido en 14 libros, que trazan la historia de Navarra desde los tiempos primitivos hasta Sancho el de Peñalén, más tres apéndices dedicados a la población y lengua primitiva de España, el año de entrada de los árabes en la península y la institución del Fuero de Sobrarbe.
El segundo tomo fue ya póstumo (1695). Moret lo dejó preparado a medias y el segundo cronista navarro, Alesón*, que había recibido los papeles de Moret en 1690, lo envió a las Cortes en julio de 1692. Alesón no revisó, según declaraba, la sustancia de la obra, pero sí retocó la disposición y añadió la documentación correspondiente al final de cada capítulo.
El tercer tomo, “obra póstuma y última del Padre Joseph de Moret” salió “con scholios y adiciones al fin del Padre Francisco de Alesón” en 1704, en Pamplona. Alesón recibió los borradores de Moret en 1701. Los encontró imperfectos. El Reino encareció al cronista que no innovara ni alterase en cosa alguna lo escrito por el P. Moret y que, en caso de hacerlo, advirtiese las variantes, como había sucedido en el tomo segundo; a la vez le advertía que los manuscritos de Moret habían recibido ya aprobación de las Cortes. El tomo suma 420 folios y va dividido en 9 libros. Alesón, que no debió de aceptar las advertencias de buen grado, añadió, como va dicho, sus apéndices que suman 114 folios.
Aunque suelen correr como del P. Moret los cinco tomos que alcanzaron los Anales, Moret solo trabajó tres.
La segunda edición de los Anales, agotada la primera, la sacó el impresor Miguel Antonio Domench, pero no salió a la venta y es desconocida. Las Cortes de Navarra (Pamplona, 20.9.1757) recibieron informe tan desfavorable de la reimpresión que ordenaron el secuestro de los pliegos y planchas e incluso mandaron (19 de noviembre) recoger el juego de ejemplares enviado a Castilla para obtener la licencia del Consejo. No fue fácil cumplir el acuerdo de Cortes, porque Domench había entregado un ejemplar al navarro Juan José de Esténoz, que de Cádiz iba a pasar a ultramar. Una vez reunidos todos los libros y materiales, se destruyeron y sepultaron con agua y veintidós cargas de cal en febrero de 1759, en un soterraño de la propia secretaría de la Diputación.
La tercera edición de los Anales es de 1766. Reproduce los cinco tomos, con distinta disposición, y la preparó el jesuita Joaquín Solano*, que consignó las modificaciones en la advertencia estampada al frente del primero. La división de capítulos y párrafos facilita la lectura, así como el índice que va al quinto tomo y la distribución de los libros; los 25 de los tomos de Alesón quedan en 7, tantos como reinados. En esto Solano sigue el criterio de Moret. El reinado de Sancho de Peñalén pasó del tomo 1º al 2°, el de Sancho el Fuerte, del 2° al 3º. Las Investigaciones históricas y las Congresiones apologéticas ocuparon sendos tomos. La impresión de los siete tomos montó 7.878 reales y 26 maravedís, más la gratificación y regalos al P. Solano, que fueron cien doblones de oro, dos arrobas de chocolate y dos ejemplares de toda la obra.
La cuarta salió de las prensas de Eusebio López (Tolosa, 1890-1892). Comprende además de los Anales, las Investigaciones, Congresiones y versión romance del De obsidione Fontirabiae de Arlegui, un Ensayo apologético, histórico y crítico acerca del Padre Moret y los orígenes de la monarquía nabarra de Arturo Campión que cubre 96 páginas y va en el penúltimo de los doce tomos. Campión argumenta que “la historia no ha sido, ni es, ni será imparcial nunca, ni jamás. La suprema imparcialidad sería la suprema indiferencia y ésta equivaldría a la suprema inteligencia” y concluye que “el obstáculo que en Moret se oponía a la imparcialidad era el patriotismo”. Hoy esta tesis es desde el punto de vista historiográfico inaceptable: la verdad es un norte irrenunciable, que no debe confundirse con el rigor crítico y éste no es incompatible con el amor a la patria correctamente entendido. Entre los “errores hijos del patriotismo” advertidos por Campión en Moret están “el afán de retrasar el origen de la monarquía nabarra y de puntualizar la sucesión de los reyes primitivos; la facilidad en admitir la existencia de ciertos reyes fabulosos o muy problemáticos; la temeridad de ciertas conclusiones, arrancadas con ahínco, por la interpretación de determinados documentos y la condescencia para admitir su antenticidad cuando se compaginaban con tesis gratas, esbozadas a priori y cuya confirmación se perseguía”.
