FOTOGRAFÍA
FOTOGRAFÍA
La primera fotografía obtenida en España, un daguerrotipo, fue realizada en Barcelona, en sesión pública, el 10 de noviembre de 1839. El invento de Joseph Nicéphore Niépce y Louis Jacques Mandé Daguerre había sido presentado en la Academia de Ciencias de París el 7 de enero del mismo año y, pocos días después, tanto el “Diario de Barcelona” como el “Semanario Pintoresco Español”, publicaciones de la época, daban cuenta de la noticia.
El desarrollo del daguerrotipo hizo que éste se convirtiese en una importante industria. Al amparo de esta posibilidad comercial nueva, fueron numerosos los extranjeros, particularmente franceses e ingleses que llegaron a España, temporalmente o con la intención de quedarse y hacer negocio. Se han encontrado noticias aisladas sobre la actividad de estos primeros fotógrafos viajeros.
Una de las primeras noticias, en lo que se refiere a Pamplona, sitúa a Pedro Alliet*, daguerrotipista, en el número 25 de la calle Comedias. Este personaje, hacía daguerrotipos a la vez que “trabajaba zapatos con suela de madera”.
En septiembre de 1843, Monsieur Constant*, situó su local en la calle Pozoblanco, número 4. Anunciaba que hacía retratos daguerrotipados, iluminados si se quería, por el precio de 60 reales de vellón. En 1847, en Plaza del Castillo, 22, se localiza a un tal Schmidt Suizo, practicante del mismo género que Constant, con la particularidad de que, además, daba clases sobre el arte del daguerrotipo por 320 reales de vellón.
El primer estudio fotográfico de Pamplona del que se tiene noticia es el denominado “La Pamplonesa”, establecimiento fundado por Anselmo María Coyne Barreras*, hacia 1867. Coyne procedía de Francia, región de Montauban, donde había aprendido el oficio junto con Francisco Garay Montero, fundador a su vez de la casa fotográfica Garay, de Bilbao. “La Pamplonesa” estaba situada en el quinto y último piso del número 39, Plaza del Castillo. Coyne se había asociado inicialmente con Marín, primer fotógrafo de estudio donostiarra. La asociación entre Marín y Coyne se disolvió, quedando el último como único propietario del establecimiento, que se mantuvo hasta finales de la década de los 70.
En dicha década, fueron varios los fotógrafos que se establecieron en Pamplona; en 1876 ya existía el estudio de Leandro y Dublán*, en la Bajada de Santo Domingo. También estos años fueron testigo de la llegada a Pamplona de Leopoldo Ducloux*, que se situó en Plaza del Castillo, 31, y formó sociedad con Emilio Pliego*, aunque no duró mucho tiempo. Más tarde se asoció con Agustín Zaragüeta Colmenares*. Al parecer, tanto Ducloux como Zaragüeta habían estudiado el arte de la fotografía en París.
También hacia 1870 realizó buena parte de su trabajo el fotógrafo villavés Mauro Ibáñez*, no profesional, que fotografió a los carlistas en campaña, incluso al propio Carlos de Borbón, revisando un plano junto con sus generales; obtuvo también numerosas vistas urbanas de Pamplona desde su ubicación en Plaza del Castillo con gran valor documental.
La fotografía, en especial a partir del procedimiento al colodión, posibilitó que un gran núcleo de la población se asomara a la vieja costumbre aristocrática de pintarse un retrato. El daguerrotipo ya había supuesto un importante avance hacia la democratización del género, pero hubo que esperar a que se impusiera la “carte de visite” de Disdéri, para hablar de masificación del retrato. El retrato se estereotipa, aparecen, como elementos inevitables, la cortina, la columna y el velador. El personaje posa siempre envarado, buscando una pretendida dignidad. El retrato, así entendido, es el que más éxito comercial tuvo. Hacia 1880 se abrió otro establecimiento en Pamplona uno de los más conocidos: Roldán y Mena. José Roldán Bidaburu*, de Mondragón, mientras que su socio, Félix Mena Martín*, había sido retocador con Emilio Pliego*. Aparte de los retratos, fotografiaron también determinados acontecimientos (procesiones de Semana Santa, p. ej.) y obtuvieron numerosas vistas de la ciudad. La asociación entre Roldán y Mena duró hasta comienzos del siglo XX.
