LIBROS DE TEXTO
LIBROS DE TEXTO
Ocupan lugar privilegiado en la metodología didáctica, tanto por su vigencia a través de los siglos como por constituir un exponente de la relación didáctica en las diferentes épocas de la Historia de la Educación. De ahí que haya experimentado variaciones sustanciales en estrecha correlación con las materias que forman el Curículum, con la metodología empleada en clase ya esté basada en la enseñanza o en el aprendizaje o con su utilización como libro de texto propiamente dicho o como libro de consulta así como en relación con el predominio de una tendencia hacia la enseñanza colectiva o individualizadora, memorística o racional, globalizadora o por áreas independientes.
El libro de texto en los Estudios de Gramática*. Es difícil determinar los libros que tuvieron vigencia en los primeros siglos de su existencia, aunque generalmente se utilizaban textos de autores clásicos. De Instituciones Gramaticae de Prisciano, Las Epístolas de Cicerón, La Lógica de Aristóteles etc.
En 1499, se publica en Pamplona El Catón, utilizado como texto en el Aula de Menores y que contiene: El Catón con el libro llamado Contento de San Bernardo, El Floreto, Las Quince Claves de la Sabiduría con las cinco propiedades que ha de tener el maestro, Las Fábulas de Esopo y Los Himnos. Para la enseñanza de la Doctrina Cristiana la Compañía de Jesús adoptó el Catecismo del P. Auger (1573)*.
Los maestros de Estudio más notables, escribían también sus libros, producto de su experiencia docente, en los que daban a conocer su método para hacer más comprensible el estudio de los textos clásicos o de la propia Gramática Latina. Estos objetivos se aprecian en la obra de P. Simón Abril* que publicó en 1572 Dos libros de P. Simón Abril alcacereño, introductorios a los libros lógicos de Aristóteles, sumamente útiles a los que empiezan a prender las artes lógicas y Tres libros de las cartas escogidas de Marco Tulio Cicerón, con interpretaciones y escolios en castellano que dan fácil entrada al aprendizaje del latín sin gran trabajo y, en 1573, Cuatro libros sobre la lengua latina o del arte gramatical, con su traducción en castellano para facilitar su estudio a los que empiezan el aprendizaje y que incluye su Arte Poética.
Idénticos objetivos se propone Miguel Saura* con sus obras: Instituciones Gramaticales de la lengua Latina, utilísima a los principiantes, por el valenciano Miguel Saura (1577); De la etimología de los Atributos de la tabla de las partes de la oración, utilísima a los principiantes de la lengua latina (1577); Librito sobre la sintaxis de las partes de la oración (1579) y Tres libros de Instituciones Oratorias del valenciano Miguel Saura que antes no se han publicado (1588).
En el siglo XVII, aparecen dos libros que iban a suponer una auténtica revolución en el campo de la enseñanza de la lengua latina y que iban a estar vigentes como libros de texto en los estudios de Gramática hasta su supresión en el XIX: El Libri de octo Partium Orationis Constructione de Bartolomé Bravo* y De Institutione Gramaticae de Enilio Antonio de Nebrija. De ello se hicieron múltiples ediciones a lo largo de más de dos siglos y las Cortes de 1678 y 1684 concedieron al Hospital la exclusiva para la impresión del Libro Cuarto de Bravo* y del Arte de Nebrija*.
