CENTRO ESCOLAR DOMINICAL DE OBREROS
CENTRO ESCOLAR DOMINICAL DE OBREROS
Asociación obrera; la primera importante que hubo en Navarra -tras la pionera Sociedad de Socorros mutuos de Artesanos* y la primera notable del llamado catolicismo social; el movimiento de adoctrinamiento social que las fuerzas vivas de la Iglesia católica desarrollaron en los medios obreros durante la segunda mitad del siglo XIX y la primera del XX con la expresada finalidad de impedir que los trabajadores se inclinaran por el Socialismo*.
El Centro de Pamplona fue fundado en 1881 por Eustaquio Olaso*, destacado comerciante de la ciudad, con dos fines principales: la educación de los trabajadores y el ahorro. Para conseguir lo primero, se impartían enseñanzas similares a las de las escuelas de adultos: escritura y aritmética -con rudimentos de contabilidad- dibujo y elementos científicos diversos. Además los socios recibían charlas de doctrina cristiana.
Albergó, igualmente, una pequeñísima caja de ahorros, que servía tan solo para inculcar este hábito; porque las imposiciones habían de ser muy pequeñas y prácticamente se saldaban con las salidas; terminó el año 1881 -primero de su funcionamiento- con un saldo deudor de 29 céntimos y en 1894 había conseguido acumular un capital de 62.531,09 pesetas la mayor parte del cual se había invertido en deuda de la Diputación -sobre todo- y del ayuntamiento de Pamplona, y en la cuenta de apoyo abierta en la Caja Municipal.
El Centro era por tanto puramente benéfico -en última restancia mutualista-; organizó de hecho una sección de socorros mutuos en su seno, pero nunca se propuso finalidad reivindicativa de ningún género. Con todo, a principios del siglo XX, su indudable prestigio entre importantes sectores pamploneses indujo a emplearlo como instrumento arbitral en algún conflicto laboral; con tal motivo sus promotores dieron lugar a una asociación nueva, propiamente arbitral y reformista, La Conciliación*.
La moderación innata de los obreros pamploneses contribuyó sin duda a que el Centro gozase de un claro éxito durante las dos últimas décadas del siglo XIX. Los trabajadores matriculados en sus actividades fueron 207 en 1881, 622 en 1884 y 3.844 en 1894. En 1906, fue clausurado pasajeramente por orden del inspector de enseñanza -probablemente respaldado por la política anticlerical de los gobiernos de la época – y desde entonces tuvo una vida menos tranquila, afectada además por los ataques verbales de las primeras células ugetistas; pero subsistió con vigor hasta la segunda república y aún debió de mantener algunas de sus actividades en la posguerra.
El tipo de socios del Centro evocaba por lo demás la estructura profesional del proletariado de aquella Pamplona todavía densamente rural. De 2.957 matriculados en 1894 cuya profesión se conoce, 69 de cada cien pertenecían al sector secundario, 21 al primario y 9 a los servicios.
El grupo mayor era aún el de los labradores (603), seguido por el de los carpinteros (387), jornaleros (251), zapateros (183), ebanistas (165), comerciantes (161) y albañiles (160), aparte de 395 “estudiantes”, cuyo carácter social no parece diáfano (podían ser tanto seminaristas como escolares habituales de padres obreros); destacaba también la cifra de inscritos sin oficio (126). Por razones laborales obvias, las actividades del Centro eran casi únicamente dominicales.
El Centro pamplonés gozó de cierto prestigio nacional, gracias seguramente a su mención expresa -junto a otras pocas instituciones del resto de España- en las conclusiones de los congresos católicos nacionales que se celebraron desde 1889 a 1902. Sin embargo, Centros Escolares Dominicales propiamente dichos, con esta o parecida denominación, sólo los hubo en Navarra: al menos en Lodosa, Peralta y Punte la Reina, donde empezaron a fundarse en 1883; luego en Estella, Huarte, Lumbier y alguna otra localidad.
Los Centros Escolares no imitaron, en principio, ningún modelo anterior, pero se inspiraron ampliamente en los Círculos católicos de obreros*, que habían comenzado a extenderse por España en 1872 y, sobre todo, en y la década de 1980 en que el Centro pamplonés tomó fuerza. Se defendió de ellos fundamentalmente por la menor importancia teórica que tuvieron en él las actividades recreativas.
Bibliografía
José Andrés-Gallego: Sobre el inicio de la política obrera contemporánea en Navarra, 1855-1916, “Príncipe de Viana”, 39 (1978), 335-375. Ídem, pensamiento y la acción social de la Iglesia en España, c. 1840-1914 (Madrid 1984).