En 1905 se estableció en Pamplona Benito Rupérez Herrero*, se inició como retocador en el estudio de Emilio Pliego*. La casa Rupérez fue con el paso del tiempo, un importante centro de formación de fotógrafos. Buena parte de los profesionales que operaron en Navarra pasaron por allí.
A principios del siglo XX, pues, había quedado ya establecida la estructura profesional en la ciudad. Sin embargo, frente a los establecimientos de éxito, por Navarra siguieron pasando transeúntes. Es el caso de Roberto Greuling*, de quien únicamente ha quedado una imagen de la Plaza del Castillo bajo la nieve, fechada el 4 de enero de 1888. Julio Altadill Torrontegui*, fotógrafo no profesional que provenía de Burgos, trabajaba ya a finales de siglo. Otro tanto puede decirse de Aquilino García Deán*, oficial del Ayuntamiento de Pamplona, interesado por la fotografía desde muy temprana edad. Son los iniciadores, junto con José Ayala Yaben* y, algo más tarde, Vicente Istúriz, de una excelente tradición de fotógrafos no profesionales. Todos ellos documentaron diversos aspectos de la ciudad.
Es más difícil hacer un seguimiento de los fotógrafos establecidos en otras ciudades de la provincia, cuyos negocios, en principio, fueron más humildes que los de la capital. Se localiza uno de estos gabinetes en Corella, y su titular es Marcelino García. Félix Mena* primero, y sus hijos, Javier y Victorio, después, alternaron sus estancias en Pamplona con otras en Elizondo, ciudad ésta de la que han quedado numerosas muestras de su trabajo. En lo que se refiere a los aficionados de la provincia, Nicolás Salinas Pobes* se hará notar en Tudela, y José Landarech* y Enrique Pueyo, en Sangüesa, etc.
Rupérez* contrató en exclusiva, como retocador, el 27 de octubre de 1926, a Javier Gómez Cerdán*, que gozaba en Madrid de bastante reputación, si bien, en más de una ocasión, también los Roldán* requirieron sus servicios.
Un caso aparte, especialmente relevante, lo constituye Miguel Goicoechea de Jorge*. A partir de 1917, Miguel Goicoechea realizó una importante obra fotográfica, estrechamente vinculada al pictorialismo en vigor a comienzos de siglo. Sus bromóleos, gomas, transportes de tintas, técnicas todas ellas pictorialistas, encontraron eco en revistas como “Photo Revue”, “El Progreso Fotográfico”, “Sombras”, etc. Frente a las “Puestas en escena” tan típicas del pictorialismo menos valioso, Miguel Goicoechea opone, en sus numerosos retratos de mendigos, tipos populares y escenas de la vida cotidiana, una dimensión “reportajista” que les confiere personalidad propia.
Volviendo al quehacer profesional en Pamplona, los de Galle iban a ser pronto establecimientos notables. José Galle Gallego* había nacido en Valladolid y, tras ejercer como fotógrafo en San Sebastián, quedó fijado en Pamplona, asociado inicialmente con Rafael Bozano, también natural de Valladolid, de quien se separaría en 1949, continuando ambos por separado, Galle y su hijo vinculados a la actividad comercial al uso clásico (retratos) y Bozano más próximo al reportaje periodístico (fue corresponsal de varias publicaciones de alcance nacional). También próximos a los medios de comunicación, fundamentalmente locales, abrieron sede en Pamplona, hacia 1940, Francisco Zubieta Vidaurre y Andrés Retegui Gastearena quienes, en su estudio, a lo largo de los años, practicaron todo tipo de fotografías.
