EMBARAZO
EMBARAZO
Preñado de la mujer. Tiempo que dura éste. Desde el punto de vista de la medicina popular la procreación estaba inmersa en un mundo tenso de expresiones externas que se resolvían mediante fórmulas de signo mágico y religioso. No se banalizaba y se reservaba a las personas adultas el conocimiento normalizado de las funciones tendentes a la procreación, que eran tabú. De aquí que se ocultara a los niños el sentido de las relaciones matrimoniales y el origen de la vida, que tenían connotaciones morales de carácter pecaminoso.
Se atribuía carácter trascendente al origen de la vida, en cuanto que los hijos los daba Dios, aunque se encubriese el hecho del nacimiento con ingenuas patrañas: era el padre quien localizaba un alijo al ir al trabajo en el prado o en el monte, o bien era el médico quien traía la criatura (Gorráiz). Hay signos que auguraban el embarazo: cuando un búho evolucionaba alrededor de una casa era síntoma de que había en ella una embarazada, estuviera o no casada (Zugarramurdi).
Se registran también creencias relativas al sexo de la criatura que se concebirá: el orgasmo matinal daba lugar a la concepción de una niña, mientras que si era nocturno se concebía varón (Mezquíriz); el acto sexual con la luna en cuarto menguante podía dar lugar a que se concibiera varón, mientras que si se realizaba en cuarto creciente se concebía niña (Urdiáin); era creencia generalizada en el País Vasco que, para que la futura madre diera a luz un varón, tenía que comer la parte de más corteza del pan. Durante la gestación se podía predecir el sexo de la criatura de diversos modos: en Lecároz lanzaban la espina mondada de una sardina al fuego y si saltaba era niño, pero en Irurita tenían buen cuidado de no tocar la espina con la boca; en Urdiáin las madres conocían que era niño por los sarpullidos y males que les afectaban la cara, más molestos que en el embarazo de una niña; en Mezquíriz creían precisamente lo contrario y en otros lugares recurrían a quemar una hoja de boj, de modo que si sus últimos restos se elevaban, nacería una niña. Se registran también creencias de otra índole, como la de que la embarazada no debía estar en la habitación de una moribunda, so riesgo de que se malograra la criatura, o bien la de que si una embarazada apetece una cosa y no la puede conseguir, la criatura nace con la figura de la cosa deseada grabada en el cuerpo.
Bibliografía
J.M. Satrústegui, Medicina popular y primera infancia. “”. (Pamplona, 1978) p. 135 y ss). Esterilidad*. Parto.