La quinta edición (Pamplona, 1987-1990), a cargo del Gobierno de Navarra, la ha cuidado el equipo dirigido por Susana Herreros Lopetegui.
De los Anales se hicieron dos compendios. Uno (Pamplona, 1732) por el tercer cronista de Navarra, el jesuita Pablo Miguel de Elizondo*. El otro, (San Sebastián, 1832), más manual, lo preparó José Yanguas y Miranda*.
El P. Moret dejó recogidos los materiales que había seleccionado para su trabajo entre 1655 y 1668. Altadill los describía como un volumen en 4° que contaría 1.800 ó 2.000 páginas, dividido en cuatro partes; memorias del Archivo de San Juan de la Peña (que incluía traslados del de Sorores de Jaca); 24 capítulos de archivos navarros; folletos y descripciones genealógicas y papeles sueltos y cartapacios de índices, en especial uno de Comptos.
En 1755 la Diputación instó al rector de los jesuitas a que buscase entre los papeles del P. Moret el manuscrito de un “Nobiliario de Navarra”, del que corría la voz. No se encontró nada.
La significación de Moret en la Historiografía navarra es descollante. No sólo es el primer cronista, encargado de dar brillo a las “antigüedades” históricas del reino, sino que es el primero en acercarse a las fuentes documentales con sentido crítico. No obstante, es hijo de su época y su obra, reflejo de los criterios dominantes. Así, sólo le interesa la historia política de los reyes, y no la económica, artística, cultural y social de los reinados; es reiterativo, a veces hasta la saturación, y no teme volver sobre puntos y aspectos ya expuestos y debatidos; peca de detallista y difuso; mecha la exposición con discursos y sentencias espurios y apócrifos, fruto de su invención sin base histórica, y no cuida de advertirlo; gusta del período largo y de sintaxis correcta, pero en ocasiones escarolada.
Moret cumplió su cometido como cronista, con arreglo a los puntos estipulados. El reino, no siempre. Ya en enero de 1660 Moret se quejaba de que se le debían casi cinco tercios, es decir veinte meses de salario y que vivía de préstamo. Hay otros cuatro memoriales en términos parecidos, el último de 1664, en que le debían dos años y medio. En 1678, al tiempo que urgía la publicación de los Anales ya entregados, recordaba que le adeudaban más de 1.200 ducados.
Hay en Moret una producción literaria menos conocida, a tal punto que Altadill ni la mencionó en su amplio estudio. Ya va dicho que el primer trabajo histórico del jesuita pamplonés lo redactó en latín, lengua que dominaba con suelta elegancia. Así lo prueban dos muestras poéticas. La primera va inserta en el volumen de Horae succisivae del virrey Benavides (Lyon, 1660). Es una composición de 49 exámetros latinos que comienza: “Unde mihi novus hic ardor! Quae flamma medullis Aestuat, et placidam abrumpit vesana quietem?” y ensalza los versos en que el virrey cuenta la guerra de Lombardía y aventura que, de haber vivido en tiempos de Homero, hubieran subido las torres de Tebas y caído los muros de Troya: “meliore superba crevissent Theba, cecidisset Pergama plectro”.
También redactó Moret un oficio litúrgico de San Fermín, a instancias del Ayuntamiento de Pamplona (1680). El texto fue enviado a Roma, pero no logró la aprobación. Moret admitió en honor del santo leyendas acríticas, vestidas de elegancias literarias convencionales.
Bibliografía
J. Altadill, Biografía y obras del P. Joseph de Morete, cronista de Navarra (Pamplona, 1887). A. Campión, Ensayo apologético, histórico y crítico acerca del P. Moret y de los orígenes de la Monarquía nabarra (Tolosa, 1892); también, con correcciones, “Euskariana”, 4.° serie, Algo de Historia (volumen 2.0) (Pamplona, 1905). Pérez Goyena, “EBN”, II, 335-8, 436-8, 490-3, 511-2, 606-8; El P. José Moret, poeta latino “” 30 (1948), 39-55. J.R. Castro, Historiografía. Los cronistas Moret y Aleson, “”, n.º 119 . , Actas de Cortes, vol IX; Actas de Diputación, vol. VII, XVII y XIX; Sección de Historia, leg 2. Pérez Goyena, Algunos libros en que se inspiró Moret para sus Anales, “La Avalancha”, XLI, n.º 964 (8-6-1935), p. 164-166.