En 1950 se instaló también Julio Ruiz Sánchez*, que había aprendido el oficio en Zaragoza y que se dedicó, casi exclusivamente, al retrato de estudio. José Luis Lafuente y Carlos Calleja, aprendices con Benito Rupérez*, se independizaron y abrieron establecimiento a punto de iniciarse la década de los 50. Peinado y Mazo, con el mismo origen, lo hicieron en Tudela.
A partir de los años 1950/60, las condiciones socioeconómicas experimentaron un cambio gradual, pero profundo. En lo sucesivo, a pesar de que la mayoría de los establecimientos comerciales van a subsistir, no podrá hablarse ya del esplendor de otras épocas. El creciente nivel económico va a acercar a la fotografía a numerosos aficionados. Los medios de comunicación ilustrados divulgarán hasta la saciedad la imagen fotográfica. Aún cuando el núcleo de practicantes seguirá siendo reducido, lo cierto es que, de alguna manera, la fotografía dejará de ser, paulatinamente, feudo de un grupo selecto de conocedores, si bien habrá que buscar a sus practicantes, profesionales o no, entre las clases mejor acomodadas.
Llama la atención, y el hecho no es diferente a lo ocurrido en otros lugares de España, la ausencia de una gran variedad de temáticas entre los fotógrafos navarros. Se echan de menos géneros tales como el desnudo, o la denuncia social, o la naturaleza muerta, por citar algunos ejemplos. Existe un cierto desinterés entre los profesionales por la investigación en su doble vertiente: técnica y creativa. Las causas tal vez haya que buscarlas en el propio sistema de aprendizaje que perpetuaba, a lo largo de los años, una clara vocación retratista y documentalista de la fotografía en Navarra, y en la necesidad perentoria de sacar la vida adelante con el oficio, que no permitió excesivas florituras.
Tras una serie de reuniones previas, en agosto de 1955, un grupo de aficionados fundó la Agrupación Fotográfica y Cinematográfica de Navarra*. Las actividades relacionadas con el cine, sin embargo, quedarán desde el principio en puramente anecdótico. Con el nacimiento de la A.F.C.N. se abre una nueva vía de salida para el material fotográfico que producen los aficionados. En el contexto político y social en que el hecho ocurre, será la única vía, no exenta, evidentemente, de fuertes limitaciones. Hay que hacer constar que estas limitaciones no son solamente algo impuesto. Los aficionados integrados en la A.F.C.N. se limitarán voluntariamente, a lo largo de su historia, al terreno de la técnica y la estética fotográficas.
En el período que va de 1950 a 1960 son muchas las provincias que ven nacer agrupaciones fotográficas en su seno. Ello dará lugar al renacimiento, también, de un salonismo con características propias. El salonismo fotográfico es un fenómeno que, a nivel internacional, tiene lugar entre 1890 y 1914. Sin embargo, con posterioridad a la segunda guerra, se produce una ruptura de casi todas las vanguardias fotográficas en el mundo, lo que dará lugar al nacimiento de este nuevo período de auge de la concursística, bien que en España con características especiales. Va a existir una especie de estética oficial, que los aficionados asumen aunque sólo sea tácitamente, y cuyo máximo exponente habrá que buscarlo en la figura de José Ortiz Echagüe. Durante mucho tiempo, aparte de las publicaciones específicas de cada entidad, la revista “Arte Fotográfico” (Madrid), actuará como catalizador del movimiento aficionado.
Bien pronto, los fotógrafos pertenecientes a la A.F.C.N. comenzaron a enviar sus obras a distintos salones, nacionales e internacionales, obteniendo éxitos destacados. Pedro María Irúrzun Irúrzun*, Nicolás Ardanaz Piqué* y Javier Cejuela son los nombres más significativos del primer período de la Agrupación. Tras ellos, José Luis Bayona y Félix Elbusto. Los años 60 conocieron el esplendor de José María Nebreda, bajo cuyo liderazgo surgieron fotógrafos como Antonio Mencos, Pío Guerendiáin y Félix Aliaga. Algo más tarde, José Luis Nobel y José Torregrosa.
