CAJA RURAL
CAJA RURAL
Principal muestra del agrarismo español de comienzos del siglo XX. Desde la centuria anterior, los reformistas de todo signo venían buscando fórmulas que dieran al agricultor dinero barato (Crédito*). Durante toda la segunda mitad del XIX, una de las fórmulas preferidas consistió en la creación de Bancos Agrícolas, generalmente por impulso de las corporaciones oficiales. En Navarra, la Diputación lo intentó al menos en 1868 y 1897, aprobando expresamente mociones en tal sentido; pero fracasó en ambos casos.
Fuera de España se habían dado ya algunos pasos para dar con fórmulas sustitutorias, que no podían ser sino de naturaleza cooperativista, y, en la propia España, se habían intentado extender sistemas de ahorro que, unidos a la beneficencia, permitían constituir algunos fondos dinerarios para hacer préstamos. Esto último fue lo que intentó en Murcia, desde 1891, Fontes Álvarez de Toledo, con sus Cajas de Socorros de Auxilios, de Ahorros y Préstamos (las popularmente llamadas Cajas Fontes). El alemán Friedrich Wilhelm Raiffeisen, en 1369 perfiló la caja rural por antonomasia, basada en el principio de la solidaridad ilimitada de todos los socios a la hora de responder con sus bienes de los componentes adquiridos; la primera Caja Rural española -la de Amusco, en Palencia- data ya de 1900. Dos años después, caía en manos de un cura rural navarro –Victoriano Flamarique*- un folleto del propagandista social zamorano Chaves Arias sobre las Cajas Raiffeisen. La primera caja rural navarra -Tafalla, 1902-, sin embargo, fue fundada por Atanasio Mutuverría. Dos años después, V. Flamarique constituyó la de Olite, bajo patrones claramente “raiffeisenianos”. Poco después, el obispo J. López-Mendoza encargó a V. Flamarique y al también sacerdote Antonio Yoldi, la difusión de las nuevas fórmulas.
Muy pronto, pero en particular, de 1907 a 1912, la nueva institución se extendió con un fuerte ritmo.
Luego, el movimiento fundacional se detendría por el propio alcance conseguido y diversas presiones mercantilistas e incluso desaparecerían algunas de las cajas fundadas para dar paso a otras nuevas; en 1931 subsistían 124; cifra en torno a la cual se mantenían en las décadas posteriores.
Su primer desarrollo radicó en las merindades de Olite y Estella -territorio, respectivamente, de las actividades principales de Flamarique* y Yoldi*- y, como por otra parte tendieron a dar a cada caja un ámbito municipal, el resultado fue una distinta difusión en las dos merindades de la Montaña, donde cada una tenía que ocuparse de varios pueblos.
El caso de Navarra ya se había convertido entonces, en ejemplo para las demás regiones de España. Las primeras cajas rurales (allí, en la forma de sindicatos agrícolas) que se crearon en la Rioja (constituida enseguida en el segundo gran foco del cooperativismo agrario español) lo hicieron en parte a impulsos de Flamarique*, desde 1908.
La eficacia de las cajas fue, naturalmente, diversa. Algunas languidecieron enseguida y otras tuvieron cierta vida.
De ellas estaba surgiendo, por otra parte, el cooperativismo* de producción y consumo.
La Caja Rural de Navarra se había formado en 1910, al crearse -por iniciativa del obispo la Federación Social Católica de Navarra, que tenía la intención de coordinar los esfuerzos de todos; aunque, como la federación de cada caja hubo de ser lógicamente libre, le costó salir adelante, sobre todo porque algunas de las cajas locales más saneadas tardaron en unirse a las demás. En la década de 1980 se había transformado, sin embargo, en una de las entidades de crédito agrícola más sólidas del país.
Poseía, a finales de 1987, un total de 28.926 millones de pesetas en depósitos de sus clientes (un 10,8% del total de las cajas navarras). El dinero de los ahorradores de esta entidad se encontraba colocado en cuentas corrientes 5.636 millones), cuentas de ahorro (9.429 millones), y depósitos a plazo (13.859 millones). En 1987 tenía concedidos créditos por valor de 21.818 millones. Sus beneficios se elevaron en ese ejercicio a 724,3 millones de pesetas que fueron destinados a intereses de aportaciones (35,4 millones), pago de impuestos (52,7), fondo de educación y obras sociales (68,9) y reservas (567,3 millones). La Caja Rural contaba con 75 oficinas y delegaciones abiertas en toda Navarra al -31.12.1987-, en las que trabajaban las 188 personas que componían su plantilla.
Bibliografía
José Andrés-Callego: Pensamiento y Acción social de la Iglesia en España, c 1840-1914 (Madrid 1984).