No obstante la reconocida calidad de estas dos obras, los maestros de Estudio, al igual que sucediera en el período anterior, escriben sus propios textos, unas veces como aplicación didáctica de las mismas y en otros casos aportando un tratamiento original de la Gramática Latina. Entre los autores más representativos se encuentran: Martín Amatriain*, Regente de Sangüesa que en 1742, escribe Theatro Sangissano de Gramática, para la explicación del Libro Cuarto de Bravo; Martínez de Cabredo, Preceptor de Estella, que en 1752, publica Breve modo de aprender Gramática en diálogo y cuya finalidad es que la aprendan con claridad y concisión; Silvestre de Arlegui* que también en el siglo XVIII, escribe Libro Cuarto o explicación castellana de la sintaxis latina, según el método de M. Silvestre de Arlegui; texto de Prosodia latina conforme al método de M. Silvestre de Arlegui y Reglas de cantidad de todas las últimas y de algunas penúltimas; figuras de versificación y Martín de Erro* que en sus Reparos interrumpidos al breve modo de aprender Gramática de D. Pedro Martínez de Cabredo, (1769) muestra sus preferencias por el Arte de Nebrija.
Ya en el siglo XIX, aparece en 1817, la Gramática Latina en castellano de José Carrillo*, Maestro de Latinidad del Estudio de Sangüesa. Pensada en su edición original como texto para el Estudio de Gramática, fue adaptada y ampliada a lo largo de 18 ediciones realizadas en Madrid y Barcelona para servir de libro de texto en Institutos de Segunda Enseñanza y Universidades.
En cuanto a la enseñanza de la Religión, las Cortes de 1780 recomendaron la adopción del Catecismo Histórico de Fleury*, por lo que se hicieron varias ediciones a lo largo del siglo XIX.
El libro de texto en las Escuelas de Primeras Letras*. La correlación entre libro de texto y metodología, a que antes hemos hecho referencia, se hace mucho más patente al analizar los libros de texto utilizados en los primeros niveles de la enseñanza, pues son un fiel reflejo de las corrientes educativas existentes en un determinado momento así como de su evolución: relevancia de las distintas áreas del “currículum”, enfoque didáctico, papel del profesor en el aula, autonomía para la elaboración del programa etc.
Durante los siglos XVI y XVII, la escuela y en consecuencia los textos se ocupan casi exclusivamente de la enseñanza de la lectura y escritura, de las cinco reglas y de la Doctrina Cristiana. Los ejemplares que han llegado hasta nosotros son escasos. Solamente encontramos la Cartilla para enseñar a leer con la Doctrina Cristiana que se canta, editada en 1596 por la Compañía de Jesús y la Pregunta o Doctrina Cristiana (del P. Astete cuya enseñanza se generalizó a lo largo del siglo XVII y ha llegado hasta nuestros días, constituyendo exponentes representativos de los libros de texto utilizados durante estos siglos. Las Cortes de 1678 y de 1684 constatan su influencia al conceder la exclusiva de su impresión al Hospital de Pamplona).
Un siglo más tarde, en las Cortes de 1780, se recomienda además del Catecismo Ordinario de la diócesis, que seguía siendo el del P. Astete*, el Catecismo Histórico de Fleury, el Compendio de la Religión de Vinton y algún compendio de Historia de la Nación y así se refleja en las ordenanzas de finales del XVIII y principios del XIX. Para el aprendizaje de la lectura se utiliza la Cartilla o Paleto (Peralta 1782), Abecedarios o silabarios en la pared (Corella 1807) o la Cartilla Escolar o Silabario Metódico para uso en las Escuelas de la Ciudad de Pamplona (1811) y para su perfeccionamiento el Libro Segundo de los Niños o los mismos libros de Doctrina Cristiana.
La mayor importancia que iban adquiriendo determinadas materias hizo necesario su aprendizaje por medio de un texto escolar. Es el caso de la caligrafía a través de las obras de Torcuato Torío, P. Santiago Delgado o Palomares y que sirvieron de complemento de las muestras que los mismos maestros, muchos de ellos excelentes pendolistas ponían a sus discípulos. No conocemos libros de texto que en esta época se ocupen de la enseñanza de las operaciones aritméticas, aunque sí han llegado hasta nosotros el programa y métodos que seguían distintos maestros, a través de la exposición que hacían de los mismos en su “currículum”, al optar a las plazas convocadas por los Ayuntamientos.