A principios de los años 70, la Agrupación pareció haber encontrado la fórmula de renovación constante que le permitirá mantenerse en el grupo de cabeza de las entidades similares que existen en el país. A nivel nacional, y en parte potenciado por la revista de reciente creación “Nueva Lente”, hubo una fuerte contestación a la sistemática del concurso, a la que no escapa la última generación de fotógrafos de la A.F.C.N. La situación social, por otra parte, estaba experimentando también un fuerte tirón liberalizador. Las bases sobre las que se había venido asentando cómodamente la Agrupación a lo largo de más de veinte años, se desmoronaron paulatinamente. Se produjo un intento reformista bajo la presencia de Pío Guerendiáin, pero la naturaleza de los cambios necesarios se reveló como excesivamente profunda para la propia cúpula directiva de la sociedad. Las diferencias entre la vieja y la nueva concepción de la compleja problemática de la fotografía se agudizaron sensiblemente. En España se produjo una apertura a la búsqueda de nuevas vías de comunicación: Centros privados vienen a cubrir las tareas didácticas, nada bien cubiertas por las agrupaciones, las galerías fotográficas abren un nuevo camino para las exposiciones, aparecen nuevas revistas, incluso las publicaciones fotográficas dejan de ser absolutamente utópicas, hay fenómenos de ósmosis con lo que ocurre en el extranjero, tímidamente la fotografía entra en la Universidad. Todo ello son quizás demasiados cambios en poco tiempo, y no es fácil asumir esos cambios sin traumas.
La fotografía en Navarra se encontraba en 1985 sumida en un proceso lógico de clarificación. Los intereses de cada parcela se habían diversificado. Los establecimientos comerciales existentes buscaban la adaptación a las duras condiciones que planteaba el mercado y a la fulgurante revolución tecnológica, todo ello en el contexto de una profunda crisis. El hasta hacía poco anquilosado periodismo gráfico realizaba un considerable esfuerzo por renovarse. Koldo Chamorro ejerció un notable liderazgo sobre una serie de reporteros que, en algún momento, fueron alumnos suyos; también colaboró en diversos medios de comunicación, nacionales e internacionales.
A finales de los años 80 se inició el reconocimiento del fotógrafo dentro de la redacción de un periódico como un periodista más. Adquirieron consistencia los trabajos de Fermín Ezcurdia, José Luis Larrión, Jorge Nagore y Enrique Pimoulier entre otros. En el terreno de los no profesionales, las últimas promociones de fotógrafos están constituidas por una serie de vocaciones fotográficas muy heterogéneas, de diversa procedencia. Destacan los nombres de Joaquín Ahechu, Carmelo Alcalá, Fermín Atozqui, Miguel Bergasa, Clemente Bernard, Blas Campos, Ignacio Delgado, Santiago Diez de Urbe, Jesús Dornaletetxe, Mikel Goñi, Javier Huarte, Francisco Javier Labarga, Alberto Lizoáin, Nicolás López, Jaime Martín, Paco Ocaña, Luis Otermín, Patxi París, Javier Rey, Andoni Torres, Benjamín Vigara y Javier Zubiri. Algunos de ellos (Alcalá, Goñi, López) han terminado profesionalizándose. Junto con Javier Ederra, Eduardo Muñoz y varios de los anteriormente citados, dieron un impulso renovador, bajo pautas publicitarias, a un quehacer en el que ya destacaban fotógrafos anteriormente establecidos. Es el caso, por ejemplo, de Chema Aracil.
La capitalización de los movimientos aficionados, otrora en manos de la Agrupación Fotográfica de Navarra, que continuaba sus actividades, se ha diversificado. Así, han surgido últimamente nuevos núcleos de interés: Centro Auzotegui, Casa de Cultura de Villava y grupos de trabajo en Estella, Tudela y Tafalla.
