SALUDADOR
SALUDADOR
Séptimo hijo en línea masculina ininterrumpida, aunque también se atribuía tal condición a mujeres nacidas en las mismas circunstancias y al hombre nacido a las doce horas de la Nochebuena. Era creencia popular que tenían el estigma de la cruz bajo la lengua, en el velo del paladar o en la palma de la mano. Se les atribuía virtudes maravillosas y el poder de curar determinadas enfermedades, especialmente la rabia, mediante el uso de la saliva y el aliento, acompañándose de determinadas fórmulas. El recurso a los saludadores era muy común en nuestra tierra, donde frecuentemente eran los propios ayuntamientos quienes los contrataban. Las Constituciones Sinodales de 1541 exigieron licencia eclesiástica para la realización de estas prácticas, y las de 1590 las prohibieron.