A principios del siglo XIX se siente la necesidad de una mayor sistematización de la enseñanza, elaborando libros de texto que recogiesen el programa que debía seguir el profesor en el aula. En este sentido se pronuncian Juan José García* y Ezequiel Torrecilla*, maestros de Pamplona, al proponer a la Junta de Escuelas y Estudios de Pamplona la unificación de los libros de texto utilizados en las escuelas. A la vista del citado memorial, la Junta de Escuelas y Estudios estimó en 1919, la necesidad de editar el Arte de leer o método teórico práctico de enseñar a leer por principios sólidos y elementales para uso de las Escuelas de Primeras Letras de la Ciudad de Pamplona y que constaría de cuatro libros: Silabario; Libro Segundo, formado con lecciones del Libro Segundo del Real Colegio Académico de Primeras Letras y del Método Práctico de D. Vicente Naharro; El libro Tercero, basado en el del P. Santiago Delgado, Catecismo de Fleury y en Las Obligaciones del Hombre para con Dios de Escoízquiz y el Libro Cuarto en la Historia de España de Iriarte. El objetivo de la obra es doble, pues a la enseñanza de la lectura se une el aprendizaje de conductas, sentimientos religiosos y conceptos históricos. Los dos primeros se encargaron a J. José García y E. Torrecilla quienes los realizaron bajo el título de La Cartilla o Silabario y Libro Segundo o método práctico para enseñar a leer. Asimismo se comprometieron a dar orientaciones para la elaboración de los libros Tercero y Cuarto, pero la obra no pudo concluirse y en 1825 se hizo un nuevo estudio para su realización en cinco libros. Los tres primeros no variaban sensiblemente respecto a la propuesta de 1919 y se utilizaban en el aula de lectores. Los dos últimos eran El amigo de los niños, traducido por Escoízquiz y Las Máximas Morales de Juan Rubio y se recomendaban junto al tercero para el aula de escribientes.
La Junta Superior de Educación* continuó esta tarea de perfeccionamiento del libro de texto escolar y encargó a Felipe Huarte y a Ezequiel Torrecilla la realización de Silabario y Nuevo Libro Segundo respectivamente. Su publicación tuvo lugar los años 1833 y 1834 y sirvieron de texto en las Escuelas de Primeras Letras a lo largo del siglo XIX.
La notable participación que Juan José García y Ezequiel Torrecilla tuvieron en el proceso anteriormente expuesto así como las obras que publicaron independientemente les convierten en los innovadores de los libros de texto utilizados en las Escuelas de Primeras Letras de Navarra a principios del XIX. Aparte de las obras señaladas, escriben conjuntamente Compendio de Ortografía Castellana en forma de diálogo y Elementos de Gramática Castellana, dispuesta en forma de diálogo por Herranz y aumentada por J. J. García y E. Torrecilla. Este último trata por primera vez un tema matemático en Elementos teórico-prácticos de Aritmética conforme al uso particular de monedas, pesas y medidas de Navarra para instrucción de los niños, que aparece en 1826.
Esta corriente educativa consistente en que los propios maestros escriban los libros de texto que se utilicen en las Escuelas de Primera Enseñanza, tiene su momento de mayor esplendor en los últimos años del siglo XIX y primeros del XX. Para el aprendizaje de la lectura siguen vigentes los de la Junta Superior de Educación: Nuevo Silabario (1884) y el Libro Segundo*, pero aparecen nuevos autores que enriquecen el panorama editorial: Severo Eseverri y Archanco*, maestro de Ochagavía, publica en 1880 Nuevo Método de enseñar a leer al niño sin molestar ni fatigarse el profesor; Lino Munárriz*, maestro de Arguedas, que escribe Colección de Carteles del Silabario en distintos tiempos (1886), El Libro Primero de los niños o Silabario Racional, Libro Segundo de los niños o lecciones metódicas para la enseñanza de la lectura de los escolares; Dionisio Ibarlucea*, profesor de la Normal, que aporta su Silabario en trece carteles, Libro Primero de Lectura, Libro Segundo de Lectura y el Método racional para la enseñanza de la lectura. Todos ellos tienen una estructura similar aunque adoptan diferente criterios para graduar las dificultades del aprendizaje y la presentación de la materia.