No es muy extenso, en otro orden de cosas, el catálogo de publicaciones fotográficas en Navarra. Hay que citar, no obstante, el boletín de la A.F.C.N., que se ha venido editando hasta 1983, durante veintiocho años, período en el que, siempre con notoria escasez de medios ha atravesado épocas diversas.
En 1981, cuatro fotógrafos pamploneses, Miguel Bergasa, Carlos Cánovas, Pío Guerendiáin y José Torregrosa editaron y publicaron el libro Fotografías, experiencia que ha constituido, hasta hace bien poco tiempo, la única aventura de esta naturaleza habida en Navarra. A partir de 1983, sin embargo, Xabi Otero ha incrementado este escaso capítulo con sus sucesivos libros Un bosque sumergido, Anastasio Ochoa, carbonero, Sahara y Bernatenea.
En octubre de 1982 apareció el libro Fotografías de Navarra, con imágenes de Diego Quiroga* y Losada, marqués de Santa María del Villar, realizadas entre 1905 y 1955 y editado por la Institución Príncipe de Viana. El proyecto de la Institución pretendía la publicación periódica de libros de fotografía, pero no ha llegado a efecto. El catálogo de la exposición “Miradas”, editado también por la Institución Príncipe de Viana de 1984 constituye en sí mismo, una verdadera publicación. Incluye imágenes de Carlos Cánovas. Koldo Chamorro, Jesús Dornaletetxe, Pío Guerendiáin, Alberto Lizoáin y Paco Ocaña.
Algunos catálogos de exposiciones como la llevada a cabo por Koldo Chamorro en el Círculo de Bellas Artes de Madrid merecen también la consideración de libro (1989). Es de reseñar, asimismo, la existencia de algunas publicaciones que hacen referencia a temas navarros, pero no editadas en Navarra.
Es el caso, por ejemplo, de Guerre a la tristesse, con imágenes de la norteamericana Inge Morath, realizadas durante las fiestas de San Fermín. Adolfo Martínez, natural de Pamplona, antiguo miembro de la A.F.C.N. y fotógrafo, es el promotor y director de un ambicioso proyecto internacional, la revista “Photovision”, editada en Madrid.
El capítulo de las exposiciones es más extenso, aunque hechos tales como la falta de una sala de exposiciones exclusivamente fotográfica han supuesto un condicionamiento importante. Los locales de la A.F.C.N. no reúnen las condiciones adecuadas para estos menesteres y, además, las sucesivas juntas directivas de la entidad han buscado los nombres a exponer siempre entre personas vinculadas al salonismo. Aún así, entre las numerosas exposiciones celebradas, habría que reseñar las de Gabriel Cualladó, Francisco Gómez (fotógrafo natural de Pamplona y afincado en Madrid), Rafael Navarro, Alberto Schommer, José María Ribas Prous y los hermanos Eguiguren.
Las Salas de Cultura de las Cajas de Ahorros ubicadas en Navarra se han reocupado, con alguna regularidad, por exponer fotografías. Alguna de ellas (Burlada) ha adquirido incluso cierta especialización en el tema. Entre las exposiciones más señaladas figuran las de Alberto Schommer (“Fotografías Psicológicas”, 1975), Franco Fontana (1977), Fernando Herráez (“Fiestas populares en Iberia”, 1978), Nueve Fotógrafos Catalanes (Hmnos. Blassi, Catany, Esclusa, Ferres, Fontcuberta, Formiguera, Freixa, Rigol y Sentís, 1978), Bill Owens (“Suburbia”, 1981), Ramón Zabalza (“Gitanos españoles”, 1981), Diego Quiroga* y Losada (1983), Manuel Laguillo, (“Orthos”, 1983), Ricardo Gómez Pérez (1983) y Herlinde Koelbl (“Fiestas de la alta sociedad alemana”, 1984), además de muchas otras de autores locales.
