PAMPLONA, ASEDIOS DE
A lo largo de su historia, Pamplona ha sufrido el acoso de diferentes ejércitos, dando lugar a diversos episodios bélicos denominados con diferentes términos, cercos, asedios, bloqueos, etc.
Cerco de 1512
Sin la amenaza inglesa sobre el río Bidasoa y con la llegada de sus tropas retiradas de Italia, Luis XII, aunque tarde, se encontró en condiciones de prestar a Juan de Albret* el auxilio prometido en Blois. A principios de octubre de 1512 se preparó un gran ejército franco-navarro dispuesto a recuperar la Navarra surpirenaica ocupada por Fernando el Católico*. Desde Sauveterre, el 18 de octubre, Juan de Albret y el general francés La Palice, con unos 15.000 hombres, penetraron por el valle de Salazar y ocuparon el de Roncal. Entre tanto, el conde de Angulema hostigaba a las tropas del duque de Alba*, que se encontraba atrapado en San Juan de Pie de Puerto (Guerra de Navarra*), mientras en todo el reino se producían levantamientos en favor de Juan y Catalina. Pamplona era el objetivo inmediato, pero Juan de Albret se movió con excesiva prudencia y el día 24, ante una ciudad prácticamente desguarnecida, no se decidió a asaltarla. Este lapso de tiempo fue suficiente para que Alba y su comandante Villalba* regresaran a Pamplona a marchas forzadas, a la vez que entraban a la ciudad los refuerzos castellanos enviados desde Logroño.
Ambos ejércitos se prepararon para librar la batalla por la capital que, como en julio, decidiría la suerte del reino. Un riguroso cerco se mantuvo durante veintisiete días (3-30 de noviembre 1512) sin que los atacantes, numéricamente superiores, pudieran con las veteranas tropas castellanas. El fracasado asalto, intentado el día 27, fue la última gran oportunidad de Juan y Catalina de recuperar su trono. Llegaba el invierno, escaseaban los víveres en la cuenca de Pamplona, se aproximaban las fuerzas de socorro procedentes de Zaragoza y Logroño. Juan de Albret y La Palice optaron por la retirada, que resultó penosa (batalla de Velate*).
Sitio de 1813
La derrota de los soldados de José I Bonaparte en Vitoria forzó la retirada de las tropas francesas a Francia, dejando únicamente guarniciones en algunas plazas importantes, entre ellas Pamplona, y zonas de resistencia en la franja de territorio más cercana a los Pirineos. En Pamplona quedaron en junio de 1813 unos 3.550 hombres al mando del general Cassan.
No es posible fijar -por el modo como ocurrió – cuando empezó el sitio de Pamplona; se trató en realidad de un abandono del campo por parte de los bonapartistas, que dejaron expedito el camino hacia la ciudad a guerrilleros y tropas regulares. Enseguida, las tropas inglesas de Wellington comenzaron a formalizar el cerco; fueron luego sustituidas por el ejército de Andalucía, que mandaba O´Donnell, por decisión del propio general inglés, quien, el 26 de junio, todavía encargaría del bloqueo al también general Carlos de España. El sitio podía considerarse establecido.
El sentido de la resistencia francesa radicaba en que los mariscales franceses se resistían a creer en la derrota de Napoleón, que ciertamente aún tardaría meses en hacerse realidad, y esperaban refuerzos. Intentó hacerlos llegar a Pamplona, en efecto, el mariscal Soult, pero fue detenido por Wellington en la batalla de Sorauren*, que se libró entre el 27 y 28 de julio.
Lograda esta victoria, los hispanobritánicos cubrieron de cañones algunas de las alturas que rodean Pamplona (Mendillorri, Cordovilla, Mutilva y Barañáin). Pero fue sobre todo el hambre lo que acabó de vencer a los franceses. Capitularon el 31 de octubre, fueron conducidos a Pasajes y desde allí embarcados como prisioneros de guerra rumbo a Inglaterra.
Asedio de 1823
Durante la Guerra Realista* Pamplona permaneció continuamente en manos de la guarnición constitucional y fue el punto de partida de casi todas las expediciones militares que se hicieron contra los realistas, pese a que éstos abundaban también en la población civil de la plaza, como probaron las protestas y los enfrentamientos habidos con la tropa; enfrentamientos culminantes en el sangriento 19 de marzo de 1822, aniversario de la primera promulgación de la Constitución de Cádiz.
La debilidad del ejército realista no permitió a sus jefes intentar la ocupación de la ciudad hasta el 26 de marzo de 1823, en que la División Real de Navarra, mandada por Santos Ladrón de Cegama, derrotó a los constitucionales en Urdániz (Esteríbar), les obligó a replegarse hasta la capital y, desde el cerro de san Cristóbal, cayó aún sobre los hombres que, al mando del también liberal Chapalangarra, salieron en auxilio de los vencidos. El batallón de Sevilla del ejército constitucional, que iba en vanguardia, sufrió en esta salida la baja de cien muertos, siendo en total cuatrocientos los que costó la acción de Esteríbar a los liberales, además de setecientos prisioneros.
Los demás se refugiaron en Pamplona y no volvieron a hacer incursión alguna por el resto de Navarra; porque Ladrón de Cegama cercó la capital y, cuando entraron los Cien Mil Hijos de San Luis y el mando de la División Real de Navarra pasó al conde de España, a comienzos de abril, se decidió mantener el sitio. Sometida a un fuerte bombardeo, la guarnición pamplonesa terminó por rendirse a los realistas el 16 de septiembre de 1823.
Pese a todo, Fernando VII (III de Navarra) distinguió claramente entre la oposición hecha por los militares y la actitud de los pamploneses durante los años 1820-1823, en que permaneció en vigor la Constitución de 1812, y concedió a su lema y escudo el título de “heroica”.
Bloqueo de 1874
En el transcurso de la tercera guerra carlista* (1872-1876) la ciudad estaba asediada desde 1873 por pequeñas partidas, hasta que el 27 de agosto de 1874 el general carlista Torcuato Mendiry* rechazó al general republicano Moriones, que pretendía apoderarse de Biurrun y levantó una línea de asedio en el Carrascal. Los carlistas bombardearon la ciudad desde los montes San Cristóbal y Miravalles y sus 16.700 habitantes padecieron los efectos de la falta de artículos. La situación cesó el 2 de febrero de 1875 cuando Moriones obligó a Mendiry a levantar la línea del Carrascal.