BAROJA NESSI, PÍO
BAROJA NESSI, Pío
(San Sebastián, 28.12.1872-Madrid, 30.10.1956). Escritor. Tercer hijo varón de Serafín Baroja Zornoza* y Carmen Nessi Goñi, vivió parte de su niñez en Pamplona. La profesión de su padre, ingeniero de minas, obligó a su familia a cambiar varias veces de residencia: San Sebastián, Pamplona (1881-1886), Madrid y Valencia.
Las inquietudes literarias de su padre influyeron en todos sus hijos. Baroja contó con todo lujo de detalles sus vivencias de chico y la impresión que le produjo Pamplona, de la que dice: “Tenía un hermoso paseo, la Taconera, que acaba en un miradero que allí se le dice el Mirador y otro llamado paseo de Valencia”.
Sus primeras publicaciones datan de su época de estudiante de Medicina en Madrid y Valencia. Con 17 años recién cumplidos, publicó en la “Unión Liberal” de San Sebastián una serie de artículos sobre literatura rusa. Tras breves períodos de médico rural en Cestona y de industrial panadero en Madrid, a finales de 1898 se dedicó decididamente a la literatura.
La primera década del siglo significará su etapa más característica como escritor combativo, crítico y de viva imaginación. Son los años de la formación de la llamada Generación del 98. Pío Baroja se asentó en Madrid, colaboró en varios periódicos, realizó frecuentes viajes por España y por Europa y se relacionó con los intelectuales de la época. En las trilogías de novelas Tierra Vasca (1900), La Vida Fantástica (1901), La lucha por la vida (1904), El pasado (1905), La Raza (1908), Las ciudades (1910), se encuentra lo mejor de la novelística barojiana (las fechas corresponden al primer título de cada trilogía).
Hacia 1912 se produjo una transformación en el espíritu y en la vida de Baroja. La compra de “Itzea*”, casa en Vera de Bidasoa dio una estabilidad a la familia Baroja que hizo de aquella el centro familiar durante gran parte del año. La formación de la gran biblioteca en Vera de Bidasoa y la lectura sistemática de los temas más variados constituirán pieza básica en el organigrama de la vida del novelista.
Dijo en Jaun de Alzate: “Para nosotros, los entusiastas de esta tierra, es el país del Bidasoa como una canción dulce, ligera, conocida, siempre vieja y siempre nueva. Este clima mudable y cambiante se armoniza con el tono de nuestro espíritu: su versatilidad nos halaga y nos distrae, y la preferimos, con mucho, a la inmovilidad pomposa de otras tierras y de otros climas”.
Baroja poseía una técnica y un estilo muy personal que le permite publicar en la prensa sin descanso obras maestras sin introducir apenas novedades, como los veintidós volúmenes de la serie Memorias de un hombre de acción (1913 a 1935). Abordó de esta forma la novela histórica basada en su antepasado, el aventurero liberal Aviraneta.
Tras breve estancia en París (1936-1940) durante la Guerra Civil, se inició la última andadura del novelista. Su tendencia al autobiografismo ya presente en 1935 en su discurso de recepción en la Real Academia de la Lengua, se impuso en las memorias (desde la última vuelta del camino) que comenzó a publicar en 1944 y son mucho más que unas simples memorias. De lectura amena, de indiscutible valor literario, son además un documento de la época, además de resultar necesarias para comprender a Baroja. A partir de esta publicación, su producción se fue extinguiendo notablemente. “Soy ya como el lanchón viejo, anclado en el puerto, sin velas y sin timón; tengo que vivir y escribir a base de impresiones pasadas, y copiarme a mí mismo”.
En la obra barojiana, muy extensa y traducida prácticamente a todos los idiomas importantes, la novela constituye la parte más conocida, pero escribió además cuentos, ensayos y artículos de amplio espectro, viajes, biografía, e incluso teatro y poesía.
La temática navarra es notable a lo largo de toda la obra de Baroja. Prescindiendo de aquellos libros en que directamente narra recuerdos de Navarra, tal como en Juventud, Egolatría (1917), Las horas solitarias (1918) o las Memorias citadas, el tema navarro aparece por diversos motivos. En primer lugar, el conocimiento y profundo cariño que profesa a la franja vasco-navarra le hace escribir libros de tan diferente factura como Zalacaín el Aventurero (1909), La leyenda de Jaun de Alzate (1922), La dama de Urtubi o el Momentum catastrophicum (1919). Por otra parte, debido al carácter autobiográfico de varias de sus novelas es inevitable en éstas la referencia a los años vividos en Navarra. Así Vida, inventos, aventuras y mixtificaciones de Silvestre Paradox (1901) o La sensualidad pervertida (1920). Pero son también los continuos cambios de escenario de su personaje Aviraneta los que motivarán frecuentes referencias a Navarra: Los recursos de la astucia (1915), La ruta del aventurero (1916) o Las figuras de cera (1924).
Los manuales al uso y las críticas dogmáticas han extendido una visión de Pío Baroja como la de un hombre brusco, intolerante y malhumorado. No cabe duda de que joven fue radical y violento con la pluma y certerísimo en sus dicterios, pero también de una gran ternura y delicadeza en su vida privada. Las reseñas convencionales han querido ver en él un misógino, cuando en realidad su vida está llena de afectos de mujeres y su novelística es una extensa galería de sugestivos y atrayentes personajes femeninos. En el estudio de su etopeya sorprende lo primero su complejísima personalidad que tendrá como secuela la inadaptación de su individualismo a ultranza frente al mundo social convencional. Esa personalidad basada sobre contradicciones temperamentales y formada por ingredientes tales como la indecisión, el pesimismo, la melancolía y el sentimentalismo. Leyendo algunos de sus cuentos, Elizabide el vagabundo, Maribelcha, como botón de muestra, se entrevé la sensibilidad de su alma lírica.
Baroja poseyó una vasta cultura. Su biblioteca de “Itzea” acredita su curiosidad por diferentes tipos de autores, épocas e ideologías y sus disquisiciones filosóficas lo señalan como gran conocedor de la evolución metafísica desde los presocráticos griegos hasta la epistemología kantiana, siendo el agnosticismo la pieza clave de su ideario. En sus lecturas e investigaciones es tremendamente personal, si no arbitrario. Gran amante de la libertad, siente una lógica antipatía por las instituciones de una u otra manera totalitarias.
Pío Baroja es un novelista instintivo que presenta en sus obras un conglomerado de materiales de tan diversa índole que sugiere más un ensayo novelístico sin principio ni fin, una sucesión hilvanada de hechos inconexos, que un libro con cohesión y unida y se le ha criticado que sus novelas carecen de arquitectura interior. Esto es una realidad: la trama de sus novelas discurre de la misma forma que la vida cotidiana que, o no tiene estructura aparente o la tiene deshilvanada, imprecisa o incluso laberíntica.
La abultada obra de Baroja ha creado un mundo muy específico y unas características propias que se denominan como “lo barojiano”. Una de las expresiones probatorias del alcance y extensión de su legado es precisamente la aceptación y generalización de ese vocablo.