Para la enseñanza de la Gramática se utilizan los de: Gaztañaga e Imaz*, maestro de Pamplona, que escribe Gramática Castellana en 1866; Lino Munárriz, Memoria sobre Ortografía española (1885) y principalmente las obras de Dionisio Ibarlucea, que desde 1883 a 1896 publica Corrección del lenguaje, Cuaderno práctico de Gramática, Ejercicios teórico-prácticos de ortografía conforme a los preceptos de la Real Academia Española y Epítome de Gramática para niños. Ya en el siglo XX se encuentran: Halli y Tanco*, maestro de Aranaz, autor de Nociones de Ortografía (1902); José Mª Lorente*, maestro de Estella, que escribe Lecciones de Gramática en 1908 y Marcelino Palacios que publica Recopilación compendiada de reglas de Ortografía en 1909. Su estructura es bastante sencilla pues los Epítomes están elaborados con la técnica de preguntas y respuestas, generalmente concisas sin extenderse en la explicación de las cuestiones que relata. Los Cuadernos prácticos son más didácticos pues comprenden multitud de ejercicios que facilitan el dominio activo de la lengua.
Aunque en menor cantidad, también se publicaron libros para el aprendizaje de la escritura, Método Graduado de letra inglesa, escrito en 1897 por Santiago Arnal, Inspector de Primera Enseñanza.
Los libros de Matemáticas, tan escasos en épocas anteriores, abundan en la segunda mitad del siglo XIX, especialmente los de Aritmética. Rafael Zudaire*, maestro y profesor de la Normal de Maestros, escribe en 1849 el Tratado Teórico-Práctico de Aritmética compuesto para uso de las Escuelas de Primeras Letras; Jorge García Medrano, Inspector de Primera Enseñanza, publica en 1856, Compendio de Aritmética; Dionisio Ibarlucea aporta los Cuadernos prácticos de cuentas para los niños de ambos sexos de las Escuelas Elementales en 1863 y El Sistema Métrico explicado a sus discípulos en 1866; Luciano Velasco*, maestro de Tudela, escribe Nociones de Geometría dedicadas a los niños en 1866; Gaztañaga e Imaz, Compendio de Aritmética en 1873; Gorgonio Parra y Carazo*, Inspector de Primera Enseñanza, Nociones de Aritmética en 1878; Valeriano Goñi y Sigüenza, también Inspector de Primera Enseñanza, Compendio de Aritmética en 1880; J Echarte y Pérez, maestro normal, Nociones teórico-prácticas de Aritmética en 1883; Fernando Guruchaga*, Maestro de Errazquin, escribe El auxiliar para el maestro en 1890; Manuel Onieva*, maestro de Estella, Compendio de Aritmética teórico-práctica para uso de las escuelas de niños en 1896; Santiago Arnal, Programa de Dibujo y Geometría en 1897; El pedagogo P. Díaz Muñoz*, Elementos de Aritmética en 1897; Arias Cerezuela, Aritmética para niños y niñas en 1899 y Halli y Tanco, maestro de Aranaz, Nociones de Aritmética en 1901. La estructura es bastante similar a los de Gramática y está basada en el esquema pregunta-respuesta pero incluyendo muchos de ellos ejemplos, cuestiones y problemas referidos al concepto que se trata, lo cual facilita la comprensión de los conceptos.