En Burlada se han impartido también algunos cursos relacionados con temas fotográficos: “Historia de la Fotografía” (Koldo Chamorro, 1980) e “Historia de la estética fotográfica” (Carlos Cánovas, 1983).
Una exposición, la de Ben Shahn, fotógrafo y pintor norteamericano, miembro de la Farm Security Administration, realizada en el Museo de Navarra en 1984, supuso un importante paso por lo que representó de apertura de una institución clásica hacia nuevas formas de expresión. Asimismo, varias ediciones de los Festivales* de Navarra, desde 1984, han incluido la presencia de la fotografía, con diversas exposiciones, charlas y cursos, estos últimos a cargo de Manuel Esclusa, Fernando Herráez, Manuel Laguillo, Jean Dieuzaide, Joan Fontcuberta y Sergio Purtell. En mayo de 1985, finalmente, se abrió en Pamplona la galería “Nueva Imagen”, donde se han venido celebrando exposiciones fotográficas regularmente desde entonces. La dirección de la galería, a cargo de Jaime Martín, Patxi París y Ángel Turrillas, ha puesto al público en contacto con algunos de los trabajos más significativos de fotógrafos españoles y extranjeros: Enric Aguilera, Claude Batho, Miguel Bergasa, Marrie Bot, Rutger ten Broecke, Carlos Cánovas, Toni Catany, Agustí Centelles, Koldo Chamorro, Diane y Marlo, Eguiguren Hermanos, Manuel Esclusa, Luis A. Escobedo, Marta Filgueira, Joan Fontcuberta, Brian Griffin, Pío Guerendiáin, Jordi Guillumet, Paul den Hollander, Karl de Keyzer, John Kimmich, Manuel Laguillo, Ouka Lele, Nicolás Lekuona, Nicolás López, Eduardo Momeñe, Rafael Navarro, Paco Ocaña, Luis Ochandorena, Patxi París, Olivia Parker, Bernard Plossu, Pierre Radisic, Humbergo Rivas, Alberto Schommer, Manuel Serra, Javier Vallhonrat y varias exposiciones colectivas.
Mención especial merece también el nutrido grupo de fotógrafos no navarros que, en algún momento de su carrera, han trabajo en Navarra. Baste citar los nombres de José Ortiz Echagüe, Diego Quiroga* y Losada, Francisco Hidalgo, Inge Morath, Xavier Miserachs, Ramón Massats, Fernando Herráez y Cristina García Rodero, nombres entresacados de una relación que sería interminable.
El coleccionismo fotográfico es algo prácticamente inexistente. Hay que hacer constar, no obstante, que hay algunas colecciones de interés. José Joaquín Arazuri ha recogido, a lo largo de su vida, más de treinta mil imágenes fotográficas, en las que priva especialmente el valor documental ligado a los cambios morfológicos de la ciudad de Pamplona desde hace más de cien años. Algo parecido ocurre con la colección de fotografías existente en el Archivo Municipal del Ayuntamiento de Pamplona. La Diputación cuenta también con su propio archivo, al igual que el Arzobispado, este último relacionado con los tesoros artísticos y monumentales de Navarra.
Aparte del particular caso de José Joaquín Arazuri, el coleccionismo privado es aún una quimera. Muchas de las obras citadas en este artículo se encuentran en peligroso estado de conservación.
Como un intento de evitar esa desaparición, el Gobierno de Navarra viene organizando, desde 1986, exposiciones fotográficas de carácter histórico. Así, se ha expuesto y recuperado obra de Aquilino García Deán, Miguel Goicoechea de Jorge, Pedro M. Irúrzun Irúrzun, Félix Mena Martín, Nicolás Ardanaz Piqué, Jalón Ángel, José Galle Gallego, Luis Rupérez Pérez y Diego Quiroga y Losada. Parte del material de esas exposiciones ha quedado depositado en la fototeca constituida en el Museo de Navarra, junto con algunas adquisiciones de obras fotográficas contemporáneas realizadas en 1988.
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