CONVENCIÓN, GUERRA CONTRA LA
CONVENCIÓN, Guerra contra la
(1793-1795). Fue declarada a España por la Convención, nombre de la asamblea francesa que a la sazón gobernaba el país vecino y que acababa de decidir -el 17 de enero- la ejecución de Luis XVI. Afectó especialmente a Navarra como a las demás regiones pirenaicas por haber sido el principal teatro de la contienda. La declaración se justificó en el apoyo que el rey de España Carlos IV (VII de Navarra) había prestado a la causa del monarca francés, para salvarlo a toda costa; apoyo cierto, que, sin embargo, sirvió de excusa a la Convención para terminar con un posible aliado de Inglaterra y -en la mente de algunos gobernantes franceses- unir Cataluña y Guipúzcoa a Francia o constituir una República Catalana independiente.
Declarada la guerra el 7 de marzo, los generales españoles la plantearon en tres frentes, correspondientes a otros tantos cuerpos de ejército: uno en Cataluña, al mando del general Ricardos; otro en Aragón, al mando del príncipe de Castellfranco, y el tercero en Guipúzcoa y Navarra, con Ventura Caro* a su frente; este último mandaba 30.000 hombres.
En principio, los españoles tomaron la iniciativa y llevaron a cabo una ofensiva victoriosa en territorio francés, sobre todo desde Cataluña por el Rosellón y desde Irún por la franja fronteriza guipuzcoana y navarra. Los soldados franceses habían ocupado Zugarramurdi e iniciaron la invasión del Baztán, pero la toma de Chateu-Pignon por las armas españolas aconsejó el repliegue, en el que incendiaron Urdax y Zugarramurdi.
En 1794 la marcha de la guerra cambió de signo, como resultado principalmente de la reorganización del ejército republicano francés. Recuperaron éstos el Rosellón, penetrando en la Cataluña española hasta tomar Figueras y Rosas, y volvieron a intentar, esta vez con éxito, la invasión por Navarra y Guipúzcoa, ya en junio. Penetraron casi simultáneamente por diversos puntos de la frontera, todos próximos al Baztán y a Roncesvalles, y los defensores españoles no pudieron frenarlos. Caro no confió en los baztaneses para defender el Baztán y optó por abandonar en manos francesas el camino que llevaba -y que de hecho les permitió ocupar- a Vera e Irún. El general fue separado del mando por esta causa y pasó a dirigir las operaciones el virrey de Navarra, Martín Álvarez de Sotomayor*, conde de Colomera; pero el Baztán no pudo sostenerse y las tropas españolas hubieron de replegarse a las montañas situadas al sur del valle. Los franceses, con esto, tuvieron expedito el camino hacia Guipúzcoa y entraron en Fuenterrabía, Hernani, San Sebastián y Tolosa.
Por su parte, la columna que penetraba hacia Roncesvalles se había visto obligada a detenerse, por la presencia de doce mil soldados españoles en torno a Roncesvalles. El mariscal Moncey concibió entonces una maniobra envolvente que permitiera coparlos, forzar su rendición y librar de este modo el camino de Pamplona, que era el principal objetivo en esta zona de la guerra. Por una parte, catorce mil franceses llegados por el Baztán se concentrarían en Lanz y marcharían por el este hasta Burguete, para quedar así en el flanco meridional de los españoles, cortándoles la retirada, en tanto que otros seis mil, concentrados en Tardet, pasarían a Ochagavía, y, por Villanueva de Aézcoa a la llanada de Burguete.
El proyecto no se consumó porque los españoles, en número mucho menor, presentaron batalla y sólo cedieron palmo a palmo el terreno. Burguete quedó totalmente destruido. Los franceses ocuparon el llano pero no pudieron seguir adelante, y el invierno hizo lo demás. Las lluvias, la falta de alimentos y las enfermedades les obligaron a replegarse a Francia.
Durante el año 1795, los esfuerzos y los éxitos franceses se centraron en Vascongadas, donde tomaron Bilbao y Vitoria y llegaron hasta Miranda de Ebro. En Cataluña, se organizó durante el invierno de 1794-1795 un ejército de voluntarios que logró impedir la invasión. Y algo parejo -a escala mucho menor, porque el ejército catalán llegó a contar 20.000 hombres- sucedió en Navarra. El 20 de julio, los franceses intentaron la invasión por el puerto de Olarregui, sobre los montes que cierran Araquil por el norte, con ánimo de emplear este camino para ganar Pamplona. Pero las tropas regulares españolas y las milicias navarras se lo impidieron, obligándoles a retirarse después de una dura acción. Sólo dos días más tarde, el 22 de julio de 1795, los representantes de Francia y España firmaban la paz de Basilea que ponía fin a la guerra.
El tratado no tuvo otra consecuencia directa para Navarra que el compromiso de ambas potencias de devolverse los territorios ocupados, (sí la tuvo, y muy grande, para la América española), aparte de efectos que para los propios navarros supusiera la concesión que se hizo a los franceses de comprar libremente ganado lanar y caballar en toda España durante seis años.
Sí tuvo efectos indirectos para los Fueros*. Aunque la guerra contra la Convención ha sido presentada como la primera guerra popular española en defensa del altar y del trono, la verdad es que este carácter sólo quedó patente en Cataluña, donde, a pesar de todo, el cansancio y el desánimo también cundió en los medios populares. En Navarra, algunos observadores de la época insisten en el mismo planteamiento. Pero parece que la realidad no fue tan simple. Los navarros hubieron de movilizarse conforme a sus principios forales, al Apellido*, y cuidaron de que las autoridades militares del ejército regular español respetaran esas normas, sin aceptar por tanto otros mandos que no fueran los propios -los de cada pueblo- y negándose a penetrar en suelo francés. Con todo, hubo defensas heroicas como la de Roncal y en algún momento la del Baztán. Pero también negativas a obedecer e incluso abandonos materiales de las posiciones.
Esto hizo que el general Ventura Caro se inclinara a prescindir de su concurso y que Carlos IV (VII de Navarra) optase por convocar Cortes -que se reunieron en 1794-1797 para que proveyeran todo lo necesario para la guerra, en el orden material y en el humano, y acabase por suspender la vigencia del carácter contractual del fuero en 1796. Entre este años y 1817, por eso, él y su sucesor, Fernando VII (III), ordenaron la realización de levas entre los navarros cuando lo juzgaron conveniente y no para que lucharan conforme a fuero sino encuadrados en el ejército regular.
Bibliografía
Campañas en los Pirineos a finales del siglo XVIII: guerra de España con la Revolución francesa, años 1793 a 1795. IV, (Madrid, 1959). J. de Contreras, La campaña de Navarra (1793-1795) en las cartas de la señora doña Juana María de Escobar y de Silva-Herrera, marquesa de Lozoya, “Revista de Historia militar”, V, (1961), p. 91-120. F. Idoate Iragui, Guerra contra la Convención (Pamplona s.a., “Temas de cultura popular”, 106); Rincones de la historia de Navarra (Pamplona, 1979), 3 vol.