PARTO
PARTO
El origen de la vida ha tenido un carácter trascendente, frecuentemente envuelto en formulaciones de signo mágico y religioso ajenas a cualquier banalización, de las que ha participado el hecho del parto (Embarazo*), encubierto a los niños con ingenuas patrañas. Para provocárselo las mujeres de la Burunda, tenían que realizar, en una misma jornada, tres labores o trabajos fuertes del caserío: la hornada, la colada y acarrear del monte una carretada de hoja. Una vez producido el parto, cada partera tenía sus propios remedios para conseguir la expulsión de las parias. Hasta que ésta tenía lugar se prohibía a las paridas la ingestión de alimentos sólidos, ya que la comida producía fiebre; en último extremo sólo podía administrárseles caldo de gallina. Aunque los maridos no asistían al parto, corría de su cuenta el enterrar la placenta en un lugar que no fuese la cuadra y a bastante profundidad, a fin de evitar que aflorasen a la superficie y la madre corriese riesgo de maleficios, o bien que las descubriesen y comiesen los perros, ya que si lo hacían se volvían rabiosos. En los partos que se presentaban difíciles tenían por costumbre en el Valle de Elorz recitar a San Bartolomé, que se venera en la ermita de Cemboráin, los siguientes gozos: “San Bartolomé Glorioso, contra el diablo fuerte y poderoso: San Bartolomé se levantó al son que el gallo cantó con Jesucristo se encontró. ¿Done vas Bartolomé? Yo, Señor con vos iré. Tú conmigo vendrás y a la gloria subirás, y allí te daré un don que te sirva de blasón; en la casa que digan tres veces esta oración, no morirá mujer de parto, ni criatura de espanto”.
La terapéutica popular posterior al parto se fijaba más en el recién nacido (Infancia*) que en la madre, cuyos problemas se centraban en los derivados de la Lactancia*. En Urdiáin, tras de lavar a la criatura con agua hervida, solían fajarle fuertemente la cabeza con un pañuelo a fin de corregir las posibles malformaciones y darle una forma redondeada; en Améscoa tenían una práctica semejante, a la que añadían el fajamiento de los brazos sobre el pecho y un ligero estirón de la nariz, pero si era niña le tiraban de las tetillas para que tuviera leche cuando le hiciera falta.
Bibliografía
J. M. Satrústegui, Medicina popular vasca y ginecología. “” (Pamplona, 1977). Medicina popular y primera infancia, “” (Pamplona, 1978).