RABIA
RABIA
La impotencia popular ante los casos declarados de hidrofobia explica, por un lado, la práctica ausencia de remedios de carácter empírico que no sean los de cortar la hemorragia* producida por las mordeduras de perros y, por otro, el recurso al saludador* y a medidas de carácter profiláctico-creencial o mágico. En este sentido han sido muy típicos en la Ribera los cordoncillos de la Virgen de Sancho Abarca, que repartían los ermitaños del santuario y se llevaban anudados a las muñecas como preservativos de mordeduras de perro rabioso. En Tudela y Corella los llamaban “cordones de Santa Quiteria” y también eran conocidos en Roncal; la mujer que los ponía en Tudela recitaba al anudarlos una oración a la Santa. En Cintruénigo los bendecía el párroco el domingo anterior al 8 de septiembre y los miembros de los cabildos parroquial y municipal obsequiaban con ellos a quienes donaban una limosna para la Virgen de la Paz; eran cordones de unos quince centímetros, hechos con hilos de distintos colores, se ataban a la muñeca, a la pulsera del reloj, al ojal del chaleco o al “pezón” de la boina. Los portadores del amuleto solían recitar al ver acercarse a un perro: “Santa Quiteria pasó por aquí; /perro rabioso no me muerda a mí”. (Cintruénigo) o “Santa Quiteria pasó por aquí; / perro rabioso, no muerdas aquí” (Carcastillo). Muchos vecinos de Cabanillas solían acudir en romería a Santa Quiteria (Tudela) el 22 de mayo, a fin de pedir protección contra las mordeduras. Producidas éstas, en Izurdiaga no sabían hacer otra cosa que lavar la herida con vinagre y sal, mientras que en Améscoa la cauterizaban con un hierro candente, tras de lo cual se pedía al cura que echase su bendición sobre la herida, que cubrían con un estampa de Santa Quiteria.
Igual impotencia, o mayor si acaso, se tenía en el caso de mordeduras de serpientes. Como profiláctico se utilizaba en Baztán un amuleto consistente en un ajo o una baya de cinco puntas de la ruda. Producida la mordedura, en Izurdiaga y en San Martín de Unx no conocían remedio alguno contra ella y en Baztán se limitaban a practicar una incisión en cruz sobre aquélla, que se limpiaba con agua corriente. En Larráun, los mordiscos en un dedo debían ir rápidamente a casa y echar mano de cuatro gallinas, a las que sucesivamente debían meter el dedo herido por el trasero. En Goizueta, inmediatamente producido el accidente, debían rezar veinte salves, numerándolas en voz alta, tras lo cual aplicaban un emplasto de ajo, aceite tibio, raíz de fresno pasmo-helar y belar-beltz (escrofularia), cubierto con excremento de buey y un paño.