ROMANO, RITO
ROMANO, rito
Liturgia formada por impulso de la curia pontificia y vigente a mediados del siglo XI en toda la cristiandad occidental excepto en la península hispánica, donde había pervivido un rito propio, el mozárabe*, herencia del elaborado por la iglesia visigoda. La amplia reforma eclesiástica asumida por el papado incluía la unificación de la liturgia católica y la consiguiente abolición del rito mozárabe. A este efecto Alejandro II (1061-1073) envió a España como legado pontificio al cardenal Hugo Cándido* (1064-1065) quien presidió los concilios de Nájera y Llantadilla, donde el rito mozárabe fue tachado de heterodoxo. Los obispos Munio de Calahorra, Jimeno de Oca y Fortún de Álava llevaron a Roma varios libros litúrgicos mozárabes (el Liber ordinum de Albelda* el de Irache* y el Liber missarum de Santa Gemma*) y consiguieron que un concilio los declarara católicos. Roma renunció temporalmente a implantar el nuevo rito al comprobar las reacciones adversas, entre las que se distinguió la resistencia del monacato del reino de Pamplona y Nájera. En cambio, como contrapartida del apoyo otorgado por la Santa Sede a Sancho Ramírez*, el cardenal Hugo Cándido consiguió introducir el rito romano en el monasterio de San Juan de la Peña (22 de marzo de 1071), desde donde se extendió a todo Aragón. Navarra y Castilla-León seguían resistiéndose al cambio, por lo que el nuevo papa Gregorio VII (1073-85), dirigió una dura carta a los respectivos reyes, Sancho IV* y Alfonso VI, en la que veladamente calificaba el rito mozárabe como herético. Como en ambas monarquías se estimaba la liturgia tradicional como un entrañable patrimonio histórico, la reprimenda papal causó natural amargura. En Navarra el cambio de rito se inició en 1076, a raíz de la muerte de Sancho IV y su sustitución por Sancho Ramírez. En Castilla León se aceptó poco después (1078). La difusión fue lenta, ya que exigía la copia de gran cantidad de libros litúrgicos. Los viejos usos permanecieron en pequeños monasterios e iglesias locales, donde era difícil disponer de los nuevos textos. Esto explica algunos tardíos brotes de resistencia al cambio, como los registrados por ejemplo, en Garde (1098) y Navarzato (1102).
Bibliografía
P. Kehr, El Papado y los reinos de Navarra y Aragón hasta mediados del siglo XII, “Estudios de Edad Media de la Corona de Aragón”, 2 (1946), p. 74-186.