ABEJA
ABEJA
La cría de abejas tuvo gran importancia en tiempos pasados por la necesidad de tener cera para el alumbrado de las casas y, sobre todo, para el culto de las iglesias. De ahí que por toda la geografía regional existieran abejares o abejeras (erlategi, erletoki). Antes de aparecer los sistemas modernos, los vasos fueron confeccionados con diversos materiales y formas; los hubo de mimbre manteados de barro y forma cónica o cilíndrica; hechos con troncos vaciados, cerrados los extremos con tablas, y en forma de cajón, de sección cuadrada y alargados.
Los vasos eran expuestos al aire libre en parajes abrigados, a veces protegidos por muros laterales y cubierta. Algunas familias pudientes de la comarca de Tafalla construyeron lujosos abejares de sillería, con dos filas superpuestas de cajas, abiertas por detrás a un pasillo ciego, en uno de cuyos extremos iba la puerta.
Los sistemas de captura de enjambres, su traslado a la colmena y la recogida de panales o ‘brescas’, que solía tener lugar por febrero (‘La Candelera, miel y cera’ es dicho de Allo), exigía conocimientos y experiencia. La miel era extraída por métodos rudimentarios, colocando los panales en cestos sobre un ‘chorro’ de piedra, presionando sobre ellos.
Costumbre antigua en amplias zonas de la Navarra montañosa y media, mantenida en algunos pueblos hasta tiempos recientes, fue que, al fallecer un miembro de la familia, singularmente el dueño de la casa, fuera notificado a las abejas. Se utilizaban para ello fórmulas rimadas o frases por las que les rogaban hicieran más cera para alumbrar al difunto. (Aviso de muerte*).