A pesar de la importancia que el área religiosa tenía en el currículum de las Escuelas de Primeras Letras, no han llegado hasta nosotros muchos textos de autores navarros, quizá por el acertado tratamiento que Luciano Velasco* dio a la disciplina, lo que a su vez explicaría la gran difusión que alcanzó su obra y sus más de veinte ediciones. Nociones de Historia Sagrada (1866), presenta la novedad de que está hecha en forma de relatos cortos en lugar de hacerlo en la forma tradicional de preguntas y respuestas, lo cual contribuye a hacer más comprensible las enseñanzas de los pasajes evangélicos. Como complemento de esta obra publicó Procedimiento que debe adoptarse en las escuelas para la enseñanza de las nociones de Historia Sagrada dedicada a los niños (1884), en la que desarrolla las orientaciones metodológicas que incluía en las primeras ediciones de la obra anterior. También Arias Cerezuela* escribió Historia Sagrada para instrucción de los niños y niñas que concurren a las escuelas (1900) e Ibarlucea*, Nociones de Historia Sagrada.
El conocimiento del entorno próximo, en sus vertientes geográficas e históricas también es objeto de estudio en las escuelas, apareciendo de este modo los primeros libros para escolares: Brevísimas nociones geográfico-históricas de la provincia de Navarra de Manuel Onieva en 1890 y Breves nociones geográficas de Navarra de Hermilio Olóriz en 1911. Dionisio Ibarlucea publica en 1893, Compendio de Geografía de Navarra así como material didáctico complementario en forma de Mapas Murales y Atlas de Navarra.
Por su carácter enciclopédico, inusual en esta época, es de destacar La Enseñanza Moderna. Manual de Lecciones de Primera Enseñanza Elemental (1902) de Lino Munárriz y Casimiro Lizarde, maestro de Dicastillo, que recoge en un sólo volumen los conocimientos de Teoría de la lectura, Aritmética, Geografía, Historia de España, Geometría, Dibujo, Física y Química, Agricultura y Fisiología e Higiene que debían impartirse en las Escuelas.
Del análisis procedente se deduce la importancia del momento en lo referente a la producción de libros de texto para las Escuelas de Primeras Letras. En primer lugar se produce una profusión de textos que abarcan todas las áreas que componen el “currículum”. Por otra parte, los autores son en su mayor parte maestros, Inspectores de Primera Enseñanza o Profesionales de Normal que poseen un conocimiento directo de la enseñanza a través de una experiencia adquirida en Navarra y que más tarde enriquecerá los medios didácticos a través del libro de texto utilizado en las escuelas. Finalmente es de destacar la influencia que estos profesionales de la enseñanza ejercen sobre los planes de estudio y programaciones de la Escuela a través de sus textos.
La irrupción de diversas editoriales de ámbito nacional, Ezequiel Solana, José Dalmáu, Saturnino Calleja, El Magisterio Español, Hijos de Santiago Rodríguez, etc. acaba con esta época de Esplendor del libro de texto navarro.
Ya en la década en 1930, se produce una importante renovación metodológica en torno al libro escolar, al ser utilizado como auxiliar y guía de la actuación del profesor más que como libro de texto del alumno. Uno de los medios en que se basa esta innovación son los libros escolares de José Xandri Pich, que adquirieron una gran difusión en Navarra. Inspirados en la teoría de Los Centros de Interés, de Decroly, introducen una dinámica activa en el desarrollo de la clase, de acuerdo con las necesidades psicopedagógicas del alumno y el desarrollo de sus aptitudes. Responden a los siguiente títulos: La vida en la Escuela para primer grado, Los Centros de Interés para segundo y tercer grado y Concentraciones para cuarto y quinto.
La generalización de las Enciclopedias supuso un retroceso en este proceso de innovación didáctica, tanto por su concepción como por su utilización. Durante varias décadas compartieron con el Catecismo del P. Astete, vigente desde el XVII y con el Silabario-Catón de González como cartilla más difundida, la condición de libros de texto en la enseñanza primaria y parvularios. No obstante ni esta época ni las siguientes ofrecen unos rasgos diferenciadores de la enseñanza en Navarra.